domingo, 10 de noviembre de 2024

Homilía del Domingo XXXII del Tiempo Ordinario, ciclo b Mc 12, 38-44 La viuda pobre

 

Domingo XXXII del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Mc 12, 38-44          La pobre viuda y su limosna

 

            El texto del evangelio de hoy es muy importante para el evangelista san Marcos ya que es el último episodio antes de la historia que comienza con la Pasión.

 

            El episodio de la pobre viuda no puede ser interpretado como una llamada a ser generosos en las colectas parroquiales, diocesana y ayudas de cualquier otro tipo. Esta interpretación a ser más generosos contradice el contexto de este episodio. ¿Cómo es posible que Jesús apruebe lo que hace esta pobre viuda que se priva de lo necesario para poder vivir? ¿Esto es acaso un modelo a imitar? Se priva de lo necesario para hacer una ofrenda ¿a quién? A una institución religiosa corrupta a la que Jesús repetidamente ha condenado, la cual está tripulada por los sumos sacerdotes a los que él había llamado ladrones, bandidos, explotadores de la fe ingenia de las gente sencilla como esta pobre viuda. Recordemos que lo que Jesús hizo días anteriores, que entró en el Templo y echó a todos los vendedores y comerciantes del Templo diciéndoles que esta casa la habían convertido en cueva de ladrones (cfr. Mc 11, 15-19). Entonces ¿cómo es posible que Jesús presente como ejemplo a imitar a esta pobre viuda que pone toda su vida como ofrenda a esta institución religiosa corrupta? Después de este episodio un discípulo de Jesús se le acercará y le mostrará la belleza del Templo (Cfr. Mc 13, 1-4) y Jesús le dirá que no quedará piedra sobre piedra y que todo quedará destruido. Conociendo este contexto ¿cómo es posible que Jesús alabe a la pobre viuda que hace su ofrenda a una institución religiosa destinada a desaparecer junto con su Templo?

 

El mensaje que Jesús empieza con un ataque de Jesús al comportamiento de los escribas, los cuales eran una parte constitutiva de esta institución religiosa.

«¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en las plazas, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes».

El Señor nos dice que ‘cuidado con los escribas’, que es tanto como decir ‘mantén tus ojos en ello’; estate en guardia con los escribas. Jesús ha detectado en los escribas unos comportamientos inaceptables que están en abierto contraste con la imagen del hombre que él mismo nos propone. La preocupación de Jesús era que estas actitudes de los escribas sean asumidas por los hermanos de la comunidad de sus discípulos. Los escribas son personas que se les considera unidas con Dios, por eso el peligro es mayor y más sutil. Por eso Jesús pone en guardia frente a este peligro y recurre a un lenguaje diferente al que nos tiene acostumbrado: ataca estos comportamientos usando la sátira, la ironía ya que considera ridículos estos comportamientos de los escribas. Les está diciendo a los discípulos que ‘no se vuelvan tan ridículos como los escribas’.

Los escribas eran los encargados de transcribir/copiar los documentos y estudiaban los libros sagrados. El libro del Sirácida o Eclesiástico capítulo 38-39 son páginas memorables en la que se elogia a los escribas; naturalmente el elogio fue escrito por un escriba e incluso llega a decir cosas como estas: «¿Cómo se va a hacer sabio el que agarra el arado y se siente orgulloso de blandir su aguijada, el que ocupa todo su tiempo en guiar bueyes y no habla más que de novillos?». No es el mismo caso de aquel que se dedica a estudiar las leyes del Altísimo, el escriba, a los cuales estudian la sabiduría, las profecías y preserva los dichos de los hombres famosos… «Indaga la sabiduría de los antiguos, y se dedica a estudiar las profecías (…) Las naciones hablarán de su sabiduría y la asamblea proclamará su alabanza. Mientras viva, será famoso entre mil, y cuando muera, esto le bastará» (Eclo 39).

Los escribas dedicaban toda su vida al estudio de los textos sagrados y cuando llegaban a los 45 años se les imponía las manos y así, de este modo, recibían el espíritu de Moisés y desde ese momento eran la palabra viva de Dios. Cuando se daban contradicciones entre lo que decía el texto sagrado y otras interpretaciones bastaba su única interpretación. Su autoridad moral era superior a la del sumo sacerdote. Importante resaltar que Jesús no está hablando de los escribas como personas, sino del comportamiento presente en algunos de los escribas, y Jesús no quiere que esos comportamientos reaparezcan en sus discípulos.

 

El primer comportamiento que Jesús no soporta es «les encanta pasearse con amplio ropaje».  Les encanta los uniformes y las batas. ¿Por qué lo hacían? Lo hacían para destacarse de los demás y demostrar con su vestido que no pertenecían a la gente común, que ellos estaban fuera del rebaño, por encima del rebaño de la gente. Su vestido decía que ellos pertenecían a un nivel superior y que eran más santos y más cercanos a Dios que el resto del vulgo o chusma. El historiador Flavio Josefo que era también sacerdote del Templo y que conocía muy bien cómo eran las cosas describe al sumo sacerdote cuando se ve inundado (de gente ilustre y riquezas en el Templo) durante las grandes fiestas y dice que cuando el pueblo lo vio, vertieron lágrimas de alegría porque creían incluso ver a Dios en su representando en la tierra. Iba con un delantal de color morado y con una coraza –en el pecho- la cual estaba engastada con 12 piedras preciosas, símbolo de la 12 tribus de Israel. En su cabeza una especie de gorra morada con una importante diadema con una lámina de oro en la que estaba escrito ‘Santo y sagrado es el Señor’. En el borde de la túnica tenía una serie de campanitas para que cuando el sumo sacerdote se dirigiera hacia el santuario pasando entre la multitud todo el mundo se percatase inmediatamente por el sonido de las campanitas de su presencia. Los escribas iban vestidos,  no como el sumo sacerdote, pero se distinguían del pueblo. En la oración ellos llevaban puesta en los hombros el ‘talit’, -Jesús lo usó únicamente cuando rezaba- cuya característica eran esos copos con cuatro esquinas que indicaban la lluvia copiosa de bendiciones que descendían sobre ellos desde el Señor. Estaban elaborados de tejidos particulares y de una calidad superior para presumir. Los profetas no llevaban uniforme porque ellos no buscaban ser vistos, sino ser oídos. Esta forma de vestir y darse –de este modo los largos paseos- era una forma patética porque ellos recurrían a este modo de vestir para reclamar las miradas de la gente ya que era la búsqueda de la vanagloria. Jesús se inspiró en estos comportamientos de los escribas, de los guías espirituales del Templo, para decirles a sus discípulos que estas comedias, que estas ostentaciones de vanidad Jesús no las soporta. La terapia que Jesús nos sugiere es simple: no les mires, no seas espectador de esa comedia religiosa, ya que si los espectadores dejan de hacerles caso y empiezan a mirar hacia otro lado los propios comediantes deben interrumpir su actuación. Por eso no los mires, ya se cansarán de hacer eso.

 

El segundo comportamiento que Jesús denuncia: «que les hagan reverencias en las plazas». No sólo iban vestidos de esa manera llamando la atención, sino que también les hicieren reverencias y que les besara las manos por la calle. Por la calle la gente les dejaba pasar, les cedían el paso, en el mercado les servían los primeros: era todo un ritual a observar y cuando no recibían estas deferencias se indignaban. Esto es un peligro oculto porque la gente puede pensar que ciertas formas de respeto a ellos fuera una especie de manifestación de amor a Dios. Jesús sostiene que todas las personas tienen el mismo respeto, y nadie está por encima de otra. Y si queremos mostrar más respeto o consideración sea hacia los pobres y los que padecen alguna discapacidad… para todos aquellos que tienen mayor dificultad. Pero no para aquellos que actúan como si fueran personas superiores. Jesús quita los títulos honoríficos y nos dice que uno sólo es nuestro Padre y que todos nosotros somos hermanos.

 

El tercer comportamiento es «buscan los asientos de honor en las sinagogas». Cuando en algún ‘sabbat’ llegaba un personaje importante el jefe de la sinagoga le invitaba a sentarse en los primeros puestos, es decir, en aquellos en los que estaba de cara a la gente, para que todos lo pudiesen admirar y ser alabado por todos los presentes. Jesús ha asistido a esta comedia y decía que ya habían recibido su recompensa y que buscaban el aplauso y lo conseguían, por lo tanto no esperes más recompensa de Dios (Cfr. Mt 6).

 

El cuarto comportamiento que Jesús no soporta es «buscar los primeros puestos en los banquetes». El primer puesto es el estar al lado del propietario, luego tienes garantizado que te atienden mejor y antes que a nadie. Jesús recurre a la ironía para denunciar esto como una comedia religiosa y nos ofrece la terapia, por si acaso se presenta en la comunidad cristiana. Jesús no quiere dividirnos de la gente, ni separarnos de la gente, como si fuésemos otra casta, y es un ataque frontal a la lógica del evangelio, porque en el evangelio el que es grande es porque precisamente elige ser el último para servir al hermano.

 

Pero hay un pecado mucho más grave que hacen estos guías espirituales (los escribas): «y devoran los bienes de las viudas». Los escribas devoran los bienes de las viudas; esto es lo más grave, el resto eran comedias. Las viudas y los extranjeros constituían la categoría de las personas más pobres e indefensas, sin protectores. El libro del Éxodo en el capítulo 22 dice ‘tú no maltratarás a la viuda y al huérfano y al extranjero, porque recuerda que tú fuiste extranjero en Egipto’. El Salmo 68 dice ‘Padre de huérfanos y defensor de la viudas es Dios’. El Salmo 146 dice ‘el Señor protege a los extranjeros, él sostiene al huérfano y a la viuda’. Las viudas en Israel eran personas muy pobres y dependían totalmente de la sensibilidad y generosidad de los hijos, ya que no les pertenecía la herencia del marido. El capítulo 27 del libro de los Números establece cómo debían hacer para dividir la herencia: pasaba al hijo mayor, de no haber, a la hija; de no haber al hermano del marido; y si no había hermano del difunto pasaba a los hermanos del padre del difunto y no a la viuda. Los escribas se habían aprovechado de la ingenuidad y de la buena fe de estas simples mujeres indefensas y ellos pasaban con una reputación de personas pías y religiosas y eran designados (los escribas) como tutores de esos bienes de esas viudas, y se aprovechaban. En el libro del Deuteronomio en el capítulo 14 se establece que el producto/ganancias del Templo debe servir para ayudar al extranjero, el huérfano y la viuda. Y aquí vemos que es precisamente una pobre viuda la que aporta dinero en el mismo lugar que debería ella ser ayudada. Esta persona buena, con su sencillez y buena fe está siendo explotada por una institución religiosa. De tal manera que esta pobre viuda llegará a entregar lo que es necesario para su propia vida.

El último comportamiento de estos escribas es que «y aparentan  hacer largas oraciones. Esos recibirán una condenación más rigurosa». Dice que los escribas rezan durante mucho tiempo para ser vistos. Ellos querían comprar la confianza de la gente y para eso se presentaban como personas devotas y piadosas.

 

«Estando Jesús sentado enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban mucho». Jesús se encuentra en el Templo y la escena acontece en el atrio de las mujeres. Jesús estaba sentado enfrente del tesoro. En el mundo antiguo los templos eran de hecho y desempeñaban la función de banca o del tesoro. De hecho cuando venían los conquistadores iban al templo a saquear ese dinero, esa banca. En el segundo libro de los Macabeos en el capítulo 3 se dice que el tesoro de Jerusalén era un colmo de riquezas inmenso, tanto que la montaña de la suma de dinero era incalculable.

 

Jesús está sentado en el atrio de las mujeres y asiste a una primera escena: muchos ricos arrojaban muchas monedas como ofrenda al Templo. Es preciso tener en cuenta que las cajas/cestillos para recoger ese dinero estaban distribuidas a lo largo de las paredes del atrio de las mujeres y había 13 cajas, las cuales tenían la forma de trompetas y estaban hechos de bronce. Lo cual es fácil imaginar cómo era el sonido que hacía resonar todas las monedas en ese particular recipiente en forma de trompeta. ¿No se acuerdan lo que dice Jesús en Mt 6, 2 «cuando hagas limosna no vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas»? De aquí viene y Jesús, de modo velado, hace referencia a esta comedia que él mismo había presenciado. El sonido que emitían esas numerosas monedas en ese cestillo de bronce en forma de trompeta era notable ya que resonaba por todo el atrio de las mujeres. Y más resonaban cuando se echaban a la vez muchas monedas y además con fuerza dentro de esa trompeta. Fundamentalmente para llamar la atención, por eso los ricos echaban muchas.  

Los ricos dan mucho dinero en sus ofrendas al Templo. Es decir, los ricos dan su apoyo incondicional y convencido a la institución religiosa. Ellos sostienen la institución religiosa porque están en perfecta sintonía con ellos ya que ambos –esta institución religiosa y los ricos- adoran al mismo dios: El dios dinero. Por lo tanto entre ellos se apoyan recíprocamente. La institución religiosa que no denuncia la injusticia cometidas por los ricos, poderosos y avariciosos es apoyada por todos ellos. Por eso era tan molesto Jesús cuando dijo que ‘no se puede servir a dos dioses, a Dios y al dinero’. Pero claro, aquí en este evangelio los ricos aparecen como muy generosos al lanzar con fuerza tantas monedas en esa trompeta de bronce haciendo resonar por todo el atrio de las mujeres la importante donación que ellos entregaban a esa institución religiosa.

 

Había trece cajas o cestillos y en cada una de esas cajas o cestillos en forma de trompeta iba indicada la finalidad de la ofrenda, podía ser para las tórtolas o los pichones, para el incienso, la madera, los perfumes…, etc. Y había una caja o cestillo número 13 que era para la ofrenda libre. El libro de la Mishná (del hebreo מִשְׁנָה, ‘estudio, repetición’)

(es la primera gran colección escrita de las tradiciones orales judías conocida como la Torá oral), es un libro sagrado para los israelitas dice que aquellos que querían hacer una ofrenda se lo tenían que entregar a un sacerdote y era el sacerdote el que se encargaba de arrojar la ofrenda de esos israelitas a la caja.

 

La caja número 13, que es la de las ofrendas libres, cada uno podía realizar su propia finalidad. Jesús está siendo testigo de lo que está aconteciendo con la viuda en esta caja número 13. Dice el evangelio de hoy: «Se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante. Llamando a sus discípulos, les dijo:

«En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

Aparece un segundo personaje: una viuda pobre. ¿Qué cosa hace esta pobre viuda? Se dirige la caja/cofre número 13, que es la de las ofrendas libres de intención o finalidad, y echa dos moneditas (que era la monedas hebraicas de cobre, la cuales previamente había cambiado fuera en los cambistas del Templo) y que servían únicamente sólo para las ofrendas del Templo. Y se hacía así porque no se podía introducir en el Templo la moneda con la efigie del emperador, la cuales habían quedado cambiadas en el mercado del Templo de Jerusalén. Recordemos cómo Jesús volcó esas mesas con las monedas de los cambistas en el Templo. Eran dos moneditas (la Pruta, hebreo: פרוטה‎, plural: prutot) con tan poco valor que si se caían al suelo la gente no se tomaban la molestia de agacharse a recogerlas.

El evangelista Marcos que escribe para sus oyentes romanos aclara cuánto valía dos de esas moneditas: un cuadrante, que en Roma era la moneda de bronce o de cobre con el valor más bajo. En el tiempo del evangelista Marcos, con un cuadrante, en Roma sólo se podía comprar una libra de pan, es decir, prácticamente nada.

 

La viuda fue ese día al Templo al cestillo número 13 tratando de no llamar la atención, no quería hacerse notar; pero ella no lo hace por humildad, es porque se avergonzaba porque no podía entregar más dinero. Todos los demás echaban abundantes monedas y ella no, por eso intentó no hacerse notar. Pero ella ese día no pudo comer.

 

Jesús no pretendía presentar a sus discípulos la viuda pobre como un modelo a imitar, como si ella al dar poco porque tenía poco, nosotros debiéramos de tratar de dar más. Pero no van por ahí los tiros. Jesús no quiso animar a las personas a favorecer una casta sacerdotal corrupta y a un Templo que estaba destinado a desaparecer. Jesús quería mostrar a sus discípulos hasta qué punto puede llegar la injusticia y la hipocresía religiosa cuando se tributa culto al dinero. Incluso se llega a aprovechar de la fe ingenua de la gente sencilla hasta el punto de llegarles a quitar el pan de su boca a una pobre viuda. No es de extrañar que a los pocos días el sumo sacerdote Caifás y Anás  pidan la condena a muerte de Jesús. Desgraciadamente en la Iglesia también se cae en este pecado. Es importante recordar la recomendación que se nos ofrece en primera página de la Didajé (διδαχή) que hace referencia a la limosna y exhorta a todos los cristianos a dar/entregar a los necesitados y a no exigir la restitución o reembolso porque el Padre del Cielo quiere que todos sus hijos sean partícipes de todos los dones/regalos. Luego la recomendación es comparte los bienes con los hermanos. Dice esto la διδαχή:

«A todo el que te pida, dale y no le reclames nada, pues el Padre quiere que se dé a todos de sus propios dones. Bienaventurado el que da conforme a este mandamiento; pues este es inocente. ¡Ay del que recibe! Si recibe porque tiene necesidad, será inocente; pero si recibe sin tener necesidad, tendrá que dar cuenta de por qué recibió y para qué: puesto en prisión, será examinado sobre lo que hizo, y no saldrá hasta que no devuelva el último centavo».

La Didajé exhorta a todos los cristianos a dar y comparte a los hermanos necesitados todo lo que precisen, no exigiendo el reembolso o restitución de lo previamente dado; ahora bien, advierte y mantiene en guardia a quienes reciben, porque si uno recibe sin tener necesidad –fingiendo- tendrán que rendir cuentas por su actuación de un modo muy riguroso.

Además da otra recomendación la διδαχή cuando se entrega la limosna: «También está dicho acerca de esto: «¡Que tu limosna sude en tus manos hasta que sepas a quién la das!». Es decir, no seas impulsivo a la hora de dar tu limosna, espera, discierne a la hora de ayudar con tu limosna. Piensa bien a quién se lo estás dando porque puede ser empleado ese dinero de un modo perjudicial o dañino. La viuda, que nos hemos encontrado en el relato evangélico de hoy, lamentablemente entregó su ofrenda a la institución equivocada e hizo mal al entregar su limosna.

¿A que ustedes no se esperaban esta conclusión? Estoy totalmente seguro que ustedes, en las Eucaristías de este domingo, habrán oído que ‘hay que ser tan generosos como la viuda pobre del evangelio’. Todo esto, aplicando en este texto evangélico, es fruto de una moral barata o moralismo –‘tengo que hacer esto o lo otro’- muy extendido entre las personas buenas y cristianas. Personas buenas y cristianas pero que aún siguen anclados en la mera religiosidad natural y explotados por algunos reincidentes  sacerdotes, los cuales usando lenguajes y teologías de otras épocas pretéritas y superadas se empeñan en afanarse en proliferar con sus triduos y novenas -previa ofrenda económica generosa por parte de los solicitantes a esos sacerdotes - sin tener el más mínimo ánimo el predicador de evangelizar e iniciar procesos de crecimiento en la fe y de conversión a ese pueblo y privando a esos fieles –que echan muchas monedas- de experimentar la belleza de la fe en Cristo Resucitado. Se entiende que el dios dinero es insaciable y que uno puede vender su primogenitura (lo más importante que tiene) por un simple plato de lentejas (Cfr. Gn 25, 29-34).

 

El Señor nos pide que seamos generosos a la hora de hacer nuestras ofrendas, pero revisa con cuidado antes dónde terminan y cómo serán usadas nuestras ofrendas. 



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