DOMINGO
XIII DEL TIEMPO ORDINARIO, Ciclo a
Nos cuenta la Sagrada Escritura que
Dios no se manifestó a Elías ni en el viento fuerte e impetuoso, ni en el
terremoto, ni en el fuego. Dios estaba en la suave brisa, en el ligero susurro
(1 Re 19, 9-13). Dios se manifiesta en la suave brisa, símbolo de la intimidad
que mantiene con él.
Hoy somos testigos de una historia
de intimidad entre una mujer sumita con Dios. Las personas que pasan
desapercibidas a los ojos del mundo nos pueden estar ofreciendo una lección de
amor muy importante.
Ante las molestias que se tomaron la
mujer sumita y su esposo al hacer en la terraza de su casa una habitación donde
pudiera descansar el profeta Eliseo. De tal forma que tanto el profeta como su
siervo les están muy agradecidos y les preguntan que qué cosa pueden hacer por
ellos. Eliseo les comenta que él goza de importantes influencias, ya que conoce
al rey y al jefe del ejército y eso supondrían para ella una mejora
considerable en sus condiciones de vida.
Pero ella no quiso nada de eso. Eliseo es un hombre lleno del Espíritu del
Señor y las cosas que dice o hace no lo plantea al ‘buen tun tun’, sino con una
enseñanza profunda. Eliseo está realizando un escrute del corazón de esa mujer
sumita. Le está preguntando a esta mujer de Sunam cosas tales como ¿dónde tiene
puesto su corazón?, ¿cuáles son los ídolos que están condicionando su vida?,
¿aceptas la historia que Dios está haciendo contigo? Hermanos, ¿qué hubiéramos
contestado nosotros?
Ella, con su forma de actuar
manifiesta externamente lo que llevaba en el corazón: nada necesita, no quiere
nada que le pueda molestar para poder estar cerca de Dios. Y como su corazón es
recto y su conducta agrada a Dios, el mismo Dios de boca de Eliseo promete a
esa mujer mayor y estéril que concebirá un hijo. Aquel que se pone confiadamente
en las manos del Todopoderoso jamás se verá defraudado. Y ese hijo nacerá y
siendo niño morirá. Es un revés y una desgracia muy fuerte, que desgarra
cualquier corazón y una prueba de fuego para comprobar en quien o en quienes
tiene uno puesto su confianza. Ese hijo se le muere estando recostado en el
seno de su madre. Su madre podría haber acabado loca o renegando de Dios o
cometiendo cualquier salvajada. Sin embargo esperó en el Señor y con el alma
muy dolorida mandó a buscar a Eliseo para que con su actuar y con sus palabras
pudiera obtener la fuerza necesaria para afrontar este inmenso dolor. A lo que
Dios la volvió a premiar reviviendo a su hijo muerto. Ese hijo muerto
representa aquellas cosas que nos hacen sufrir en la vida y que únicamente con
la gracia divina y la luz de la Palabra podremos, tarde o temprano, poder
sanar.
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