Homilía del Segundo Domingo del Tiempo
Ordinario, Ciclo C
¿Qué quiere el Señor comunicarnos a través de ese
milagro? Lo fundamental para resaltar es que se
celebra una alianza nupcial. Y Jesús se dispone a realizar un primer
signo que va a encuadrar todo su ministerio bajo la imagen de la alianza
nupcial. Lo curioso es que San Juan destaque mucho este episodio y no nos digan
quienes eran los que se casaban. Lo que está claro es que bastante relación
tenían que tener con Jesús para ir él con los doce apóstoles. Además iba
también María. San Juan al no contar quienes se casan desea manifestar que lo
que al evangelista realmente le importa es utilizar ese marco de la alianza
nupcial para describir el ministerio de
Cristo como una alianza nupcial con nosotros.
Ya en el Antiguo Testamento esta imagen de la alianza
nupcial como desposorio de Yahvé con Israel ya había sido utilizada. La alianza exige fidelidad, pero el
pueblo de Israel nunca cumplió con la correspondencia a Yahvé; el pueblo de
Israel fue infiel. El pueblo de Israel
se prostituía con los ídolos. La
infidelidad era la idolatría del
becerro de oro y otros tantos episodios. O sea, ya en el Antiguo
Testamento Yahvé había hablado en estos términos de alianza nupcial. Oseas
denuncia con fuerza la infidelidad del pueblo; y lo mismo Isaías (Is 24, 1-11).
La tristeza por la falta de
correspondencia se describe en Isaías como la falta de
vino para expresar la alegría del amor humano.
La tristeza por la falta de
correspondencia se describe en Isaías como la falta de
vino para expresar la alegría del amor humano. Así lo cuenta Isaías. Por lo tanto con este texto el
milagro de la conversión del agua en vino tiene un significado más claro aún. La
generosidad del amor humano se acaba, como se acabó el vino en las
bodas de Caná. Es decir, el hombre está hecho para amar, pero la paradoja
radica en que todo lo humano es caduco.
Pero el problema es que todas las
ilusiones humanas se acaban. Lo que caracteriza
todo lo humano es que caduca, que es caduco.
Por eso esa expresión «no les queda
vino» es un
percatarse por parte de María que la ilusión humana se acaba.
Uno cuando es joven se piensa que se va a comer el mundo y se piensa que con
las propias energías y con las propias fuerzas uno se piensa que va a ser feliz
en su vida, y luego comprueba que no es
feliz porque se le acaba el vino, y de que vienen los disgustos, los
problemas, las contradicciones… y se desinfla. Y la fiesta de la alianza se convierte
en un drama por la incapacidad de amar siempre: se me acaba el vino, se me acaba el amor. Por cierto, hay
muchos matrimonios con profundos dramas, que vienen a uno y le dicen: ‘nos
hemos divorciado porque se acabó el amor’. Cuando uno piensa que el amor se
sustenta en la carne humana dice frases como: ‘se acabó el amor’.
Jesús te ofrece un vino generoso para celebrar la
alianza con Dios y para poder corresponderle a Dios sin que se nos agote el
amor. Es decir, no basta con que Dios te diga ‘te amo para siempre’, sino que
además Dios nos tiene que dar a
nosotros la capacidad de corresponderle para siempre, de lo contrario
esto es un drama. Sería un drama porque si Dios te quiere con un amor eterno y
nuestro amor se agota enseguida sería un gran desastre.
Este desastre es lo que ocurría en el Antiguo
Testamento: En el Antiguo Testamento Yahvé hacía una declaración de amor e
Israel no era capaz de corresponderle. Pero es que ahora con el Nuevo
Testamento es distinto: no sólo nos dice Yahvé ‘te quiero con un amor eterno’,
sino que además a ti te voy a dar una
capacidad de amar con un amor eterno. Vas a poder amar con un vino
generoso, que es el vino que te trae Cristo con su propio amor.
A la samaritana le ofrecerá una fuente interior que no se agota. La samaritana viene a decir lo mismo: ‘yo vengo a
por agua pero se me acaba’, ‘mi vida es sacar agua, pero enseguida se me
acaba’. Todo se acaba, es el vino que se agota. Y a la samaritana le promete
una fuente de amor que no se acaba y aquí se nos promete un agua convertida en
vino muy bueno y generoso y abundante.
En este episodio de las bodas de Caná de Galilea hay
una promesa de que no sólo Dios
nos ama con amor eterno, sino que nos va a capacitar para amarle. Y así
dice el evangelio que «se manifestó su gloria». Y la gloria de Dios es el amor que no se acaba. Es
el amor de ágape, el amor de donación, es el amor de entrega.
Más de un Padre de la Iglesia dice que el vino es un signo de la sangre redentora de
Cristo. En el capítulo 6 de San Juan se dice: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida
eterna, vivirá en mí y yo en él».
El vino es signo de la alianza con la que Dios Padre
se une con nosotros para siempre. En Caná de Galilea, Jesús ha cambiado el agua
en vino como un signo de la sangre del Señor. Aquí María sería la interlocutora
de la Eucaristía, al pedir a su hijo esa transformación, también introduce como
embajadora la Eucaristía. «No les queda vino», necesitan
tu sangre redentora.
El vino bueno
guardado para el final significa la sangre redentora del Calvario.
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