jueves, 2 de mayo de 2013

Consideraciones Meditaciones Novena Virgen del Rasedo 2013


María se puso en camino y fue aprisa a la montaña..." (Lc 1, 39)

Resuenan en nuestro corazón las palabras del evangelista san Lucas: ”En cuanto oyó Isabel el saludo de María, (...) quedó llena de Espíritu Santo" (Lc 1, 41). El encuentro entre la Virgen y su prima Isabel es una especie de "pequeño Pentecostés".
Hermanos, recordemos que SOMOS TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO: Somos sacerdotes, profetas y reyes. Somos sacerdotes, porque nuestra vida es una constante ofrenda ofrecida a Dios; somos profetas, porque en ese contacto con lo divino somos testigos de Cristo haciendo que su Palabra sea nuestro motor en el existir; somos reyes, porque somos hijos de Dios y herederos del Reino.
En la narración evangélica, la Visitación sigue inmediatamente a la Anunciación:  la Virgen santísima, que lleva en su seno al Hijo concebido por obra del Espíritu Santo, irradia en torno a sí gracia y gozo espiritual. La presencia del Espíritu en ella hace saltar de gozo al hijo de Isabel, Juan, destinado a preparar el camino del Hijo de Dios hecho hombre.
Donde está María, allí está Cristo; y donde está Cristo, allí está su Espíritu Santo, que procede del Padre y de él en el misterio sacrosanto de la vida trinitaria. Los Hechos de los Apóstoles subrayan con razón la presencia orante de María en el Cenáculo, junto con los Apóstoles reunidos en espera de recibir el "poder desde lo alto". María es modelo de la oración constante. Mucho tenemos todos que aprender de la Virgen María, y el primero yo. Su actuar estaba constantemente orientado por la oración. Del mismo modo que su Hijo Jesucristo oraba al Padre así la Virgen María nos da ejemplo para que recemos a Dios y que nuestro actuar no sea movido por motivaciones impropias de un cristiano, sino ese actuar sea motivado por las inspiraciones del Espíritu Santo.
El "sí" de la Virgen, "fiat", atrae sobre la humanidad el don de Dios: como en la Anunciación, también en Pentecostés. Así sigue sucediendo en el camino de la Iglesia. Reunidos en oración con María, invoquemos una abundante efusión del Espíritu Santo sobre la Iglesia entera, para que, con velas desplegadas, reme mar adentro.
            Todos los días del año son como esa Visitación que hizo la Virgen a su prima Santa Isabel, salvo que esa visitación, en Cristo, ha alcanzado un nivel muy sublime, muy elevado: ahora el que nos visita es Cristo Jesús, y lo hace diariamente y cada uno de nosotros somos sus anfitriones. Cada Eucaristía, cada confesión, cada vez que es proclamada la Palabra de Dios es Cristo el que viene. Y cada oportunidad que desaprovechamos no acogiéndole son momentos de gracia que desperdiciamos. Muchas veces, en la soledad de mi oración me viene a la memoria este texto evangélico que de bello uno se enternece:
«Jesús partió se retiró al país de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: «¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio».  Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: «Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos».
Jesús respondió: «Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel».  Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!».
Jesús le dijo: «No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros».
Ella respondió: «¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!». Entonces Jesús le dijo: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!». Y en ese momento su hija quedó curada». (Mt 15,21-28)
            Hermanos, no desaprovechemos las ocasiones de estar con el Señor. ¡Comámonos no sólo todo el pan sino incluso las magajas que caen de la mesa de nuestro Señor. Él es nuestro escudo y fortaleza. ¿De dónde me vendrá el auxilio?¡El auxilio me viene del Señor que hizo el cielo y la tierra!

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