DOMINGO V del tiempo Pascual, ciclo b
En la Plegaria Eucarística segunda,
después de la Consagración, el presbítero se dirige a Dios Padre y le dice: «te damos gracias
porque nos haces dignos de servirte en tu presencia». Es decir, que aquí los méritos personales que hayamos podido alcanzar, los años que estemos en la Iglesia o el cúmulo de mortificaciones y sacrificios que tengamos no nos valen para estar ahora en la Eucaristía en la presencia de Dios. Porque ahora estamos en la presencia de Dios y Dios, nos escruta el corazón. Quien nos hace dignos de estar ahora aquí, en la Eucaristía, es el propio Dios. Nosotros no somos nada ante Dios y lo que somos es porque Él generosamente nos lo entrega.
porque nos haces dignos de servirte en tu presencia». Es decir, que aquí los méritos personales que hayamos podido alcanzar, los años que estemos en la Iglesia o el cúmulo de mortificaciones y sacrificios que tengamos no nos valen para estar ahora en la Eucaristía en la presencia de Dios. Porque ahora estamos en la presencia de Dios y Dios, nos escruta el corazón. Quien nos hace dignos de estar ahora aquí, en la Eucaristía, es el propio Dios. Nosotros no somos nada ante Dios y lo que somos es porque Él generosamente nos lo entrega.
Si
el Espíritu Santo es el que me habilita para poder ser digno de servir a Dios
en su presencia y a mi hermano también le habilita para que también le sirva en
su presencia, ¿quién soy yo para desconfiar de mi hermano? ¿De dónde surgen mis
resistencias a la hora de amarle? Los discípulos, nos cuenta la primera de las
lecturas (Hechos de los Apóstoles 9, 26-31),
desconfiaban de Pablo. Se acordaban de la saña con la que perseguía a los
cristianos y ellos no se fiaban de él. Ellos se podían pensar «aquí tenemos un topillo que quiere conocernos para destruirnos desde
dentro». A lo que es el
propio Bernabé quien les da una catequesis de cómo Jesucristo resucitado actúa
en la vida de las personas, en este caso en la vida de Pablo. Posteriormente lo
proclamará el propio Pablo sobre cómo Dios «os ha hecho dignos de compartir
la herencia de los creyentes en la luz. Él es el que nos arrancó del dominio de
las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo amado, de quien los viene
la liberación y el perdón de los pecados» (Col 1, 12-14).
Cuando los sarmientos
estamos unidos a la vid seremos capaces de disfrutar de una realidad oculta
para el resto los hombres, pero reservada para los amigos del Señor (San Juan 15, 1-8). Recordemos lo que nos dice el Señor
Jesús, «seréis mis amigos», estaréis a mi lado, estaréis unidos a mí… «si
hacéis lo que yo os mando» (Jn 15, 14). Es decir, seremos sus amigos
siempre que desobedezcamos al mundo y a sus pasiones. Nuestro pensamiento debe
de estar orientado hacia allí donde está nuestro tesoro, Cristo. Seremos sus amigos, nosotros los sarmientos
estaremos unidos a la vid que es Cristo siempre que diariamente recibamos la
dosis del Espíritu Santo que se nos regala en la oración, siempre que
desahoguemos nuestra alma ante el Señor, siempre que le pidamos de aquella Sabiduría
que le asiste en su divino trono… Y yo no sé cómo lo hará Dios, ni cómo se irá
apañando, pero en ese trato frecuente con Él uno va ascendiendo peldaños,
descubriendo más su amor y a dar a cada cosa la importancia real que debe de
tener. Nos dice el Santo Cura de Ars «hijos míos, vuestro corazón es pequeño,
pero la oración lo dilata y lo hace capaz de amar a Dios» y sigue diciéndonos «hay
personas que se sumergen totalmente en la oración, como los peces en el agua,
porque están totalmente entregadas al buen Dios. Su corazón no está dividido»
(De una catequesis sobre la hermosa obligación del hombre: orar y amar).
Y de ese corazón que
se va ensanchando en ese encuentro diario con el Señor, en ese recibir la dosis
diaria del Espíritu Santo, en esa obediencia a la Palabra ese amor cristiano
uno lo concreta en hechos (Primera carta del Apóstol
San Juan 3, 18-24). Nuestra obediencia nace de esa especial vinculación
con Jesús. A más vinculación se dará una mayor capacidad y disposición de
darnos en el perdón y en el amor.