viernes, 30 de marzo de 2018

Homilía del Viernes Santo


VIERNES SANTO, 30 de marzo de 2018

            Cristo en la cruz conoció los más grandes sufrimientos. De tal modo que si tú también sufres, Cristo está también muy cerca de ti. Dale tu sufrimiento, Él lo llevará contigo y te dará consuelo. La Cruz es un lugar de hermanamiento en el sufrimiento. Un lugar de hermanamiento entre Dios y nosotros. Muchas veces tenemos la concepción falsa de esperar que Dios venga como un hada madrina, con una barita mágica para hacer desaparecer nuestras cruces. Y el Señor resulta que viene a nosotros y nos dice que Él viene para llevarla conmigo. No va a hacer desaparecer esa cruz, sino que Él será como mi cirineo que me ayude a llevarla. Cristo no quiere que llevemos nuestra cruz sola, sino que sea lugar de hermanamiento. El sufrimiento compartido es la experiencia que más nos puede hermanar. Porque uno se siente comprendido y querido. Uno que sufre se da cuenta enseguida que el otro ‘no habla de oídas’. La solidaridad en el dolor es la prueba inequívoca en el amor.
            Lo que le impacta al buen ladrón va por aquí. Porque el buen ladrón le dice al otro compañero suyo de fechorías: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, que estás en el mismo suplicio? Lo nuestro es justo, pues estamos recibiendo lo que merecen nuestros actos, pero éste no ha hecho nada malo- Y añadió- Jesús, acuérdate de mí cuando vengas como rey» (Lc 23, 40). Al buen ladrón le impacta que ese inocente estuviera pasando por el mismo suplicio que él. Se hermana en el sufrimiento. El sentirse unido, el sentirse acompañado por Jesús crucificado es clave en la experiencia cristiana.
            En la cruz Jesús se identificó con los que sufren. Hay una llamada muy explícita en el Evangelio a descubrir a Jesús en los sufrientes, en todos aquellos que están bajo el peso de la cruz. Es como si estuviéramos pisando terreno sagrado cada vez que pasamos cerca de las personas que sufren, porque la presencia de Dios –de una manera misteriosa- allí se encuentra. Dice el Señor: «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, conmigo lo estabais haciendo». Hay una identificación de Jesús, misteriosa pero verdadera, con las personas sufrientes. El Espíritu Santo nos pide que tengamos la sensibilidad bien afinada para ver a Jesús, para descubrirle ahí presente. Ese servir a Jesús en los sufrientes, de rebote, recibes un gran don de parte del mismo Dios. Frente a nuestra herida tan grande narcisista y de auto contemplación del cual es muy complicado salir uno mismo con sus propias fuerzas…Curiosamente aquellos que sufren te sacan de esta situación de opresión interna del alma. El amor que lleva al olvido de uno mismo nos lleva a liberarnos del narcisismo y de la auto contemplación. La cruz te libera de la preocupación obsesiva de tu propio yo. 
            ¡Éste es el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo! ¡Venid a adorarlo!

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