viernes, 5 de enero de 2018

La homilía de la Epifanía del Señor, 6 de enero 2018

LA EPIFANÍA DEL SEÑOR, 6 de enero 2018
        Nuestra vida entera está marcada principalmente por nuestros amores, por las personas concretas a quienes amamos, y entre ellas, nosotros contamos con Dios, que como es Dios, marca de manera singular y total todos los recovecos de nuestra existencia.
        San Juan de la Cruz dice: «Hay almas que se revuelcan en el cieno, como los animales que se revuelcan en él, y otras que vuelan, como las aves que en el aire se purifican y limpian» (Dichos de amor y luz, 98). Nuestras vidas están marcadas por nuestros amores, pero hay amores que no son tales, sino focos de infecciones. El corazón tiende a buscar lo fácil, evitando el sacrificio y la renuncia, descuidando el amor auténtico, valioso y primero.
        Conozco a matrimonios que ambos viven en lugares distanciados con la excusa de tener un futuro mejor, ganar más dinero para pagar la casa y buscar una mayor promoción en su puesto de trabajo para así tener un estatus social que beneficiara a su familia… se han ido temporadas fuera de su hogar y el uno se ha terminado encaprichando con una y la otra ha ido buscando fuera lo que el otro ausente no le estaba dando. A simple vista ¿quién podría decir que este acto altruista y de amor por su familia iba a ser el detonante de su propia destrucción? O ¿qué decir de ese cura que se le ve muy entregado a sus feligreses, que hace muchas cosas por los demás pero que se abandona a alguna feligresa, al alcohol o a alguna adicción por no dejarse amar por Dios en medio de su soledad? O ¿qué decir de esa persona ilustre, seria, adinerada,  respetada, de misa diaria, entrada en años que en vez de asumir las limitaciones de la edad y no verse como un pobrecillo arrinconado en una residencia de ancianos convence con la promesa de su dinero a una jovencita sin recursos para tenerla como compañía y desahogo de sus bajas pasiones? Realmente hay almas que se revuelcan en el cieno. Nuestra alma está marcada principalmente por nuestros amores.
        Pero hay ‘otras almas que vuelan, como las aves que en el aire se purifican y limpian’. Los Magos de Oriente buscaban a Jesús para adorarle, reconociéndole así como Dios. Los Magos de Oriente eran de estos que vuelan, que se purifican y se limpian porque han descubierto el gozo de vivir en la Verdad, de sentirse capaces de amar porque reciben previamente el amor de Dios; de acoger porque previamente están siendo acogidos por Dios; de mostrar con los hechos lo que es realmente lo importante en sus vidas. De tal forma que allá donde reinaba la oscuridad en sus vidas –por desórdenes en el afecto, por apego al dinero, por la lucha encarnizada por sobresalir y destacar sobre los demás, por la búsqueda del confort y de la comodidad, por la pereza instalada y acomodada donde ‘nadie te puede decirte nada’…- donde todo este caos es iluminado por Cristo y Él nos va mostrando como cuando uno lucha contra eso, uno es más feliz porque tiene muy de cerca a Dios. Y la oscuridad abunda, puede ser el abuso del alcohol que te impide hablar con tus seres queridos porque uno ‘va cargadito’, puede ser el juego con la que uno malgasta el dinero para poder comprar la comida y pagar las factura y que genera que no haya pan sobre la mesa; el aislarse ante la televisión para no dialogar con nadie…y en muchos más momentos donde la oscuridad tiende a prevalecer. Pero cuando Cristo nos ilumina, como aquella estrella a los Magos de Oriente, donde había silencio se convierte en conversación; donde había rencores en reconciliación; donde había soledad en compañía; donde había egoísmo en desprendimiento; donde había mis intereses primero en el otro que sea el primero… todo cambia, todo mejora, todo reverdece y todo, con Cristo, resucita.




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