Domingo XVII del Tiempo Ordinario,
ciclo C
«Abrahán
continuó: –Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más. ¿Y si se encuentran
diez?-. Contestó el Señor: En atención a los diez no la destruiré» [Génesis 18, 20-32].
Muchas veces he oído expresiones
como estas en los adolescentes: «Es que
todos lo hacen, todos visten así, todos ven esta serie de televisión, todos
tienen estas redes sociales, todos se quedan hasta tan tarde de fiesta…», «es que todos mis amigos ya tienen teléfono móvil y yo
no lo tengo»,
«es que soy el único adolescente o joven que voy a la Eucaristía»,… y de éstas
hay muchas. Y claro está, según como se vive se piensa.
Toda la ciudad de Sodoma y Gomorra no se pervirtió de la noche a la mañana.
Nos empezamos a pervertir cuando se empieza a hacer cesiones ante cosas que ni
nos hablan de Dios ni nos acercan a Él. Y cuando hechas esas cesiones ni nos
arrepentimos ni se hacen actos de reparación, sino que lo incluimos como un
elemento normal en nuestra vida. Y además, pasa a ser algo tan normal y
cotidiano que resulta extraño, e incluso molesto, que alguien se llegue a
oponer a ello. Si hubiera encontrado a diez personas justas en la ciudad, toda la
ciudad se hubiera salvado. El bien, el hacer el bien, el amar como Dios nos ama tiene gran poder. El amor tiene más poder que todo el odio del
mundo. Por amor el hombre y la mujer se unen en matrimonio para formar
un hogar cristiano; por amor somos capaces de irnos lejos de casa durante mucho
tiempo para poder ayudar económicamente a nuestros seres queridos; por amor uno
sacrifica su descanso y su tiempo libre para cuidar a un hermano, padre,
familiar o amigo; por amor uno se priva de algo para que el otro lo pueda
disfrutar; por amor uno corrige al que hierra; por amor uno enseña al que no
sabe; por amor uno perdona a quien mucho le ha ofendido; por amor uno deja a
sus familiares, amigos y conocidos para dar respuesta a la vocación dada por
Dios; por amor uno se entrega al Señor sin tener seguridades, sólo confiando en
su providencia… el amor es la fuerza más
poderosa porque emana del mismo Dios.
Todos queremos ser muy
independientes, que cada cual piense y diga lo que quiera y que haga lo que a
cada uno le dé en gana. Sin embargo todo esto es una falacia ya que actuando
así cada cual “vive para sí mismo” y acumula riquezas para sí mismo olvidándose
de lo que siempre va a permanecer y perdurar, que es Dios. Cierto que vivir
para sí mismo es más gozoso y placentero, pero lo es sólo a corto plazo. Y
además es una falacia porque creemos que somos libres, pero en el fondo estamos
tan condicionados por lo que oímos, vemos, por la presión social y por los
medios de comunicación que nos movemos a su ritmo creyéndonos que somos
nosotros los que nos movemos cuando nos están moviendo.
Sin embargo hay alguien que sí nos
hace libres y nos enseña a vivir en libertad, y tiene un nombre: Jesucristo. Somos
libres cuando amamos como Él nos amó; mejor dicho, como Él nos ama, porque está
resucitado. San Pablo nos dice: «Estabais muertos por vuestros pecados». Sin embargo ahora estamos vivos gracias a Cristo. [Colosenses
2, 12-14]. Nuestro pecado sólo nos permitía pensar empecatadamente, y el pecado
llamaba al pecado y generaba más pecado. Con el agravante de llegar a creer que
esas cosas que hacíamos intrínsecamente malas, fueran asumidas como normales. ¿Cómo
era posible que una persona embarrada de pecado pudiera pensar con criterios de
amor? ¿Cómo poder aspirar el agradable perfume de rosas cuando se está rodeado
de estercoleros, abono y cloacas de las que emanan pútridos olores? Sólo Cristo tiene el poder de hacer posible lo
imposible. Dice la Palabra que «borró el protocolo que nos condenaba con sus cláusulas
y era contrario a nosotros; lo quitó de en medio, clavándolo en la cruz». Por lo tanto a partir de ahora sí podemos ser
libres, ya no somos esclavos del Maligno
ni de nuestro pecado. El esclavo no tiene
voluntad propia, tiene que hacer y se debe a su amo. Cristo al
comprarnos con su sangre para Dios Padre nos ha devuelto la libertad que
habíamos perdido como consecuencia de nuestro pecado. Y además, tanto nos ama
que para que todos nosotros podamos vivir con plenitud en el amor nos regala su Espíritu Santo, el cual
hemos de pedir diariamente [San Lucas 11, 1-13].
Si pedimos diariamente su Espíritu
Santo, y con el discernimiento que brota de Él vamos amando y luchando contra
el mal, sin lugar a dudas podremos llegar a conseguir, con la ayuda de Dios,
que nuestra sociedad y nuestro mundo no sea arrasado ni destruido por el pecado que anida en el mundo.
28 de
julio de 2019
1 comentario:
Gracias a nuestro Señor JESUCRISTO que dio su vida por nosotros para que si creemos en El que murio y resucito de entre los muertos nos da salvscion y vida eterna con El.
La Biblia nos lo afirma en :
Hechos 16:31
" Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa".
Mi blog www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com
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