domingo, 10 de noviembre de 2024

Homilía del Domingo XXXII del Tiempo Ordinario, ciclo b Mc 12, 38-44 La viuda pobre

 

Domingo XXXII del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Mc 12, 38-44          La pobre viuda y su limosna

 

            El texto del evangelio de hoy es muy importante para el evangelista san Marcos ya que es el último episodio antes de la historia que comienza con la Pasión.

 

            El episodio de la pobre viuda no puede ser interpretado como una llamada a ser generosos en las colectas parroquiales, diocesana y ayudas de cualquier otro tipo. Esta interpretación a ser más generosos contradice el contexto de este episodio. ¿Cómo es posible que Jesús apruebe lo que hace esta pobre viuda que se priva de lo necesario para poder vivir? ¿Esto es acaso un modelo a imitar? Se priva de lo necesario para hacer una ofrenda ¿a quién? A una institución religiosa corrupta a la que Jesús repetidamente ha condenado, la cual está tripulada por los sumos sacerdotes a los que él había llamado ladrones, bandidos, explotadores de la fe ingenia de las gente sencilla como esta pobre viuda. Recordemos que lo que Jesús hizo días anteriores, que entró en el Templo y echó a todos los vendedores y comerciantes del Templo diciéndoles que esta casa la habían convertido en cueva de ladrones (cfr. Mc 11, 15-19). Entonces ¿cómo es posible que Jesús presente como ejemplo a imitar a esta pobre viuda que pone toda su vida como ofrenda a esta institución religiosa corrupta? Después de este episodio un discípulo de Jesús se le acercará y le mostrará la belleza del Templo (Cfr. Mc 13, 1-4) y Jesús le dirá que no quedará piedra sobre piedra y que todo quedará destruido. Conociendo este contexto ¿cómo es posible que Jesús alabe a la pobre viuda que hace su ofrenda a una institución religiosa destinada a desaparecer junto con su Templo?

 

El mensaje que Jesús empieza con un ataque de Jesús al comportamiento de los escribas, los cuales eran una parte constitutiva de esta institución religiosa.

«¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en las plazas, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes».

El Señor nos dice que ‘cuidado con los escribas’, que es tanto como decir ‘mantén tus ojos en ello’; estate en guardia con los escribas. Jesús ha detectado en los escribas unos comportamientos inaceptables que están en abierto contraste con la imagen del hombre que él mismo nos propone. La preocupación de Jesús era que estas actitudes de los escribas sean asumidas por los hermanos de la comunidad de sus discípulos. Los escribas son personas que se les considera unidas con Dios, por eso el peligro es mayor y más sutil. Por eso Jesús pone en guardia frente a este peligro y recurre a un lenguaje diferente al que nos tiene acostumbrado: ataca estos comportamientos usando la sátira, la ironía ya que considera ridículos estos comportamientos de los escribas. Les está diciendo a los discípulos que ‘no se vuelvan tan ridículos como los escribas’.

Los escribas eran los encargados de transcribir/copiar los documentos y estudiaban los libros sagrados. El libro del Sirácida o Eclesiástico capítulo 38-39 son páginas memorables en la que se elogia a los escribas; naturalmente el elogio fue escrito por un escriba e incluso llega a decir cosas como estas: «¿Cómo se va a hacer sabio el que agarra el arado y se siente orgulloso de blandir su aguijada, el que ocupa todo su tiempo en guiar bueyes y no habla más que de novillos?». No es el mismo caso de aquel que se dedica a estudiar las leyes del Altísimo, el escriba, a los cuales estudian la sabiduría, las profecías y preserva los dichos de los hombres famosos… «Indaga la sabiduría de los antiguos, y se dedica a estudiar las profecías (…) Las naciones hablarán de su sabiduría y la asamblea proclamará su alabanza. Mientras viva, será famoso entre mil, y cuando muera, esto le bastará» (Eclo 39).

Los escribas dedicaban toda su vida al estudio de los textos sagrados y cuando llegaban a los 45 años se les imponía las manos y así, de este modo, recibían el espíritu de Moisés y desde ese momento eran la palabra viva de Dios. Cuando se daban contradicciones entre lo que decía el texto sagrado y otras interpretaciones bastaba su única interpretación. Su autoridad moral era superior a la del sumo sacerdote. Importante resaltar que Jesús no está hablando de los escribas como personas, sino del comportamiento presente en algunos de los escribas, y Jesús no quiere que esos comportamientos reaparezcan en sus discípulos.

 

El primer comportamiento que Jesús no soporta es «les encanta pasearse con amplio ropaje».  Les encanta los uniformes y las batas. ¿Por qué lo hacían? Lo hacían para destacarse de los demás y demostrar con su vestido que no pertenecían a la gente común, que ellos estaban fuera del rebaño, por encima del rebaño de la gente. Su vestido decía que ellos pertenecían a un nivel superior y que eran más santos y más cercanos a Dios que el resto del vulgo o chusma. El historiador Flavio Josefo que era también sacerdote del Templo y que conocía muy bien cómo eran las cosas describe al sumo sacerdote cuando se ve inundado (de gente ilustre y riquezas en el Templo) durante las grandes fiestas y dice que cuando el pueblo lo vio, vertieron lágrimas de alegría porque creían incluso ver a Dios en su representando en la tierra. Iba con un delantal de color morado y con una coraza –en el pecho- la cual estaba engastada con 12 piedras preciosas, símbolo de la 12 tribus de Israel. En su cabeza una especie de gorra morada con una importante diadema con una lámina de oro en la que estaba escrito ‘Santo y sagrado es el Señor’. En el borde de la túnica tenía una serie de campanitas para que cuando el sumo sacerdote se dirigiera hacia el santuario pasando entre la multitud todo el mundo se percatase inmediatamente por el sonido de las campanitas de su presencia. Los escribas iban vestidos,  no como el sumo sacerdote, pero se distinguían del pueblo. En la oración ellos llevaban puesta en los hombros el ‘talit’, -Jesús lo usó únicamente cuando rezaba- cuya característica eran esos copos con cuatro esquinas que indicaban la lluvia copiosa de bendiciones que descendían sobre ellos desde el Señor. Estaban elaborados de tejidos particulares y de una calidad superior para presumir. Los profetas no llevaban uniforme porque ellos no buscaban ser vistos, sino ser oídos. Esta forma de vestir y darse –de este modo los largos paseos- era una forma patética porque ellos recurrían a este modo de vestir para reclamar las miradas de la gente ya que era la búsqueda de la vanagloria. Jesús se inspiró en estos comportamientos de los escribas, de los guías espirituales del Templo, para decirles a sus discípulos que estas comedias, que estas ostentaciones de vanidad Jesús no las soporta. La terapia que Jesús nos sugiere es simple: no les mires, no seas espectador de esa comedia religiosa, ya que si los espectadores dejan de hacerles caso y empiezan a mirar hacia otro lado los propios comediantes deben interrumpir su actuación. Por eso no los mires, ya se cansarán de hacer eso.

 

El segundo comportamiento que Jesús denuncia: «que les hagan reverencias en las plazas». No sólo iban vestidos de esa manera llamando la atención, sino que también les hicieren reverencias y que les besara las manos por la calle. Por la calle la gente les dejaba pasar, les cedían el paso, en el mercado les servían los primeros: era todo un ritual a observar y cuando no recibían estas deferencias se indignaban. Esto es un peligro oculto porque la gente puede pensar que ciertas formas de respeto a ellos fuera una especie de manifestación de amor a Dios. Jesús sostiene que todas las personas tienen el mismo respeto, y nadie está por encima de otra. Y si queremos mostrar más respeto o consideración sea hacia los pobres y los que padecen alguna discapacidad… para todos aquellos que tienen mayor dificultad. Pero no para aquellos que actúan como si fueran personas superiores. Jesús quita los títulos honoríficos y nos dice que uno sólo es nuestro Padre y que todos nosotros somos hermanos.

 

El tercer comportamiento es «buscan los asientos de honor en las sinagogas». Cuando en algún ‘sabbat’ llegaba un personaje importante el jefe de la sinagoga le invitaba a sentarse en los primeros puestos, es decir, en aquellos en los que estaba de cara a la gente, para que todos lo pudiesen admirar y ser alabado por todos los presentes. Jesús ha asistido a esta comedia y decía que ya habían recibido su recompensa y que buscaban el aplauso y lo conseguían, por lo tanto no esperes más recompensa de Dios (Cfr. Mt 6).

 

El cuarto comportamiento que Jesús no soporta es «buscar los primeros puestos en los banquetes». El primer puesto es el estar al lado del propietario, luego tienes garantizado que te atienden mejor y antes que a nadie. Jesús recurre a la ironía para denunciar esto como una comedia religiosa y nos ofrece la terapia, por si acaso se presenta en la comunidad cristiana. Jesús no quiere dividirnos de la gente, ni separarnos de la gente, como si fuésemos otra casta, y es un ataque frontal a la lógica del evangelio, porque en el evangelio el que es grande es porque precisamente elige ser el último para servir al hermano.

 

Pero hay un pecado mucho más grave que hacen estos guías espirituales (los escribas): «y devoran los bienes de las viudas». Los escribas devoran los bienes de las viudas; esto es lo más grave, el resto eran comedias. Las viudas y los extranjeros constituían la categoría de las personas más pobres e indefensas, sin protectores. El libro del Éxodo en el capítulo 22 dice ‘tú no maltratarás a la viuda y al huérfano y al extranjero, porque recuerda que tú fuiste extranjero en Egipto’. El Salmo 68 dice ‘Padre de huérfanos y defensor de la viudas es Dios’. El Salmo 146 dice ‘el Señor protege a los extranjeros, él sostiene al huérfano y a la viuda’. Las viudas en Israel eran personas muy pobres y dependían totalmente de la sensibilidad y generosidad de los hijos, ya que no les pertenecía la herencia del marido. El capítulo 27 del libro de los Números establece cómo debían hacer para dividir la herencia: pasaba al hijo mayor, de no haber, a la hija; de no haber al hermano del marido; y si no había hermano del difunto pasaba a los hermanos del padre del difunto y no a la viuda. Los escribas se habían aprovechado de la ingenuidad y de la buena fe de estas simples mujeres indefensas y ellos pasaban con una reputación de personas pías y religiosas y eran designados (los escribas) como tutores de esos bienes de esas viudas, y se aprovechaban. En el libro del Deuteronomio en el capítulo 14 se establece que el producto/ganancias del Templo debe servir para ayudar al extranjero, el huérfano y la viuda. Y aquí vemos que es precisamente una pobre viuda la que aporta dinero en el mismo lugar que debería ella ser ayudada. Esta persona buena, con su sencillez y buena fe está siendo explotada por una institución religiosa. De tal manera que esta pobre viuda llegará a entregar lo que es necesario para su propia vida.

El último comportamiento de estos escribas es que «y aparentan  hacer largas oraciones. Esos recibirán una condenación más rigurosa». Dice que los escribas rezan durante mucho tiempo para ser vistos. Ellos querían comprar la confianza de la gente y para eso se presentaban como personas devotas y piadosas.

 

«Estando Jesús sentado enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban mucho». Jesús se encuentra en el Templo y la escena acontece en el atrio de las mujeres. Jesús estaba sentado enfrente del tesoro. En el mundo antiguo los templos eran de hecho y desempeñaban la función de banca o del tesoro. De hecho cuando venían los conquistadores iban al templo a saquear ese dinero, esa banca. En el segundo libro de los Macabeos en el capítulo 3 se dice que el tesoro de Jerusalén era un colmo de riquezas inmenso, tanto que la montaña de la suma de dinero era incalculable.

 

Jesús está sentado en el atrio de las mujeres y asiste a una primera escena: muchos ricos arrojaban muchas monedas como ofrenda al Templo. Es preciso tener en cuenta que las cajas/cestillos para recoger ese dinero estaban distribuidas a lo largo de las paredes del atrio de las mujeres y había 13 cajas, las cuales tenían la forma de trompetas y estaban hechos de bronce. Lo cual es fácil imaginar cómo era el sonido que hacía resonar todas las monedas en ese particular recipiente en forma de trompeta. ¿No se acuerdan lo que dice Jesús en Mt 6, 2 «cuando hagas limosna no vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas»? De aquí viene y Jesús, de modo velado, hace referencia a esta comedia que él mismo había presenciado. El sonido que emitían esas numerosas monedas en ese cestillo de bronce en forma de trompeta era notable ya que resonaba por todo el atrio de las mujeres. Y más resonaban cuando se echaban a la vez muchas monedas y además con fuerza dentro de esa trompeta. Fundamentalmente para llamar la atención, por eso los ricos echaban muchas.  

Los ricos dan mucho dinero en sus ofrendas al Templo. Es decir, los ricos dan su apoyo incondicional y convencido a la institución religiosa. Ellos sostienen la institución religiosa porque están en perfecta sintonía con ellos ya que ambos –esta institución religiosa y los ricos- adoran al mismo dios: El dios dinero. Por lo tanto entre ellos se apoyan recíprocamente. La institución religiosa que no denuncia la injusticia cometidas por los ricos, poderosos y avariciosos es apoyada por todos ellos. Por eso era tan molesto Jesús cuando dijo que ‘no se puede servir a dos dioses, a Dios y al dinero’. Pero claro, aquí en este evangelio los ricos aparecen como muy generosos al lanzar con fuerza tantas monedas en esa trompeta de bronce haciendo resonar por todo el atrio de las mujeres la importante donación que ellos entregaban a esa institución religiosa.

 

Había trece cajas o cestillos y en cada una de esas cajas o cestillos en forma de trompeta iba indicada la finalidad de la ofrenda, podía ser para las tórtolas o los pichones, para el incienso, la madera, los perfumes…, etc. Y había una caja o cestillo número 13 que era para la ofrenda libre. El libro de la Mishná (del hebreo מִשְׁנָה, ‘estudio, repetición’)

(es la primera gran colección escrita de las tradiciones orales judías conocida como la Torá oral), es un libro sagrado para los israelitas dice que aquellos que querían hacer una ofrenda se lo tenían que entregar a un sacerdote y era el sacerdote el que se encargaba de arrojar la ofrenda de esos israelitas a la caja.

 

La caja número 13, que es la de las ofrendas libres, cada uno podía realizar su propia finalidad. Jesús está siendo testigo de lo que está aconteciendo con la viuda en esta caja número 13. Dice el evangelio de hoy: «Se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante. Llamando a sus discípulos, les dijo:

«En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

Aparece un segundo personaje: una viuda pobre. ¿Qué cosa hace esta pobre viuda? Se dirige la caja/cofre número 13, que es la de las ofrendas libres de intención o finalidad, y echa dos moneditas (que era la monedas hebraicas de cobre, la cuales previamente había cambiado fuera en los cambistas del Templo) y que servían únicamente sólo para las ofrendas del Templo. Y se hacía así porque no se podía introducir en el Templo la moneda con la efigie del emperador, la cuales habían quedado cambiadas en el mercado del Templo de Jerusalén. Recordemos cómo Jesús volcó esas mesas con las monedas de los cambistas en el Templo. Eran dos moneditas (la Pruta, hebreo: פרוטה‎, plural: prutot) con tan poco valor que si se caían al suelo la gente no se tomaban la molestia de agacharse a recogerlas.

El evangelista Marcos que escribe para sus oyentes romanos aclara cuánto valía dos de esas moneditas: un cuadrante, que en Roma era la moneda de bronce o de cobre con el valor más bajo. En el tiempo del evangelista Marcos, con un cuadrante, en Roma sólo se podía comprar una libra de pan, es decir, prácticamente nada.

 

La viuda fue ese día al Templo al cestillo número 13 tratando de no llamar la atención, no quería hacerse notar; pero ella no lo hace por humildad, es porque se avergonzaba porque no podía entregar más dinero. Todos los demás echaban abundantes monedas y ella no, por eso intentó no hacerse notar. Pero ella ese día no pudo comer.

 

Jesús no pretendía presentar a sus discípulos la viuda pobre como un modelo a imitar, como si ella al dar poco porque tenía poco, nosotros debiéramos de tratar de dar más. Pero no van por ahí los tiros. Jesús no quiso animar a las personas a favorecer una casta sacerdotal corrupta y a un Templo que estaba destinado a desaparecer. Jesús quería mostrar a sus discípulos hasta qué punto puede llegar la injusticia y la hipocresía religiosa cuando se tributa culto al dinero. Incluso se llega a aprovechar de la fe ingenua de la gente sencilla hasta el punto de llegarles a quitar el pan de su boca a una pobre viuda. No es de extrañar que a los pocos días el sumo sacerdote Caifás y Anás  pidan la condena a muerte de Jesús. Desgraciadamente en la Iglesia también se cae en este pecado. Es importante recordar la recomendación que se nos ofrece en primera página de la Didajé (διδαχή) que hace referencia a la limosna y exhorta a todos los cristianos a dar/entregar a los necesitados y a no exigir la restitución o reembolso porque el Padre del Cielo quiere que todos sus hijos sean partícipes de todos los dones/regalos. Luego la recomendación es comparte los bienes con los hermanos. Dice esto la διδαχή:

«A todo el que te pida, dale y no le reclames nada, pues el Padre quiere que se dé a todos de sus propios dones. Bienaventurado el que da conforme a este mandamiento; pues este es inocente. ¡Ay del que recibe! Si recibe porque tiene necesidad, será inocente; pero si recibe sin tener necesidad, tendrá que dar cuenta de por qué recibió y para qué: puesto en prisión, será examinado sobre lo que hizo, y no saldrá hasta que no devuelva el último centavo».

La Didajé exhorta a todos los cristianos a dar y comparte a los hermanos necesitados todo lo que precisen, no exigiendo el reembolso o restitución de lo previamente dado; ahora bien, advierte y mantiene en guardia a quienes reciben, porque si uno recibe sin tener necesidad –fingiendo- tendrán que rendir cuentas por su actuación de un modo muy riguroso.

Además da otra recomendación la διδαχή cuando se entrega la limosna: «También está dicho acerca de esto: «¡Que tu limosna sude en tus manos hasta que sepas a quién la das!». Es decir, no seas impulsivo a la hora de dar tu limosna, espera, discierne a la hora de ayudar con tu limosna. Piensa bien a quién se lo estás dando porque puede ser empleado ese dinero de un modo perjudicial o dañino. La viuda, que nos hemos encontrado en el relato evangélico de hoy, lamentablemente entregó su ofrenda a la institución equivocada e hizo mal al entregar su limosna.

¿A que ustedes no se esperaban esta conclusión? Estoy totalmente seguro que ustedes, en las Eucaristías de este domingo, habrán oído que ‘hay que ser tan generosos como la viuda pobre del evangelio’. Todo esto, aplicando en este texto evangélico, es fruto de una moral barata o moralismo –‘tengo que hacer esto o lo otro’- muy extendido entre las personas buenas y cristianas. Personas buenas y cristianas pero que aún siguen anclados en la mera religiosidad natural y explotados por algunos reincidentes  sacerdotes, los cuales usando lenguajes y teologías de otras épocas pretéritas y superadas se empeñan en afanarse en proliferar con sus triduos y novenas -previa ofrenda económica generosa por parte de los solicitantes a esos sacerdotes - sin tener el más mínimo ánimo el predicador de evangelizar e iniciar procesos de crecimiento en la fe y de conversión a ese pueblo y privando a esos fieles –que echan muchas monedas- de experimentar la belleza de la fe en Cristo Resucitado. Se entiende que el dios dinero es insaciable y que uno puede vender su primogenitura (lo más importante que tiene) por un simple plato de lentejas (Cfr. Gn 25, 29-34).

 

El Señor nos pide que seamos generosos a la hora de hacer nuestras ofrendas, pero revisa con cuidado antes dónde terminan y cómo serán usadas nuestras ofrendas. 



sábado, 2 de noviembre de 2024

Homilía del Domingo XXXI del Tiempo Ordinario, Ciclo b Mc 12, 28b-34

 

Homilía del Domingo XXXI Tiempo Ordinario, Ciclo B

Mc 12, 28b-34   

            En el evangelio del domingo de la semana pasada se proclamó el texto evangélico de la curación del ciego Bartimeo, el ciego de Jericó, el cual después de recuperar la vista comenzó su nueva vida siguiendo a Jesús.

            Nos encontramos en la semana anterior a la Pascua y la ciudad santa y la explanada del Templo de Jerusalén está repleta de peregrinos. De entre esta multitud algunos conocen a Jesús, otros han oído hablar de él pero lo respetan porque sabe que ha curado a muchos enfermos. De tal modo que Jesús es amado por el pueblo. Pero está latente un serio conflicto con la institución religiosa, los escribas, los rabinos, los fariseos ya que todos estos le consideran un seductor del pueblo, un herético que está enseñando doctrinas contrarias a la tradición. De tal modo que ellos ya habían decidido eliminar a Jesús. El evangelista Marcos nos cuenta cómo transcurrió su última semana en la ciudad santa. Jesús está con los Doce en el Templo y tan pronto como transcurre la noche se va a Betania, de tal modo que a la mañana siguiente retorna al Templo e hizo un gesto muy molesto y potente: Arremetió contra los vendedores y compradores, volcó las mesas de los cambistas, y los echó a todos fuera del Templo y les llama seriamente la atención al decirles que ‘mi casa es una casa de oración y vosotros lo habéis convertido en una cueva de ladrones’. Realmente es un gesto un tanto desconcertante el de Jesús, pero es el modo de manifestar su profunda indignación por la mezcla que allí de daba de la práctica religiosa, del interés religioso, del dinero y de lo económico, lo cual claramente Dios no soporta.  Pero no sólo por todo esto, sino también que el gesto de Jesús tenía un significado mucho más fuerte: Es la condena de la relación comercial con Dios. Los guías espirituales habían enseñado que para obtener gracias y favores de Dios –la fecundidad de los campos, la fertilidad de los animales, la buena salud, la protección contra los infortunios/desgracias…- tenían que ofrecerle algo, ya fueran holocaustos, sacrificios. Y los sacerdotes desempeñaban la función de ser los mediadores. Es decir, que todas las ofrendas las tenían que pasar a través de los sacerdotes, el pueblo no podía hacerlo directamente. Sin embargo Jesús enseñaba que no hay que ofrecer nada a Dios porque el Padre del Cielo concede gratuitamente todos los dones y para todos, incluso a la gente malvada. Los sacerdotes del Templo se dieron cuenta que si Dios es amor gratuito e incondicional su propia profesión sacerdotal ya no tenía razón para seguir existiendo  porque el culto del Templo estaba destinado a desaparecer.

            Es cierto que la relación comercial con Dios es algo que sigue estando presente en nosotros, ya no le ofrecemos holocaustos o sacrificios de animales, pero podemos seguir pensando que para poder obtener sus beneficios es necesario ofrecerle nuestros buenos deseos, nuestras oraciones para obtener, como si de un trueque se tratase, nuestros deseos. Pero el Dios de Jesús de Nazaret es un Dios que se dona a sí mismo y es un amor incondicional. Nosotros podemos hacer las buenas obras porque siguiendo la luz que él nos dona nos volvemos más bellos, más santos, más humanos y menos animales. Nos vamos asemejando más a Jesús. Dios no quiere una relación comercial con nosotros, sólo tenemos que agradecérselo. Este suceso acontecido en el Templo es el desencadenante serio del conflicto con la autoridad religiosa.

            Es más, después de esta escena el evangelista Marcos continúa presentando siete disputas en las que Jesús está involucrado. Los sacerdotes, los escribas, fariseos y ancianos le formulan preguntas capciosas porque le quieren acusar. Recordemos aquella pregunta si sobre si era lícito pagar el tributo al César. A ellos sólo les mueve el odio contra Jesús.

            El evangelio de hoy va enmarcado en este contexto polémico; se trata del quinto de las siete disputas. Pero en este caso es una disputa un tanto diferente a las demás.

            Un maestro de la ley, un rabino que ha asistido a las cuatro disputas anteriores y se ha quedado admirado por la sabiduría de Jesús a la hora de responderlas. Pero este rabino, a diferencia de sus colegas no cultiva el odio hacia Jesús, sino que es sincero y busca sólo la verdad. Desea conocer la opinión de Jesús respecto a una cuestión que era muy debatida entre los propios rabinos: ¿Cuál es el mandamiento primero de todos? Recordemos que la Torá contaba con 613 mandamientos. Se trataba de decidir cuál era el mandamiento del que iba a derivarse todos los demás. No era una cuestión ociosa. Tenemos un primer mandamiento del cual dependen todos los demás, de tal modo que todas las decisiones que tomásemos en nuestra vida iban a estar sometido a ese primer mandamiento. Si tu primer mandamiento es tienes que trabajar, deberás comprometerte, levantarte muy temprano para trabajar, y si fuera necesario tienes que hacer trampa, robar, explotar al más débil…

            ¿Cuál es el primer mandamiento del que dependen todas las decisiones que tomes durante toda tu vida? Durante la época de Jesús sector muy importante de rabinos defendían que el primer mandamiento era el no tener más dioses, sólo Dios, sólo ‘Adonai’, el Señor. De este modo este al ser el primer mandamiento el resto eran derivaciones. Otros rabinos sostenían que el primer mandamiento era ‘ama a tu prójimo como a ti mismo’ ya que este era el gran principio de la Torá.

            El rabino se esperaba que Jesús seleccionase como el primero de los mandamientos uno de los dados a Moisés. Sin embargo le dijo que el precepto del que depende todos los demás preceptos está en la profesión de fe que todos los judíos recitan –incluso hoy- dos veces al día. Está tomado en el capítulo 6 del libro del Deuteronomio (Dt. 6, 4) y que comienza con «Escucha, Israel» «Shemá Israel (del hebreo, שְׁמַע יִשְׂרָאֵל, 'EscuchaIsrael'). Por cinco veces es repetido en el libro del Deuteronomio, escucha a tu único Señor, no escuches a otros dioses, no prestes atención a los ídolos.

Pero escuchar no es nada fácil. Es fácil el oír, el sentir, ya que nuestro aparato auditivo se activa automáticamente ante un sonido o cuando alguno habla. Pero escuchar es otra cosa, significa involucrarse emotivamente con los que están ahí y con los que te hablan. Seguro que es una experiencia que hayas tenido. Hemos visto cómo los judíos en oración que se cubren los ojos con la mano o con un velo. Lo hacen cuando recitan el ‘shemá Israel’, la profesión de fe. ¿Cómo es que cierran los ojos? Porque el israelita no es alguien que ve a su Dios, sino aquel que escucha a su Dios y se tapa los ojos para no distraerse; para poderse concentrar en lo que el Señor le dice. Sino cierras los ojos estarás distraído por modelos de vida que circulan a tu alrededor; si no se crea un silencio interior, sino silencias interiormente tus ideas y creencias no podrás tener las condiciones para poder aceptar la entrada de Señor que te habla y te terminarás cerrando a su palabra. Escuchar significa permitir a alguien que venga a entrar en nuestra vida con sus palabras, con sus sugerencias para convertirnos en lo que escuchamos. Nos convertimos en lo que nos propusimos dejar entrar en nuestro corazón, en nuestra mente. A ‘Adonai’ a ha de ser el único Señor al que tu escuches, no escucharás a otros dioses. Si tu escuchas al dios equivocado, a un ídolo, si le permites entrar dentro de ti, el ídolo de arruina. Si escuchas al dinero, si le dejas entrar en tu mente y en tu corazón sus propuestas te arruinan.

Jesús indica cómo debemos involucrarnos en esta escucha: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser». Amar al Señor con todo el corazón es amarlo con la sede del sentimiento, pero también el corazón es el centro del cual se generan y comienzan todas las opciones y todas las decisiones. El amor del que se habla aquí indica la participación en la vida total con Dios. Lo mismo que pasa con el esposo y la esposa. La esposa entrega toda su vida y ella misma a su esposo, porque sabe que sólo por él será amada y sólo él puede hacerla feliz. Amar a Dios con todo el corazón significa mantenerse siempre en plena armonía/sintonía con los pensamientos divinos, con su diseño divino. Este amor ha de ser total, todo el corazón, porque el Dios de Israel no es como los dioses paganos que no se ponen celosos. Uno podría adorar a Júpiter y también a Saturno y también a Mercurio –el patrono de los ladrones-, pero no eran celosos el uno del otro. El Dios de Israel no soporta los otros amantes. De tal modo que si tú tributas culto al dinero –por ejemplo- no podrás ser feliz.

Además hemos de amar a Dios ‘como todo el alma’, es decir con toda la persona, con toda la vida; cada momento de tu vida ha de ser orientada por la luz que viene de Dios, no de los ídolos. Toda tu vida ha de estar orientada según la realización del diseño planteado por Dios.

Amar a Dios ‘con todas las fuerzas’, es decir, amar a Dios con todos tus dones, con todos los regalos que tienes en tus manos. Estas llamado a poner todos tus dones y regalos –dados previamente por Dios- a disposición de los hermanos para ser así lo más fiel posible a su diseño de amor.

Hace una clara alusión a la fe del pueblo de Israel cuando dice ‘lo amaras con toda tu mente’. Si la adhesión a Dios es auténtica, sólida, inquebrantable, por lo que no se puede fundar o cimentar en emociones fugaces que lo hagan depender de cualquier devoción; debe de involucrarse la mente, la razón, el intelecto; debe de ser el resultado de una elección consciente, bien pensada. Cuando las cosas son razonables es cuando uno puede hacer las elecciones y me encomiendo al Señor. La fe auténtica no tiene nada en común con la credulidad, con las supersticiones, con ciertas prácticas devocionales. Nuestra fe ha de ser razonable, no racional.

Cuando el Señor complementa este mandamiento con el segundo: «y al prójimo como a uno mismo» es hacer una apuesta por el amor, por la vida. Amar significa tomar posición a favor de la vida. ¿Yo estoy a favor de la vida o ser causa de muerte? Cuando Jesús dice que uno ame al otro como a uno mismo hay que recordar que Jesús no está hablando a un discípulo, está hablando a un hebreo (el rabino). El rabino conoce muy bien la medida máxima del amor que está recogido en el Antiguo Testamento, en el capítulo 19 del Levítico donde queda escrito «no tomarás venganza, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lv 19, 18). El hombre no es el límite del amor,  ya que Jesús dirá «amaos los unos a los otros como yo os he amado». Del mismo modo de cómo nos ha amado Jesús nosotros hemos de estar prontos para amar del mismo modo, incluso al enemigo, a aquel que te está haciendo el mal: amar hasta a aquel que está dispuesto a quitarte la vida.

¿Qué relación hay entre los dos mandamientos? El amor al hombre. San Pablo en la carta a los romanos nos dice que todos los preceptos, no cometerás adulterio, no matar, no robar… todos los mandamientos se resumen en una palabra: ama a tu prójimo como a ti mismo y así cumples toda la ley. Cuando escribe a los gálatas les dice que toda la ley se cumple en su plenitud en un solo precepto: amarás a tu prójimo como a ti mismo. No se pueden separar estos dos mandamientos porque sólo es manifestación de un único amor que involucra a Dios y a todos sus hijos. Es el mismo amor de Dios que atravesándonos a cada uno llega a todos. Dios es el único fundamento del amor al prójimo porque amamos con su amor. Si eliminamos a Dios es muy difícil encontrar un fundamento sólido para amar incondicionalmente al hermano, sobre todo si ese hermano te quiere mal y te hace daño. Si eliminamos a Dios es muy difícil plantear un fundamento del amor.

El rabino da la razón a Jesús por sus palabras. Recordemos el camino espiritual de este rabino, ya que podría tratarse de nuestra historia. El primer paso que hace, a diferencia de sus colegas rabinos, es que no tiene prejuicios contra Jesús. Se acerca a Jesús porque busca la verdad y por lo tanto tiene un corazón puro. Si alguien cultiva ideas preconcebidas contra el evangelio no podrá ni siquiera lograr este primer paso y quedará lejos del Reino de Dios. El segundo paso es que ha comenzado a comprender la verdad no se contenta y siempre desea saber más y por eso acude a Jesús. Este rabino entiende que las palabras de Jesús son verdaderas, son ciertas. El tercer paso, después de que Jesús le ha dicho el primer mandamiento le da la razón, lo que significa que él ha interiorizado la respuesta de Jesús. Y el último paso que da el rabino es que ha roto con la concepción difusa en Israel de era relación con Dios con los ritos y sacrificios; ha descubierto que se entra en armonía con el Señor cuando se ama. Hasta tal punto que Jesús le dice ‘no estás lejos del reino de Dios’. Si nos acercamos al reino de Dios es preciso dar la bienvenida a esa propuesta de Cristo para crear una nueva sociedad basada en el amor de Dios manifestado en nuestros hermanos.

viernes, 1 de noviembre de 2024

Homilía de Todos los Santos 2024 Bienaventuranzas

 

Homilía de Todos los Santos 2024

Mt 5, 1-12a   BIENAVENTURANZAS

            En el Gloria decimos de Dios que «sólo tú eres Santo»; que sólo Dios es santo. Entonces ¿por qué llamamos santos a aquellos que no son Dios? Llamamos santos a esta gran comunidad de hermanos que habiendo pasado por el trance de la muerte, tienen una profunda adhesión a Cristo.

            Los primeros discípulos eran llamados con varios nombres: Inicialmente fueron llamados ‘galileos’, lo cual era sinónimo de ‘revoltoso’ y ‘nazarenos’ entendido con un matiz despectivo porque de allí procedía Jesús. En Antioquía empezaron a ser llamados ‘cristianos’; cristianos significa ‘ungidos’, es decir, los seguidores de un ‘ungido’ del Señor que había acabado sus vidas en la tierra en el patíbulo.

            Los cristianos entre ellos se calificaban, se llamaban como ‘hermanos’, ‘los creyentes’, ‘los discípulos del Señor’, ‘los hombres del camino’, ‘los santos’. Cuando San Pablo se dirige a sus comunidades comienza prácticamente las epístolas/cartas con expresiones como estas: «Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos (…)» (Fil 1,1); «Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, y Timoteo el hermano, a los santos de Colosas (…)» (Col 1,1); «A todos los amados de Dios que estáis en Roma, santos por vocación» (Rm 1, 7). Pablo se refería a personas en concreto que habitaban en Filipo, Éfeso, Corinto, Roma. Los llamaba así porque santo significa ‘cortar de lo de fuera’, de lo de la multitud de las personas del mundo. No para que el cristiano viva separado del mundo o que desprecie a los hombres. ‘Santo’ es optar/tomar una decisión de vida por esa luz de Cristo que nos va configurando de una manera diferente respecto a los otros hombre.

            Hoy el evangelio nos presenta la imagen del único santo que es Cristo. Y nos presenta la imagen de Cristo a través de las bienaventuranzas. Orígenes nos decía que las bienaventuranzas son la imagen de Jesús, son iconos de la figura espiritual de Jesús. Ahora bien, podríamos ser llamados santos si en nosotros reproducimos lo que significan estas bienaventuranzas.

            La pregunta fundamental que Cristo nos hace es ¿hasta qué punto estás dispuesto a jugarte la vida por el Señor? Si deseas recibir el elogio de ‘beato’ por parte de Dios tu vida ha de ser guiada por esa luz de Cristo que te ayudará a ‘cortar con todas aquellas cosas que no vengan de Dios’. ¿Por qué valores quieres tú arriesgar tu vida?

            Aceptar el camino de Jesús implica y exige un camino de purificación y de meditación profunda, porque nos guste o no somos muy lentos para asumir y dejarnos influenciar por la luz de Dios. Todos tendemos a intentar ser beatos en el sentido mundano, es decir: el éxito, el dinero, las seguridades, los afectos. Lo que es atrayente en lo mundano es una tentación clara, evidente y fuerte que nos dificulta dejarnos influir por la luz de Cristo. Por eso es tan importante ‘volver al amor primero’, aceptar esta propuesta de pertenecer a la comunidad que sigue a Cristo, el Santo, el Beato.

 

            Cristo dice «bienaventurados/beatos los pobres en el espíritu». ¿Quién es el pobre en el espíritu? El ideal del cristiano no es la miseria; el amor del cristiano es el amor en la comunidad que acoge la propuesta de Cristo. Dios no quiere que las personas sufran, quiere que seamos felices administrando los bienes de este mundo según su diseño, según su proyecto/dibujo. Entregar a los hermanos los dones que el propio Dios te ha puesto en sus manos. Si entramos todos en esta dinámica de intercambio de dones/regalos (los cuales nos los ha entregado a cada uno el mismo Dios), de este modo te haces pobre pero tú te conviertes en rico en vida junto con tus hermanos. El espíritu es la fuerza interior que nos empuja hacia Dios, que nos hace que nos liberemos del ídolo del dinero y entregarlos por amor. De este modo uno es dueño de las riquezas y no las riquezas dueño de uno. Y cuando uno dice riquezas está diciendo también de nuestra inteligencia, de nuestro tiempo, de nuestra capacidad, de todos los dones que hemos recibido del mismo Dios. La bienaventuranza suprema es poder decir al final de nuestra vida: he donado todo hasta el punto de llegar a morir por amor en la Cruz por el otro. Todo lo donado se convierte en amor y Dios es amor.

 

            Cristo dice «bienaventurados/beatos los mansos, porque ellos heredarán la tierra». ¿Quién es ‘el manso’ en la Biblia? El salmo 37 donde se nos dice que el manso no sucumbe a la tentación de reaccionar con violencia ni con la agresividad. Dice el salmo: «Desiste de la ira, abandona el enojo, no te acalores, que será peor». Pero esta bienaventuranza no es una invitación a resignarse, es una invitación al compromiso. Jesús se presenta como el manso de corazón. Jesús es el manso que hizo frente al mal con el mal, sino que reaccionan al mal con amor. Cambian el mundo no con la violencia, sino con el amor: Esta es la disposición de los mansos.

 

Cristo dice «bienaventurados/beatos los que lloran, porque ellos serán consolados». No se trata de sufrir dolor para que se puedan convertir los pecadores. El afligido del que habla aquí son los que viven con pasión y compromiso para construir un mundo nuevo según el diseño/plan de Dios. Estas personas que se involucran y se empeñan frente a la realidad del mundo se encuentran sufriendo porque los hombre no acogen el amor de Dios. Cuando el discípulo ve la realidad de las guerras, de los odios, de las injusticias y de toda clase de violencia, el discípulo no puede alegrarse, es como una persona que está de luto porque quiere un mundo diferente; el que Jesús ha venido a construir. Bienaventurado el que siente en sí mismo esta pasión por construir un mundo nuevo. Un mundo que está enfermo porque las cosas y decisiones en el mundo están mal. Bienaventurados los que experimentan este dolor porque son sensibles a la pasión de Dios. El Maligno te dice que el mundo nuevo es un sueño, que cojas las armas y luches contra el otro que es tu enemigo y defiende tu parcela. Pero Jesús promete que aquellos que prueben este dolor serán consolados. El mundo nuevo Dios lo construirá junto contigo.

 

Cristo dice «bienaventurados/beatos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados». Comer y beber es algo de justicia, es algo primario. Habla de la justicia, y la justicia es dar a cada uno lo que le corresponde, ¿y qué es lo que le corresponde? La justicia de Dios es que todos los hombres se sientan hermanos; que vivan en comunión; que compartan los bienes; que sientan como propio los gozos, los sufrimientos y necesidades del hermano; que sean capaces de perdonar y de cambiar de enemigos a hermanos. Éste es el mundo donde reina la justicia de Dios. Bendito el por Dios es el que anhela la realización de esta justicia en el mundo y se empeña/compromete a hacerlo realidad. Y se empeña y necesita realizarlo como el que tiene hambre y sed y tiene que subsistir y sobrevivir como sea. Los que se empeñan en trabajar en esta justicia están construyendo la historia de Dios.

 

Cristo dice «bienaventurados/beatos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia». Solemos movernos en una clara dicotomía en la que nos solemos encontrar en la vida: ser magnánimo o satisfacer el deseo de hacérselo pagar a todos aquellos que nos han hecho daño. Ser misericordioso es hacer prevalecer la compasión y el perdón. El sentido bíblico de la misericordia: El misericordioso es aquel que ama de modo incondicional y fiel. Dios es misericordioso porque no hay nada ni nadie que pueda romper su amor. El pecado del hombre no le hace desistir a la hora de amar y de beneficiar al hombre. ¿Qué significa ser misericordioso? La misericordia no significa que uno haga ‘la vista gorda’ por algo o por alguien que nos haga daño. Va mucho más allá. Yo diría que son aspectos que caracterizan el corazón del misericordioso: 1.- Lo primero es darse cuenta de la necesidad del otro. Recordemos la parábola del buen samaritano, cuando él iba de Jerusalén a Jericó ve la necesidad de los que han caído en las manos de los bandidos. La primera característica de un corazón misericordioso es que uno está atento; no es preciso que el otro grite para que me llame la atención y me percate de su necesidad. El misericordioso no mira hacia otro lado, no se hace el despistado ante la necesidad del otro. 2.- El segundo es el sentir la compasión, en el sentido de compadecerse, de sufrir junto con el otro que está necesitado. 3.- El tercer momento es el intervenir de un modo concreto, tal y como lo hizo el samaritano, le vio y sus entrañas se removieron de dolor porque veía al hermano que estaba sufriendo e interviene. De ese modo reproducimos el rostro del Misericordioso que no castiga a nadie, sino que escucha atento la necesidad de su hijo e interviene. ¿Qué significa que encontrarán misericordia? No significa que Dios haga la vista gorda o que cierre los ojos ante nuestros pecados; significa que quien sea misericordioso tiene un corazón que ve, siente pasión e interviene para ayudar al hermano y lo hace en sintonía con el misericordioso que es el Padre del Cielo.

 

Cristo dice «bienaventurados/beatos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios». El corazón no es tanto la sede de los sentimientos sino, más bien, la sede de las decisiones. El oro puro es el oro que no está mezclado con otro elemento o el café puro es sólo café. Puro de corazón significa los que son únicamente guiados por Dios; son los corazones cuyas decisiones emanan sólo de Dios. Es una llamada para que el dinero, el orgullo, la avaricia, el libertinaje moral….todos estos ídolos no terminen de ofuscar ni obscurecer el rostro de Dios. Sólo Dios es quien ha de decidir en tus decisiones.

 

Cristo dice «bienaventurados/beatos los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios». Pacificadores o trabajadores por la paz no significa pacíficos o aquellos que no hacen daño a nadie, o que eviten los conflictos y que vivan en armonía. Esta interpretación es muy raquítica. Bienaventurados los que se empeñan y se comprometen a construir un mundo de paz. La paz no está en la ausencia del conflicto, sino que es un orden nuevo según la justicia. Todos aquellos que se empeñan en curar las enfermedades, en educar para que no haya ignorancia y trabajan para que todos puedan comer… son los constructores de la paz. Aquellos que crean las condiciones políticas, económicas, culturales para crear este mundo nuevo donde se dé el bienestar para todos, esos son los constructores de la paz. Si actúan así serán llamados hijos de Dios, es decir, que Dios los considera sus hijos.

 

Cristo dice «bienaventurados/beatos los perseguidos por causa de la justicia, porque ellos es el reino de los cielos». Todos aquellos que deseen construir este mundo nuevo que nos ha venido a traer Jesucristo entrarán en conflicto con el mundo antiguo que no se resigna a desaparecer, ya que el mundo continuaría predicando y catequizando en sus bienaventuranzas (la cuales son las opuestas a las de Cristo). De ahí surgirá la persecución y que todos aquellos que acojas las bienaventuranzas de Cristo el mundo lo despreciarán y luchará contra ellos, pero serán proclamados bienaventurados porque ellos sí que cuentan para Dios.