Domingo XXXII
del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Mc 12, 38-44 La
pobre viuda y su limosna
El texto del evangelio de hoy es muy
importante para el evangelista san Marcos ya que es el último episodio antes de
la historia que comienza con la Pasión.
El episodio de la pobre viuda no
puede ser interpretado como una llamada a ser generosos en las colectas
parroquiales, diocesana y ayudas de cualquier otro tipo. Esta interpretación a
ser más generosos contradice el contexto de este episodio. ¿Cómo es posible que
Jesús apruebe lo que hace esta pobre viuda que se priva de lo necesario para
poder vivir? ¿Esto es acaso un modelo a imitar? Se priva de lo necesario para
hacer una ofrenda ¿a quién? A una institución religiosa corrupta a la que Jesús
repetidamente ha condenado, la cual está tripulada por los sumos sacerdotes a
los que él había llamado ladrones, bandidos, explotadores de la fe ingenia de
las gente sencilla como esta pobre viuda. Recordemos que lo que Jesús hizo días
anteriores, que entró en el Templo y echó a todos los vendedores y comerciantes
del Templo diciéndoles que esta casa la habían convertido en cueva de ladrones
(cfr. Mc 11, 15-19). Entonces ¿cómo es posible que Jesús presente como ejemplo a
imitar a esta pobre viuda que pone toda su vida como ofrenda a esta institución
religiosa corrupta? Después de este episodio un discípulo de Jesús se le
acercará y le mostrará la belleza del Templo (Cfr. Mc 13, 1-4) y Jesús le dirá
que no quedará piedra sobre piedra y que todo quedará destruido. Conociendo este
contexto ¿cómo es posible que Jesús alabe a la pobre viuda que hace su ofrenda
a una institución religiosa destinada a desaparecer junto con su Templo?
El mensaje que Jesús empieza con un ataque de Jesús al
comportamiento de los escribas, los cuales eran una parte
constitutiva de esta institución religiosa.
«¡Cuidado con los escribas! Les encanta
pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en las plazas, buscan
los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes».
El Señor nos dice que ‘cuidado con los escribas’, que
es tanto como decir ‘mantén tus ojos en ello’; estate en guardia con los
escribas. Jesús ha detectado en los escribas unos comportamientos inaceptables
que están en abierto contraste con la imagen del hombre que él mismo nos
propone. La preocupación de Jesús era que estas actitudes de los escribas sean
asumidas por los hermanos de la comunidad de sus discípulos. Los escribas son
personas que se les considera unidas con Dios, por eso el peligro es mayor y
más sutil. Por eso Jesús pone en guardia frente a este peligro y recurre a un lenguaje
diferente al que nos tiene acostumbrado: ataca estos comportamientos usando la
sátira, la ironía ya que considera ridículos estos comportamientos de los
escribas. Les está diciendo a los discípulos que ‘no se vuelvan tan ridículos
como los escribas’.
Los escribas eran los encargados de transcribir/copiar
los documentos y estudiaban los libros sagrados. El libro del Sirácida o
Eclesiástico capítulo 38-39 son páginas memorables en la que se elogia a los
escribas; naturalmente el elogio fue escrito por un escriba e incluso llega a
decir cosas como estas: «¿Cómo se va a
hacer sabio el que agarra el arado y se siente orgulloso de blandir su
aguijada, el que ocupa todo su tiempo en guiar bueyes y no habla más que de
novillos?». No es el mismo caso de aquel que se dedica a
estudiar las leyes del Altísimo, el escriba, a los cuales estudian la
sabiduría, las profecías y preserva los dichos de los hombres famosos… «Indaga la sabiduría de los antiguos, y
se dedica a estudiar las profecías (…) Las naciones hablarán de su sabiduría y
la asamblea proclamará su alabanza. Mientras viva, será famoso entre mil, y
cuando muera, esto le bastará» (Eclo 39).
Los escribas dedicaban toda su vida al estudio de los
textos sagrados y cuando llegaban a los 45 años se les imponía las manos y así,
de este modo, recibían el espíritu de Moisés y desde ese momento eran la
palabra viva de Dios. Cuando se daban contradicciones entre lo que decía el
texto sagrado y otras interpretaciones bastaba su única interpretación. Su
autoridad moral era superior a la del sumo sacerdote. Importante resaltar que
Jesús no está hablando de los escribas como personas, sino del comportamiento presente en algunos de los
escribas, y Jesús no quiere que esos comportamientos reaparezcan en sus
discípulos.
El primer
comportamiento que Jesús no soporta
es «les encanta
pasearse con amplio ropaje». Les encanta los uniformes y
las batas. ¿Por qué lo hacían? Lo hacían para destacarse de los demás y
demostrar con su vestido que no pertenecían a la gente común, que ellos estaban
fuera del rebaño, por encima del rebaño de la gente. Su vestido decía que ellos
pertenecían a un nivel superior y que eran más santos y más cercanos a Dios que
el resto del vulgo o chusma. El historiador Flavio Josefo que era también
sacerdote del Templo y que conocía muy bien cómo eran las cosas describe al sumo
sacerdote cuando se ve inundado (de gente ilustre y riquezas en el Templo)
durante las grandes fiestas y dice que cuando el pueblo lo vio, vertieron
lágrimas de alegría porque creían incluso ver a Dios en su representando en la
tierra. Iba con un delantal de color morado y con una coraza –en el pecho- la
cual estaba engastada con 12 piedras preciosas, símbolo de la 12 tribus de
Israel. En su cabeza una especie de gorra morada con una importante diadema con
una lámina de oro en la que estaba escrito ‘Santo y sagrado es el Señor’. En el
borde de la túnica tenía una serie de campanitas para que cuando el sumo
sacerdote se dirigiera hacia el santuario pasando entre la multitud todo el
mundo se percatase inmediatamente por el sonido de las campanitas de su
presencia. Los escribas iban vestidos,
no como el sumo sacerdote, pero se distinguían del pueblo. En la oración
ellos llevaban puesta en los hombros el ‘talit’, -Jesús lo usó únicamente
cuando rezaba- cuya característica eran esos copos con cuatro esquinas que
indicaban la lluvia copiosa de bendiciones que descendían sobre ellos desde el
Señor. Estaban elaborados de tejidos particulares y de una calidad superior
para presumir. Los profetas no llevaban uniforme porque ellos no buscaban ser
vistos, sino ser oídos. Esta forma de vestir y darse –de este modo los largos
paseos- era una forma patética porque ellos recurrían a este modo de vestir
para reclamar las miradas de la gente ya que era la búsqueda de la vanagloria.
Jesús se inspiró en estos comportamientos de los escribas, de los guías
espirituales del Templo, para decirles a sus discípulos que estas comedias, que
estas ostentaciones de vanidad Jesús no las soporta. La terapia que Jesús nos
sugiere es simple: no les mires, no seas espectador de esa comedia religiosa,
ya que si los espectadores dejan de hacerles caso y empiezan a mirar hacia otro
lado los propios comediantes deben interrumpir su actuación. Por eso no los
mires, ya se cansarán de hacer eso.
El segundo comportamiento
que Jesús denuncia: «que les hagan
reverencias en las plazas». No sólo iban vestidos de esa manera llamando la
atención, sino que también les hicieren reverencias y que les besara las manos
por la calle. Por la calle la gente les dejaba pasar, les cedían el paso, en el
mercado les servían los primeros: era todo un ritual a observar y cuando no
recibían estas deferencias se indignaban. Esto es un peligro oculto porque la
gente puede pensar que ciertas formas de respeto a ellos fuera una especie de
manifestación de amor a Dios. Jesús sostiene que todas las personas tienen el
mismo respeto, y nadie está por encima de otra. Y si queremos mostrar más
respeto o consideración sea hacia los pobres y los que padecen alguna
discapacidad… para todos aquellos que tienen mayor dificultad. Pero no para
aquellos que actúan como si fueran personas superiores. Jesús quita los títulos
honoríficos y nos dice que uno sólo es nuestro Padre y que todos nosotros somos
hermanos.
El tercer
comportamiento es «buscan los asientos de honor en las
sinagogas». Cuando en algún ‘sabbat’ llegaba un
personaje importante el jefe de la sinagoga le invitaba a sentarse en los
primeros puestos, es decir, en aquellos en los que estaba de cara a la gente,
para que todos lo pudiesen admirar y ser alabado por todos los presentes. Jesús
ha asistido a esta comedia y decía que ya habían recibido su recompensa y que
buscaban el aplauso y lo conseguían, por lo tanto no esperes más recompensa de
Dios (Cfr. Mt 6).
El cuarto comportamiento
que Jesús no soporta es «buscar los
primeros puestos en los banquetes». El primer puesto es el estar al lado
del propietario, luego tienes garantizado que te atienden mejor y antes que a
nadie. Jesús recurre a la ironía para denunciar esto como una comedia religiosa
y nos ofrece la terapia, por si acaso se presenta en la comunidad cristiana.
Jesús no quiere dividirnos de la gente, ni separarnos de la gente, como si
fuésemos otra casta, y es un ataque frontal a la lógica del evangelio, porque
en el evangelio el que es grande es porque precisamente elige ser el último
para servir al hermano.
Pero
hay un pecado mucho más grave que hacen estos guías espirituales (los escribas):
«y devoran los bienes de las viudas».
Los escribas devoran los bienes de las viudas; esto es lo más grave, el resto
eran comedias. Las viudas y los extranjeros constituían la categoría de las
personas más pobres e indefensas, sin protectores. El libro del Éxodo en el
capítulo 22 dice ‘tú no maltratarás a la viuda y al huérfano y al extranjero,
porque recuerda que tú fuiste extranjero en Egipto’. El Salmo 68 dice ‘Padre de
huérfanos y defensor de la viudas es Dios’. El Salmo 146 dice ‘el Señor protege
a los extranjeros, él sostiene al huérfano y a la viuda’. Las viudas en Israel
eran personas muy pobres y dependían totalmente de la sensibilidad y
generosidad de los hijos, ya que no les pertenecía la herencia del marido. El
capítulo 27 del libro de los Números establece cómo debían hacer para dividir
la herencia: pasaba al hijo mayor, de no haber, a la hija; de no haber al
hermano del marido; y si no había hermano del difunto pasaba a los hermanos del
padre del difunto y no a la viuda. Los escribas se habían aprovechado de la
ingenuidad y de la buena fe de estas simples mujeres indefensas y ellos pasaban
con una reputación de personas pías y religiosas y eran designados (los
escribas) como tutores de esos bienes de esas viudas, y se aprovechaban. En el
libro del Deuteronomio en el capítulo 14 se establece que el producto/ganancias
del Templo debe servir para ayudar al extranjero, el huérfano y la viuda. Y
aquí vemos que es precisamente una pobre viuda la que aporta dinero en el mismo
lugar que debería ella ser ayudada. Esta persona buena, con su sencillez y
buena fe está siendo explotada por una institución religiosa. De tal manera que
esta pobre viuda llegará a entregar lo que es necesario para su propia vida.
El último comportamiento
de estos escribas es que «y aparentan hacer largas oraciones. Esos recibirán una
condenación más rigurosa». Dice que los escribas rezan durante mucho tiempo
para ser vistos. Ellos querían comprar la confianza de la gente y para eso se
presentaban como personas devotas y piadosas.
«Estando Jesús sentado enfrente del
tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos
echaban mucho». Jesús se encuentra en el Templo y la
escena acontece en el atrio de las mujeres. Jesús estaba sentado enfrente del
tesoro. En el mundo antiguo los templos eran de hecho y desempeñaban la función
de banca o del tesoro. De hecho cuando venían los conquistadores iban al templo
a saquear ese dinero, esa banca. En el segundo libro de los Macabeos en el
capítulo 3 se dice que el tesoro de Jerusalén era un colmo de riquezas inmenso,
tanto que la montaña de la suma de dinero era incalculable.
Jesús
está sentado en el atrio de las mujeres y asiste a una primera escena: muchos
ricos arrojaban muchas monedas como ofrenda al Templo. Es preciso tener en
cuenta que las cajas/cestillos para recoger ese dinero estaban distribuidas a
lo largo de las paredes del atrio de las mujeres y había 13 cajas, las cuales
tenían la forma de trompetas y estaban hechos de bronce. Lo cual es fácil
imaginar cómo era el sonido que hacía resonar todas las monedas en ese
particular recipiente en forma de trompeta. ¿No se acuerdan lo que dice Jesús
en Mt 6, 2 «cuando hagas limosna no vayas
trompeteando por delante como hacen los hipócritas»? De aquí viene y Jesús,
de modo velado, hace referencia a esta comedia que él mismo había presenciado. El
sonido que emitían esas numerosas monedas en ese cestillo de bronce en forma de
trompeta era notable ya que resonaba por todo el atrio de las mujeres. Y más
resonaban cuando se echaban a la vez muchas monedas y además con fuerza dentro
de esa trompeta. Fundamentalmente para llamar la atención, por eso los ricos
echaban muchas.
Los
ricos dan mucho dinero en sus ofrendas al Templo. Es decir, los ricos dan su
apoyo incondicional y convencido a la institución religiosa. Ellos sostienen la
institución religiosa porque están en perfecta sintonía con ellos ya que ambos
–esta institución religiosa y los ricos- adoran al mismo dios: El dios dinero. Por
lo tanto entre ellos se apoyan recíprocamente. La institución religiosa que no
denuncia la injusticia cometidas por los ricos, poderosos y avariciosos es
apoyada por todos ellos. Por eso era tan molesto Jesús cuando dijo que ‘no se
puede servir a dos dioses, a Dios y al dinero’. Pero claro, aquí en este
evangelio los ricos aparecen como muy generosos al lanzar con fuerza tantas
monedas en esa trompeta de bronce haciendo resonar por todo el atrio de las
mujeres la importante donación que ellos entregaban a esa institución
religiosa.
Había
trece cajas o cestillos y en cada una de esas cajas o cestillos en forma de
trompeta iba indicada la finalidad de la ofrenda, podía ser para las tórtolas o
los pichones, para el incienso, la madera, los perfumes…, etc. Y había una caja
o cestillo número 13 que era para la ofrenda libre. El libro de la Mishná (del hebreo מִשְׁנָה,
‘estudio, repetición’)
(es la primera
gran colección escrita de
las tradiciones orales judías conocida como la Torá oral),
es un libro sagrado para los israelitas dice que aquellos que querían hacer una
ofrenda se lo tenían que entregar a un sacerdote y era el sacerdote el que se
encargaba de arrojar la ofrenda de esos israelitas a la caja.
La
caja número 13, que es la de las ofrendas libres, cada uno podía realizar su
propia finalidad. Jesús está siendo testigo de lo que está aconteciendo con la
viuda en esta caja número 13. Dice el evangelio de hoy: «Se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un
cuadrante. Llamando a sus discípulos, les dijo:
«En verdad os digo que esta viuda
pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han
echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo
que tenía para vivir».
Aparece
un segundo personaje: una viuda pobre. ¿Qué cosa hace esta pobre viuda? Se
dirige la caja/cofre número 13, que es la de las ofrendas libres de intención o
finalidad, y echa dos moneditas (que era la monedas hebraicas de cobre, la
cuales previamente había cambiado fuera en los cambistas del Templo) y que
servían únicamente sólo para las ofrendas del Templo. Y se hacía así porque no
se podía introducir en el Templo la moneda con la efigie del emperador, la
cuales habían quedado cambiadas en el mercado del Templo de Jerusalén. Recordemos
cómo Jesús volcó esas mesas con las monedas de los cambistas en el Templo. Eran
dos moneditas (la Pruta, hebreo: פרוטה, plural: prutot) con tan poco
valor que si se caían al suelo la gente no se tomaban la molestia de agacharse
a recogerlas.
El
evangelista Marcos que escribe para sus oyentes romanos aclara cuánto valía dos
de esas moneditas: un cuadrante, que en Roma era la moneda de bronce o de cobre
con el valor más bajo. En el tiempo del evangelista Marcos, con un cuadrante,
en Roma sólo se podía comprar una libra de pan, es decir, prácticamente nada.
La
viuda fue ese día al Templo al cestillo número 13 tratando de no llamar la atención,
no quería hacerse notar; pero ella no lo hace por humildad, es porque se
avergonzaba porque no podía entregar más dinero. Todos los demás echaban
abundantes monedas y ella no, por eso intentó no hacerse notar. Pero ella ese
día no pudo comer.
Jesús
no pretendía presentar a sus discípulos la viuda pobre como un modelo a imitar,
como si ella al dar poco porque tenía poco, nosotros debiéramos de tratar de dar
más. Pero no van por ahí los tiros. Jesús no quiso animar a las personas a
favorecer una casta sacerdotal corrupta y a un Templo que estaba destinado a
desaparecer. Jesús quería mostrar a sus discípulos hasta qué punto puede llegar
la injusticia y la hipocresía religiosa cuando se tributa culto al dinero.
Incluso se llega a aprovechar de la fe ingenua de la gente sencilla hasta el
punto de llegarles a quitar el pan de su boca a una pobre viuda. No es de
extrañar que a los pocos días el sumo sacerdote Caifás y Anás pidan la condena a muerte de Jesús.
Desgraciadamente en la Iglesia también se cae en este pecado. Es importante
recordar la recomendación que se nos ofrece en primera página de la Didajé (διδαχή)
que hace referencia a la limosna y exhorta a todos los cristianos a
dar/entregar a los necesitados y a no exigir la restitución o reembolso porque
el Padre del Cielo quiere que todos sus hijos sean partícipes de todos los
dones/regalos. Luego la recomendación es comparte los bienes con los hermanos. Dice
esto la διδαχή:
«A todo el que te pida, dale y no le reclames
nada, pues el Padre quiere que se dé a todos de sus propios dones.
Bienaventurado el que da conforme a este mandamiento; pues este es inocente.
¡Ay del que recibe! Si recibe porque tiene necesidad, será inocente; pero si
recibe sin tener necesidad, tendrá que dar cuenta de por qué recibió y para
qué: puesto en prisión, será examinado sobre lo que hizo, y no saldrá hasta que
no devuelva el último centavo».
La
Didajé exhorta a todos los cristianos a dar y comparte a los hermanos
necesitados todo lo que precisen, no exigiendo el reembolso o restitución de lo
previamente dado; ahora bien, advierte y mantiene en guardia a quienes reciben,
porque si uno recibe sin tener necesidad –fingiendo- tendrán que rendir cuentas
por su actuación de un modo muy riguroso.
Además
da otra recomendación la διδαχή cuando se entrega la limosna: «También está dicho acerca de esto: «¡Que tu
limosna sude en tus manos hasta que sepas a quién la das!». Es decir, no
seas impulsivo a la hora de dar tu limosna, espera, discierne a la hora de
ayudar con tu limosna. Piensa bien a quién se lo estás dando porque puede ser
empleado ese dinero de un modo perjudicial o dañino. La viuda, que nos hemos
encontrado en el relato evangélico de hoy, lamentablemente entregó su ofrenda a
la institución equivocada e hizo mal al entregar su limosna.
¿A
que ustedes no se esperaban esta conclusión? Estoy totalmente seguro que
ustedes, en las Eucaristías de este domingo, habrán oído que ‘hay que ser tan
generosos como la viuda pobre del evangelio’. Todo esto, aplicando en este
texto evangélico, es fruto de una moral barata o moralismo –‘tengo que hacer
esto o lo otro’- muy extendido entre las personas buenas y cristianas. Personas
buenas y cristianas pero que aún siguen anclados en la mera religiosidad natural
y explotados por algunos reincidentes sacerdotes, los cuales usando lenguajes y
teologías de otras épocas pretéritas y superadas se empeñan en afanarse en
proliferar con sus triduos y novenas -previa
ofrenda económica generosa por parte de los solicitantes a esos sacerdotes
- sin tener el más mínimo ánimo el predicador de evangelizar e iniciar procesos
de crecimiento en la fe y de conversión a ese pueblo y privando a esos fieles –que
echan muchas monedas- de experimentar la belleza de la fe en Cristo Resucitado.
Se entiende que el dios dinero es insaciable y que uno puede vender su
primogenitura (lo más importante que tiene) por un simple plato de lentejas
(Cfr. Gn 25, 29-34).
El
Señor nos pide que seamos generosos a la hora de hacer nuestras ofrendas, pero
revisa con cuidado antes dónde terminan y cómo serán usadas nuestras ofrendas.