sábado, 26 de febrero de 2011

Domingo VIII del Tiempo Ordinario, ciclo a

DOMINGO VIII DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo a.

27 de febrero de 2011

Sólo se busca lo que se valora como necesario. Puede ocurrir que en corazones católicos haya más preocupación por el futbol, por la marcha de la bolsa, por la reducción de la velocidad en las autopistas de 120 a 110 Km/h., por la constante subida de los carburantes, y por otros muchos temas que por la vida cristiana.

El futbol, la economía, el precio del carburante,… son argumentos que tocan nuestra vida, que interesan a uno más y a otros menos, que incluso exigen una reflexión seria a la luz de los auténticos principios éticos. Pero para el cristiano un tema central, del cual depende la vida eterna de miles y miles de personas, es el de ‘estar en estado de gracia’, en plena amistad con el Señor. San Pablo, cuando escribe a la comunidad de Corinto les dice que «la gente sólo vea en vosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios». Y continúa diciéndonos que «en un administrador lo que se busca es que sea fiel». Y resulta que ser fiel es algo poco atrayente y es poco atrayente porque lo ‘cómodo’, ‘lo seductor’ es ser infiel.

Sin embargo Jesucristo derramó su preciosísima Sangre en el madero de la Cruz para entregarnos el manantial con el abundante caudal de la Salvación. Dios, en virtud de su entrañable misericordia, ha abierto para nosotros las compuertas de la gran presa que contiene el agua purificadora al entregarnos el Sacramento del Perdón. Mucho nos cuesta ser administradores fieles, mucho nos cuesta amar con la diligencia que deberíamos; mucho nos cuesta ejercitar la humildad para pedir perdón; mucho nos cuesta el educar nuestra mirada; mucho nos cuesta ser prudentes en nuestras conversaciones; mucho nos cuesta dar gracias a Dios cuando disfrutamos de prosperidad; mucho nos cuesta hincar nuestra rodillas en el Confesionario, darnos un golpe de pecho y confesar nuestros pecados ante el sacerdote para obtener la absolución de Dios. Y es que resulta que ser fiel a Dios es muy duro, no nos atrae y preferimos dejarnos arrastrar por la corriente de la mediocridad.

Sin embargo es más que necesario resurgir de en medio de esta gran crisis de valores y de principios. Cristo en el Evangelio nos exhorta a que “busquemos el Reino de Dios”. Pero ¿cómo buscar el Reino de Dios cuando “nos meten por los ojos” todas aquellas cosas y pensamientos que nos alejan de Dios?. ¿Cómo suspirar por la santidad cuando las cosas mezquinas y sucias se nos regalan con un precioso papel de envoltura y además que nos atrae?. El Santo Cura de Ars que conocía los muchos pecados de sus feligreses, constantemente les estaba remitiendo al Sagrario. Y les decía: «Cuando no podamos ir a la iglesia orientémonos en la dirección del sagrario. El Señor no tiene muros que le detengan». Y del mismo modo, con esta expresión tan acertada, el Santo Cura de Ars, exhortaba a sus feligreses a cuidar con gran esmero la vida espiritual: «Nunca deberíamos interrumpir la presencia de Dios, igual que no interrumpimos la respiración». Ya que, según este gran santo nos instruía, «por muy grandes que sean nuestras ocupaciones siempre podemos rezar sin que se dañen nuestros asuntos».

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