Domingo XVI del Tiempo Ordinario, Ciclo C
No hace falta ser muy listo para darse
cuenta que la evangelización no es una prioridad en nuestra vida. Las personas tenemos la capacidad de adaptarnos a las
diversas situaciones, por ejemplo, cuando hace frío nos abrigamos, cuando hace
calor nos ponemos ropa ligera y nos refrescamos; no es lo mismo vivir en un
pueblo que en una gran ciudad y según dónde estemos nos organizamos para desplazarnos
para poder llegar puntual a los lugares y eso nos hace que constantemente
estemos aprendiendo para mejor adaptarnos. Sin embargo, estamos sufriendo una parálisis de adaptación en el tema de la fe.
Es como si el mundo hubiera domesticado a los creyentes. Y esto
tiene se plasma en hechos concretos: poca gente se confiesa, poca participación
dominical; escasos actos de reparación ante cosas que causan escándalo y que
atentan contra la moral y las costumbres cristianas; la poca oposición contra
la ideología de género que tanto daño hace… Cierto, somos cristianos, pero nos hemos adaptado al modo de proceder pagano.
San Pablo nos invita a que luchemos contra el proceder pagano, contra las
fuerzas del Maligno. Jesús durante su ministerio público estuvo luchando
contra las fuerzas del mal y pasando por esta tierra haciendo el bien. Y
Jesucristo, durante su vida convirtió solamente a unos pocos. Él ha dejado esta tarea de anunciar la conversión
y de evangelizar al resto de los apóstoles. Por eso nos dice hoy San Pablo
que «así completo en mi carne los dolores de Cristo». Se trata de
colaborar con Jesús en la ardua tarea de la edificación del Cuerpo de Cristo. A
modo de ejemplo: Todos hemos hecho el famoso pasatiempos de descubrir las siete
diferencias en dos dibujos prácticamente calcados. Y cuando los descubríamos
los marcábamos con lapicero o bolígrafo para destacarlos. Nosotros estamos en
el mundo, pero debe de haber algo que nos
diferencie del mundo al tener a Cristo con nosotros. Y ese algo que nos
diferencia lo tenemos que dar a conocer porque las personas están sedientas,
pero no han descubierto que tienen sed del Dios vivo. Uno anuncia a Cristo
viviendo su propia vocación en la Iglesia y ejercitando
su ser bautizado allá donde se encuentre. Pero la cuestión de fondo es
¿cómo pedir a un laico que sea como un azucarillo en el café que se diluya
anunciando a Cristo en su ambiente de relaciones o de trabajo o familiar cuando
no ven modelos de referencia?, o ¿cómo se puede llevar a el aroma de Cristo sino
se vive en una comunidad cristiana de referencia?
Lo
importante no es hacer muchas cosas, sino estar con el Señor, ser alumnos de tan
gran Maestro, viviendo las 24 horas para
el Señor. Y así las personas puedan
descubrir las famosas siete, ocho o nueve… diferencias.
21
de julio de 2019
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