martes, 5 de marzo de 2019


HOMILÍA DEL DOMINGO VIII DEL TIEMPO ORDINARIO
Ciclo C.  03/03/2019

Hoy la Palabra no es precisamente dulzura, es dura, clara y exigente. Empieza diciéndonos: «Cuando se agita la criba, quedan los desechos; así, cuando la persona habla, se descubren sus defectos». Y no acaba ahí, sino que sigue: «El horno prueba las vasijas del alfarero, y la persona es probada en su conversación». (PRIMERA LECTURA, Eclo 27, 4-7). Y de qué hornos nos puede estar hablando… pues puede estar hablando de todas aquellas cosas que hacen mis hermanos y que me ponen con un temperamento bien caliente por el enfado. También es cierto que san Pablo nos dice en la carta a los Efesios: «Malas palabras no salgan de vuestra boca; lo que digáis sea bueno, constructivo y oportuno, así hará bien a los que os oyen» (Ef 4, 29). Pero si San Pablo se lo tenía que escribir a la comunidad cristiana de Éfeso era para recordarles que ellos estaban sellados, marcados por el Espíritu Santo y que mencionado sello les recuerda que pertenecen a Cristo –no al mundo- y que les garantiza la resurrección. Porque somos propiedad de Cristo no podemos bajar la guardia en el amor y cuando bajamos tiene su repercusión directa dañando la convivencia y prestando nuestros labios al mal. Hemos sido creados para dar gracias a Dios, para bendecir, ya lo rezamos en el prefacio de la Eucaristía: «En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias, Padre Santo,  siempre y en todo lugar, por Jesucristo, tu hijo amado». Recordemos que si hablamos mal de una criatura de Dios sería tanto como reconocer que Dios se ha confundido con esa criatura, y eso es imposible. Y es que resulta que ese hermano, al cual “le pones verde y a bajar de un burro” también está sellado por el Espíritu Santo de Dios para resucitar a la Vida Eterna.
Sabemos por experiencia que en la lucha contra el mal demasiadas veces bajamos la guardia porque el pecado ejerce en nosotros una fuerza, una inercia a sacar todos los espíritus malignos que tenemos dentro que en vez de someterlos nos someten. Sin embargo no temamos, porque teniendo a Cristo como nuestro aliado contra nuestro pecado tenemos garantizada la victoria total y definitiva. La Palabra nos lo asegura y Ella nunca miente: «¡Gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!» (SEGUNDA LECTURA, 1 Cor 15, 54-58).
La Palabra dice: «¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano déjame que te saque la mota del ojo” sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo?» (EVANGELIO, Lc 6, 39-45).  El Señor en el fondo nos está diciendo siguiente: «¿Tú te crees mejor que tu hermano?». Y como muchas veces no queremos dar nuestro brazo a torcer le decimos que sí. A lo que Dios nos mira directamente a los ojos y nos vuelve a decir: «¿De verdad que te crees tú mejor que ese hermano tuyo? ¿Me estás hablando en serio?». Y claro, como nosotros estamos movidos por el enfado empezamos a hablar mal del hermano, mientras Dios, con paciencia escuchándonos y sin decirnos nuestros pecados y la cantidad de chapuzas que le hacemos a la hora de amar. Dios guarda silencio. Y nosotros mientras tanto diciéndole: Pues sí, soy mejor que ese hermano, y erguidos decimos que nosotros no somos ladrones, injustos, adúlteros, sino que ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo. ¿Les suena esto de algo? ¿No les recuerda a la parábola del fariseo y del publicano en el templo? (Lc 18, 9-14). Ya sabemos quién salió del templo justificado y quién no. Si nos dedicamos a ponernos medallas es tanto como decir que nosotros ya estamos salvados y que no era preciso que Cristo hubiera venido a salvarme.
Dios te interpela diciéndote: ¿Por qué haces ese juicio de valor contra tu hermano? ¿Por qué no eres capaz de darte cuenta que he puesto a este hijo mío para que tú vayas madurando en la paciencia, la caridad y en la prudencia y así te puedas salvar? Ese hermano es un instrumento que yo te he puesto para que tú te salves y tú lo que haces es despreciar mi regalo.
Cuando el Señor nos llame ante su presencia ¿Qué llevaremos atesorado en nuestro corazón?

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