DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo b
19 de agosto de 2012
Hermanos, resulta extremadamente complicado elaborar una homilía cuando uno es conciente de la realidad espiritual del pueblo y de la grave responsabilidad que recae sobre mis hombros. Uno se pone ante la presencia del Espíritu Santo y le ruega diciéndole: ¡ayúdame para que mis palabras sean oportunas, constructivas y así que mis feligreses te vayan conociendo más a ti, Dios creador de todo!
Sin embargo algo genera serenidad dentro de cualquier presbítero al constatar que nunca ha sido sencillo ser cristiano. Ustedes han escuchado, como yo, la carta que el apóstol san Pablo. Y San Pablo nos está diciendo una cosa bien clara, ‘no se va por las ramas’: «Fijaos bien cómo andáis; no seáis insensatos, sino sensatos, aprovechando la ocasión, porque vienen días malos». Todos aquellos que anunciamos a Cristo intentamos dar una serie de consejos prácticos que ayuden para conducta cristiana.
Si yo fuese agricultor les hablaría de cómo arar la tierra, regar, descantar el terreno o anécdotas del mundo agropecuario. Pero yo soy presbítero y tengo un cometido dado por Dios: conducir este rebaño que me ha encomendado por las sendas de la santidad. Debemos de tratar de descubrir en cada momento cuál es la voluntad de Dios y tratar de seguirla. Pero ¿cómo vamos a seguir la voluntad de Dios si previamente no hay un proceso serio de conversión? Un ejemplo: Si yo quiero renovar el mobiliario de una casa primero tengo que retirar los muebles viejos para poder amueblar con otros mejores. Si nosotros somos templo de Dios debemos de desechar todo aquello que ocupa espacio en nuestra vida y nos está alejando de Él. Pero para iniciar ese proceso de conversión uno debe de hacer una opción seria y firme por Cristo. Y cuando uno hace una opción seria y firme por Cristo rompe con todo aquello que genere oscuridad en su alma. Dice San Pablo: «No os emborrachéis con vino, que lleva al libertinaje, sino dejaos llenar del Espíritu». Dicho con otras palabras: La caldera de calefacción de nuestra alma no ha de ser alimentada de multitudes de pecados, ya sean unos más grandes o enanos; sino que ha esta caldera ha de estar avivada por la gracia que se obtiene del sacramento del perdón, de la celebración de la Eucaristía, de la oración íntima con Cristo y del amor fraterno. Por eso dice San Pablo: «Fijaos bien cómo andáis». A los niños pequeños se les tiene que decir: ‘no pises los charcos’, ‘no me metas por el barro’, ‘no cojas eso del suelo que es caca’… pues lo mismo nos dice el apóstol a nosotros, pero ya diciéndonos cosas más serias y de mayor trascendencia.
Y el Señor, como quiere que nos salvemos y desea acompañarnos, se ha quedado bajo las especies del pan y del vino. Y Jesucristo desea una relación tan personal con cada uno de los presentes que se nos da en alimento para que Él, desde dentro de nuestro ser, nos vaya, poco a poco, transformando.
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