viernes, 28 de marzo de 2025

Homilía del Domingo Cuarto de Cuaresma, Ciclo C Lc 15, 1-3.11-32 El hijo pródigo y el Padre bueno

 

Homilía del Domingo IV del Tiempo Cuaresma. Ciclo C

30.03.2025    Lc 15, 1-3.11-32

 

         ¿A quién dirige Jesús esta parábola?

         Responder a esta cuestión es muy importante, porque no se dirige a los pecadores, tal y como estamos acostumbrados a oír para convencerles a que cambien de vida. Está dirigida a los que se consideran justos.

 

         «En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo esta parábola
».

         Si tratamos de visualizar la escena, Jesús no dirige la parábola a quienes se tienen que convertir, sino a los que ya se creen justos y convertidos. Se encuentra como en un zaguán que da la calle, sin entrar propiamente a la casa; y a su alrededor están todos los publicanos y pecadores. Los publicanos eran la gente más distante de Dios y se les consideraba como irrecuperables, como personas desahuciadas y no tenían ninguna esperanza de salvarse. Además, eran los colaboracionistas con los romanos opresores; además los publicanos habían traicionado la fe en Yahvé por el amor al dinero, ya que ellos habían ofrecido un culto al dios del emperador.

         Si Jesús hubiera querido contar la parábola sólo a los publicanos y pecadores lo hubiera hecho dentro de la casa en una sala. Pero Jesús lo ha hecho en un lugar donde todo el mundo que pase por la calle lo pueda oír y se pueda enterar de lo que ahí se está diciendo.

         Fuera del zaguán, de pie en la calle, manteniendo unas distancias físicas respecto a los que estaban rodeando a Jesús, había un grupo de personas, la gente que se consideraba buena: los fariseos y los escribas. Ellos eran la gente buena y religiosas que observan todos los mandamientos y preceptos. ¿Y qué cosa hacen esta gente buena? Esta gente buena, este grupo de fariseos y escribas/maestros de la ley murmuraban (διαγονγύζω; diagongúzo), estaban fuera contestando el comportamiento de Jesús y lo hacían mostrando su más profunda indignación. ¿Por qué están tan enfadados contra Jesús? Porque él da la bienvenida y acoge a los publicanos y pecadores. Llama la atención porque los fariseos y escribas no dicen el nombre de Jesús, sino que dicen «este» (οὗτος).

Jesús acoge siempre a los pecadores

y come frecuentemente con ellos.

         El verbo que dice «acoger», en griego προσδέχομαι (prosdéjomai) no significa que alguien lo haga de un modo puntual, sino lo hace siempre; Jesús siempre les acoge, siempre les da hospitalidad, les acepta, les recibe; es su estilo de vida el acoger en su casa a los pecadores y come con ellos.

         Le acusan de ‘comer con ellos’, (συνεσθίω, sunesdsío), ‘el tomar alimento en compañía de o con’ ellos. Comer de un único plato con los pecadores, lo que significa que Jesús se convierte en uno de ellos, mientras que ninguno de los fariseos ni escribas ponen ni un pie en el mismo suelo que pisan los publicanos y pecadores.

         Estas personas que están afuera, en la calle y murmurando de un modo muy exacerbado, irritadas. Ellos sostienen que Jesús no cree en Dios porque Dios no está junto con los pecadores; sino que Dios odia a los pecadores. Dios está al lado de los justos; ellos están diciendo que Jesús no cree en el Dios que tienen en mente.

La tragedia de los fariseos y escribas.

         Jesús sabe que los fariseos y escribas no son gente mala, no son malas personas, sino que únicamente son personas que creen en un Dios que no existe. No es el Dios que Jesús ha venido a presentar al mundo. Jesús se da cuenta que los fariseos y escribas no experimentan la alegría de sentirse amadas, independientemente de si son buenos o menos buenos; el Dios que Jesús presenta es un padre que ama a todos, pero esto está fuera de la lógica de los escribas y de los fariseos. Jesús ama a los fariseos y escribas y quiere verlos felices. Pero si no acogen la propuesta de Dios que Jesús les hace siempre estarán enojados, desajustados y sufriendo en su interior; litigando con todos aquellos que no piensen como ellos, y todo porque no han entendido ni acogido la gratuidad del amor del Padre.

¿Qué hace Jesús para poder

salvar a estos escribas y fariseos?

         Jesús para poder salvar a esos escribas y fariseos y así llevarlos a la alegría emplea una pedagogía diferente a la discusión y al acaloramiento. Si hubiera empleado esta pedagogía de la discusión les hubiera perdido y no los hubiera llevado a su propio campo. Jesús no sigue esta pedagogía de la discusión, sino que Jesús les cuenta una parábola. La parábola no impone una verdad, sino que la propone y la conclusión sale de dentro del oyente. Y el que escucha la parábola es el que pronuncia el juicio correspondiente.

El primer protagonista: El benjamín.

         «Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”. El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente». 

         El hijo menor le pide al padre ‘dame la parte del patrimonio que me corresponde’. Según la disposición del libro del Deuteronomio en el capítulo 21, la parte que le corresponde al hijo mejor es un tercio de la herencia y los otros dos tercios son para el primogénito (cfr. Dt 21, 16-17).

 

 

         El padre es un estorbo para el hijo pequeño.

         ¿Qué significa pedir la herencia al padre que aún sigue vivo? Esto es algo equivalente a decir a su padre, ‘padre, tú estas muerto y enterrado para mí’.El razonamiento del hijo menor era que la existencia del padre le generaba que no fuera libre de hacer lo que quisiera; y el hijo menor no podía ser así feliz. El padre para él es un estorbo para su vida. Esto significa pedir la herencia al padre estando el padre aún vivo.

         Se percibe el modo de pensar, de razonar y de las decisiones del hijo menor. Es lo mismo que sucede hoy por hoy a las personas que se alejan de Dios, que se alejan de la casa del Padre, que abandonan la Iglesia, porque tienen la misma concepción que tiene este hijo de su padre.

¿Qué imagen de Dios tiene el hijo pequeño?

         ¿Qué imagen de Dios hay detrás de estas decisiones del joven y de tantas personas de hoy en día que se alejan de Dios? Hay una imagen equivocada del padre; es la imagen equivocada del rostro de Dios. Han visto al padre como un ser dominante, como un antagonista de la libertad y de la alegría: No me deja hacer lo que yo pienso y deseo.

         Detrás de todo esto hay una catequesis que se imparte de un modo incorrecto ya que presenta a Dios como un maestro o patrón que tiene el derecho a darnos órdenes y que nos observa; y si se le desobedece o si se transgrede sus órdenes se obtiene el castigo.

         La catequesis correcta es presentar el rostro de un padre el cual ama a su hijo y sólo el que se siente amado empieza a escuchar con confianza y se fía de lo que el padre le dice. Los mandamientos son las diez palabras que un padre amoroso te dirige porque él quiere que tú seas feliz. Ahora bien, si tú piensas que Dios tiene el derecho a imponerte esas órdenes y que te castigará si las desobedeces a uno le entra el deseo de escapar, de huir de la casa del padre.

         Cuando el Padre del Cielo me dice ‘no mates’, me está diciendo que él no me castigará si yo matara a alguien; pero me sugiere esta palabra porque me quiere como un hombre auténtico; ya que si yo mato a alguien me convierto en una bestia y no en un hombre. Si uno comete adulterio, no lo has de hacer no por miedo al castigo, sino porque cometiendo adulterio te deshumanizas. No debes robar, no porque te castigue si robas, sino porque no te comportas como un hombre, te bestializas.

         Cuando cambia el rostro de este padre que no es un maestro o patrón, sino que es uno que te ama y que te muestra el camino de la vida y de la verdadera alegría, cuando uno adquiere esta imagen correcta de Dios uno lo escucha.

         Jesús en el Evangelio nunca recurre al término ‘obediencia’. Jesús nunca dice que ‘obedezcamos a Dios’, sino lo que nos dice es ‘que tenemos que ser como nuestro Padre del Cielo’.

         ¿Qué les sucede a aquellos que tienen una imagen incorrecta del rostro de Dios? Simplemente se van de la casa del Padre. «No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano», es decir, se marchó de casa.

Una Influencia Nada Alentadora

El irse de casa no fue una decisión irreflexiva, impetuosa o impulsiva. Sino que este hijo menor ya lo había hablado con sus amigos y con gente conocida y le decían que ‘su padre le estaba impidiendo el ser feliz’. Estas malas influencias han ayudado al benjamín a ver el rostro de Dios como un patrón, como un amo que reprime a la persona, y del cual uno debe de escapar.

         Es cierto que la influencia que tuvo de su hermano mayor le perjudicó. El primogénito era una persona orgullosa, con una perfecta observancia de las órdenes del padre; incluso altivo por su integridad moral, intolerante con quienes no comparten su empeño y su modo de gestionar el trabajo. Llevaba un ritmo frenético de vida. El hermano pequeño viviendo a su lado compartía ese imagen incorrecta del padre, ya que lo concibe como el patrón donde ‘yo obedezco, no transgredo nada, yo cumplo con todas las cosas y cada día me esfuerzo más ya que necesito mendigar ese amor del padre’; ya que uno actúa de tal modo que se esfuerza para que el padre te tenga en cuenta, te valore, te premie, y seas como su preferido.

¿Por qué piensa el hermano menor que

será feliz alejándose de la Casa del Padre?:

Ídolos

«Y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.

Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.

Recapacitando entonces, se dijo:

“Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre».

         La buena vida no dura para siempre; el dinero se acaba. ¿Qué es lo que se acaba? Son los ídolos que se terminan desmoronando. Este joven había puesto toda su confianza convencido en que estos ídolos le iban a proporcionar todo el placer y la gloria.

         Están proliferando como las setas los gimnasios por la gran importancia de cuidar la forma física, el encanto de la apariencia física, pero es que resulta que, llegado a un punto, a parecen los achaques de la salud, las arrugas y las diversas enfermedades con sus limitaciones correspondientes. Se confunde la alegría con el placer. Uno adora el ídolo del éxito en la carrera laboral y profesional; incluso por la carrera laboral sacrificaste a los amigos y robaste muchísima atención y tiempo a tu propia familia. En un cierto punto este ídolo del éxito en la carrera laboral, este pozo se seca cuando uno se jubila y dejan de llamarte por teléfono, dejan de invitarte a las comidas de empresa, dejan de acordarse de que uno sigue viviendo. El placer de viajar, es que llega un momento que tu salud ya no te permite viajar. Cuando uno tiene dinero o influencias todo el mundo te rodea y los que considerabas amigos te rodeaban como moscardones en torno al dulce pero cuando se acaba al dinero y las influencias nadie te acoge en su casa.

         Este joven confió en los ídolos, ha abandonado la casa del padre porque los ídolos le dieron lo que él buscaba. Pero en vez de ser saciado ahora se muere de hambre.

Desencanto de los ídolos:

Se encuentra Esclavo

         El joven no quería compartir los proyectos del padre; él quería ser independiente, autosuficiente, autónomo en sus decisiones de ser libre pero ahora se encuentra esclavo de los ídolos. Cuando nos alejamos de la casa del padre, cuando nos alejamos de Dios nos engañamos a nosotros mismos pensando que nos convertimos en superhombres y que podemos hacer todo lo que deseemos sin consecuencias. Y lo que pasa es que se cae en las manos de otros nuevos patrones: «Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos». Ahora el nuevo patrón es el amo de los cerdos. Unos nuevos patrones que te obligan a realizar acciones que terminas sintiéndote avergonzado; terminas haciendo acciones repugnantes e indignas de un hombre. Por ejemplo, si uno abandona a Dios y confías en un ídolo como es el dinero, el dinero te irá dando órdenes que te obligan a hacer cosas y acciones que nunca quisiste hacer, tales como explotara los más débiles, quitar tiempo de estar y de convivir con las personas queridas, engañar, mentir, robar. El ídolo del éxito, pero ¿qué es lo que te pide este ídolo? Te pide que bajes a algún lugar para tener reconocimiento, tener visibilidad, te hace lograr cosas y acciones de las que incluso puedes avergonzarte. Porque el pecado te promete mucho pero siempre te aleja más del lugar de donde realmente deberías de estar.

¿Cómo saciar esta hambre

que generan los ídolos?

         Este joven tiene hambre y es tentado de robar las algarrobas que comían los cerdos. Pero no llega a este nivel, es decir no llega a mezclarse y juntarse con los cerdos para recoger del suelo las algarrobas para comérselas. El hombre debe saciar su hambre, pero el hambre se sacia acogiendo el alimento que le pone un semejante en sus manos. Come de lo que le entrega el semejante, y no descendiendo de lo que comen los cerdos, recogiéndolo del suelo ni tirándose al suelo.

Nadie le daba de comer.

Este joven tiene hambre pero nadie le daba. ¿Qué significa que nadie le daba de comer? Quiere decir que nadie está dispuesto a echarte una mano en un mundo regulado y gobernado por la lógica de los ídolos. Cuando uno se aleja de Dios y entra en una sociedad donde se rinde culto a los ídolos y alguien te echa una mano lo hace por algún interés; y si no tienes algo que darle a cambio no recibes ninguna ayuda. Recordemos que en el mundo de los que son gobernados por los ídolos el ideal es enriquecerse, ascender y alcanzar el dominio del poder. Allí la regla es la de la competición, la competencia. Si ya vienes derrotado –como el hijo menor de la parábola- nadie te ayudará; si te ayudan es porque tú puedes darles alguna cosa o un empujón para el éxito. Esta es la lógica de la sociedad idolátrica en la que vivía este joven. Este joven sufre una decepción inevitable porque los ídolos se desmoronan en un momento determinado.

Y es entonces cuando empieza a razonar: «Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre». ‘Yo tengo hambre, aquí trabajo mucho y me paga poco y tengo que hacer cosas que me dan vergüenza. En cambio en casa de mi padre los asalariados ganan mucho y tienen pan en abundancia y en cambio yo aquí me muero de hambre’. Y razona pensando que para solucionar el problema del  hambre se marcha hacia la casa de su padre y le pide que le acepte entre sus asalariados.

¿Estaba arrepentido este joven?

La respuesta es claramente no. En sus palabras no aparecen señales de una conciencia de haber cometido un error. El único problema que tenía era que tenía era encontrar el modo de cómo saciar el hambre. Si hubiera aparecido en aquel momento otro que le hubiera dado de comer se hubiera olvidado de regresar a la casa del padre, y hubiera continuado fiándose de sus ídolos que le habían traicionado. No aparecen señales de arrepentimiento del hijo menor. No se preguntó qué tal estaba su padre mi cómo le había afectado su decisión de dejar la casa y de pedirle la parte de su herencia. El hijo menor piensa ir a la casa de su padre para pedirle disculpas pero sigue teniendo en mente la idea del padre como patrón. Si le pide disculpas es porque prefiere humillarse antes de comer junto con los cerdos las algarrobas.

El rostro de Dios que tenía el hijo benjamín.

La catequesis que hay de fondo es que le pide perdón a Dios no por haberle fallado, no por haber pecado al no responder a su amor. Le pide perdón porque le conviene ya que no quiere seguir pasando hambre, lo que le mueve no es un dolor de contrición. Es una catequesis diabólica que ha colocado una máscara perversa en el rostro de Dios; es tanto como afirmar ‘tengo que aceptar la consecuencias terribles que me vengan por no haber estado a la altura de lo pedido, porque no he hecho lo que tenía que haber hecho, tal y como lo hace mi hermano mayor’. O sea ‘que cierro los ojos, aprieto con fuerza los dientes, aguanto el chaparrón que me venga como consecuencia de mi conducta’ e ‘intento asegurarme el tener el pan que necesito’; ‘hay que afrontar el castigo inevitable que me venga encima’. Es una catequesis perversa la que ha asimilado este hijo menor. ¿Se da arrepentimiento por parte del hijo menor? Ni el más mínimo.

El rostro de Dios que tenía el hijo menor era el mismo rostro de Dios que tenían los escribas y los fariseos. El rostro de Dios de Jesús de Nazaret es el que siempre perdona y que te ama de un modo incondicional.

Cuando uno tiene en su corazón el rostro de Dios que nos enseña Jesús actúa de otro modo: si uno se sale del camino de la fe, si uno se deja seducir por los ídolos y huye de la casa del padre, y recapacita, enseguida se da cuenta de que se ha salido del camino y corre a abandonarse en los brazos del padre para que le sane las heridas ocasionadas por los ídolos; de tal modo que esa experiencia de perdición le ayudará en su proceso de conversión y favorecer a los demás hermanos a que se acerquen a Dios, porque sólo Dios es capaz de sacar de un mal un bien aún mayor. Ya que ese hijo extraviado confía y entiende que sólo acogiendo su amor.

El Padre entra en escena.

El Padre entra en escena y Jesús muestra el rostro correcto de Dios.

«Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.

Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus criados: “Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”. Y empezaron a celebrar el banquete».

Los cinco verbos.

         Se presenta la reacción del padre ante el retorno de su hijo menor y lo hace con cinco verbos, los cuales nos ayudarán para comprobar si realmente creemos en este Dios de Jesús o si todavía tenemos en mente la imagen del Dios de los escribas y de los fariseos.

         Los cinco verbos:

1.- Lo vio

El primer verbo nos dice que cuando aún estaba lejos, el padre «vio» a su hijo. «Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio». No es que el padre estuviera trabajando y en un momento de descanso mirase hacia arriba y viese que estaba llegando su hijo. No, el padre siempre ha estado mirando a lo lejos, en el horizonte por si venia si hijo, y le estaba buscando por el mismo camino que había visto marchar a su hijo. El padre estaba mirando el horizonte con una espera paciente a que retornase.

         El Dios de los escribas y de los fariseos es el legislador que está mirando para controlar si se hace lo que se ha ordenado y controlar a todos aquellos que transgredan los mandamientos, para recompensar o para castigar: es el Dios que siguen adorando tantos cristianos que se sienten asalariados y que esperan la paga al final de la jornada. Pero éste no es el Dios de Jesús de Nazaret. Muchos cristianos dicen ‘no robes, porque Dios te ve’, ‘no mates, porque Dios lo ve’, ‘no cometas adulterio porque Dios te ve’ y va tomando nota y al final de tu vida, en el juicio te mandará al infierno: Esta es la mirada de Dios de los escribas y de los fariseos.

         La mirada del Dios de Jesús de Nazaret es sólo mirada de amor que acompaña siempre al hijo cuando hace el bien y especialmente cuando se aleja del camino de la vida para traerlo de vuelta al camino de la alegría.

Los cinco verbos:

2.- Se Conmovió

El segundo verbo es ‘conmoverse’. El evangelista utiliza el verbo griego σπλαγχνίζομαι (splanjnízomai) que significa ‘conmoverse hasta las entrañas’, nos dice que Dios experimenta por el hombre un amor visceral, y en el Antiguo Testamento se utiliza la palabra רָ֫חֶם rékjem (matriz, útero), que remite a la madre con respecto al niño que está siendo gestado. No se puede imaginar una emoción más íntima y más fuerte que esta. ¿Nosotros nos interesamos con la intensidad de ese amor del Padre del cielo con nuestros hermanos los hombres? ¿Tenemos la misma pasión y la misma intensidad en el amor?

Los cinco verbos:

3.- Empezó a Correr

El tercer verbo es ‘correr’. Los grandes señores no corrieron nunca, siempre hacían correr a sus siervos. Ellos siempre llevaban unos vestidos y un porte noble, calmado y destacado. A este padre la emoción le hizo perder el control de las reacciones; ya no razonaba con la cabeza, sino con las emociones de las vísceras. Comienza a correr una persona mayor, con todos los peligros de caerse o tropezarse: ha perdido la cabeza. El que ama no se interesa por lo que gente piense.

Los cinco verbos:

4.- Abrazar

El cuarto verbo es ‘lo abrazó’ o ‘se le echó al cuello’. Sin embargo la expresión griega es ἐπέπεσεν ἐπὶ τὸν τράχηλον, o sea ‘cayó sobre encima del cuello’; que significa que él estaba corriendo hacia él y en cierto punto ya no tenía más fuerzas para correr que cayó sobre su cuello.

 Los cinco verbos:

5.- Lo Besó

El quinto verbo es ‘lo besó’; κατεφίλησεν, lo besó ardientemente (καταφιλέω katafiléo). El padre no paraba de besarlo. El padre lo besaba porque ese siempre ha sido su hijo, no le interesa sus palabras de arrepentimiento ni de escusas.

Reacción del Hijo Menor.

El hijo reacciona con las palabras que él tenía preparadas, el estribillo que él se había memorizado porque quería dar la bienvenida a su padre en calidad de siervo para entrar en las dependencias de este nuevo patrón que era mucho mejor que aquel que le mandó cuidar cerdos. El padre interrumpe el estribillo que tenía preparado su hijo porque no quiere ni oírle hablar a su hijo que se presente como un siervo ante él.

En la Biblia cuando se habla de ‘los siervos de Dios’ son aquellos que ponen su vida a disposición para el proyecto del amor de Dios. Los paganos querían a los hombres a su servicio y así eran tratados como siervos. Con Dios es totalmente distinto. El Dios de Jesús de Nazaret es siervo del hombre. Cuando el asalariado está esperando al final de la jornada el salario y se encuentra que otro no ha trabajado tanto como uno o muy poco y se enfada porque recibe lo mismo que uno, esto demuestra que estás creyendo y profesando tu fe no en el Dios de Jesús de Nazaret, sino en el Dios que tienen en mente los escribas y los fariseos.

¿Qué cosa hace ahora el Padre?

En el Evangelio nunca se nos dice que pidamos perdón a Dios; si haces el mal pide perdón a tu hermano. Dios perdona porque continuamente con su mirada, con su palabra y a través de todos los ángeles que él tiene a su lado desea reconducir al camino de la vida a aquellos que se fueron e hicieron el mal tanto a sí mismos como a sus hermanos, a los cuales ha de pedir perdón. El hijo sólo puede darle las gracias porque le sigue guiando y le ha devuelto al camino de la alegría. Y cuando Dios consigue el resultado de devolver al camino de la alegría al hijo, ¿qué es lo que sucede?, sucede la fiesta.

1.-El vestido.

Lo primero que hace el padre es vestirle con la túnica. La túnica en la Biblia tiene un significado simbólico importante: indica que es una persona y que hace similar al padre, no eres un sirviente, él es el hijo del amo de la casa. Nos remite a la vestidura bautismal que nos recuerda que nosotros somos siempre sus hijos, hagamos lo que hagamos.

2.-El anillo.

En segundo lugar le da un anillo en su mano. Es el sello que garantiza que tú eres el amo de la casa y que puedes disponer de todos los bienes de tu padre. El padre al entregarle el anillo le está diciendo que todo lo mío es tuyo.

3.- Calzadle unas sandalias.

La tercera cosa que hace el padre es ponerle unas sandalias en los pies. Dios no quiere siervos, quiere hijos. Los sirvientes iban descalzos y él no quiere ver a nadie descalzo. Le hace entender a este hijo que siempre ha sido su hijo. Cuando una persona se ha extraviado en la vida teme siempre a este Dios que esté enojado con uno; en el caso del Dios de Jesús continúa amándote porque siempre has sido su hijo, en ningún momento has dejado de serlo.

4.- La fiesta.

Luego viene la fiesta con el novillo cebado, para destacar la alegría del retorno a la casa del padre.

Entra en escena otro personaje que no entiende la fiesta gratis.

El tercer personaje.

El amor gratuito e incondicionado de Dios no lo entiende este otro personaje. Este personaje retrata a tantos cristianos que siguen teniendo la imagen de Dios de los escribas y de los fariseos, se comportan excluyendo a los diferentes o con historias de pecado.

«Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.

Este le contestó: “Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.

Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.

Entonces él respondió a su padre: “Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.

El padre le dijo: “Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».

Jesús desea quitarnos de la mente la imagen del Dios que tienen los escribas y los fariseos: El Dios que premia y que castiga. Esta es la razón por la que se presenta la figura del hermano mayor que reproduce exactamente el modo de pensar, actuar y sentir de los escribas y de los fariseos. Y actualmente hay muchos cristianos que siguen adorando la imagen equivocada de este Dios.

El hermano mayor es una persona trabajadora, ocupada. Y al regresar y constatar que había una fiesta y el motivo de la fiesta, el hijo mayor se puso furioso: No acepta que se realice una fiesta a alguien que no se lo merece. Y se niega a entrar en la fiesta.

Las razones del hijo mayor.

Dice al padre: «“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; ».

El hijo mayor no se siente hijo, sino siervo del padre. Es un siervo como los escribas y los fariseos que son siervos y son castigados o premiados según su obediencia o su transgresión de la Torá. Y esta es la postura de muchos cristianos de hoy que no se sienten hijos amados gratuitamente. Y no quieren hablar de una fiesta gratuita de aquellos que no han cumplido como ellos han cumplido con los mandamientos.

Como el hijo mayor se siente siervo no se da cuenta que él mismo podría haber cogido ese cabrito para hacer ese banquete deseado. Ese hermano mayor no se siente uno de la casa.

El hermano mayor y nosotros

Luego el hermano mayor ataca diciendo: «en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”». Dice ‘ese hijo tuyo’, no dice ‘mi hermano’. Y dice que el hermano menor ha estado con prostitutas. ¿Cómo sabe que ha estado con prostitutas? Se percibe malicia en las palabras del primogénito.

Pero si lo vemos objetivamente, el hijo mayor tiene toda la razón, porque es como si premiase ese comportamiento con ese ternero cebado, con esa fiesta. El hijo mayor razona exactamente como nosotros, con nuestro mismo criterio de justicia. Esa fiesta debía ser como consecuencia de haber cumplido perfectamente los mandamientos y de ser unas personas muy fieles y cumplidoras. Pero el Dios de Jesús de Nazaret es el Dios del amor gratuito.

El término padre es repetido 13 veces en la parábola; 7 veces corresponde al cronista que cuenta la parábola. Cinco veces está la palabra ‘padre’ en la boca del hijo menor, una vez lo pronuncia el siervo. Ni una sola vez aparece el término ‘padre’ en los labios del hijo mayor.

Hay cristianos que razonan como este hijo mayor y son los siervos, no se sienten hijos.

¿El hijo mayor entró en la fiesta? Cuando conozcamos quien es este hijo mayor veremos que seguramente sí; sí porque le obedecerá por temor, pero no por amor. Seguirá adorando a ese Dios justo según sus criterios y mantendrá su infelicidad.

domingo, 23 de marzo de 2025

Homilía del Domingo III de Cuaresma, Ciclo C Lc 13, 1-9

 

Homilía del Domingo III de Cuaresma, Ciclo C

Lc 13, 1-9

23.03.2025

 

         El episodio que hoy nos ofrece la liturgia sólo nos lo ofrece el evangelista Lucas. Este texto evangélico de hoy se enlaza con el capítulo 12 en los capítulos 54 al 59 donde Jesús se dirige a las multitudes y desenmascara la hipocresía de aquellos que se cierran a la novedad del mensaje evangélico que él mismo nos trae. Es más, Jesús emplea palabras duras como ‘hipócritas’, con el significado de ‘comediante’. Jesús nos invita a interpretar el tiempo presente con los criterios celestiales.

         Pasar del concepto del poder

al concepto de la autoridad.

         Jesús invita a la multitud a crecer, a madurar, a ser capaces de razonar con la propia cabeza y a caminar con las propias piernas; y volverse independiente de la propia autoridad religiosa que quiere siempre mantener a la gente en una condición infantil y siempre necesitada de autorizaciones para saber qué cosa es buena y qué cosa es mala. Jesús quiere que estas personas creyentes pasen del concepto del poder al concepto de autoridad. El poder, en el evangelio, es siempre diabólico; recuerden en el evangelio las tentaciones del desierto ya que el poder es usado para aplastar al hermano y así conseguir lo que uno ansía. Recuerden lo que diablo dijo a Jesús: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me ha sido dado, y yo lo doy a quien quiero» (cfr. Lc 4, 6). Jesús denuncia el poder como algo diabólico. En la comunidad cristiana no hay puesto para el poder sino para la autoridad. ¿Cuál es la diferencia entre el poder y la autoridad?

El Poder.

         El poder nos remite al dominio de una persona o de un colectivo de personas basado en el miedo por el uso de la violencia física, verbal, psicológica, por la amenaza de un castigo, por las actitudes pasivas agresivas. Hace al hombre o al colectivo como un ser cobarde porque es un dominio basado sobre la ambición, la recompensa, explotando los deseos de la riqueza, el éxito, el perpetuarse en cargos de gobierno. A esas personas lo único que les interesa es el dinero, su carrera y esto hace al hombre un ser despreciable. Y los que tienen el poder quieren llegar a un grado más alto que es la credulidad o asentimiento; esa credulidad o asentimiento es el inculcar una ideología que exalta el poder y presenta la obediencia y la sumisión como algo bueno y deseable, y esto hace el hombre un ser infantil.

         Las características del poder son intentarse mantener o incluso aumentar las desigualdades entre los que están al cargo y los que tienen que obedecer. El poder religioso pretende traer a los hombres hacia Dios mediante la observancia de las leyes y de las normas que se presentan como la voluntad inmutable de la divinidad. El poder en la comunidad de los creyentes queda totalmente excluido sea quien lo ostente.

El Poder y

Algunas Consecuencias Muy Dañinas

         La vida está llena de relaciones asimétricas (los padres con los hijos, un maestro con su alumno, un obispo con un presbítero, un jefe con su empleado). Esta asimetría debería de servir para ayudar al otro, pero existe el gran riesgo de hacer mal uso de esa ‘autoridad’. En la vida de la iglesia hay relaciones asimétricas -con superiores, confesores, acompañantes, catequistas- y aquí también puede aparecer el riesgo de que aparezca un abuso de poder. El poder espiritual es cuando otro usurpa el lugar de Dios en vez de ayudar a la persona a encontrarse con Dios; de este modo desfigura la noción de Dios y priva a la víctima de sus propios recursos espirituales.

         El abuso de conciencia es el intento de anular la voluntad del otro, perdiendo la capacidad de decidir y orientar su propia vida. Ocupar el lugar de Dios en otra persona es abuso. Censurar el discernimiento y la toma de las propias decisiones en nombre de la autoridad divina es abuso. Infantilizar a otra persona para generar dependencia y someter su voluntad es abuso. Situarse como mediador imprescindible en la relación de otra persona con Dios es abuso. Invadir la intimidad de otra persona, su fuero interno es abuso. Exigir secreto, imponer el silencio o querer convertirse en el único confidente de una persona es abuso. Aislar a una persona de los suyos -en contra de la propia voluntad- con la excusa de su entrega a Dios es abuso. Culpabilizar en nombre de Dios a quien decide abandonar una institución religiosa –‘si te vas no valoras lo que has recibido aquí; Dios te ha dado tanto, ¡qué ingrata que eres!’- es abuso. Violar la confidencialidad –‘fotocopiar y difundir correos electrónicos o documentos o conversaciones de ámbito de conciencia y privado y usarlo para atacar, desprestigiar, apartar a esa persona’- es abuso.  Acallar las críticas en nombre de Dios –‘si no me escuchas no estés escuchando a Dios’- es abuso. Aprovechar la situación de vulnerabilidad de otra persona para amenazarla, atemorizarla y dirigir su vida –‘¿qué hacemos contigo? No sabemos qué hacer contigo, tú aquí sobras, si no haces lo que yo te indico no podrás contar conmigo ni con nadie; si te vas, te vas a condenar’- es abuso. Ignorar, justificar, relativizar o malinterpretar el sufrimiento físico o psíquico de otra persona –‘yo tenía síntomas físicos y psicológicos y me decían que esa era mi cruz negándome la ayuda profesional’ es abuso. El abuso de poder es demasiado serio. Este tipo de abusos de poder rompe a la persona, distorsiona la imagen de la Iglesia, pervierte la relación con Dios y en muchos casos aleja por completo de la fe.  Jesús apuesta por una cultura del respeto y del cuidado mutuo. 

La Autoridad.

         Jesús quiere que las personas razonen y piensen por sí mismos y ahí es donde entra la autoridad. La autoridad es un servicio basado por la propia competencia. Cuando uno pone los dones, habilidades al servicio de los demás se fortalece por el Espíritu. En términos técnicos, en el Nuevo Testamento, esto lo llama con el nombre de ‘carismas’. ¿Qué es el carisma? Es la propia capacidad, habilidad, virtudes que uno tiene y que las pone a disposición de los otros. Dios regala vida a quien produce vida; de ahí la expresión del evangelio cuando nos dice: «Con la medida con que vosotros midáis, Dios os medirá, y con creces» (cfr. Mc 4, 24).

         La autoridad, que se da a si misma que se entrega a los hermanos, conduce a la maduración y conversión de las personas y tienden a hacer reducir la desigualdad. En la autoridad Dios es concebido como el que da poder al hombre comunicándole su propia vida hasta que el hombre tenga su condición divina. Dios es amor total y donación sin reservas, y eso es lo que comunica a los hombres.

Características de la autoridad.

         Las características de la autoridad son: No se impone, sino que se propone; no dirige la vida de los otros, sino que se pone al servicio del otro; no toma las decisiones por los otros, sino que ayuda a madurar. Por supuesto que no existe una sola autoridad en la comunidad, sino que todos están llamados a ejercitar una determinado o particular servicio comunitario. No todos son manos, ni pies, ni ojos, ni oídos, ni narices, ni corazón, ni cerebro… pero todos son necesarios y cada cual ha de ejercer la autoridad en lo que le corresponde para edificar el cuerpo místico de Cristo. Jesús nos invita al servicio comunitario. Cuando aprendes a juzgar por ti mismo, sin tener que depender de los otros -los otros sólo ayudan, sólo te favorecen a adquirir criterios de discernimiento-, es como actúas con discernimiento.

Posicionamiento de Jesús

         Jesús, en el evangelio de hoy, está liberando a las personas de la sumisión de la institución religiosa judía. Nos cuenta el evangelio que «en aquel tiempo se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían». El evangelista no dice quiénes estaban presentes, sólo nos dice que ‘algunos de los presentes’, pero no sabemos quiénes. Del contexto se puede desprender que sean o bien fariseos o bien algunos enviados por los fariseos. Y le cuentan lo que les sucedió a aquellos galileos cuya sangre fue mezclada por Pilato con la sangre de los sacrificios que ofrecían.

Galilea y los Galileos.

         Habla de unos galileos y esto es importante. Galilea es una provincia del norte y está muy lejos del centro del poder religioso ubicado en Jerusalén. Y cuando más lejos se está de la autoridad menos se les puede llegar a controlar, ya que ellos se sienten más libres con sus propias costumbres. La región de Galilea era una región que permaneció marginada por los principales acontecimientos que han ido marcando la constitución de Israel como reino; aparece raramente en los escritos de la Biblia hebrea. Galilea debe su nombre al profeta Isaías que describiendo esta región resalta la mezcla entre población judía y la población pagana (cfr. Is 8, 23); lo mira con cierto desprecio, es el distrito de los paganos. Los galileos tenían una manera diferente de concebir la religión; de tal modo que en Galilea y en Judea se daban teologías radicalmente diferentes; la una opuesta a la otra.

         Los profetas del norte, de la zona de Galilea, están convencidos que los males de Israel provienen de la monarquía, la cual no era querida por Dios. Los del sur, en cambio, los de Judea, son fanáticos monárquicos y nunca pusieron en cuestión al reino del difunto rey David. Por eso hizo alboroto que al inicio del evangelio de Lucas, María de Nazaret, la Galilea hiciera un himno antimonárquico. Y que se atreviera entonar en casa de sus parientes, los cuales eran devotos de Jerusalén (Zacarías era sacerdote del Templo). Recordemos las palabras antimonárquicas de María: «Derribó de sus tronos a los poderosos», lo cual se puede entender el clamor de protesta y el contexto que se daba entre Galilea y Judea.

         En Galilea está la ciudad de Tiberiades. Aquí entra en escena Herodes del Grande el cual había edificado sobre las orillas occidentales del mar de Galilea una nueva capital a la que, para adular al emperador Tiberio, la dará el nombre de Tiberiades. Pero esto erosiona a Herodes ya que construyó la ciudad sobre los restos de un cementerio de judíos. Y los judíos están obsesionados sobre lo puro y lo impuro; y por miedo a no profanar ese lugar donde había huesos humanos, los judíos evitaban vivir allí en Tiberiades. ¿Qué cosa es lo que hizo Herodes? Herodes se vio obligado a poblar la cuidad acogiendo a extranjeros y a pecadores. Tiberiades se convirtió marcadamente en una ciudad romana, cosmopolita e infame desde mediados de un siglo antes de Cristo.

         Galilea era el distrito judío más turbulento de todo Israel. Tanto que el histórico José Flavio llega a afirmar que ‘los niños de Galilea son los más belicosos desde la temprana edad’. Así que el término galileo no se entiende tanto por el lugar de procedencia o como un habitante de Galilea; sino que significa rebelde, revolucionario, fácil de enojar. En los relatos rabínicos el atributo galileo siempre tiene el significado de gentuza, gente sin ley. Además se destacaban por ser los más temerarios y de los más fanáticos de la secta de los celotes. José Flavio llega a decir que estos galileos infestan gran parte de la región que tienen su fortaleza en la parte montañosa de Galilea donde los habitantes les apoyan de un modo incondicional; y Nazaret, de donde proviene Jesús, es uno de los lugares donde tienen sus guaridas. Los judíos trataban con desprecio la zona de Galilea porque eran considerados como una zona excluida de la acción de Dios. En el evangelio de Juan, los fariseos reprenden a Nicodemo diciéndole que ‘estudia y verás que de Galilea no surgen profetas’ (cfr. Jn 7, 52). La gente de esta región no goza de buena reputación, y peor reputación no se podría alcanzar.

 

         La Sangre Mezclada,

         Algunos de los presentes recurren a Jesús para informarle de una noticia impactante. El tono de cómo se le informa de la noticia, como se entenderá por la respuesta que dará Jesús, no es darlo a conocer, sino que es para amenazar: Es una clara advertencia de corte mafioso. El evangelista no especifica quién no quienes le da la noticia a Jesús, sus identidades están ocultas, aunque seguramente serían o bien los fariseos o personas que se habían dejado influir por la fuerza devastadora de la levadura de los fariseos.

         Se refieren a un acontecimiento dramático en Jerusalén durante las fiestas Pascuales, un grupo de galileos, considerados nacionalistas y exaltados rebeldes, fueron masacrados por Pilato mientras realizaban los rituales en el Templo; de tal modo que su sangre fue mezclada con la sangre de sus sacrificios. Probablemente hubiera una denuncia de sublevación contra los romanos. Flavio Josefo recuerda numerosas masacres cometidas por los romanos, especialmente por Pilato, contra los galileos. Pilato era conocido por su crueldad. Mientras que sus precedentes siempre habían evitado que las tropas romanas entrasen en Jerusalén con los estandartes de los emperadores, Pilato, a pesar del sentimiento religioso de los judíos, fue el primero en introducir imágenes en Jerusalén causando protestas terminando con el derramamiento de mucha sangre.

Morir así como consecuencia de su Pecado:

planteamiento que nace del

Abuso de Poder y

Abuso de Conciencia y espiritual.

         Esta situación de morir y mezclarse la sangre se interpretaba como un castigo divino. Porque los judíos, entre ellos los fariseos y saduceos, sostenían que si Dios hubiera estado de su lado -del lado de los que allí murieron de ese modo tan cruel- no hubiera pasado aquello. Si Dios les ha castigado significa que eran pecadores, este es el modo de pensar de los fariseos, saduceos y sumos sacerdotes. Los fariseos, sumos sacerdotes y saduceos hacían uso de su poder para someter al pueblo mediante el miedo al castigo: un abuso de poder en toda regla, violentando a las personas, sometiéndolas con el temor y el miedo y acusándolas de que todo lo que a ellas les ocurre es como consecuencia de su mal actuar con Dios, pervierte la relación con Dios y en muchos casos aleja por completo de la fe e infantiliza. Resumiendo: abuso de poder, abuso de conciencia.  

         Recordemos que Jesús es galileo y es acompañado por un grupo de discípulos de galileos y, lo que es aún más grave, entre ellos tiene a un tal Simón apodado el Zelota (cfr. Lc 6, 15). Los zelotes eran los miembros que pertenecían a un grupo armado, a un grupo terrorista. Los fariseos no aceptan la enseñanza de Jesús ni el cambio que esto supone; quieren que Jesús les de la razón: que estos han muerto de este modo por un castigo divino a causa del pecado que ellos habían cometido. Jesús esto no lo defiende y se opone a los fariseos abiertamente. Ellos decían, eran mafiosos, eran pecadores, eran alborotadores y terroristas, luego era normal que muriesen de ese modo tan cruel porque Dios les había castigado de ese modo.

         Jesús, como galileo que era, era considerado como un revolucionario contra el orden establecido, ya que los galileos no respetaban las tradiciones. Y los fariseos defendían que los galileos eran pecadores y por tanto eran objeto preferente del castigo divino. Jesús no se deja intimidar por esta gente que va de buena, pero que está repleta y podrida de gusanos por dentro.

Contraataque de Jesús.

         Jesús contraataca diciéndoles: «Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto?». Jesús no se deja intimidar, contraataca dejando en claro que ningún tipo de muerte violenta o de desgracia puede ser entendida como un castigo de Dios. Jesús niega toda relación entre el pecado y el castigo. Jesús niega lo que está escrito en la Ley de Moisés. En los libros del Deuteronomio y en el del Éxodo nos dice: «Porque yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la maldad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación, cuando me aborrecen» (cfr. Dt 5, 9; Ex 21, 5).

         Los fariseos, saduceos, sumos sacerdotes y aquellos que ostentaban el poder religioso se apoyaban en estos textos para explicar la razón de las desgracias y de los infortunios que pasan en la vida. Si uno tenía una desgracia, una enfermedad, o un percance doloroso, según esta mentalidad era porque Dios te había castigado por algún pecado. Y si uno era un hombre intachable, la culpa la tendría el padre, el abuelo, el bisabuelo, el tatarabuelo o el hermano desconocido de Adán. Las consecuencias negativas de la vida son siempre un castigo de Dios.

         El evangelista Lucas en este episodio nos da un criterio importante: Jesús no se limita a leer a Moisés y a los profetas, sino que nos dice el evangelista que lo interpreta, hace hermeneútica (el arte de interpretar un texto). Jesús no se limita a leer un texto, porque los textos bíblicos no deben leerse literalmente, sino que deben ser interpretados; y el criterio de interpretación es el mismo que le inspiró. El criterio que ha inspirado la Escritura es el amor incondicional del Creador por sus criaturas. Interpretarlo de otro modo es un desastre. Si leemos el capítulo 28 del libro del Deuteronomio nos encontramos con un elenco sin fin de enfermedades relacionadas con los pecados. Hay una lista llegando a decir que si no haces caso a la Ley el Señor te enviará contra ti todo tipo de mal hasta que seas destruido. O lo que nos dice del libro del Eclesiástico: «El que peca contra su Hacedor, caerá en manos del médico» (cfr. Eclo 38, 15).

         Y al tiempo de Jesús predominaba esta espiritualidad farisaica que sostenía que los buenos eran premiados y los malvados eran castigados. El libro del Talmud (hebreo: תַּלְמוּד [talmūd], «instrucción, enseñanza») sostenía que «quien quiera que ve a un mudo, a un ciego, a un leproso, a un cojo, digo bendito sea el juez justo». Es decir, que si ellos están así es porque están cumpliendo la sentencia ejecutada por el mismo Dios.

         En la educación católica se nos ha inculcado esta toxina del castigo divino, incluso recogida a modo popular en canciones infantiles: «Duérmete niño, duérmete ya que viene el coco y te llevará; Duérmete niño, duérmete ya que viene el coco y te comerá». Esta toxina del castigo divino se ha introducido en la cultura del pueblo cristiano. Pero el castigo de Dios no aparece en la enseñanza de Jesús. El Padre nos ama, no porque lo merezcamos, sino que porque Él quiere y Él es bueno. Dios no nos cura con castigos, sino con ofrendas de amor. No hay relación entre el mal y la enfermedad con el pecado ni el castigo de Dios.

La Conversión:

Cambio de Mentalidad.

         Y Jesús añade que «Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo». Jesús advierte a sus celosos informadores que la conversión es fundamental para no acabar mal. Jesús les invita a realizar un cambio de mentalidad, un cambio en el estilo de vida; la conversión no es volver a Dios, sino que junto con Dios ir hacia los hombres. No nos pide una actitud meramente religiosa, sino también profundamente humano. Un cambio que comporta un desarraigo de la propia conducta de las tres palabras malditas; el tener para ponerse al mando despertando en los hombres el odio, la rivalidad y la enemistad. Y Cristo quiere que ese odio, era rivalidad y esa enemistad sean reemplazados por el compartir, el bajarse/humildad y el servicio que son la base para una relación fraterna.

         Y ahora Jesús contrapone a los que estaban lejos, los de Galilea, a los que están cerca, los de Jerusalén. Los galileos eran los impuros, pero es que ahora, los de Jerusalén son los santos. Jesús lo contrapone. A los galileos les pasó aquello causado por Pilato, pero ahora les toca a los que se consideran santos. Y les dice «o aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?». Jesús se refiere a otro trágico evento que ocurrió en uno de los barrios de Jerusalén; la torre de Siloé que estaba al sur del Templo se derrumbó. Era una torre que favorecía la conducción del agua desde el manantial de Guijon hasta la piscina de Siloé. Jesús les está diciendo que las desgracias también le acontecen a la gente inocente; esto sirve para reiterar que no se trata de un castigo de Dios. «Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera». Uno de un paso hacia la salvación cuando la voluntad de uno emprende el sendero de la conversión y el compromiso de una nueva conducta de vida.

La Parábola de la Higuera

         Y la escena se concluye con la parábola de la higuera estéril: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?”. Pero el viñador respondió: “Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”». En el lenguaje profético la viña es el pueblo de Israel; y para los evangelistas la higuera representa el Templo, la institución religiosa. Desea mostrar la situación dramática del pueblo a causa de la esterilidad de la institución religiosa.

         Según el libro del Levítico, cuando se planta un árbol, los primeros tres años no puedes comer frutas de ese árbol. El cuarto año los frutos son para el Señor, para los sacerdotes; y sólo en el quinto año puedes comer de él (cfr. Lv 19, 23-25). Esa higuera llevaba plantada ya siete años y estaba ‘desangrando’ el terreno. Los tres años sin poder comer, el cuarto que era para el Señor y los sacerdotes, a lo que hay que sumar los tres años siguientes (el quinto, sexto y séptimo año) que fue a buscar ese fruto que ya sí le correspondía recolectar. Y su intención era ya la de cortar ese árbol porque absorbe las energías del terreno; el problema no era únicamente que el árbol fuera estéril, es que no se podía plantar otro en su lugar que sí pudiera dar ese fruto deseado.

La Polémica con Juan el Bautista

         Jesús con esta parábola retoma una polémica que quedó suspendida con Juan el Bautista. Juan el Bautista dijo que «ya está puesto el hacha a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto va a ser cortado y echado al fuego» (cfr. Mt 3, 10). Y como Juan el Bautista, desde la cárcel, sus discípulos le dicen alarmados que Jesús no se presenta como un juez justiciero que condena y castiga, sino que de un modo totalmente nuevo presenta un amor misericordioso, el cual es totalmente escandaloso porque incluso a los paganos y a los pecadores les llega su amor. A lo que Juan el Bautista entra en crisis. Juan el Bautista envía a dos de sus discípulos. Manda a dos discípulos para seguir un procedimiento legal, ya que la misión se hace oficial, según escribe el libro del Deuteronomio.

         El libro del Deuteronomio dicta como ha de ser el procedimiento contra otra persona; se dice que con un solo testigo o testimonio no tiene en sí mismo valor contra una persona; el delito cometido sólo puede ser probado con la palabra de dos o tres testigos (cfr. Dt 19, 15). Así que el hecho de que Juan el Bautista enviase a dos discípulos significa que la intención era negativa. Este comportamiento de Juan el Bautista tiene la finalidad de ser un ultimátum contra Jesús, con cierto aspecto mafioso, es como una excomunión. Si al principio de este texto la amenaza venía de los fariseos, ahora la amenaza procede de Juan el Bautista. Por eso Juan el Bautista envió a dos discípulos para decirle a Jesús: «¿Eres tú el que tenía que venir o hemos de esperar a otro?» (cfr. Lc 7, 18-19).

 

 

La imagen del árbol nos remite

a Juan el Bautista.

         Juan el Bautista presentaba al Mesías como aquel que vendría a traer un juicio y aniquilar toda maldad, y a bautizar con Espíritu Santo y fuego. El Espíritu para comunicar la vida y el fuego para destruirla como la paja con un fuego inextinguible. Y el Mesías presentado por Juan el Bautista era el que tenía ya el hacha para talar el árbol desde la raíz y arrojado al fuego.

         Pero en Jesús no encontramos actitudes críticas o de condena, sólo propuestas de plenitud de vida y de un amor que se extiende incluso a todos los pecadores y enemigos. Jesús no separa a los buenos de los malos, como hacía Juan el Bautista, sino que Jesús anuncia el amor del Padre que se extiende a todos.

Jesús censura al profeta Isaías

         Jesús, ante la pregunta que le realizó los dos testigos enviados por Jesús no le contestó a Juan el Bautista de un modo directo, sino que nos dice el evangelista Lucas que «Jesús curó a muchos de sus enfermedades, dolencias y malos espíritus, y devolvió la vista a muchos ciegos» y a los enviados les dijo que lo que ellos estaban viendo se lo dijeran a aquel que les había enviado (cfr. Lc 7, 21-23). El evangelista presenta los hechos de Jesús, los cuales no precisan de palabras para ser explicados; sólo hace comunicaciones de vida, ninguna de muerte ni de condenación. Pero estemos atentos a la respuesta que Jesús le dijo mediante los hechos realizados por él, en total son seis: «los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia». Esta lista son las obras clásicas y tradicionales del Mesías que eran anunciadas por el profeta Isaías, pero Jesús excluye, censura dos de estas obras que son acciones de la venganza que fueron contenidas por el profeta, y esas obras de venganza eran lo que el pueblo estaba esperando. Lo que Jesús censura y excluye es «un día de venganza de nuestro Dios» (cfr. Is 61, 1-2). El profeta Isaías establecía la venganza como una recompensa divina. Éstas eran las obras tradicionales del Mesías, pero Jesús censura la venganza. De hecho, ya lo hizo cuando Jesús comenzó su ministerio público en la sinagoga de Nazaret al proclamar el rollo del profeta Isaías (cfr. Lc 4, 16-22), donde allí, delante de todos, partió el versículo 2 del capítulo 61 de Isaías para omitir lo de «un día de venganza de nuestro Dios», causando malestar y una revuelta en la sinagoga de Nazaret. Todos estaban esperando esa venganza de Dios hacia los que no cumplían con la ley, porque según ellos, Dios tiene que castigar al pecador con enfermedades, desgracias, muerte o cualquier tipo de mal. En cambio, Jesús anuncia el amor universal del Padre y la reacción de la gente es la de una profunda oposición e incluso intentaron linchar a Jesús. Por suerte eran personas que frecuentaban la sinagoga, porque de ser de los que no lo frecuentaban tal vez le hubieran torturado de maneras más creativas.

El pueblo judío se escandaliza

de que Dios sea amor.

         Cuando Juan el Bautista anuncia un dios severo y despiadado que castiga esto mete miedo, pero nadie se escandaliza porque Dios siempre ha sido así. Pero llega Jesús y empieza a hablar de un padre que es benévolo hacia los ingratos y desagradecidos y malvados y que tiene misericordia de ellos, este populacho consumidor de culto en la sinagoga se escandaliza. Pero un dios que mete miedo y aterroriza no les escandaliza; un dios que es una fuente de amor para todos es una causa de escándalo.

La imagen del viñador.

         La imagen del árbol responde a Juan el Bautista y a sus discípulos. El viñador es la figura de Jesús que responde al dueño de la viña «“Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”». Las acciones del viñador no sólo están proyectadas para hacer que la higuera dé más fruto, sino sobre todo también para salvar la fertilidad del terreno porque la higuera, en particular, es un árbol que absorbe mucho alimento y roba las sustancias nutritivas a las cepas que la rodean. Y el hecho de abonar la higuera es algo que nunca se hace ya que de ningún modo necesita de estos cuidados; si el viñador lo hace es para que las cepas no sean perjudicadas por esa higuera. Y cuando dice «déjala todavía este año» se está refiriendo al año de gracia proclamado con la predicación de Jesús cuando estaba en la sinagoga de Nazaret con sus paisanos tan cariñosos que le querían estrangular, pero no metafóricamente hablando.

         A diferencia de Juan el Bautista que anunciaba el juicio inminente cuando decía «ya está puesto el hacha a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto va a ser cortado y echado al fuego» (cfr. Mt 3, 10), el Señor da otra oportunidad antes de ser cortado.

         La parábola deja el final abierto porque Dios es un Dios benévolo, porque tal y como dice Lucas «él es bueno para los ingratos y malos» (cfr. Lc 6, 35), es decir, que ama. Dios es amor y la única manera que tiene para relacionarse con las personas es comunicar amor; y Dios nunca se desanima, nunca se desmoraliza y aunque el árbol no dé fruto -el cual es una imagen del pueblo, es una imagen de las instituciones-, él no se desalienta y continúa apostando por nosotros. Luego, decepcionando seriamente a Juan el Bautista, a los fariseos, saduceos, sacerdotes y demás compañía, la higuera nunca la cortará.