HOMILÍA DEL
DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo c
LECTURA
DE LA PROFECÍA DE HABACUC 1, 2-3; 2, 2-4; SALMO 94;
LECTURA
DE LA SEGUNDA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A TIMOTEO 1,
6-8. 13-14;
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 17, 5-10
¿Acaso Dios guarda silencio
desentendiéndose de nosotros? ¿Cuál es la respuesta de Dios?. Vamos a recordar
su respuesta, ya que nos la ha dado en el último versículo de la primera
lectura de hoy. La respuesta es: «El
malvado sucumbirá, pero el justo vivirá por su fidelidad» (Hab 2,4). Nos
enseña a esperar contra toda esperanza, que nunca ‘tiremos la toalla’, que siempre
y en todo momento tengamos depositada en Él toda nuestra existencia, con toda
la confianza y sin reservarnos nada. Jesucristo fue sumamente fiel al Padre
incluso estando cosido al madero de la cruz. Nos dice el Evangelio que en el
Huerto de los Olivos, Jesucristo «preso
de su angustia, oraba más intensamente, y le entró un sudor que chorreaba hasta
el suelo, como si fueran gotas de sangre» (Lc 22,44). Jesucristo también
sufrió el silencio de Dios en esos momentos crueles en extremo y dolorosos
hasta niveles insoportables; sin embargo RESUCITÓ de entre los muertos y ESTÁ
VIVO. El mal obra su propia perdición. Y la catequesis que nos ofrece el profeta Habacuc es la de esperar
contra toda esperanza siendo fieles a Dios siempre y en todo momento, aunque no
lo entendamos.
San Pablo cuando escribe a Timoteo
le dice que «Dios nos ha proporcionado un
espíritu de fortaleza, de amor y buen juicio» y que no nos debemos de
avergonzar de dar testimonio de Jesucristo. Es más que la confianza ha de estar
puesta en el poder de Dios. Recordemos que San Pablo, cuando escribe esta
segunda carta a Timoteo está ahora en la cárcel y presiente cercana su muerte. Y
San Pablo, aun sabiendo que sus días ‘en
esta tierra están contados’ se mantiene firme y entero haciendo una llamada ardiente y apasionada a ser
fieles a Jesucristo. Los cristianos no nos
debemos de acobardar ni sucumbir ante la prueba. Nosotros, en palabras
de San Pablo’ vivamos en fe y amor en Cristo Jesús’, sabiendo y experimentando,
en cada uno de nosotros, la acción del Espíritu Santo. Muchas veces no
entenderemos el modo de proceder de Dios, por eso, como los discípulos, también
nosotros le decimos: «Auméntanos la fe».
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