sábado, 27 de enero de 2018

Homilía del Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario,ciclo b


HOMILÍA DEL CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B

San Pablo hoy ‘viene fino’. Dense cuenta de lo que nos dice: «el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido», y «la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido». Es decir, ¿San Pablo nos está diciendo acaso que pasemos por tontos y bobos dando la razón a la otra persona cuando no la tiene?, ¿nos está diciendo que contentemos al otro cónyuge cuando sabemos de antemano que es una guerra perdida? Llegaría un momento en que uno viviría en tal sobre tensión de nervios y debería de medir tanto las palabras y lo que uno hace para que el otro no se enfadase o no se molestara por cualquier cosa –y en la convivencia se dan muchos nublados- que el estar con el otro y estar siendo agujerados  a pinchados con el tridente del Demonio serían la misma cosa. Parece que San Pablo no llega a entender el sufrimiento interno que han de experimentar los cónyuges en el particular purgatorio de su vida matrimonial.
Sin embargo San Pablo nos entiende a la perfección. Él, en su carta a los Corintios [SEGUNDA LECTURA, 1Cor 7,32-35] nos deja bien en claro que la vida sin Cristo es como un cocido madrileño sin garbanzos ni verduras, ni carne, ni tocino, ni chorizo… solo agua de borrajas. Por eso San Pablo nos dice que «os digo todo esto para vuestro bien; no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones». San Pablo, que conoce muy bien la realidad de este mundo, nos avisa del grave peligro que corremos los cristianos cuando nos centramos en las preocupaciones de este mundo y nos olvidamos de la dimensión trascendente de la vida. Porque el mundo y sus preocupaciones tiran de nosotros y con mucha fuerza y a veces nos termina atrapando. Da la impresión de que tenemos tiempo para todas nuestras cosas menos para las cosas de Dios. La oración con la Palabra de Dios, el rezo con los Salmos, en encontrarnos con Cristo en las hojas del Evangelio nos ofrecen la dosis de Espíritu Santo necesaria para afrontar la jornada como hijos de la luz, con lucidez, con discernimiento. Cuando a un coche se le acaba el combustible nos vamos a repostar a la gasolinera, pues nosotros para hacer frente a los desafíos de la jornada nos vamos a repostar en la oración para poder tener las dosis de Espíritu Santo necesarias para avanzar como hijos de Dios. Ya se encargará Satanás de intentarnos desviar y de engañarnos para que nos acudamos a repostar esa dosis de Espíritu Santo en la oración. Además Corinto tenía fama de ser una ciudad libertina y ser cristiano en un contexto de relajación de las costumbres, de conversaciones barriobajeras, de escaso o nulo pudor, es algo muy complicado. Ser cristiano ahí es una dura lucha por ser fiel a Cristo. Ese Corinto libertino es nuestra sociedad actual.
San Pablo sabía que si él hubiera estado casado no podría haber trabajado de la misma manera en la predicación y en la fundación de comunidades, con desplazamientos, persecuciones e incomprensiones por el anuncio del Reino de Dios. San Pablo era de todos porque era únicamente de Cristo. Ahora bien, el Señor que concede la vocación a cada cual, en la vivencia de esa vocación matrimonial otorga la gracia de estado a los cónyuges para que formando esa comunidad de vida y de amor se anuncie y ame a Jesucristo, siendo así esa Iglesia doméstica de la que tanto nos hablaba San Juan Pablo II.
En el libro del Deuteronomio [PRIMERA LECTURA, Dt 18, 15-20] ya nos estaba hablando de la fuente de la que procede y mana el discernimiento. El discernimiento procede de la comunicación directa con Dios y de la transmisión de su Palabra. Dios ha tenido a bien en constituirnos en templos del Espíritu Santo para que fuésemos sacerdotes, profetas y reyes. El contacto diario y frecuente, ese ir a repostar diariamente el Espíritu Santo en la oración nos va moldeando una mente y un corazón conforme a la mente y al corazón de Cristo, para que adquiramos una vida más concorde con la Alianza que Dios hace tanto contigo como conmigo. Por eso el Salmo Responsorial nos lo recalca [SALMO RESPONSORIAL, Sal 94, 1-2.6-7c.7d-9]: «Ojalá escuchéis hoy su voz: No endurezcáis en corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto». El que tiene el oído en taponado y el corazón endurecido no dispone de discernimiento porque no escucha a Aquel que se lo proporciona. De Dios procede todo discernimiento y toda la sabiduría. De tal modo que viendo cómo uno actúa sabremos si cuida o no esa vida de oración.  
Y en la medida que vayamos diariamente a por esas dosis de Espíritu Santo para poder disponer de discernimiento y fortaleza cristiana, podremos contar en nuestra particular lucha contra nuestro pecado con un gran aliando, con Jesucristo; el cual a nuestro lado en esta particular batalla,  gritará con voz potente en nuestra alma [EVANGELIO, Mc 1, 21b-28]: «Espíritu inmundo, cállate y sal fuera de él», y así derrotar a Satanás para ser totalmente de Jesucristo.


28 de enero de 2018

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