viernes, 1 de noviembre de 2024

Homilía de Todos los Santos 2024 Bienaventuranzas

 

Homilía de Todos los Santos 2024

Mt 5, 1-12a   BIENAVENTURANZAS

            En el Gloria decimos de Dios que «sólo tú eres Santo»; que sólo Dios es santo. Entonces ¿por qué llamamos santos a aquellos que no son Dios? Llamamos santos a esta gran comunidad de hermanos que habiendo pasado por el trance de la muerte, tienen una profunda adhesión a Cristo.

            Los primeros discípulos eran llamados con varios nombres: Inicialmente fueron llamados ‘galileos’, lo cual era sinónimo de ‘revoltoso’ y ‘nazarenos’ entendido con un matiz despectivo porque de allí procedía Jesús. En Antioquía empezaron a ser llamados ‘cristianos’; cristianos significa ‘ungidos’, es decir, los seguidores de un ‘ungido’ del Señor que había acabado sus vidas en la tierra en el patíbulo.

            Los cristianos entre ellos se calificaban, se llamaban como ‘hermanos’, ‘los creyentes’, ‘los discípulos del Señor’, ‘los hombres del camino’, ‘los santos’. Cuando San Pablo se dirige a sus comunidades comienza prácticamente las epístolas/cartas con expresiones como estas: «Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos (…)» (Fil 1,1); «Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, y Timoteo el hermano, a los santos de Colosas (…)» (Col 1,1); «A todos los amados de Dios que estáis en Roma, santos por vocación» (Rm 1, 7). Pablo se refería a personas en concreto que habitaban en Filipo, Éfeso, Corinto, Roma. Los llamaba así porque santo significa ‘cortar de lo de fuera’, de lo de la multitud de las personas del mundo. No para que el cristiano viva separado del mundo o que desprecie a los hombres. ‘Santo’ es optar/tomar una decisión de vida por esa luz de Cristo que nos va configurando de una manera diferente respecto a los otros hombre.

            Hoy el evangelio nos presenta la imagen del único santo que es Cristo. Y nos presenta la imagen de Cristo a través de las bienaventuranzas. Orígenes nos decía que las bienaventuranzas son la imagen de Jesús, son iconos de la figura espiritual de Jesús. Ahora bien, podríamos ser llamados santos si en nosotros reproducimos lo que significan estas bienaventuranzas.

            La pregunta fundamental que Cristo nos hace es ¿hasta qué punto estás dispuesto a jugarte la vida por el Señor? Si deseas recibir el elogio de ‘beato’ por parte de Dios tu vida ha de ser guiada por esa luz de Cristo que te ayudará a ‘cortar con todas aquellas cosas que no vengan de Dios’. ¿Por qué valores quieres tú arriesgar tu vida?

            Aceptar el camino de Jesús implica y exige un camino de purificación y de meditación profunda, porque nos guste o no somos muy lentos para asumir y dejarnos influenciar por la luz de Dios. Todos tendemos a intentar ser beatos en el sentido mundano, es decir: el éxito, el dinero, las seguridades, los afectos. Lo que es atrayente en lo mundano es una tentación clara, evidente y fuerte que nos dificulta dejarnos influir por la luz de Cristo. Por eso es tan importante ‘volver al amor primero’, aceptar esta propuesta de pertenecer a la comunidad que sigue a Cristo, el Santo, el Beato.

 

            Cristo dice «bienaventurados/beatos los pobres en el espíritu». ¿Quién es el pobre en el espíritu? El ideal del cristiano no es la miseria; el amor del cristiano es el amor en la comunidad que acoge la propuesta de Cristo. Dios no quiere que las personas sufran, quiere que seamos felices administrando los bienes de este mundo según su diseño, según su proyecto/dibujo. Entregar a los hermanos los dones que el propio Dios te ha puesto en sus manos. Si entramos todos en esta dinámica de intercambio de dones/regalos (los cuales nos los ha entregado a cada uno el mismo Dios), de este modo te haces pobre pero tú te conviertes en rico en vida junto con tus hermanos. El espíritu es la fuerza interior que nos empuja hacia Dios, que nos hace que nos liberemos del ídolo del dinero y entregarlos por amor. De este modo uno es dueño de las riquezas y no las riquezas dueño de uno. Y cuando uno dice riquezas está diciendo también de nuestra inteligencia, de nuestro tiempo, de nuestra capacidad, de todos los dones que hemos recibido del mismo Dios. La bienaventuranza suprema es poder decir al final de nuestra vida: he donado todo hasta el punto de llegar a morir por amor en la Cruz por el otro. Todo lo donado se convierte en amor y Dios es amor.

 

            Cristo dice «bienaventurados/beatos los mansos, porque ellos heredarán la tierra». ¿Quién es ‘el manso’ en la Biblia? El salmo 37 donde se nos dice que el manso no sucumbe a la tentación de reaccionar con violencia ni con la agresividad. Dice el salmo: «Desiste de la ira, abandona el enojo, no te acalores, que será peor». Pero esta bienaventuranza no es una invitación a resignarse, es una invitación al compromiso. Jesús se presenta como el manso de corazón. Jesús es el manso que hizo frente al mal con el mal, sino que reaccionan al mal con amor. Cambian el mundo no con la violencia, sino con el amor: Esta es la disposición de los mansos.

 

Cristo dice «bienaventurados/beatos los que lloran, porque ellos serán consolados». No se trata de sufrir dolor para que se puedan convertir los pecadores. El afligido del que habla aquí son los que viven con pasión y compromiso para construir un mundo nuevo según el diseño/plan de Dios. Estas personas que se involucran y se empeñan frente a la realidad del mundo se encuentran sufriendo porque los hombre no acogen el amor de Dios. Cuando el discípulo ve la realidad de las guerras, de los odios, de las injusticias y de toda clase de violencia, el discípulo no puede alegrarse, es como una persona que está de luto porque quiere un mundo diferente; el que Jesús ha venido a construir. Bienaventurado el que siente en sí mismo esta pasión por construir un mundo nuevo. Un mundo que está enfermo porque las cosas y decisiones en el mundo están mal. Bienaventurados los que experimentan este dolor porque son sensibles a la pasión de Dios. El Maligno te dice que el mundo nuevo es un sueño, que cojas las armas y luches contra el otro que es tu enemigo y defiende tu parcela. Pero Jesús promete que aquellos que prueben este dolor serán consolados. El mundo nuevo Dios lo construirá junto contigo.

 

Cristo dice «bienaventurados/beatos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados». Comer y beber es algo de justicia, es algo primario. Habla de la justicia, y la justicia es dar a cada uno lo que le corresponde, ¿y qué es lo que le corresponde? La justicia de Dios es que todos los hombres se sientan hermanos; que vivan en comunión; que compartan los bienes; que sientan como propio los gozos, los sufrimientos y necesidades del hermano; que sean capaces de perdonar y de cambiar de enemigos a hermanos. Éste es el mundo donde reina la justicia de Dios. Bendito el por Dios es el que anhela la realización de esta justicia en el mundo y se empeña/compromete a hacerlo realidad. Y se empeña y necesita realizarlo como el que tiene hambre y sed y tiene que subsistir y sobrevivir como sea. Los que se empeñan en trabajar en esta justicia están construyendo la historia de Dios.

 

Cristo dice «bienaventurados/beatos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia». Solemos movernos en una clara dicotomía en la que nos solemos encontrar en la vida: ser magnánimo o satisfacer el deseo de hacérselo pagar a todos aquellos que nos han hecho daño. Ser misericordioso es hacer prevalecer la compasión y el perdón. El sentido bíblico de la misericordia: El misericordioso es aquel que ama de modo incondicional y fiel. Dios es misericordioso porque no hay nada ni nadie que pueda romper su amor. El pecado del hombre no le hace desistir a la hora de amar y de beneficiar al hombre. ¿Qué significa ser misericordioso? La misericordia no significa que uno haga ‘la vista gorda’ por algo o por alguien que nos haga daño. Va mucho más allá. Yo diría que son aspectos que caracterizan el corazón del misericordioso: 1.- Lo primero es darse cuenta de la necesidad del otro. Recordemos la parábola del buen samaritano, cuando él iba de Jerusalén a Jericó ve la necesidad de los que han caído en las manos de los bandidos. La primera característica de un corazón misericordioso es que uno está atento; no es preciso que el otro grite para que me llame la atención y me percate de su necesidad. El misericordioso no mira hacia otro lado, no se hace el despistado ante la necesidad del otro. 2.- El segundo es el sentir la compasión, en el sentido de compadecerse, de sufrir junto con el otro que está necesitado. 3.- El tercer momento es el intervenir de un modo concreto, tal y como lo hizo el samaritano, le vio y sus entrañas se removieron de dolor porque veía al hermano que estaba sufriendo e interviene. De ese modo reproducimos el rostro del Misericordioso que no castiga a nadie, sino que escucha atento la necesidad de su hijo e interviene. ¿Qué significa que encontrarán misericordia? No significa que Dios haga la vista gorda o que cierre los ojos ante nuestros pecados; significa que quien sea misericordioso tiene un corazón que ve, siente pasión e interviene para ayudar al hermano y lo hace en sintonía con el misericordioso que es el Padre del Cielo.

 

Cristo dice «bienaventurados/beatos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios». El corazón no es tanto la sede de los sentimientos sino, más bien, la sede de las decisiones. El oro puro es el oro que no está mezclado con otro elemento o el café puro es sólo café. Puro de corazón significa los que son únicamente guiados por Dios; son los corazones cuyas decisiones emanan sólo de Dios. Es una llamada para que el dinero, el orgullo, la avaricia, el libertinaje moral….todos estos ídolos no terminen de ofuscar ni obscurecer el rostro de Dios. Sólo Dios es quien ha de decidir en tus decisiones.

 

Cristo dice «bienaventurados/beatos los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios». Pacificadores o trabajadores por la paz no significa pacíficos o aquellos que no hacen daño a nadie, o que eviten los conflictos y que vivan en armonía. Esta interpretación es muy raquítica. Bienaventurados los que se empeñan y se comprometen a construir un mundo de paz. La paz no está en la ausencia del conflicto, sino que es un orden nuevo según la justicia. Todos aquellos que se empeñan en curar las enfermedades, en educar para que no haya ignorancia y trabajan para que todos puedan comer… son los constructores de la paz. Aquellos que crean las condiciones políticas, económicas, culturales para crear este mundo nuevo donde se dé el bienestar para todos, esos son los constructores de la paz. Si actúan así serán llamados hijos de Dios, es decir, que Dios los considera sus hijos.

 

Cristo dice «bienaventurados/beatos los perseguidos por causa de la justicia, porque ellos es el reino de los cielos». Todos aquellos que deseen construir este mundo nuevo que nos ha venido a traer Jesucristo entrarán en conflicto con el mundo antiguo que no se resigna a desaparecer, ya que el mundo continuaría predicando y catequizando en sus bienaventuranzas (la cuales son las opuestas a las de Cristo). De ahí surgirá la persecución y que todos aquellos que acojas las bienaventuranzas de Cristo el mundo lo despreciarán y luchará contra ellos, pero serán proclamados bienaventurados porque ellos sí que cuentan para Dios.


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