Santa Marta 2024 (Lc 10, 38-42)
29.07.2024
Si subimos a la cima del Monte de los Olivos y luego descendemos por la vertiente occidental llegamos a Jerusalén. Jesús, cuando estaba por Jerusalén, pasaba toda la jornada en el Templo enseñando, teniendo las discusiones con los saduceos, fariseos. Y de ahí se dirigía a Betania. Para llegar a Betania tenía que subir al Monte de los Olivos para descender por la vertiente oriental y así llegar, después de recorrer unos seis kilómetros poder llegar a Betania. El evangelista Marcos, nos narra que de noche Jesús se iba a descansar a Betania. Por la mañana salía de Betania, subía al Monte de los Olivos para luego pasar toda la jornada en el Templo.
Llega a un pueblo donde una mujer
llamada Marta lo recibe en su casa. Nos cuenta el evangelista Lucas que Jesús
entró en la casa de Marta. ¿Dónde fueron a parar los discípulos? Ellos
desaparecieron. Sólo entra Jesús en la casa de Marta. Esta familiaen el evangelio de Lucas y en el
evangelio de Juan tiene un significado simbólico: Veamos de quién está
compuesto. No son padres, madres, maridos, esposas, abuelos, niños… Es una
familia compuesta solo por hermanos y hermanas: Ésta es la imagen de la
comunidad de discípulos que acogen a Jesús. Esta es la razón por la que los
discípulos no entran en la casa de Marta. Ellos son esta familia que son
llamados a acoger a Jesús cuando él llega.
Normalmente era el hombre el señor
de la casa el que acoge al huésped y las mujeres se quedaban dentro de la
cocina sin poder ver al huésped. En esta casa los papeles se invierten: la
dueña es una mujer, Marta y quien interactúa con el huésped es María junto con
Marta. El evangelista nos lanza un mensaje muy claro: Donde Jesús es acogido,
donde el Evangelio es acogido todos los prejuicios y discriminaciones entre los
hombres y las mujeres que son legados de una cultura, de una herencia pagana
son denunciados y superados. No sólo se
supera los roles y se anula el sometimiento a las mujeres. Jesús introduce un
comportamiento revolucionario. Recordemos que en aquella época era
extremadamente impropio que un hombre aceptase la hospitalidad que le ofreciese
una mujer. Jesús no se deja influir de las tradiciones. Es un hombre libre. Jesús
es exigente en la relación con la mujer; es exigente en pureza de corazón.
Recordemos cuando él dice que «quien
mira a una mujer para desearla tiene ya cometido adulterio en su corazón». Jesús es muy exigente y muy libre en la relación externa con la mujer
porque tiene el corazón puro.
Hay
un mensaje aún más importante que constituye el tema central del texto
evangélico: Jesús es Dios que pide ser acogido. Nuestro Dios necesita entrar en
el corazón de cada uno de nosotros, en nuestro hogar. Es un Dios que busca
nuestra compañía y desea ser escuchado. Jesús se encuentra en Jerusalén en
medio de un ambiente que tiene mucho de enfrentamiento, donde le ponían
numerosas trampas, situaciones de tensión y de persecución porque le quieren
acusar y quitarle del medio. Es en este contexto de malestar, de tensión… es en
este ambiente cuando Jesús llega por la tarde y siente la necesidad de
encontrar un contexto familiar en el que se sienta acogido y comprendido por
quienes comparten sus valientes elecciones. Jesús busca una casa donde él se
puede desahogar sus preocupaciones. Nuestro Dios necesita del cariño del calor
humano.
El
capítulo 3 del libro del Apocalipsis tenemos un célebre texto de una carta que
el Resucitado escribe a la comunidad de Laodicea que dice: «Mira que estoy llamando a la puerta. Si alguno oye mi voz y abre la
puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3, 20). Es él el que llama a la puerta; es una voz que no se impone
por la fuerza, sino que hace una propuesta de amor. Es el amante que quiere
conquistar el corazón de la persona amada.
Nos
dice el evangelista Lucas que María «sentada
a los pies del Señor». ¿Por qué
el evangelista revela la posición/postura asumida por María? Ella estaba
sentada a los pies del Maestro. En las casas de palestina no había sillas;
había colchonetas para que todos fueran colocados en el suelo. Esta no es una
anotación trivial. Se trata de una expresión técnica que tiene un valor muy
específico. Ella estaba sentada a los pies de un maestro significaba ser
bienvenido entre los discípulos. Este modo de proceder era el habitual para la
elección de un rabino. Por ejemplo, Pablo recuerda con orgullo cómo ha estado
sentado a los pies del gran rabino Gamaliel. Esta expresión aparentemente
afectuosa y devota de María al estar sentada a los pies de Jesús constituye una
absoluta novedad ya que ningún maestro, ningún rabino aceptaría jamás a una
mujer entre sus discípulos. Para los judíos de aquella época era mejor que los
rabinos quemasen la Biblia que ponerla en manos de las mujeres. No se permitía
que las mujeres pronunciasen la bendición antes de la comida y si una mujer
acude a la sinagoga que se quede oculta, que no aparezca en público. Esta
mentalidad era tan extendida que se llegó a infiltrar en las primeras comunidades.
A los cristianos de Corinto, por ejemplo, Pablo da orden para que las mujeres
deban guardar silencio en las asambleas porque no les permitía a ellas hablar. Y
si ellas quisieran aprender algo deben de interrogar a sus maridos en sus
casas, porque es inapropiado para una mujer hablar en la reunión de la
comunidad. María no está a los pies de Jesús para hablar de tonterías ni de
banalidades, sino que como discípulo se pone devotamente a la escucha del
Maestro.
Cuando Marta manifiesta
que «Señor, no te importa que mi
hermana me deje sola en la tarea? Dile que me ayude» y esto le recoge san
Lucas, no es algo trivial o un simple desacuerdo entre hermanas. Presenta a Marta
como los miembros de la comunidad cristiana de hoy que al igual que Marta aman
a Jesús, lo acogen en su casa, es decir son los que están bautizados,
confirmados van a la Iglesia, pero luego para ellos la escucha de la Palabra de
Dios pasa a segundo plano. La Palabra pasa a segundo plano respecto a la actuación,
al compromiso, a la eficacia, a la producción… y deja aparte la escucha de la
Palabra: Este es un comportamiento peligroso del que quiere advertir a los
discípulos y ponerles en guardia.
El Señor nos quiere enseñar que la actividad que no
nace de la escucha de la Palabra y que no es continuamente alimentada con esta
escucha, se trasforma fácilmente en agitación, en estrés y termina por absorber
toda la energía, todo el interés hasta el punto de perder de vista el objetivo,
el significado de todo lo que se hace en la vida. Pensemos en tantos cristianos
que tienen éxito en su profesión y apenas se despiertan empiezan a agitarse, a
estresarse con una agenda muy ocupada de compromisos sin haber sacado ni un
minuto de tiempo para reflexionar para preguntarse si lo que se está haciendo
está en sintonía o no con el diseño del Señor sobre su propia vida.
Marta está actuando con un modo de proceder que no
está precedido con la escucha de la Palabra. Marta no está serena, no está
tranquila, si no que captamos de su reacción una señal de un trabajo mal
configurado y no guiado por la escucha de la Palabra y el resultado es el
enfado; Marta se desquita con María incluso delante del invitado que no tiene
nada que ver.
¿Qué cosa responde Jesús a Marta? Jesús le dice «Marta,
Marta», le llama por su nombre de pila, y repetir dos veces el nombre es el
modo de cómo a menudo es presentada en la Biblia la vocación de una persona:
Samuel, Samuel… Moisés, Moisés,… Saulo, Saulo… Aquí Marta es llamada a
convertirse en discípula. Marta es muy buena y muy trabajadora, pero todavía no
es discípula. Para conseguirlo debe de entender que ha de poner en primer
lugar, antes de su trabajo, la escucha de la Palabra del Maestro, la cual ha de
guiar todas sus actuaciones. La consecuencia de la no escucha de esta Palabra
es que ella se afana por las cosas. El verbo afanarse describe la división en
el corazón del hombre cuando se ve arrastrado entre dos objetivos. El verbo
turbar significa que Marta esta dentro de una gran confusión y mencionada
confusión le impide en disfrutar de las cosas bellas que ella está haciendo. No
tiene tiempo para pararse y disfrutar de la vida reuniéndose con los hermanos. No
es el trabajo, ni los afanes los que nos distancian de Dios, es la alienación
en este trabajo y la pérdida de la cabeza por no tener un momento para respirar
y pensar en otras cosas. Y este modo de actuar sin pararse, sin tener en cuanta
la Palabra es lo que deshumaniza y hace que pasemos por alto lo que es
esencial.
«Una sola cosa es necesaria. María ha escogido la
mejor parte, y nadie se la quitará». ¿Cuál es la herencia elegida por
María? Jesús nos remite al salmo 16 que fue compuesto por un sacerdote de la
tribu de Leví en el contexto de cuando estaba partida la tierra de Canaán después
de la conquista de la tierra, donde ellos, la tribu de Leví no recibió ningún
territorio como herencia, sino únicamente la ciudad donde ellos podían vivir. Lo
que ellos habían heredado era el servicio en el santuario; este es el magnífico
legado que queda en pie, el estar siempre con el Señor. Éste es el legado que
María ha elegido; escuchando la Palabra ella vive toda su vida en
armonía/sintonía con el Maestro.
Si todo el trabajo no es precedido de la escucha de
la Palabra de Dios se transforma en una afanosa búsqueda frenética del
resultado que se convierten en un motivo de celos, de argumentos en contra que
buscan cierta visibilidad. Jesús no dice que María no deba de trabajar, pero la
parte buena e indispensable es la escucha atenta de la Palabra que guía todas
las opciones.
Ante esta respuesta de Jesús llama la atención el
silencio de María. Ella no dice ni una triste palabra en toda esta historia. Esto
es así porque la Palabra no se defiende, no explica la propia elección. No
basta con escuchar la Palabra del Evangelio, se precisa ser meditada, asimilada
y esto sólo puede proceder del silencio.
Marta ahora necesita sentarse a los pies de Jesús
para escucharlo, para recuperar la calma y la serenidad, la paz interior.
Deseo concluir recordando el capítulo 12 del
evangelista san Juan donde se nos presenta a María con el resultado de esta
escucha de la Palabra del Maestro. María vierte la precisa libra de perfume de
nardo puro, muy caro, el cual es símbolo del amor gratuito. Y vierte este
perfume de nardo puro a Jesús a través del amor del hermano. Este perfume de
amor, que es el amor de Cristo, es un perfume que hizo que «toda la casa se
llenó del olor del perfume»; Marta, al lado de su hermana María, colaboró
activamente para que ese olor de nardo puro, que es el amor a Cristo, fuese una
constante en esa casa. Es el perfume del amor que todos los que se acercan a
nuestra comunidad deberían de percibir inmediatamente ya que antes del trabajo
está la escucha y meditación de la Palabra que orienta, guía y fortalece el
quehacer diario.
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