LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN A LOS CIELOS 2012
Hermanos todos en Cristo.
En este día entrañable de la Asunción a los cielos de Nuestra Santísima Madre les invito a clavar nuestras miradas en su santa imagen. Cuando una persona se encuentra cerca de una persona de buen corazón desea como si esa bondad se le contagiase también a él…pues nosotros estando cerca de la Virgen deseamos que sus motivaciones sean también las nuestras, que su modo de actuar sea también el nuestro y su manera de amar a Dios sea también nuestro.
Si nos acercamos a la Palabra de Dios y nos adentramos en el papel que tuvo la Santísima Virgen en la historia de la salvación nos daremos enseguida cuenta de que Ella, la Santísima Virgen hizo todo por amor a Dios. La motivación en sus actuaciones, la razón de su actuar era ‘hacer todo por amor a Dios’. María de Nazaret, como buena judía que era, escuchaba con toda su atención la Palabra de Dios. No la oía únicamente, sino que toda su alma estaba predispuesta para escucharla, acogerla y meditarla. Ella cultivaba su fe con gran dedicación y delicadeza para afinar el oído y así ir conociendo mas y mejor a Dios y a su santísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo. Al ir haciendo esto la Santísima Virgen, fue descubriendo cómo Dios habla en las cosas sencillas y cotidianas. Caía en la cuenta cómo Dios guarda silencio ante las personas soberbias que buscan el aparentar y figurar y cuyas motivaciones están muy lejos de la vida de gracia que Dios quiere de ellas.
Clavar nuestros ojos ante la imagen de nuestra Santísima Madre es una plegaria para mostrar a Dios nuestro deseo de vivir las 24 horas del día ante su soberana y divina presencia. Cuando uno se encamina hacia lo que el Señor quiere de nosotros enseguida se percata que uno tiene que hacer una parada obligatoria: El confesionario.
La Virgen, discípula perfecta de Cristo y modelo de entrega a Dios conoce la disposición interna de nuestras almas. Y como gran Madre que es tiene una psicología especial para darse cuenta de la interna capacidad para hacer las cosas por amor al Creador. Un nadador olímpico no está allí porque sí. Todos los días ha tenido que sacrificarse para entrenar, y todo ha ido orientado para exprimir todas las capacidades para competir en la piscina olímpica. El sacrificio diario y el entrenamiento cotidiano le ha ido capacitando y fortaleciendo sus músculos para rendir al 100% en la competición. Lo mismo nos ocurre en la vida cristiana. Cuando alguien dice ‘todo lo hago por amor a la Virgen’ o ‘todo lo hago por amor a Dios’ y luego en su vida cristiana o como ciudadano se comporta movido por soberbia, por ira, por odio o por cualquier otro pecado… lejos de amar a Dios o a la Virgen está perjudicando seriamente por su mala conducta y peor testimonio. La Virgen desea corazones ardientes que vayan esforzándose más y más en el seguimiento de su Hijo, porque en la vida cristiana si no se avanza se retrocede.
Sabemos que no podemos buscar recompensas en esta vida; que lo nuestro no es atesorar riquezas en esta tierra ni tampoco alabanzas ni aplausos. Que no nos buscamos a nosotros mismos, que no debemos hacer las cosas para que la gente nos pase la mano ni nos den palmitas por la espalda. Hermanos nosotros nos movemos en otras categorías distintas. El Espíritu del Señor conduce el corazón de sus fieles por los caminos del esfuerzo, del sacrificio y de la muerte del hombre viejo. Recuerden ustedes la palabras de Jesucristo: «Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí. Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran» (Mt 7, 13-14).
Ustedes conocen el mandamiento primero de la ley de Dios: ‘Amarás a Dios sobre todas las cosas’. Y el amor no es algo estático, sino dinámico, necesita constantemente regenerarse y reflorecer. Basta con observar a algunos matrimonios que han convertido la rutina y el alejamiento entre ellos en una constante en la convivencia. Ese amor es como el agua estancada que tiende a olor a putrefacto y dicho amor amenaza con la quiebra y debe de ser rescatado por Cristo médico de las almas y de los cuerpos. Basta con escuchar determinados comentarios que se dan por el pueblo, o escuchar expresiones de determinadas personas para darse cuenta que necesitamos ser rescatados, no económicamente, sino rescatados espiritualmente. Por eso, si nosotros dejamos que la Virgen María se acerque a nuestros oídos y nos susurre nos dirá las mismas palabras que pronunció en Caná de Galilea: «Haced lo que Él os diga», ¡haced lo que mi Hijo os indique!, ¡obedeced a mi Hijo!. Y en la medida en que hagamos caso a la Santísima Virgen María iremos comprendiendo la gran riqueza espiritual que podemos adquirir si hacemos todo por amor a Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario