sábado, 12 de octubre de 2013

Homilía del domingo XXVIII del tiempo ordinario,ciclo c



DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo c
            LECTURA DEL LIBRO SEGUNDO DE LOS REYES 5, 14-17; SALMO 97; LECTURA DE LA SEGUNDA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A TIMOTEO 2, 8-13; LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 17, 11-19

            En una de las guardias como Capellán del hospital me llamaron por el busca porque un señor, de mediana edad que estaba enfermo, quería conversar. Durante el transcurso de ese diálogo me comentó cómo le había sorprendido gratamente un compañero de trabajo, del cual, en el pasado, tenía una imagen muy negativa. Trabaja en un despacho de abogados. Para él, antes, era una persona seria y distante. De hecho siempre evitaba tomar el café con él o iniciar un diálogo aunque fuese de un tema muy banal.  Resultó que durante la noche empezó a tener un lumbago e hizo todo lo posible por acudir a su puesto de trabajo. Y aunque no se quejaba del dolor agudo, su rostro delataba su sufrimiento. Y aunque eran unos cuantos en ese bufete de abogados solamente uno se interesó por él. Con su propio coche le llevó a Urgencias del hospital, le acompañó hasta que le llamaron. Le hicieron una ecografía y se quedó esperando para no dejarlo solo. Llamó a su familia para informarlos y terminaron dejándole en observación unas cuantas horas. Llegó su familia y se encargaron de él. Al día siguiente al no acudir al trabajo le telefoneó preocupándose por su estado de salud. Y este enfermo me comentaba lo mal que lo estaba pasando por haberse comportado de un modo tan injusto con él en el pasado. Le estaba muy agradecido y este hecho había marcado un antes y un después en la relación con este compañero.  
            Lo mismo nos pasa con Dios. Él nos da la oportunidad de poder vivir otro día, nos proporciona la vitalidad para afrontar la jornada, nos pone en el camino a personas que nos aman y nos odian, nos suministra la valentía para encararnos ante los desafíos y nos regala los talentos para que los pongamos en juego y así podernos ganar el sustento diario. Cuando uno va despertando de su particular ‘letargo espiritual’ y va descubriendo los incontables detalles de amor que Dios derrocha con cada uno es entonces, y solo entonces, cuando uno lo pasa mal por haberse comportado de un modo tan injusto con el Señor en el pasado.
            En todo este contexto, Naamán el Sirio –en la primera de las lecturas-, no sólo dice «Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra más que el de Israel», sino que además manifiesta la firme voluntad de ofrecer únicamente holocaustos y sacrificios sólo al Dios de Israel. Naamán desea manifestar su agradecimiento a Dios teniéndole muy presente durante toda su vida para que todo el mundo sepa el desbordante amor que Dios le ha manifestado.
            Sin embargo resulta que San Pablo en la segunda carta a Timoteo da unos cuantos pasos más adelante y le dice y nos dice: «Haz memoria de Jesucristo». Dicho con otras palabras, «Acuérdate de Jesucristo», o sea «une tú corazón al de Cristo», aproxima tu corazón a Cristo.  Permite que toda tu existencia sea calentada por la presencia de Jesucristo, que Él sane tus heridas y te instruya en sus sendas. Nosotros damos gracias a Dios anunciándolo a nuestros hermanos con nuestro comportamiento.

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