LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN 2011
Hermanos, todos nosotros hemos sido creados para heredar el mayor de los tesoros: Estar junto a Dios en la eternidad. Es un camino arduo y con grandes dificultades, ya que avanzar por la senda de la santidad cristiana en este mundo no es cosa fácil, ni tampoco es cosa para cobardes. Somos propiedad de Dios y Dios desea tenernos a su lado, junto a Él.
Les voy a poner un ejemplo, aún sabiendo la enorme distancia entre el ejemplo y lo que es comparado. La vida cristiana se parece a una ardua etapa de montaña en bicicleta. Al principio se puede pedalear con ganas y fuerzas, pero las seducciones del mundo, el cansancio acumulado y el abandono de la vida de oración van debilitando los músculos y termina cayéndose de la bicicleta al quedarse ésta inmóvil. Es que resulta que las cuestas son muy prolongadas y costosas. Resulta más cómodo el dejarse llevar por lo que reina en la sociedad, por lo que está en el ambiente… en una palabra uno deja que ‘su conciencia se relaje’ y el pecado empieza a ser una constante en esa vida.
Hay otros que, a pesar de caerse de la bicicleta muchas veces, renuevan su amor por Jesucristo aún sabiendo que son altamente frágiles y que se van a derrumbar en cualquier momento. Éstos quieren terminar esta etapa de montaña porque desean heredar el mayor de los tesoros, el estar al lado de Dios. Todos nosotros estamos en el pelotón de los ciclistas. Los que están a la cabeza de la carrera son aquellos que amando a los demás están amando a Dios y se dejan ayudar por la gracia divina.
Pues bien, hay una mujer que pedaleó con tantas fuerzas y tan rápido que llegó la primera y con muchísima diferencia y distancia. Esa mujer tiene un nombre: María. Ella siempre y en todo momento estuvo disponible a Dios y el pecado nunca hizo acto de presencia en su vida. Constantemente se dejó ayudar por la gracia divina y alcanzó el premio. Pero ella tiene un deseo particular para cada uno de nosotros: ella quiere que también nosotros seamos partícipes de este premio, por eso constantemente nos está llevando ante su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo.
María hizo siempre la voluntad de Dios y recibía de Dios la gracia necesaria para seguir avanzando. María respondía al amor de Dios con más amor y es así precisamente cuando ella sentía que Dios hacía en ella obras grandes.
Santa María tiene una predilección particular por aquellos que se sienten especialmente tentados pero luchan por no caer en la tentación. Ella no anima únicamente con sus gritos desde la cuneta de la carretera de montaña sino que también se pone detrás del que está siendo tentado y corriendo con todas sus fuerzas empuja con sus brazos al ciclista para que recobre el ritmo de pedaleo adecuado. Por eso el rezo del Santo Rosario diario y el resto de los actos de piedad marianos son fundamentales en la vida cristiana porque son como escudos que nos resguardan de las flechas del enemigo, de Satanás.
Dios siempre nos da la gracia para sacar adelante el proyecto de amor que nos ha planteado, lo que Él quiere es que seamos tan maleables como la arcilla para hacer siempre la voluntad de Aquel que nos compró a precio de su sangre. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario