HOMILÍA DEL CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B
San Pablo hoy ‘viene fino’. Dense cuenta de lo que nos
dice: «el casado se preocupa de los asuntos del mundo,
buscando contentar a su mujer, y anda dividido», y «la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido». Es decir, ¿San Pablo nos está diciendo acaso que
pasemos por tontos y bobos dando la razón a la otra persona cuando no la
tiene?, ¿nos está diciendo que contentemos al otro cónyuge cuando sabemos de
antemano que es una guerra perdida? Llegaría un momento en que uno viviría en
tal sobre tensión de nervios y debería de medir tanto las palabras y lo que uno
hace para que el otro no se enfadase o no se molestara por cualquier cosa –y en
la convivencia se dan muchos nublados- que el estar con el otro y estar siendo agujerados a pinchados con el tridente del Demonio
serían la misma cosa. Parece que San Pablo no llega a entender el sufrimiento
interno que han de experimentar los cónyuges en el particular purgatorio de su
vida matrimonial.
Sin embargo San Pablo nos entiende a la perfección. Él, en su carta a los
Corintios [SEGUNDA
LECTURA, 1Cor 7,32-35] nos deja bien en claro que la vida sin Cristo
es como un cocido madrileño sin garbanzos ni verduras, ni carne, ni tocino, ni
chorizo… solo agua de borrajas. Por eso San Pablo nos dice que «os
digo todo esto para vuestro bien; no para poneros una trampa, sino para
induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones».
San Pablo, que conoce muy bien la realidad de este mundo, nos avisa del grave
peligro que corremos los cristianos cuando nos centramos en las preocupaciones
de este mundo y nos olvidamos de la dimensión trascendente de la vida. Porque
el mundo y sus preocupaciones tiran de nosotros y con mucha fuerza y a veces
nos termina atrapando. Da la impresión de que tenemos tiempo para todas
nuestras cosas menos para las cosas de Dios. La oración con la Palabra de Dios, el rezo con los Salmos, en
encontrarnos con Cristo en las hojas del Evangelio nos ofrecen la dosis de Espíritu Santo necesaria para afrontar la
jornada como hijos de la luz, con lucidez, con discernimiento. Cuando a un coche se le acaba el combustible
nos vamos a repostar a la gasolinera, pues nosotros para hacer frente a los
desafíos de la jornada nos vamos a repostar en la oración para poder tener las
dosis de Espíritu Santo necesarias para avanzar como hijos de Dios. Ya se
encargará Satanás de intentarnos desviar y de engañarnos para que nos acudamos
a repostar esa dosis de Espíritu Santo en la oración. Además Corinto tenía fama
de ser una ciudad libertina y ser cristiano en un contexto de relajación de las
costumbres, de conversaciones barriobajeras, de escaso o nulo pudor, es algo
muy complicado. Ser cristiano ahí es una dura lucha por ser fiel a Cristo. Ese
Corinto libertino es nuestra sociedad actual.
San Pablo sabía que si él hubiera estado casado no podría
haber trabajado de la misma manera en la predicación y en la fundación de
comunidades, con desplazamientos, persecuciones e incomprensiones por el
anuncio del Reino de Dios. San Pablo era de todos porque era únicamente de
Cristo. Ahora bien, el Señor que concede la vocación a cada cual, en la
vivencia de esa vocación matrimonial otorga la gracia de estado a los cónyuges
para que formando esa comunidad de vida y de amor se anuncie y ame a
Jesucristo, siendo así esa Iglesia doméstica de la que tanto nos hablaba San
Juan Pablo II.
En el libro del Deuteronomio [PRIMERA
LECTURA, Dt 18, 15-20] ya nos estaba
hablando de la fuente de la que procede y mana el discernimiento. El discernimiento procede de la
comunicación directa con Dios y de la transmisión de su Palabra. Dios ha
tenido a bien en constituirnos en templos del Espíritu Santo para que fuésemos
sacerdotes, profetas y reyes. El contacto diario y frecuente, ese ir a repostar
diariamente el Espíritu Santo en la oración nos va moldeando una mente y un corazón
conforme a la mente y al corazón de Cristo, para que adquiramos una vida más
concorde con la Alianza que Dios hace tanto contigo como conmigo. Por eso el
Salmo Responsorial nos lo recalca [SALMO RESPONSORIAL, Sal 94, 1-2.6-7c.7d-9]: «Ojalá escuchéis hoy su voz: No endurezcáis en corazón
como en Meribá, como el día de Masá en el desierto». El que tiene el oído en taponado y el corazón
endurecido no dispone de discernimiento porque no escucha a Aquel que se lo
proporciona. De Dios procede todo discernimiento y toda la sabiduría. De tal
modo que viendo cómo uno actúa sabremos si cuida o no esa vida de oración.
Y en la medida que vayamos diariamente a por esas
dosis de Espíritu Santo para poder disponer de discernimiento y fortaleza cristiana,
podremos contar en nuestra particular lucha contra nuestro pecado con un gran
aliando, con Jesucristo; el cual a nuestro lado en esta particular
batalla, gritará con voz potente en
nuestra alma [EVANGELIO, Mc 1, 21b-28]: «Espíritu inmundo, cállate y sal fuera de él», y así derrotar a Satanás para ser totalmente de
Jesucristo.
28 de enero de 2018
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