viernes, 2 de abril de 2021

Domingo de Pascua de Resurrección 2021

 Domingo de Pascua 2021

4 de Abril de 2021                        

         Estamos celebrando un acontecimiento tan sumamente importante que no podemos llegar a captar la increíble trascendencia de la resurrección de Jesucristo. Imagínense ustedes que no hubieran descubierto la sal y los alimentos estuvieran totalmente insípidos; o que el hombre no hubiera descubierto y controlado el fuego o que a nadie se le hubiese ocurrido el inventar la rueda, o que nadie hubiera descubierto la penicilina, estaríamos ante un mundo totalmente diferente al que ahora conocemos. Pues si hechos como estos han marcado un antes y un después en la humanidad, la resurrección de Cristo va muchísimo más allá.

La gran afirmación del Evangelio es que Cristo ha resucitado, luego Él ha inaugurado la resurrección, Él ha vencido a la muerte. Y Cristo ha sido el primero en pasar ese umbral de la muerte a la vida, y nosotros, agarrados a Él, cogidos de su mano, como hermanos pequeños –porque Él es el primogénito- , vamos cogidos de su mano, a su lado, atravesaremos ese umbral de la muerte a la vida. Tertuliano, en el siglo III, este Padre de la Iglesia nos dice: «Somos cristianos por creer en la resurrección de entre los muertos»; Y San Juan Crisóstomo decía: «somos cristianos por esta fe»; «todo está perdido y todo cae, si Cristo no ha resucitado»; «todo depende de la resurrección de Cristo».

Uno no puede ser cristiano sino cree en la resurrección de Jesucristo, podrás ser un admirador de Jesús de Nazaret pero no serás cristiano. De hecho la resurrección es la clave de nuestra fe. Nuestros cuerpos mortales, algún día, volverán a tener vida, esto es lo profesamos en el Credo cuando decimos ‘creo en la resurrección de la carne’.

Hermanos, no somos inmortales, pero somos eternos. No somos inmortales en el sentido de que participamos de la mortalidad, es cierto que nuestra alma es inmortal, pero nuestro cuerpo es mortal. Y nuestro yo, que es cuerpo y alma experimenta la mortalidad, nos tenemos que morir, no somos inmortales. Pero somos eternos, somos para siempre, porque nuestra alma pervive y además nuestro cuerpo resucitará, luego somos eternos. no somos inmortales, pero somos eternos.  Dios nos ha pensado desde siempre, es cierto que hemos empezado a existir en el tiempo y estamos llamados a participar de la eternidad con Dios. Porque hemos nacido para la eternidad. En el momento del fallecimiento se acontece una especie de un parto, de un parto para la vida eterna. De hecho, solemos celebrar el día del Santo el día en que él partió para la vida eterna, es lo que se llama ‘dia natalis’, el día para el que nació para la vida eterna, el día de su parto para la vida eterna. Es verdad que la palabra ‘parto’ tiene dos cosas: por una parte tiene algo de dramático, de dolor pero ese dolor del parto se olvida por la alegría de la nueva vida. En el momento de la muerte uno siente el desgarro, el dolor de la muerte pero inmediatamente también goza de esa vida eterna que se abre más allá de la muerte.  

Saber que mi vida tiene una proyección de eternidad, que Cristo resucitado me acompaña en mi día a día, me sostiene con su gracia, me cura con su perdón, me alimenta con su Cuerpo y Sangre, me ama a través de mis hermanos, que estoy siendo mimado por Dios y que no me deja solo… hace que mi labor diaria no sea un sinsentido o una mera repetición rutinaria, sino una oportunidad que uno aprovecha para estar gozando de la presencia del Resucitado. Podremos pasar momentos de dolor, algunos sufriendo cárcel o persecución, hambre o penurias, enfermedad o inseguridad física o económica, pero el hecho de tener la certeza de saber que si estamos unidos a Cristo y lo vivimos como enamorados de Cristo, estas penalidades serán un trampolín hacia la Eternidad con Él. Y esto nadie ni nadie nos lo podrán arrebatar.

Algunos pueden decir protestando que no le ven, que no le sienten, pero eso no significa que Él no esté, porque Él siempre está. Recordemos lo que le decían a Jesús cuando estaba clavado en la cruz los sumos sacerdotes junto con los escribas y los ancianos: «Confió en Dios, que lo libre si es que lo ama» (Mt 27, 43). Dios estaba con Él, del mismo modo que siempre estará con nosotros. Aquel que da la alegría está con nosotros para fortalecer nuestras rodillas vacilantes e iluminar nuestra mente con la luz de la fe.

¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!

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