HOMILÍA DEL DOMINGO VIII DEL
TIEMPO ORDINARIO
Ciclo C. 03/03/2019
Hoy la Palabra no es
precisamente dulzura, es dura, clara y exigente. Empieza diciéndonos: «Cuando se agita la criba, quedan los
desechos; así, cuando la persona habla, se descubren sus defectos». Y no
acaba ahí, sino que sigue: «El horno
prueba las vasijas del alfarero, y la persona es probada en su conversación».
(PRIMERA LECTURA, Eclo 27, 4-7). Y
de qué hornos nos puede estar hablando… pues puede estar hablando de todas
aquellas cosas que hacen mis hermanos y que me ponen con un temperamento bien
caliente por el enfado. También es cierto que san Pablo nos dice en la carta a
los Efesios: «Malas palabras no
salgan de vuestra boca; lo que digáis sea bueno, constructivo y oportuno, así
hará bien a los que os oyen» (Ef 4, 29). Pero si San Pablo se lo
tenía que escribir a la comunidad cristiana de Éfeso era para recordarles que ellos estaban sellados, marcados por el
Espíritu Santo y que mencionado sello les recuerda que pertenecen a
Cristo –no al mundo- y que les garantiza la resurrección. Porque somos
propiedad de Cristo no podemos bajar la guardia en el amor y cuando bajamos
tiene su repercusión directa dañando la convivencia y prestando nuestros labios
al mal. Hemos sido creados para dar gracias a Dios, para bendecir, ya lo
rezamos en el prefacio de la Eucaristía: «En
verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias, Padre
Santo, siempre y en todo lugar, por
Jesucristo, tu hijo amado». Recordemos que si
hablamos mal de una criatura de Dios sería tanto como reconocer que Dios se ha
confundido con esa criatura, y eso es imposible. Y es que resulta que ese
hermano, al cual “le pones verde y a bajar de un burro” también está sellado
por el Espíritu Santo de Dios para resucitar a la Vida Eterna.
Sabemos por
experiencia que en la lucha contra el mal demasiadas veces bajamos la guardia
porque el pecado ejerce en nosotros una fuerza, una inercia a sacar todos los
espíritus malignos que tenemos dentro que en vez de someterlos nos someten. Sin
embargo no temamos, porque teniendo a Cristo como nuestro aliado contra nuestro
pecado tenemos garantizada la victoria total y definitiva. La Palabra nos lo
asegura y Ella nunca miente: «¡Gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor
Jesucristo!» (SEGUNDA
LECTURA, 1 Cor 15, 54-58).
La Palabra dice: «¿Cómo puedes decirle a tu hermano:
“Hermano déjame que te saque la mota del ojo” sin fijarte en la viga que llevas
en el tuyo?» (EVANGELIO,
Lc 6, 39-45). El Señor en el fondo
nos está diciendo siguiente: «¿Tú te crees mejor que tu hermano?». Y como
muchas veces no queremos dar nuestro brazo a torcer le decimos que sí. A lo que
Dios nos mira directamente a los ojos y nos vuelve a decir: «¿De verdad que te
crees tú mejor que ese hermano tuyo? ¿Me estás hablando en serio?». Y claro,
como nosotros estamos movidos por el enfado empezamos a hablar mal del hermano,
mientras Dios, con paciencia escuchándonos y sin decirnos nuestros pecados y la
cantidad de chapuzas que le hacemos a la hora de amar. Dios guarda silencio. Y
nosotros mientras tanto diciéndole: Pues sí, soy mejor que ese hermano, y
erguidos decimos que nosotros no somos ladrones, injustos, adúlteros, sino que
ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo. ¿Les suena
esto de algo? ¿No les recuerda a la parábola del fariseo y del publicano en el
templo? (Lc 18, 9-14). Ya sabemos quién salió del templo justificado y quién
no. Si nos dedicamos a ponernos medallas es tanto como decir que nosotros ya
estamos salvados y que no era preciso que Cristo hubiera venido a salvarme.
Dios te interpela
diciéndote: ¿Por qué haces ese juicio de valor contra tu hermano? ¿Por qué no eres capaz de darte cuenta que he
puesto a este hijo mío para que tú vayas madurando en la paciencia, la caridad
y en la prudencia y así te puedas salvar? Ese hermano es un instrumento
que yo te he puesto para que tú te salves y tú lo que haces es despreciar mi
regalo.
Cuando el Señor nos
llame ante su presencia ¿Qué llevaremos
atesorado en nuestro corazón?
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