sábado, 5 de octubre de 2013

Homilía del domingo XXVII del tiempo ordinario. ciclo c

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HOMILÍA DEL DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo c

LECTURA DE LA PROFECÍA DE HABACUC 1, 2-3; 2, 2-4;  SALMO 94;

LECTURA DE LA SEGUNDA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A TIMOTEO 1, 6-8. 13-14;

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 17, 5-10

 Habacuc –el profeta- se queja a Dios de que el mal triunfe. Habacuc se hace eco del malestar reinante. Por lo visto la situación interna del país era extremadamente delicada, se describe como sin ley y sin derecho donde se daba toda clase de crímenes y de violencia. Ante esto el profeta Habacuc protesta, cuestiona, se enfrenta a Dios. Le dice: « ¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio, sin que me escuches?» e incluso protesta con estas palabras «¿Por qué me haces sentir la maldad, mientras tu contemplas impasible la opresión?». Habacuc no entiende el modo de proceder de Dios. La acción de Dios en la historia se le hace incomprensible, por eso está tan quejoso. ¿Se dan cuenta cómo el profeta Habacuc y cada uno de nosotros tenemos mucho en común? Nos sobreviene una enfermedad o una desgracia y enseguida nos quejamos a Dios y le decimos que no nos quiere, que nos ha dejado de su mano.

            ¿Acaso Dios guarda silencio desentendiéndose de nosotros? ¿Cuál es la respuesta de Dios?. Vamos a recordar su respuesta, ya que nos la ha dado en el último versículo de la primera lectura de hoy. La respuesta es: «El malvado sucumbirá, pero el justo vivirá por su fidelidad» (Hab 2,4). Nos enseña a esperar contra toda esperanza, que nunca ‘tiremos la toalla’, que siempre y en todo momento tengamos depositada en Él toda nuestra existencia, con toda la confianza y sin reservarnos nada. Jesucristo fue sumamente fiel al Padre incluso estando cosido al madero de la cruz. Nos dice el Evangelio que en el Huerto de los Olivos, Jesucristo «preso de su angustia, oraba más intensamente, y le entró un sudor que chorreaba hasta el suelo, como si fueran gotas de sangre» (Lc 22,44). Jesucristo también sufrió el silencio de Dios en esos momentos crueles en extremo y dolorosos hasta niveles insoportables; sin embargo RESUCITÓ de entre los muertos y ESTÁ VIVO. El mal obra su propia perdición. Y la catequesis que nos ofrece el profeta Habacuc es la de esperar contra toda esperanza siendo fieles a Dios siempre y en todo momento, aunque no lo entendamos.

            San Pablo cuando escribe a Timoteo le dice que «Dios nos ha proporcionado un espíritu de fortaleza, de amor y buen juicio» y que no nos debemos de avergonzar de dar testimonio de Jesucristo. Es más que la confianza ha de estar puesta en el poder de Dios. Recordemos que San Pablo, cuando escribe esta segunda carta a Timoteo está ahora en la cárcel y presiente cercana su muerte. Y San Pablo,  aun sabiendo que sus días ‘en esta tierra están contados’ se mantiene firme y entero haciendo una llamada ardiente y apasionada a ser fieles a Jesucristo. Los cristianos no nos debemos de acobardar ni sucumbir ante la prueba. Nosotros, en palabras de San Pablo’ vivamos en fe y amor en Cristo Jesús’, sabiendo y experimentando,  en cada uno de nosotros,  la acción del Espíritu Santo. Muchas veces no entenderemos el modo de proceder de Dios, por eso, como los discípulos, también nosotros le decimos: «Auméntanos la fe».

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