domingo, 6 de junio de 2010

Corpus Christi (homilía para Villamartín de Campos-Palencia)

HOMILÍA DEL CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

Las personas para poder creer en cosas divinas necesitamos emplear de imágenes, de símbolos. Por eso la iconografía cristiana es tan rica. Nuestras iglesias cuentan con retablos preciosos que nos narran, como si fuese un particular tebeo, los episodios más importantes de la Historia de la Salvación. Muchos de los Vía crucis de las iglesias de nuestros pueblos son auténticas obras de arte talladas en madera representando los momentos más importantes de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Estoy seguro que todos ustedes habrán visto muchas veces el signo DEL PEZ, pues bien, este signo es uno de los más antiguos pues las letras de esta palabra en griego, IJZUS, palabra griega, son las iniciales de las palabras JESÚS, CRISTO, HIJO DE DIOS, SALVADOR. Y escribiendo estas iniciales en griego dibujaban, los primeros cristianos, el símbolo del pez.

Pues bien, uno de los símbolos, que todos ustedes conocen, es el del PELÍCANO, sí esa ave capaz de alimentar a sus crías con su propia carne y sangre, si el alimento escaseaba. En muchos de los Sagrarios de nuestros pueblos están representados. El pelícano, con su fuerte y puntiagudo pico se abría el pecho y de esta manera las crías bebían su sangre. Con este símbolo del pelícano se intentaba representar el concepto de la EUCARISTÍA, y al mismísimo Jesucristo que nos alimenta con su Cuerpo y con su Sangre.

Hace poco me hice unos análisis de sangre y allí sale todo. Que si la hemoglobina la tienes alta o baja, que si tienes muchas o pocas plaquetas o glóbulos blancos, que si el colesterol está en el límite o poco le falta… allí sale todo. Y empieza el interrogatorio del médico: ¿Come usted muchas verduras?, ¿abusa de los fritos?, ¿bebe usted leche desnatada o entera?, ¿toma mucha bollería?, ¿y que tal anda en su alimentación respecto a la fruta?. El caso es que uno sale de la consulta del médico más mareado que mareado y pensando que lo que no es pecado o engorda o termina matando.

Si nos pudiéramos hacer un análisis, no de sangre, sino de cómo están siendo nuestras relaciones personales, o sea, de cómo andamos en eso del amor, en tal informe del análisis nos podrían preguntar cosas como estás: ¿abusa usted del consumo de la paciencia de los demás?, ¿toma dosis de humildad para pedir perdón y reconocer sus errores?, ¿toma muchas dosis de orgullo?, ¿cuando está usted en su tiempo libre suele consumir mucha telebasura?, ¿con qué frecuencia se alimenta de los sacramentos, y en particular del sacramento del perdón y de la Eucaristía?... estas preguntas entre otras. Y en esta particular analítica podríamos conocer si estamos dentro de los parámetros de normalidad en nuestra vida cristiana, en nuestra vida espiritual.

Santo Tomás de Aquino nos dice esta reflexión cargada de sabiduría refiriéndose a la Eucaristía: “No hay ningún sacramento más saludable que éste, pues por él se borran los pecados, se aumentan las virtudes y se nutre el alma con la abundancia de todos los dones espirituales”. Como ustedes se pueden dar cuenta, un cristiano que no se alimente de la Eucaristía es una persona que tiene una vida espiritual tan débil que puede caer, de un momento a otro, en ‘estado de coma’, y esto tiene sus consecuencias negativas en las propias relaciones personales y sociales. Del mismo modo que el pelícano da de comer de su propia carne a sus crías, dejemos que Cristo nos alimente y nos fortalezca con su santísimo Cuerpo y Sangre. Así sea.


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