jueves, 17 de abril de 2025

Homilía del Jueves Santo, Ciclo C

 

Jueves Santo 2025

Jn 13, 1-15

         Jueves Santo, día del amor fraterno. Día donde Cristo nos sigue ofreciendo sus lecciones de amor para que nosotros aprendamos a vivir como discípulos suyos.

Un género literario: el testamentario

         La Biblia recuerda los últimos discursos pronunciados por los grandes personajes; discursos que se han pronunciado al término de sus vidas, por ejemplo, Jacob reúne a todos sus hijos estando en Egipto y se dirige a cada uno de ellos para recomendarles cómo se deben de comportar en la vida y otorgar a cada uno sus bendiciones (cfr. Gn 49). Incluso Moisés al término de su vida hace un largo discurso en el que resume todo el trabajo que realizó y recomienda a su pueblo la fidelidad al Señor (cfr. Dt 31-33). Incluso en el libro de los Hechos de los Apóstoles, el propio Pablo, presenta lo que ha sido su propia vida, recomendando ser fiel al evangelio que ha anunciado. Estos discursos son importantes porque son el testamento que ofrecen estos personajes al pueblo.

         El evangelista Juan ha empleado este término literario para dar la máxima importancia a las últimas palabras que nos entregó y lo coloca como el testamento de Jesús. Sin embargo, este testamento de Jesús no se inicia con un testamento con sus palabras, sino que da comienzo con una escena en la cual los discípulos se quedaron asombrados y desconcertados: El lavatorio de los pies. Esa cena lo introduce con un modo muy solemne.

 

«Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

Estaban cenando; ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena».

Introducción al lavatorio de los pies.

         La cena del lavatorio de los pies precede a las palabras testamentarias de Jesús que ocupan cinco capítulos del evangelio de Juan. Es una escena introducida de un modo muy solemne por el evangelista. En primer lugar hace referencia a ‘su hora’. Todos nos acordamos de la escena de las bodas de Caná cuando Jesús respondió a la madre que ‘no ha llegado mi hora’. Se refiere a la hora de su gloria. Cuando escuchamos la palabra ‘gloria’ pensamos inmediatamente en aplausos y los triunfos; pero cuando Jesús habla de ‘su hora’, de ‘su gloria’ está hablando del momento en el que finalmente podrá irradiar en su rostro la imagen del Dios amor que ha venido a presentarnos.

 

La vida de Jesús se resume en un verbo.

La vida de Jesús se resume en un verbo, el verbo amar: «Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo». Toda la vida de Jesús era amor. El evangelista emplea el verbo ἀγαπάω (agapao), un verbo bastante poco usado en la Grecia clásica, sin embargo en el Nuevo Testamento se emplea 143 veces. Es un verbo que indica el amor de Dios, el cual es un amor incondicional, es un amor que se entrega incluso a aquellos con los que no se dará una reciprocidad en el amor; se dirige fundamentalmente a aquellos que necesitan ser amados; es un amor sin condiciones; ama al desagradable, al provocativo, incluso a las peores personas, y ama así porque lo que quiere hacer es verlos felices. Toda la vida de Jesús se resume en este verbo: ἀγαπάω.

Ahora ha llegado el momento de amarlos al máximo, de tal modo que más allá es imposible poder llegar: regalar la vida.

La figura de Judas Iscariote.

         El evangelista presenta a la figura de Judas Iscariote como un diablo. El término ‘diablo’ procede del verbo griego διαβάλλω (diabállō); es cualquiera que se entromete e interfiere en la relación de amor entre Dios y la humanidad. Es el que no acepta esa relación de amor porque ha comprendido la novedad del rostro de Dios, pero lo rechaza frontalmente y desea perpetuar la imagen que recibieron de las catequesis de los escribas y de los fariseos. Juan recuerda el propósito de la presencia de Judas porque en la escena del lavatorio de los pies Judas no acepta que se arrodille ante él porque no acepta este nuevo modo de relacionarse con Dios y no acoge la propuesta del hombre nuevo.

La posición asumida en la mesa por los judíos

Durante la celebración de la Cena Pascual.

Triclinio.

         Ellos durante la celebración de la Cena Pascual no estaban sentados a la mesa como estamos acostumbrados a ver en las representaciones en las pinturas. Ellos estaban acostados. El verbo empleado por todos los evangelistas es ἀνάκειμαι (anákeimai), que significa estar acostado, estar reclinado, estar tendido en la mesa. El verbo ἀνάκειμαι describe la postura en la que los comensales participaban en las comidas importantes, reclinados sobre lechos o divanes alrededor de la mesa, apoyándose sobre el codo izquierdo y comiendo con la mano derecha.

¿Qué significa este gesto de comer así? Significaba que los que estaban en la mesa durante la celebración de la Cena Pascual se consideraban personas libres. Este gesto lo habían tomado de los griegos, los cuales lo habían tomado prestado de los persas, los cuales ya en el siglo VI a.C., cuando celebraban una victoria o una gran fiesta no se sentaban al a mesa, sino que se tumbaban. Los romanos habían recuperado este gesto y se recostaban los hombres y las mujeres. Los judíos sólo los hombres se recostaban a la mesa durante esta celebración de la Cena Pascual.

Debemos imaginar el gesto del lavatorio de los pies teniendo presente el modo de cómo estaban recostados en la mesa; para Jesús el realizar este lavatorio de los pies de los discípulos estaban en la posición cómoda para poder dar toda la vuelta, ya que los pies de sus discípulos ya estaban en la posición. No nos podemos imaginar a Jesús en el centro de la mesa lavándoles los pies, sino posiblemente estuviera sentado en el último lugar de la mesa, en la esquina del triclinio.

El triclinio (del latín triclinium, y este del griego τρικλίνιον - triklínion, que significa "de tres lechos") era el comedor formal principal en las casas de la antigua Grecia y, especialmente, en la antigua Roma. Se caracterizaba principalmente por tener tres lechos o sofás de comedor (klinai) dispuestos en forma de herradura o de "U" alrededor de una mesa baja. Cada uno de estos lechos estaba diseñado para que se recostaran aproximadamente tres personas, apoyándose sobre el codo izquierdo y dejando la mano derecha libre para comer.

         «Y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena».

         Jesús era totalmente consciente de que había cumplido su misión que había venido de Dios y que iba a retornar al Padre. Jesús regresa al Padre porque había venido del Padre.

 

Juan no nos cuenta la institución de la Eucaristía.

«Se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido».

El evangelista describe muy detenidamente la escena del lavatorio de los pies; deseaba subrayar cada detalle de lo que allí aconteció. Desea que el gesto de Jesús quede impreso para siempre en las mentes de sus discípulos.

Si uno escucha el texto «y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía» se esperaba que continuase que Jesús instituyese la Eucaristía, tomando el pan les invitase a comer del pan y a beber del cáliz. Sin embargo, el evangelista Juan es el único que no nos cuenta la institución de la Eucaristía. Es extraño porque este evangelista ha dedicado el capítulo sexto de su evangelio al discurso del Pan de Vida, al pan Eucarístico. En lugar de contarnos la institución de la Eucaristía continúa de otro modo su relato; nos dice que durante la cena Jesús se levantó de la mesa o triclinio. Cuando Jesús se levantó de la mesa se debió de hacerse silencio entre todos los comensales porque los apóstoles se iban a llevar una gran sorpresa porque ellos no están entendiendo lo que está haciendo el Maestro.

Jesús deja su ropa, se quita el manto. Este es un gesto de Jesús que ha quedado olvidado en las pinturas y en las esculturas, así como en las explicaciones que se dan de esta escena del lavatorio de los pies. Los hebreos, en tiempos de Jesús, vestían con una especie de calzones y luego la túnica; tenían el cinturón en esta túnica y luego la capa. En griego la capa se llamaba ὁ ἱμάτιον (jo jimátion); la túnica se llamaba τὰ ἱμάτια (ta imatia) y luego estaba el calzón. Nos dice el evangelista que Jesús se quitó τὰ ἱμάτια, es decir ‘se quitó las prendas exteriores de vestir’, no dice que se quitase el manto (el evangelista no dice ὁ ἱμάτιον), el cual era un fastidio ya para comer, ya para lavar los pies a los discípulos; no se quitó el manto porque ya lo tenía quitado antes de comer. Se quitó la túnica y ¿esto qué significa?

¿Qué significa que se quitase la túnica?

         Aquí se da un gesto extremadamente significativo que debió de sorprender a los discípulos y no entendieran lo que estaba haciendo el Maestro. Sin embargo Jesús continúo solamente con los calzones, el cual es el uniforme del esclavo, tal y como los hebreos estaban en Egipto. Dios se hace esclavo del hombre. Es un Dios que ha trastornado la mentalidad de los discípulos durante la última Cena. En esa desnudez se nos está revelando el verdadero rostro de Dios. Sobre esa desnudez -únicamente sobre ese calzón- Jesús se colocará el delantal, una toalla (λέντιον [léntion], toalla, delantal, lienzo de lino), del cual no se desprenderá cuando se vuelva a poner la túnica. porque es la imagen del esclavo; una desnudez revestida de servicio con esa toalla ceñida a la cintura.

El vestido de la fiesta de las bodas.

         Cuando Jesús nos cuenta la parábola de las bodas, hay un momento en el que uno de los invitados no va vestido con un traje de fiesta esponsal. ¿Cuál es el vestido de la fiesta esponsal en el banquete eucarístico? Cuando nos acercamos a la Eucaristía el esposo que nos trae nos pregunta si queremos unir nuestra vida a la suya. Luego estamos llamados a presentarnos en la fiesta de las bodas con el vestido de bodas. ¿Cómo ha de ser ese vestido? El vestido es el mismo que el del esposo, el vestido del esclavo. De no tener el hábito del siervo, de la disponibilidad, de estar dispuesto a donarnos, a donar la vida al servicio del hermano nuestro encuentro esponsal con Cristo no es auténtico. Cuando uno no tiene este vestido de bodas no puede entrar en el banquete de bodas ya que está fuera de esta propuesta de hombre que plantea Jesucristo.

Lavarles los pies.

         Jesús se ciñe la toalla, «luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos», empieza a lavar los pies de los discípulos sin hacer ninguna distinción; ya que el servicio de amor es igual para todos, porque todos son igualmente amados por Dios. Luego se pone a «secándoselos con la toalla que se había ceñido».

¿Qué sentido tenía lavar los pies para los judíos? En primer lugar, era un gesto tradicional de acogida a los invitados. En la primera epístola a Timoteo se nos dice que las viudas que entraban dentro del orden o la institución de las viudas que había en la Iglesia primitiva, tenían algunos cometidos, entre ellos lavar los pies a los santos, es decir de aquellos anuncian el Evangelio (εἰ ἁγίων πόδας ἔνιψεν; si lavó los pies de los santos) (cfr. 1 Tm 5, 9-10). También era entendido como un gesto servil y humillante; recordemos el comentario rabínico al libro del Éxodo en el que se decía que ‘el esclavo hebreo no debía de lavar los pies a su amo, porque el hebreo no es un esclavo’, por lo tanto se debía de negar de lavar los pies a su amo. Pero no necesariamente era un gesto servil porque demostraba amor de la esposa; uno demostraba su amor lavando los pies al marido o a los hijos, en señal de reverencia hacia el padre.

         Jesús es Dios que muestra todo su amor, aunque tenga que realizar un gesto un tanto humillante, pero lo hace porque quiere revelar el rostro del Padre Celestial.

Reacción de Pedro.

         «Llegó a Simón Pedro, y este le dice: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?». Jesús le replicó: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde». Pedro le dice: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». Simón Pedro le dice: «Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza». Jesús le dice: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos». Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».

         La escena del lavatorio de los pies se hizo en un ambiente de profundo recogimiento, en el silencio; un silencio de sorpresa de los discípulos que no entienden lo que Jesús está haciendo. Este silencio lo rompe Pedro cuando Jesús va a lavarle los pies y él no se deja. Pedro se da cuenta de que Jesús está trastocando el orden de valores que tiene aceptado como lógico y normal por todos. Para Pedro el orden lógico y normal era que el maestro y el rabino sea servido por los discípulos que deben de sentirse honrados al lavarle los pies. Y aquí Jesús estaba poniendo todo patas arriba; Pedro no acepta este gesto de Jesús.

¿Por qué Pedro no acepta este gesto de Jesús?

No lo acepta porque empieza a comprender que Jesús está reproduciendo el rostro del Padre del Cielo. Pedro siente que toda la catequesis que había asimilado de los rabinos no servía. Pedro siempre se había imaginado y había creído en el Dios servido por el hombre. Pedro al ver a Jesús con el hábito del esclavo quedó totalmente impactado. Es el misterio de Dios que ama y se arrodilla ante el hombre y ante este misterio Pedro se revela; no acepta que Dios se haga siervo. Esta imagen de Dios que es siervo para el hombre es una llamada urgente a que cada cual se involucre en el amor al hermano.

La imagen que Pedro tenía en mente era la imagen presentada por Moisés en el libro del Deuteronomio en el discurso que hace al pueblo de Israel diciendo que ‘el Señor tu Dios es el Dios de los dioses y el Señor de los señores; es un Dios grande, fuerte y terrible’ (cfr. Dt 10, 17). Por eso costaba tanto a Pedro aceptar esta nueva imagen de Dios presentada por Jesús. O en el libro de Ester cuando dice que ‘Dios es el más alto y el más grande’ o en libro de Judit diciendo que ‘el Señor es grande y glorioso, maravilloso en su poder e invencible’ (cfr. Jdt 13, 14). Éste es el rostro de Dios que tiene Pedro en la mente.

Jesús comprende esta dificultad; comprende que es difícil cambiar esta imagen de Dios. Por eso le dice: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde». Lo comprenderá cuando haya visto hasta el final hasta dónde llega el amor del Padre: Será en el Calvario cuando Jesús donará la vida. Por eso Jesús no pretende que Pedro lo entienda de repente.

Ante la negativa de Pedro, Jesús le responde: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». Si no lo permites, te separarás de mí. Jesús le está diciendo que ‘yo necesito lavarte los pies a ti’, porque el mundo nuevo empezará cuando Jesús baje hasta el último peldaño del mundo. Jesús está diciendo a Pedro: ‘Déjame bajar hasta el último peldaño del servicio que lava los pies al discípulo’.

Estamos necesitados del amor del hermano.

Hacernos servir nos hace no sentirnos autosuficientes y esto nos humilla, ya que estamos orgullosos de bastarnos con nosotros mismos y nos gusta ser autosuficientes, no depender de nada ni de nadie; pero Jesús nos hizo necesitados del don del otro hermano. Es fundamental acoger al otro y los regalos que el otro nos ofrece; y la lógica que desea Dios en que entremos es la lógica del don gratuito del amor incondicional, incluso el del enemigo. Es que resulta que nuestra lógica es la del intercambio; de hecho, cuando aceptamos un regalo enseguida nos preguntamos ‘¿cómo ahora se lo pago?’, ya que queremos ajustar cuentas lo antes posible. Todo esto porque entendemos que cuando se nos regala algo tenemos que tender al equilibrio que debe de permanecer.

Es en la familia donde se realiza esta dinámica del regalo gratuito; allí los servicios se realizan sin pedir pago porque allí la lógica del amor es la que regula las relaciones; y cuando uno realiza un servicio de amor no necesariamente recibe un cambio de amor inmediato; por ejemplo, el don que los padres dan a los hijos, el don de la vida, el don del servicio el cual no necesariamente viene a ser compensado por los hijos.

Cuando uno entra en la dinámica de Jesús, uno devuelve el amor no por obligación ni por compromiso, sino porque descubre que amando es feliz; se ha adentrado en la lógica nueva que Jesús ha venido a introducir en el mundo. No la lógica del intercambio, sino la lógica del amor gratuito.

Pedro reacciona diciendo «Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza». Pedro no estaba entendiendo lo que le estaba diciendo Jesús. Pedro sigue pensando en las purificaciones rituales; a lo que Jesús le está contestando que aquel que se ha bañado, o sea, aquel que ha entrado en el agua nueva, en el agua de la vida que él ha venido a traer a este mundo, ya no precisa de la purificación, porque ya se es puro; uno ya está purificado por la Palabra que Jesús nos da. Pero uno de los presentes no está purificado, haciendo referencia a Judas Iscariote.

La lección de Jesús.

Después de esta reacción de Pedro viene la lección de vida que Jesús nos quiere dar.

«Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».

         Jesús se vuelve a vestir, se vuelve a poner la túnica y se recuesta de nuevo a la mesa. Este gesto del lavatorio de los pies no es un gesto que se realizase al inicio de la cena como se solía hacer; sino que este gesto del lavatorio de los pies fue realizado durante la cena. El evangelista nos dice que cuando Jesús se viste con la túnica no se quita la toalla con la que se había ceñido anteriormente. No se lo quita porque esa toalla o delantal es el símbolo del servicio a la humanidad que Jesús continuará llevando a cabo; el uniforme de Dios es el del servicio.

         Pedro se está dando cuenta que para que el hombre sea grande se ha de asemejar a la imagen de Dios; pero es que la imagen de Dios es la del servicio total y sin reservas. Y debe de ser como Jesús el siervo, el que siempre está dispuesto a amar de un modo incondicional. Jesús no solamente ha lavado los pies a sus discípulos una vez, sino que constantemente lo hace, ya que esta es la naturaleza de Dios.

         Cuando Jesús nos dice en la Eucaristía «haced esto en mi memoria», lo que nos dice que nos debemos de involucrar en este tipo de amor en esta relación esponsal que muere por amor al hermano. Si hacemos esto en su memoria seremos dichosos ya que los hijos nos asemejaremos a Dios Padre. De este modo seremos hombres y mujeres en plenitud.


sábado, 5 de abril de 2025

Homilía del Domingo 5º de Cuaresma, Ciclo C Jn 8, 1-11 El pasaje evangélico de la adúltera.

 

Homilía del Domingo 5º de Cuaresma, Ciclo C

Jn 8, 1-11 El pasaje evangélico de la adúltera.

 

         En este quinto domingo nos encontramos con el pasaje evangélico de la adúltera. Siempre hemos dado por sentado que la adúltera demostró claramente su arrepentimiento y que nunca más volvería a cometer ese pecado, a lo que Jesús le ha perdonado y le ha dado la absolución.

Un pasaje evangélico con polémica.

         Los cristianos de los primeros siglos entendieron que este modo de proceder no era acertado, hasta tal punto que se llegaron a plantear el eliminar esta página del evangelio. Durante dos siglos la mayor parte de los antiguos manuscritos de la Biblia no aparece esta historia. Sólo a partir del siglo III encontró un lugar en el evangelio. Durante dos siglos se ha buscado dejar apartado este episodio. ¿Por qué? Porque contenía una frase incriminada pronunciada por Jesús a la adúltera: «Tampoco yo te condeno».

         San Agustín daba una explicación diciendo que los fieles con poca fe, e incluso enemigos de la verdadera fe, pudieron pensar que a acogida del Señor a esta pecadora diera la patente de inmunidad a estas mujeres adúlteras. Y pudieron pensar los esposos y hermanos de la comunidad cristiana que esta frase «tampoco yo te condeno» podría ser mal interpretada y mal entendida, por lo tanto, lo mejor era omitir este pasaje evangélico.

         Sin embargo, el verdadero motivo de la sospecha de este episodio era otro. En los primeros siglos de la Iglesia se había adoptado una pastoral muy estricta en lo que respecta al perdón. Era una pastoral del perdón muy severa que no era acertada ni coincidía con la misericordia mostrada por Jesús de Nazaret con aquellos que cometían pecados.

         Hacia la mitad del segundo siglo el número de cristianos aumentó considerablemente, pero la calidad en la vida cristiana disminuyó. De tal modo que se empezó a justificar entre los cristianos cada comportamiento y los pecados graves cometidos después del bautismo. El pecado grave cometido después del bautismo no era un incidente excepcional, sino que se tomaban ya ‘muy a la ligera’, se daba poca importancia a todo. Por eso los cristianos que deseaban ser fieles se habían vuelto muy estrictos hacia los pecadores, de tal modo que había tres pecados que no eran perdonados: Quienes los cometían eran expulsados de la comunidad. Esos pecados eran para aquellos que habían renegado o apostatado de la fe, el asesinato y el adulterio. Fue un episodio que creó muchos problemas en la Iglesia primitiva.

 

«En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba». 

         Jesús viene del monte de los Olivos, proviene del Oriente de donde sale el Sol. El monte de los Olivos es 60 metros más alto respecto a la explanada del Templo. Luego Jesús desciende el monte de los Olivos, cruza el torrente Cedrón y entra por la Puerta Oriental de la explanada del Templo. En ese lado oriental se encuentra el famoso Pórtico de Salomón que se menciona en el evangelio de Juan y en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Bajo este pórtico los rabinos se sentaban para dar instrucciones sobre la Biblia y ofrecer asesoramiento legal a quienes se lo requerían. Junto a la Puerta Oriental para entrar a la explanada del Templo se encontraban dos edificios, uno al lado de la Puerta Oriental y otro edificio ubicado en la entrada del Atrio de las Mujeres: Eran los llamados tribunales superiores. Y en estos edificios, desde la mañana hasta la tarde se reunían 23 jueces para resolver las causas más importantes. En las ciudades había también estos edificios, pero cuando se trataban de casos graves era necesario recurrir a Jerusalén, donde la justicia era administrada en nombre de Dios y según las disposiciones de la Torá.

La Cámara de Piedra Tallada

Y más adelante, ya adentrados en el Templo estaba un cuarto edificio llamado ‘Salón de las piedras talladas’ (en hebreoלִשְׁכַּת הגָּזִית‎, romanizado: liškaṯ haggāziṯ), también conocido como la Cámara de piedra tallada, era el lugar de reunión o cámara del consejo del Sanedrín durante el período del Segundo Templo (siglo VI a. C.- siglo I). El Sanedrín dejó de reunirse en el ‘Salón de las piedras talladas’ cuando el Imperio Romano restringió la autonomía de Judea y eliminó el poder del Sanedrín para imponer sanciones penales. Ese ‘Salón de las piedras talladas’ era el lugar donde se reunían los miembros del Sanedrín, el cual estaba compuesto por 71 jueces presidido por el Sumo Sacerdote, el cual era Caifás en el tiempo de Jesús. Y el Sanedrín no podía emitir sentencias de pena de muerte, por eso tenían que pedir permiso al gobernador romano tal y como sucederá en el caso de Jesús de Nazaret.

En Jerusalén siempre se administraba la justicia en nombre de Dios. Recordemos el Salmo 122 a aquel peregrino que llega al monte de los Olivos y proclama «¡Que alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa de Yahvé!»; contemplando el Templo del Señor y a la derecha del Templo estaba el palacio del rey donde se administraba la justicia, que era donde habían sido colocados los asientos de la casa de David. De hecho, el rey pronunciaba sentencias en nombre de Dios cuando subió al trono; él no era legislador, sino que únicamente tenía que aplicar el cumplimiento de la ley de Dios. En este Templo, en esa Cámara de Piedra Tallada, la justicia era aplicada en nombre de Dios.

Allí mismo nos encontraremos con un conflicto con dos formas de entender la justicia; la de los escribas y de los fariseos que apelan a la Ley y que están convencidos de que ellos representan el pensamiento y el juicio de Dios y el que presenta Jesús. Jesús viene a mostrar la verdadera justicia de Dios.

¿Cuál es la verdadera justicia de Dios?

Cuando empieza el día, «de madrugada» se reúnen los jueces en ese lugar indicado para hablar en nombre de Dios. Jesús entra en el Templo y se sienta asumiendo la posición del maestro. Seguramente se sentaría en el Pórtico Norte.

«Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:

«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».

Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo».

En este punto entran en escena los escribas y los fariseos. Ellos no soportaban que se presentase la imagen de un Dios que en vez de castigar a los pecadores se ponga a celebrar una fiesta con ellos y les acoja. Ellos consiguieron capturar a una presa para presentárselo a Jesús: una mujer sorprendida en adulterio. Y lo hicieron para ponerle en dificultad a Jesús. No le llevaron al hombre, porque el hombre no les interesa. El adulterio de esta mujer es sólo una escusa para tenderle una trampa a Jesús.

Los fariseos y saduceos pudieron a la mujer en medio, de tal modo que colocan a la mujer en el centro de la atención. Y ahora se mostrará dos modos distintos de hacer justicia.

Los fariseos y los saduceos para erradicar, para acabar con el mal sostienen que hay que obedecer lo que dijo Moisés, el cual mandó apedrear a estas mujeres. Ellos sostienen que la Torá, la Ley ordena resolver el problema suprimiendo, eliminando a aquellos que se comportan de este modo. Y para ellos sólo cabría la discusión si eliminarla lapidándola o estrangulándola tal y como dice la Mishná o Misná​ (del hebreo מִשְׁנָה, 'estudio, repetición'). En el libro del Levítico, en el capítulo 20 dice: «Si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, serán condenados a muerte: el adúltero y la adúltera» (cfr. Lv 20, 10).  

La mujer tenía vergüenza:

El Talmud la amparaba

La mujer debió sentir una gran vergüenza y con mucho miedo porque los acusadores eran muy impetuosos y violentos y sabía que iba a acabar lapidada. En realidad las sentencias no se cumplían a muerte tal y como nos comenta la Biblia. La razón está en que en el libro del Talmud (hebreo: תַּלְמוּד [talmūd], «instrucción, enseñanza»), el cual es un libro sagrado y que recoge las tradiciones sagradas de Israel establece que un Sanedrín sólo podría decretar una pena de muerte cada 70 años.

Cuando la Torá habla de Pena de Muerte…

Cuando la Torá prescribe la pena de muerte no es para ejecutarla, sino para dejar en claro que se trata de un delito muy grave. La pena de muerte también está mencionada en la Biblia para quien abofetea a su padre (cfr. Lv 20, 9) o numerosos casos que recoge el Levítico. Estas sentencias de muerte eran sólo para señalar la gravedad del mal que se estaba haciendo.

La Torá sirve para señalar el mal. Nos dice que ese fruto está envenenado, que trae la perdición. La Torá dice que si estás cometiendo adulterio lo que estás haciendo es envenenar tu vida, la cual es un regalo de Dios y es preciosa. La Torá lo que te indica es ‘estate atento, ten cuidado con ese veneno’. Por lo tanto, la mujer no debía de tener mucho miedo; sabía que podía ser castigada, pero no mucho más.

La propuesta de los saduceos:

Para eliminar el mal suprimamos a quien lo haga. 

La propuesta de los escribas para resolver el mal del mundo y erradicarlo definitivamente es eliminar a quienes lo hagan; es la manera más sencilla de resolver el problema. Para hacerle entender que no se debe de hacer sufrir a la gente, se le hace sufrir; para hacerle entender que no se debe de robar, se le roba a él. Ellos -fariseos y saduceos- razonan así porque creen que tienen la Ley a su lado, consigo.

Los saduceos y fariseos, ante esta escena dicen a Jesús: «tú, ¿qué dices?», que es tanto como decirle: ‘¿cuál es la manera que tú dice para eliminar el mal?’. Y ellos se lo preguntaban para encontrar un motivo para acusarlo. El objetivo de esta pregunta era ponerle una trampa e incriminarlo: ¿Dios ama a los pecadores o se pronuncia contra la Torá? Si se posiciona contra la Torá le han capturado y le llevarían al Sanedrín, ante el Sumo Sacerdote para impartirle una pena ejemplar. Ante la pregunta insistente de los fariseos y saduceos no responde.

El gesto extraño de Jesús.

«Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.

Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
«El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».

E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.

Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».

Ella contestó: «Ninguno, Señor».

Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».

Ante la pregunta que le hacen él no responde, sino que comienza a escribir con su dedo en la tierra. Jesús tenía dos objetivos; salvar a la mujer porque según sostienen los fariseos y saduceos es el amigo de publicanos y pecadores, luego Jesús debe de salvar a la mujer. Sin embargo, Jesús tiene otro objetivo; salvar a sus acusadores, porque Jesús los ama y desea que sean felices y pretende que ellos también acojan con alegría la nueva imagen de Dios; un Dios que se comporta de un modo diferente con los que se equivocan y pecan.

¿Cómo lo hace? Emplea una pedagogía muy eficaz. Jesús sabe que tiene frente a él a toda una manada de personas furiosas que le trajeron de malos modos a esa mujer adúltera. Y el modo de actuar ante la turba, ya que uno empieza a gritar, el otro lo hace más fuerte; uno empieza a empujar y acaban dándose con palos, piedras y matándose como salvajes, cometiendo acciones abominables y no sintiéndose como responsables porque se amparan y esconden en el grupo. La mejor manera de que ellos recuperen su dignidad y se comporten como seres humanos, sacándoles de la manada, es hacerles pensar que ellos son los responsables de lo que hacen.

Un silencio muy elocuente…

El primer significado del signo de Jesús es el silencio que se crea a su alrededor; el silencio da miedo porque nada te distrae y tienes que reflexionar y empiezan a salir a la luz los pensamientos inquietantes que uno siempre desea eliminar. Es como si Jesús dijese con ese silencio: «‘detente un momento, haz una pequeña reflexión; piensa qué cosa te ha motivado a traer y a acusar a esta mujer’; ‘La mujer ha hecho daño a su esposo, ella ha arruinado el prestigio y el amor de su familia y de otras familias. ¿Creíste que estabas haciendo algún bien cuando la trajisteis? ¿Pensaste en que ibas a ayudarla a reconducir y a recuperarse en la vida? ¿No crees que con tu comportamiento estás añadiendo más daño y dolor a lo que ella ya tiene? ¿Sabes por qué estas ten enfadado con ella si ella a ti no te ha hecho nada malo? Si piensas detenidamente en las razones por las que la trajiste aquí, tal vez te avergüences. No te escondas en la turba, sino que sal y mírate a ti mismo».

Este silencio lo soportan los acusadores. De hecho, nos cuenta el relato que empezaron a insistir en el interrogatorio. No quieren que el silencio se prolongue. El texto griego emplea este verbo: επεµενον (ἐπιμένω -epiméno), ‘decir permanentemente con gran insistencia’. Es entonces cuando Jesús levanta erguida la cabeza, permaneciendo sentado, (ἀνακύπτω, anakúpto, ‘enderezar, erguir’; κύπτω, kúpto, ‘doblase hacia delante’) y les dice: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». Jesús les dice que no la lapiden todos a la vez, sino que sea uno a uno, ordenadamente, para que ellos se den cuenta de si son tan puros y tan buenos como se piensan que son. Si la solución del mal es la de eliminar al que comete el pecado, ten cuidado porque tal vez seas tú uno de los que tengan que ser eliminados.

¿Cuáles son las piedras que actualmente se arrojan?

En nuestras comunidades y en la Iglesia las piedras que hoy se lanzan son diferentes a las de entonces. Son las piedras del chisme, de la calumnia, del acoso silencioso, son las piedras de las habladurías; las piedras de la propagación de los errores que se difunden. Se lanzan estas piedras con la lengua pensando que se refleja y se desea hacer el bien a las personas cuyas historias se airean, se exhiben como espectáculo público. ¿Estás seguro de que nadie te lanzará a ti las piedras? Esa noticia picante, esa noticia morbosa, malsana de un hermano o de una hermana ¿lo comentas para ayudar o para una particular satisfacción? El caso es que después te deja con un sabor muy amargo en la boca.

Y vuelve a escribir con el dedo…

Y después de contestarles Jesús, «inclinándose otra vez, siguió escribiendo». ¿Qué significa realmente el que Jesús estuviera escribiendo con el dedo en el suelo? La interpretación más tradicional es que Jesús ha empezado a escribir en el suelo los pecados de los acusadores, y los más mayores, al verlo, se sintieron más impresionadas e interpeladas por Jesús que avergonzadas se fueron marchando. Pero… ¿cómo puede Jesús escribir los pecados de los acusadores para hacer que se avergüencen delante de todos? Jesús los ama, los quiere salvar, los quiere liberar, no los quiere humillar.

…en la piedra.

En primer lugar, Jesús no puede escribir con la arena ni con la tierra porque no había. En la esplanada del Templo no había arena, era el pavimento, luego el dedo de Jesús únicamente estaba acariciando la piedra del suelo. Jesús estaba ‘escribiendo’ con su dedo en la piedra; esto nos remite al único texto en la Biblia en la que el dedo de Dios escribe en la piedra de las dos tablas del Decálogo (cfr. Ex 31, 18). El Decálogo es la indicación de cómo tú tienes que hacerlo para poder vivir y de los errores y pecados que has de evitar ya que es el veneno que te quita la vida. La Torá (en hebreo: תּוֹרָה‎ ) está escrita en la piedra. Y esta gente lo sabía, que cuando el dedo de Dios se movió escribió la Ley sobre la piedra. De hecho, los acusadores cuando le vieron a Jesús escribiendo con su dedo en la piedra del suelo se acordaron perfectamente de ese pasaje bíblico.

Recordemos lo que profetizó Jeremías en que Dios escribirá su Ley, ya no en piedra, sino en el corazón (cfr. Jr 31 ,33) y será ese corazón quien impulse a hacer el bien. Con ese gesto Jesús está diciendo a los acusadores: ‘¿Tienes todavía el corazón de piedra o ya tienes el corazón nuevo y transformado que han asimilado los pensamientos y los sentimientos de Dios?’.

Cuando estas personas han oído la respuesta de Jesús y que se puso de nuevo a escribir con su dedo empezaron a alejarse, apartándose (ἐξέρχομαι exérjomai), comenzando por los más ancianos (πρεσβύτερος). Se fueron marchando primero los más viejos porque ellos fueron los que primero lo entendieron. Este primer objetivo, el tratar con la turba furiosa, lo ha conseguido.

La mujer de pie en el centro y Jesús sentado.

Y ahora Jesús se queda sólo con la mujer que sigue en medio. La mujer estaba colocada en pie en el centro y Jesús estaba sentado. Durante toda la discusión con los furiosos acusadores, durante el juicio, la mujer había permanecido de pie con las otras personas, mientras que Jesús estaba sentado. Se había incorporado, pero siempre manteniéndose sentado. Es verdad que la tradición desafortunadamente nos pone «Jesús se incorporó», ‘Jesús se puso en pie’, pero no; lo correcto es decir ‘Jesús alzando la mirada o mirando hacia arriba’. Jesús está sentado abajo y la mujer está en lo alto. Nos remite al episodio de Zaqueo cuando Zaqueo estaba subido a un sicómoro y Jesús cuando llegó a aquel sitio «alzó la mirada» y le dijo que bajase que convenía que hoy se quedara en su casa (cfr. Lc 19, 5). Jesús está siempre al servicio del pecador, por eso está por debajo físicamente de ellos, y lo hace porque lo ama: Ésta es la imagen de Dios que Jesús nos presenta.

La sentencia de Jesús.

Dice Jesús a la mujer «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».  Ella responde que ninguno, a lo que a continuación viene la sentencia de Jesús: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».

No inventamos el arrepentimiento de la mujer ni la promesa ni el propósito de no pecar más. No hay señales de arrepentimiento por parte de la mujer. Aquí tenemos otro mensaje: Jesús distingue de un modo muy nítido y muy claro entre el pecado y el pecador. Jesús no aprueba el mal que se ha realizado, no justifica el pecado. El adulterio es un pecado grave y causa mucho daño a quien lo comete y tiene consecuencias dramáticas ya que pueden desmoronarse familias, romperse matrimonios, y generar daños colaterales serios a los hijos y a los demás miembros de la familia.

Jesús tiene una moral sexual muy rigurosa y exigente. El discurso de la montaña va mucho más allá de lo que decían los rabinos: no solo condena el adulterio, sino que llama adúltero el mirar a una mujer deseándola, porque en el corazón (cfr. Mt 5, 28). La traición del amor conyugal/esponsal comienza en el corazón. Jesús está totalmente de acuerdo con la Torá que denuncia el mal e indica lo que es veneno. A la mujer lo que le está diciendo es ‘no te hagas daño, no sigas bebiendo de ese veneno porque te mata’. Dios condena el mal, pero no a sus hijos. Ésta es la nueva imagen de Dios que Jesús ha introducido en el mundo.

Dios no hace justicia destrozando a la persona y enviándola al infierno; esto es un modo de ejercitar una venganza. Es importante recuperar la imagen de Dios que tanto han destrozado los escribas y los fariseos. No podemos proyectar en Dios nuestra venganza.

A Jesús le condenarán en el Sanedrín por el anuncio de la imagen de este Dios que es rechazado frontalmente y beligerante por los fariseos, saduceos, sumos sacerdotes y demás familia que vivían del gran negocio del Templo de Jerusalén.

Jesús no condena a la persona, pero cuando salga del camino, ayúdala a recuperar la vida: Esto es hacer justicia.

viernes, 28 de marzo de 2025

Homilía del Domingo Cuarto de Cuaresma, Ciclo C Lc 15, 1-3.11-32 El hijo pródigo y el Padre bueno

 

Homilía del Domingo IV del Tiempo Cuaresma. Ciclo C

30.03.2025    Lc 15, 1-3.11-32

 

         ¿A quién dirige Jesús esta parábola?

         Responder a esta cuestión es muy importante, porque no se dirige a los pecadores, tal y como estamos acostumbrados a oír para convencerles a que cambien de vida. Está dirigida a los que se consideran justos.

 

         «En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo esta parábola
».

         Si tratamos de visualizar la escena, Jesús no dirige la parábola a quienes se tienen que convertir, sino a los que ya se creen justos y convertidos. Se encuentra como en un zaguán que da la calle, sin entrar propiamente a la casa; y a su alrededor están todos los publicanos y pecadores. Los publicanos eran la gente más distante de Dios y se les consideraba como irrecuperables, como personas desahuciadas y no tenían ninguna esperanza de salvarse. Además, eran los colaboracionistas con los romanos opresores; además los publicanos habían traicionado la fe en Yahvé por el amor al dinero, ya que ellos habían ofrecido un culto al dios del emperador.

         Si Jesús hubiera querido contar la parábola sólo a los publicanos y pecadores lo hubiera hecho dentro de la casa en una sala. Pero Jesús lo ha hecho en un lugar donde todo el mundo que pase por la calle lo pueda oír y se pueda enterar de lo que ahí se está diciendo.

         Fuera del zaguán, de pie en la calle, manteniendo unas distancias físicas respecto a los que estaban rodeando a Jesús, había un grupo de personas, la gente que se consideraba buena: los fariseos y los escribas. Ellos eran la gente buena y religiosas que observan todos los mandamientos y preceptos. ¿Y qué cosa hacen esta gente buena? Esta gente buena, este grupo de fariseos y escribas/maestros de la ley murmuraban (διαγονγύζω; diagongúzo), estaban fuera contestando el comportamiento de Jesús y lo hacían mostrando su más profunda indignación. ¿Por qué están tan enfadados contra Jesús? Porque él da la bienvenida y acoge a los publicanos y pecadores. Llama la atención porque los fariseos y escribas no dicen el nombre de Jesús, sino que dicen «este» (οὗτος).

Jesús acoge siempre a los pecadores

y come frecuentemente con ellos.

         El verbo que dice «acoger», en griego προσδέχομαι (prosdéjomai) no significa que alguien lo haga de un modo puntual, sino lo hace siempre; Jesús siempre les acoge, siempre les da hospitalidad, les acepta, les recibe; es su estilo de vida el acoger en su casa a los pecadores y come con ellos.

         Le acusan de ‘comer con ellos’, (συνεσθίω, sunesdsío), ‘el tomar alimento en compañía de o con’ ellos. Comer de un único plato con los pecadores, lo que significa que Jesús se convierte en uno de ellos, mientras que ninguno de los fariseos ni escribas ponen ni un pie en el mismo suelo que pisan los publicanos y pecadores.

         Estas personas que están afuera, en la calle y murmurando de un modo muy exacerbado, irritadas. Ellos sostienen que Jesús no cree en Dios porque Dios no está junto con los pecadores; sino que Dios odia a los pecadores. Dios está al lado de los justos; ellos están diciendo que Jesús no cree en el Dios que tienen en mente.

La tragedia de los fariseos y escribas.

         Jesús sabe que los fariseos y escribas no son gente mala, no son malas personas, sino que únicamente son personas que creen en un Dios que no existe. No es el Dios que Jesús ha venido a presentar al mundo. Jesús se da cuenta que los fariseos y escribas no experimentan la alegría de sentirse amadas, independientemente de si son buenos o menos buenos; el Dios que Jesús presenta es un padre que ama a todos, pero esto está fuera de la lógica de los escribas y de los fariseos. Jesús ama a los fariseos y escribas y quiere verlos felices. Pero si no acogen la propuesta de Dios que Jesús les hace siempre estarán enojados, desajustados y sufriendo en su interior; litigando con todos aquellos que no piensen como ellos, y todo porque no han entendido ni acogido la gratuidad del amor del Padre.

¿Qué hace Jesús para poder

salvar a estos escribas y fariseos?

         Jesús para poder salvar a esos escribas y fariseos y así llevarlos a la alegría emplea una pedagogía diferente a la discusión y al acaloramiento. Si hubiera empleado esta pedagogía de la discusión les hubiera perdido y no los hubiera llevado a su propio campo. Jesús no sigue esta pedagogía de la discusión, sino que Jesús les cuenta una parábola. La parábola no impone una verdad, sino que la propone y la conclusión sale de dentro del oyente. Y el que escucha la parábola es el que pronuncia el juicio correspondiente.

El primer protagonista: El benjamín.

         «Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”. El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente». 

         El hijo menor le pide al padre ‘dame la parte del patrimonio que me corresponde’. Según la disposición del libro del Deuteronomio en el capítulo 21, la parte que le corresponde al hijo mejor es un tercio de la herencia y los otros dos tercios son para el primogénito (cfr. Dt 21, 16-17).

 

 

         El padre es un estorbo para el hijo pequeño.

         ¿Qué significa pedir la herencia al padre que aún sigue vivo? Esto es algo equivalente a decir a su padre, ‘padre, tú estas muerto y enterrado para mí’.El razonamiento del hijo menor era que la existencia del padre le generaba que no fuera libre de hacer lo que quisiera; y el hijo menor no podía ser así feliz. El padre para él es un estorbo para su vida. Esto significa pedir la herencia al padre estando el padre aún vivo.

         Se percibe el modo de pensar, de razonar y de las decisiones del hijo menor. Es lo mismo que sucede hoy por hoy a las personas que se alejan de Dios, que se alejan de la casa del Padre, que abandonan la Iglesia, porque tienen la misma concepción que tiene este hijo de su padre.

¿Qué imagen de Dios tiene el hijo pequeño?

         ¿Qué imagen de Dios hay detrás de estas decisiones del joven y de tantas personas de hoy en día que se alejan de Dios? Hay una imagen equivocada del padre; es la imagen equivocada del rostro de Dios. Han visto al padre como un ser dominante, como un antagonista de la libertad y de la alegría: No me deja hacer lo que yo pienso y deseo.

         Detrás de todo esto hay una catequesis que se imparte de un modo incorrecto ya que presenta a Dios como un maestro o patrón que tiene el derecho a darnos órdenes y que nos observa; y si se le desobedece o si se transgrede sus órdenes se obtiene el castigo.

         La catequesis correcta es presentar el rostro de un padre el cual ama a su hijo y sólo el que se siente amado empieza a escuchar con confianza y se fía de lo que el padre le dice. Los mandamientos son las diez palabras que un padre amoroso te dirige porque él quiere que tú seas feliz. Ahora bien, si tú piensas que Dios tiene el derecho a imponerte esas órdenes y que te castigará si las desobedeces a uno le entra el deseo de escapar, de huir de la casa del padre.

         Cuando el Padre del Cielo me dice ‘no mates’, me está diciendo que él no me castigará si yo matara a alguien; pero me sugiere esta palabra porque me quiere como un hombre auténtico; ya que si yo mato a alguien me convierto en una bestia y no en un hombre. Si uno comete adulterio, no lo has de hacer no por miedo al castigo, sino porque cometiendo adulterio te deshumanizas. No debes robar, no porque te castigue si robas, sino porque no te comportas como un hombre, te bestializas.

         Cuando cambia el rostro de este padre que no es un maestro o patrón, sino que es uno que te ama y que te muestra el camino de la vida y de la verdadera alegría, cuando uno adquiere esta imagen correcta de Dios uno lo escucha.

         Jesús en el Evangelio nunca recurre al término ‘obediencia’. Jesús nunca dice que ‘obedezcamos a Dios’, sino lo que nos dice es ‘que tenemos que ser como nuestro Padre del Cielo’.

         ¿Qué les sucede a aquellos que tienen una imagen incorrecta del rostro de Dios? Simplemente se van de la casa del Padre. «No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano», es decir, se marchó de casa.

Una Influencia Nada Alentadora

El irse de casa no fue una decisión irreflexiva, impetuosa o impulsiva. Sino que este hijo menor ya lo había hablado con sus amigos y con gente conocida y le decían que ‘su padre le estaba impidiendo el ser feliz’. Estas malas influencias han ayudado al benjamín a ver el rostro de Dios como un patrón, como un amo que reprime a la persona, y del cual uno debe de escapar.

         Es cierto que la influencia que tuvo de su hermano mayor le perjudicó. El primogénito era una persona orgullosa, con una perfecta observancia de las órdenes del padre; incluso altivo por su integridad moral, intolerante con quienes no comparten su empeño y su modo de gestionar el trabajo. Llevaba un ritmo frenético de vida. El hermano pequeño viviendo a su lado compartía ese imagen incorrecta del padre, ya que lo concibe como el patrón donde ‘yo obedezco, no transgredo nada, yo cumplo con todas las cosas y cada día me esfuerzo más ya que necesito mendigar ese amor del padre’; ya que uno actúa de tal modo que se esfuerza para que el padre te tenga en cuenta, te valore, te premie, y seas como su preferido.

¿Por qué piensa el hermano menor que

será feliz alejándose de la Casa del Padre?:

Ídolos

«Y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.

Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.

Recapacitando entonces, se dijo:

“Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre».

         La buena vida no dura para siempre; el dinero se acaba. ¿Qué es lo que se acaba? Son los ídolos que se terminan desmoronando. Este joven había puesto toda su confianza convencido en que estos ídolos le iban a proporcionar todo el placer y la gloria.

         Están proliferando como las setas los gimnasios por la gran importancia de cuidar la forma física, el encanto de la apariencia física, pero es que resulta que, llegado a un punto, a parecen los achaques de la salud, las arrugas y las diversas enfermedades con sus limitaciones correspondientes. Se confunde la alegría con el placer. Uno adora el ídolo del éxito en la carrera laboral y profesional; incluso por la carrera laboral sacrificaste a los amigos y robaste muchísima atención y tiempo a tu propia familia. En un cierto punto este ídolo del éxito en la carrera laboral, este pozo se seca cuando uno se jubila y dejan de llamarte por teléfono, dejan de invitarte a las comidas de empresa, dejan de acordarse de que uno sigue viviendo. El placer de viajar, es que llega un momento que tu salud ya no te permite viajar. Cuando uno tiene dinero o influencias todo el mundo te rodea y los que considerabas amigos te rodeaban como moscardones en torno al dulce pero cuando se acaba al dinero y las influencias nadie te acoge en su casa.

         Este joven confió en los ídolos, ha abandonado la casa del padre porque los ídolos le dieron lo que él buscaba. Pero en vez de ser saciado ahora se muere de hambre.

Desencanto de los ídolos:

Se encuentra Esclavo

         El joven no quería compartir los proyectos del padre; él quería ser independiente, autosuficiente, autónomo en sus decisiones de ser libre pero ahora se encuentra esclavo de los ídolos. Cuando nos alejamos de la casa del padre, cuando nos alejamos de Dios nos engañamos a nosotros mismos pensando que nos convertimos en superhombres y que podemos hacer todo lo que deseemos sin consecuencias. Y lo que pasa es que se cae en las manos de otros nuevos patrones: «Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos». Ahora el nuevo patrón es el amo de los cerdos. Unos nuevos patrones que te obligan a realizar acciones que terminas sintiéndote avergonzado; terminas haciendo acciones repugnantes e indignas de un hombre. Por ejemplo, si uno abandona a Dios y confías en un ídolo como es el dinero, el dinero te irá dando órdenes que te obligan a hacer cosas y acciones que nunca quisiste hacer, tales como explotara los más débiles, quitar tiempo de estar y de convivir con las personas queridas, engañar, mentir, robar. El ídolo del éxito, pero ¿qué es lo que te pide este ídolo? Te pide que bajes a algún lugar para tener reconocimiento, tener visibilidad, te hace lograr cosas y acciones de las que incluso puedes avergonzarte. Porque el pecado te promete mucho pero siempre te aleja más del lugar de donde realmente deberías de estar.

¿Cómo saciar esta hambre

que generan los ídolos?

         Este joven tiene hambre y es tentado de robar las algarrobas que comían los cerdos. Pero no llega a este nivel, es decir no llega a mezclarse y juntarse con los cerdos para recoger del suelo las algarrobas para comérselas. El hombre debe saciar su hambre, pero el hambre se sacia acogiendo el alimento que le pone un semejante en sus manos. Come de lo que le entrega el semejante, y no descendiendo de lo que comen los cerdos, recogiéndolo del suelo ni tirándose al suelo.

Nadie le daba de comer.

Este joven tiene hambre pero nadie le daba. ¿Qué significa que nadie le daba de comer? Quiere decir que nadie está dispuesto a echarte una mano en un mundo regulado y gobernado por la lógica de los ídolos. Cuando uno se aleja de Dios y entra en una sociedad donde se rinde culto a los ídolos y alguien te echa una mano lo hace por algún interés; y si no tienes algo que darle a cambio no recibes ninguna ayuda. Recordemos que en el mundo de los que son gobernados por los ídolos el ideal es enriquecerse, ascender y alcanzar el dominio del poder. Allí la regla es la de la competición, la competencia. Si ya vienes derrotado –como el hijo menor de la parábola- nadie te ayudará; si te ayudan es porque tú puedes darles alguna cosa o un empujón para el éxito. Esta es la lógica de la sociedad idolátrica en la que vivía este joven. Este joven sufre una decepción inevitable porque los ídolos se desmoronan en un momento determinado.

Y es entonces cuando empieza a razonar: «Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre». ‘Yo tengo hambre, aquí trabajo mucho y me paga poco y tengo que hacer cosas que me dan vergüenza. En cambio en casa de mi padre los asalariados ganan mucho y tienen pan en abundancia y en cambio yo aquí me muero de hambre’. Y razona pensando que para solucionar el problema del  hambre se marcha hacia la casa de su padre y le pide que le acepte entre sus asalariados.

¿Estaba arrepentido este joven?

La respuesta es claramente no. En sus palabras no aparecen señales de una conciencia de haber cometido un error. El único problema que tenía era que tenía era encontrar el modo de cómo saciar el hambre. Si hubiera aparecido en aquel momento otro que le hubiera dado de comer se hubiera olvidado de regresar a la casa del padre, y hubiera continuado fiándose de sus ídolos que le habían traicionado. No aparecen señales de arrepentimiento del hijo menor. No se preguntó qué tal estaba su padre mi cómo le había afectado su decisión de dejar la casa y de pedirle la parte de su herencia. El hijo menor piensa ir a la casa de su padre para pedirle disculpas pero sigue teniendo en mente la idea del padre como patrón. Si le pide disculpas es porque prefiere humillarse antes de comer junto con los cerdos las algarrobas.

El rostro de Dios que tenía el hijo benjamín.

La catequesis que hay de fondo es que le pide perdón a Dios no por haberle fallado, no por haber pecado al no responder a su amor. Le pide perdón porque le conviene ya que no quiere seguir pasando hambre, lo que le mueve no es un dolor de contrición. Es una catequesis diabólica que ha colocado una máscara perversa en el rostro de Dios; es tanto como afirmar ‘tengo que aceptar la consecuencias terribles que me vengan por no haber estado a la altura de lo pedido, porque no he hecho lo que tenía que haber hecho, tal y como lo hace mi hermano mayor’. O sea ‘que cierro los ojos, aprieto con fuerza los dientes, aguanto el chaparrón que me venga como consecuencia de mi conducta’ e ‘intento asegurarme el tener el pan que necesito’; ‘hay que afrontar el castigo inevitable que me venga encima’. Es una catequesis perversa la que ha asimilado este hijo menor. ¿Se da arrepentimiento por parte del hijo menor? Ni el más mínimo.

El rostro de Dios que tenía el hijo menor era el mismo rostro de Dios que tenían los escribas y los fariseos. El rostro de Dios de Jesús de Nazaret es el que siempre perdona y que te ama de un modo incondicional.

Cuando uno tiene en su corazón el rostro de Dios que nos enseña Jesús actúa de otro modo: si uno se sale del camino de la fe, si uno se deja seducir por los ídolos y huye de la casa del padre, y recapacita, enseguida se da cuenta de que se ha salido del camino y corre a abandonarse en los brazos del padre para que le sane las heridas ocasionadas por los ídolos; de tal modo que esa experiencia de perdición le ayudará en su proceso de conversión y favorecer a los demás hermanos a que se acerquen a Dios, porque sólo Dios es capaz de sacar de un mal un bien aún mayor. Ya que ese hijo extraviado confía y entiende que sólo acogiendo su amor.

El Padre entra en escena.

El Padre entra en escena y Jesús muestra el rostro correcto de Dios.

«Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.

Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus criados: “Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”. Y empezaron a celebrar el banquete».

Los cinco verbos.

         Se presenta la reacción del padre ante el retorno de su hijo menor y lo hace con cinco verbos, los cuales nos ayudarán para comprobar si realmente creemos en este Dios de Jesús o si todavía tenemos en mente la imagen del Dios de los escribas y de los fariseos.

         Los cinco verbos:

1.- Lo vio

El primer verbo nos dice que cuando aún estaba lejos, el padre «vio» a su hijo. «Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio». No es que el padre estuviera trabajando y en un momento de descanso mirase hacia arriba y viese que estaba llegando su hijo. No, el padre siempre ha estado mirando a lo lejos, en el horizonte por si venia si hijo, y le estaba buscando por el mismo camino que había visto marchar a su hijo. El padre estaba mirando el horizonte con una espera paciente a que retornase.

         El Dios de los escribas y de los fariseos es el legislador que está mirando para controlar si se hace lo que se ha ordenado y controlar a todos aquellos que transgredan los mandamientos, para recompensar o para castigar: es el Dios que siguen adorando tantos cristianos que se sienten asalariados y que esperan la paga al final de la jornada. Pero éste no es el Dios de Jesús de Nazaret. Muchos cristianos dicen ‘no robes, porque Dios te ve’, ‘no mates, porque Dios lo ve’, ‘no cometas adulterio porque Dios te ve’ y va tomando nota y al final de tu vida, en el juicio te mandará al infierno: Esta es la mirada de Dios de los escribas y de los fariseos.

         La mirada del Dios de Jesús de Nazaret es sólo mirada de amor que acompaña siempre al hijo cuando hace el bien y especialmente cuando se aleja del camino de la vida para traerlo de vuelta al camino de la alegría.

Los cinco verbos:

2.- Se Conmovió

El segundo verbo es ‘conmoverse’. El evangelista utiliza el verbo griego σπλαγχνίζομαι (splanjnízomai) que significa ‘conmoverse hasta las entrañas’, nos dice que Dios experimenta por el hombre un amor visceral, y en el Antiguo Testamento se utiliza la palabra רָ֫חֶם rékjem (matriz, útero), que remite a la madre con respecto al niño que está siendo gestado. No se puede imaginar una emoción más íntima y más fuerte que esta. ¿Nosotros nos interesamos con la intensidad de ese amor del Padre del cielo con nuestros hermanos los hombres? ¿Tenemos la misma pasión y la misma intensidad en el amor?

Los cinco verbos:

3.- Empezó a Correr

El tercer verbo es ‘correr’. Los grandes señores no corrieron nunca, siempre hacían correr a sus siervos. Ellos siempre llevaban unos vestidos y un porte noble, calmado y destacado. A este padre la emoción le hizo perder el control de las reacciones; ya no razonaba con la cabeza, sino con las emociones de las vísceras. Comienza a correr una persona mayor, con todos los peligros de caerse o tropezarse: ha perdido la cabeza. El que ama no se interesa por lo que gente piense.

Los cinco verbos:

4.- Abrazar

El cuarto verbo es ‘lo abrazó’ o ‘se le echó al cuello’. Sin embargo la expresión griega es ἐπέπεσεν ἐπὶ τὸν τράχηλον, o sea ‘cayó sobre encima del cuello’; que significa que él estaba corriendo hacia él y en cierto punto ya no tenía más fuerzas para correr que cayó sobre su cuello.

 Los cinco verbos:

5.- Lo Besó

El quinto verbo es ‘lo besó’; κατεφίλησεν, lo besó ardientemente (καταφιλέω katafiléo). El padre no paraba de besarlo. El padre lo besaba porque ese siempre ha sido su hijo, no le interesa sus palabras de arrepentimiento ni de escusas.

Reacción del Hijo Menor.

El hijo reacciona con las palabras que él tenía preparadas, el estribillo que él se había memorizado porque quería dar la bienvenida a su padre en calidad de siervo para entrar en las dependencias de este nuevo patrón que era mucho mejor que aquel que le mandó cuidar cerdos. El padre interrumpe el estribillo que tenía preparado su hijo porque no quiere ni oírle hablar a su hijo que se presente como un siervo ante él.

En la Biblia cuando se habla de ‘los siervos de Dios’ son aquellos que ponen su vida a disposición para el proyecto del amor de Dios. Los paganos querían a los hombres a su servicio y así eran tratados como siervos. Con Dios es totalmente distinto. El Dios de Jesús de Nazaret es siervo del hombre. Cuando el asalariado está esperando al final de la jornada el salario y se encuentra que otro no ha trabajado tanto como uno o muy poco y se enfada porque recibe lo mismo que uno, esto demuestra que estás creyendo y profesando tu fe no en el Dios de Jesús de Nazaret, sino en el Dios que tienen en mente los escribas y los fariseos.

¿Qué cosa hace ahora el Padre?

En el Evangelio nunca se nos dice que pidamos perdón a Dios; si haces el mal pide perdón a tu hermano. Dios perdona porque continuamente con su mirada, con su palabra y a través de todos los ángeles que él tiene a su lado desea reconducir al camino de la vida a aquellos que se fueron e hicieron el mal tanto a sí mismos como a sus hermanos, a los cuales ha de pedir perdón. El hijo sólo puede darle las gracias porque le sigue guiando y le ha devuelto al camino de la alegría. Y cuando Dios consigue el resultado de devolver al camino de la alegría al hijo, ¿qué es lo que sucede?, sucede la fiesta.

1.-El vestido.

Lo primero que hace el padre es vestirle con la túnica. La túnica en la Biblia tiene un significado simbólico importante: indica que es una persona y que hace similar al padre, no eres un sirviente, él es el hijo del amo de la casa. Nos remite a la vestidura bautismal que nos recuerda que nosotros somos siempre sus hijos, hagamos lo que hagamos.

2.-El anillo.

En segundo lugar le da un anillo en su mano. Es el sello que garantiza que tú eres el amo de la casa y que puedes disponer de todos los bienes de tu padre. El padre al entregarle el anillo le está diciendo que todo lo mío es tuyo.

3.- Calzadle unas sandalias.

La tercera cosa que hace el padre es ponerle unas sandalias en los pies. Dios no quiere siervos, quiere hijos. Los sirvientes iban descalzos y él no quiere ver a nadie descalzo. Le hace entender a este hijo que siempre ha sido su hijo. Cuando una persona se ha extraviado en la vida teme siempre a este Dios que esté enojado con uno; en el caso del Dios de Jesús continúa amándote porque siempre has sido su hijo, en ningún momento has dejado de serlo.

4.- La fiesta.

Luego viene la fiesta con el novillo cebado, para destacar la alegría del retorno a la casa del padre.

Entra en escena otro personaje que no entiende la fiesta gratis.

El tercer personaje.

El amor gratuito e incondicionado de Dios no lo entiende este otro personaje. Este personaje retrata a tantos cristianos que siguen teniendo la imagen de Dios de los escribas y de los fariseos, se comportan excluyendo a los diferentes o con historias de pecado.

«Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.

Este le contestó: “Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.

Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.

Entonces él respondió a su padre: “Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.

El padre le dijo: “Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».

Jesús desea quitarnos de la mente la imagen del Dios que tienen los escribas y los fariseos: El Dios que premia y que castiga. Esta es la razón por la que se presenta la figura del hermano mayor que reproduce exactamente el modo de pensar, actuar y sentir de los escribas y de los fariseos. Y actualmente hay muchos cristianos que siguen adorando la imagen equivocada de este Dios.

El hermano mayor es una persona trabajadora, ocupada. Y al regresar y constatar que había una fiesta y el motivo de la fiesta, el hijo mayor se puso furioso: No acepta que se realice una fiesta a alguien que no se lo merece. Y se niega a entrar en la fiesta.

Las razones del hijo mayor.

Dice al padre: «“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; ».

El hijo mayor no se siente hijo, sino siervo del padre. Es un siervo como los escribas y los fariseos que son siervos y son castigados o premiados según su obediencia o su transgresión de la Torá. Y esta es la postura de muchos cristianos de hoy que no se sienten hijos amados gratuitamente. Y no quieren hablar de una fiesta gratuita de aquellos que no han cumplido como ellos han cumplido con los mandamientos.

Como el hijo mayor se siente siervo no se da cuenta que él mismo podría haber cogido ese cabrito para hacer ese banquete deseado. Ese hermano mayor no se siente uno de la casa.

El hermano mayor y nosotros

Luego el hermano mayor ataca diciendo: «en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”». Dice ‘ese hijo tuyo’, no dice ‘mi hermano’. Y dice que el hermano menor ha estado con prostitutas. ¿Cómo sabe que ha estado con prostitutas? Se percibe malicia en las palabras del primogénito.

Pero si lo vemos objetivamente, el hijo mayor tiene toda la razón, porque es como si premiase ese comportamiento con ese ternero cebado, con esa fiesta. El hijo mayor razona exactamente como nosotros, con nuestro mismo criterio de justicia. Esa fiesta debía ser como consecuencia de haber cumplido perfectamente los mandamientos y de ser unas personas muy fieles y cumplidoras. Pero el Dios de Jesús de Nazaret es el Dios del amor gratuito.

El término padre es repetido 13 veces en la parábola; 7 veces corresponde al cronista que cuenta la parábola. Cinco veces está la palabra ‘padre’ en la boca del hijo menor, una vez lo pronuncia el siervo. Ni una sola vez aparece el término ‘padre’ en los labios del hijo mayor.

Hay cristianos que razonan como este hijo mayor y son los siervos, no se sienten hijos.

¿El hijo mayor entró en la fiesta? Cuando conozcamos quien es este hijo mayor veremos que seguramente sí; sí porque le obedecerá por temor, pero no por amor. Seguirá adorando a ese Dios justo según sus criterios y mantendrá su infelicidad.