sábado, 20 de junio de 2015

Homilía del domingo XII del tiempo ordinario, ciclo b

DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo b

LECTURA DEL LIBRO DE JOB 38,1.8-11
SALMO 106
LECTURA DE LA SEGUNDA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 5,14-17
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 4,35-40

 
            Hermanos, todos nosotros estamos invitados por el mismo Cristo a participar en el misterio Pascual, de su muerte y resurrección. Esto suena como muy bonito, participar en el misterio pascual, todo vida, todo alegría y júbilo. Pero no nos engañemos porque si muchos dicen ‘no a Cristo’, ya sea de un modo implícito o explícito, es porque se han dando cuenta que seguirle exige romper con cosas, comportamientos, ideologías, afectos de los que uno se siente atado desde una decisión hecha en libertad.

Si pensamos que con Dios podemos ‘jugar’ al tira y afloja con la cuerda, vamos totalmente equivocados. Vamos equivocados porque nos estamos engañando a nosotros mismos. Y cada vez que entramos en el juego del autoengaño ocasionado por el pecado nos estamos enfriando espiritualmente y alejando de Dios. Y atención, que cuando uno se ha enfriado en el espíritu el pecado pasa a ser como algo normal y uno deja de hacerse problema a la hora de pecar, uno ‘se hace colega’ del pecado. Por eso es fundamental estar muy alerta, vigilante, evitar las ocasiones de pecado, no ponerse en situaciones de peligro. Un ratoncito que olisquea el trocito de queso colocado a propósito en trampa de la ratonera termina, más pronto que tarde, atrapado y muerto.  Y luego vienen las lamentaciones: es que yo no quería, no lo pretendía, etc. Sin embargo no se dan cuenta que ese pecado no deja de ser sino el fruto de una suma de ‘plantones’ que damos a Dios, de la cantidad de veces ‘que le hemos cerrado con la puerta en las narices al Señor’.

Si uno empieza a poner su confianza donde no debería de ponerla, pues las cosas salen como salen. Es que resulta que nuestras decisiones tienen sus consecuencias.

            Muchas veces tengo que oír a algunos presbíteros o catequistas cosas como estas: ‘Jesús es tu amigo, tu colega’. Esto es una mamarrachada en toda regla. Jesucristo no es mi amigo como si fuera cómplice de mis travesuras o gamberradas porque él mismo también lo hace siendo copartícipe de esas tropelías. Y como él ‘también las lía como yo las lío’, pues no me corrige. Si yo pensara de este modo llegaría a la siguiente conclusión: Yo soy cristiano y me puedo permitir determinadas ‘licencias’, determinados ‘tonteos con el pecado’ y termino diciendo con la boquita que soy cristiano y comportándome como un auténtico pagano porque mato mi bautismo, porque expulso al Espíritu Santo de mi alma, porque excluyo a Dios de mis decisiones. Pero como todo en esta sociedad está teñido de un relativismo total si uno desea andar por la vida como Cristo nos indica se nos ríen a la cara` porque ellos jamás dejarían pasar cualquier ocasión de obtener un placer efímero.

            Dice San Pablo a los Corintos: «El que vive con Cristo es una creatura nueva. Lo viejo ha pasado, lo nuevo ha comenzado». Esa nueva creatura -de la que nos habla San Pablo- surge de esta particular vinculación con Jesucristo resucitado. Cuando uno se va vinculando a Cristo uno se va esforzando por actuar con la conciencia recta y cierta. Podrán acecharnos muchas cosas y muy tentadoras pero las iremos rechazando porque nuestros 'músculos espirituales' se van fortaleciendo, nuestra voluntad se refuerza y se va descubriendo un sentido sobrenatural de la realidad que te llega a ilusionar y llenar por dentro. Cuando una persona se encuentra metida dentro de la dinámica del mundo, en palabras de San Pablo, sigue siendo un 'hombre viejo' por el pecado considera que lo único válido es lo que él tiene y disfruta, y rechaza el mensaje del Evangelio porque ni se siente identificado con él, lo entiende como un mensaje de los tantos que uno puede oír, pero que ni lo da importancia ni se deja influenciar porque aun no ha descubierto que necesita poner de su parte para salvarse.

            Las fuerzas del mal se oponen a la difusión del evangelio. En el evangelio esas fuerzas del mal quedan representada en la tempestad. El evangelio de hoy nos deja bien en claro de la necesidad de esforzarnos en ir madurando nuestra unión a Cristo como para poder infundir paz y serenidad incluso en los momentos de tempestad y opresión.

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