miércoles, 31 de marzo de 2021

Homilía del Viernes Santo 2021

 Viernes Santo 2021

2 de Abril de 2021

 

Hoy el Señor pone su cruz ante ti, la tienes justo delante, incluso puedes llegar a tocarla con tu nariz.  Somos testigos, junto con Santa María, su Madre en el Calvario de lo que allí acontece. Nos lo narra el evangelio según san Juan, que algunos exégetas y teólogos lo han denominado como el ‘evangelio de la hora’. Aunque perfectamente se le podía designar ‘el evangelio del minuto’, porque todos los minutos de la vida de Cristo fueron una constante entrega por amor a cada uno de los aquí presentes. Y su entrega se culminó en hora de la cruz. La entrega de Cristo fue constante, consciente, libre, responsable, fiel y obediente a Dios Padre. Y ésta fue la tónica que supremamente predominó durante toda su vida. A lo que Cristo nos puede perfectamente preguntar: ‘¿Cómo te vas entregando por amor a los hermanos?’, ‘¿tu entrega a los demás se ha ido incrementando con el tiempo o te has quedado atascado o andando para atrás como los cangrejos?’.

Ahora bien, uno se entrega a los demás no porque sea mejor o porque desee dar una imagen ‘de cara a la galería a los demás’, ni tampoco porque debe de dar testimonio para animar a los otros. Uno ha de entregarse a los demás porque, del mismo que la esposa quiere estar con el esposo y así ser uno, el cristiano desea estar con Cristo para sentirse  íntimamente unido en Él.

            Hay personas que únicamente les mueve el dinero para hacer las cosas. No le pidas un favor que te lo cobra. Para ellos todo gira en torno al dinero y a las ganancias. Pero nosotros somos miembros de la tribu de Leví, la cual ha tenido en suerte el heredar lo más valioso: «El Señor, Dios de Israel, es nuestra heredad» (Jos 13,14). Por lo tanto toda la nuestra existencia gira en torno al Señor, por Él nos vamos entregando por amor a los hermanos; por Él acogemos nuestras propias cruces diarias y le pedimos la gracia para poderlo entender con la luz de la fe; por Él hacemos las actividades diarias, siendo Él el que nos reconforta en la lucha, cura nuestras heridas y nos fortalece en la entrega, y así, como dice la oración final de esta liturgia:

 «Dios todopoderoso y eterno,

 que nos has renovado

 con la gloriosa muerte y resurrección de tu Ungido,

 continúa realizando en nosotros,

 por la participación en este misterio,

 la obra de tu misericordia,

 para que vivamos siempre entregados a ti».

           

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