miércoles, 28 de diciembre de 2016

Aniversario de la fundación de Palencia, 29 de diciembre de 1580 - 29 de diciembre de 2016

Aniversario de la fundación en Palencia
29 de diciembre de 1580 - 29 de diciembre 2016

            El día 29 de diciembre de 1580, "día del rey David", Teresa de Jesús (con sesenta y cinco años de edad) establecía en Palencia el Carmelo de San José, su decimo cuarta fundación. En el capítulo 29 del Libro de las Fundaciones ya nos lo dice: «Habiendo venido de la fundación de Villanueva de la Jara, mandóme ir a Valladolid, a petición del obispo de Palencia, que es don Álvaro de Mendoza, que el primer monasterio, que fue San José en Ávila, admitió y favoreció, y siempre, en todo lo que toca a esta orden, favorece; y, como había dejado el obispado de Ávila y pasádome a Palencia, púsole nuestro Señor en voluntad que allí hiciese otro de esta sagrada orden».
            Los entendidos en la materia suelen manifestar que sorprende la facilidad con que se concluyó esta fundación, teniendo en cuenta que la ciudad vivía en aquellos momentos transformaciones importantes tanto en lo político como en lo eclesiástico. Recordemos que por aquel entonces, en el terreno propiamente religioso, aún estaba pendiente de introducir la reforma del clero aprobada por el Concilio de Trento. Los canónigos palentinos se mostraban reticentes a todo cambio, parapetándose en el antiguo privilegio de no ser visitados por el Obispo sin jueces adjuntos, ni permitir visitar a los curas de sus parroquias. No es extraño que al año de llegar a la mitra, don Álvaro de Mendoza mostrase sumo interés en traer a Palencia el Carmelo Descalzo como ejemplo de reforma, favoreciéndole desde el comienzo.
            Santa Teresa de Jesús nos cuenta: «Tomé dos monjas para comprar la casa. Ya, aunque me decían no era posible vivir de limosna en Palencia, era como no me lo decir; porque, haciéndola de renta, ya veía yo que por entonces no podía ser, y pues Dios decía que se hiciese, que su Majestad lo proveería».
            Igualmente sorprende que en una ciudad con recursos muy escasos, no surgieran inconvenientes para la fundación de un monasterio sin rentas, que tendría que vivir por tanto de limosnas. La Santa lo atribuyó en gran medida a la condición generosa de los palentinos: «Yo no querría dejar de decir muchos loores de la caridad que hallé en Palencia, en particular y general. Es verdad que me parecía cosa de la primitiva Iglesia, al menos no muy usada ahora en el mundo, ver que no llevábamos renta, y que nos habían de dar de comer, y no sólo lo defenderlo -no estorbarlo-, sino decir que les hacía Dios merced grandísima». No faltaron tampoco personas estimadas en la ciudad por su nobleza y virtudes que la ayudaron decididamente. El sobrino de don Francisco Reinoso, llamado Jerónimo -"el santo canónigo"-, muy querido por el pueblo por sus constantes obras de caridad, fue quién recibió el encargo de Santa Teresa de preparar la casa que ya había tomado prestada el padre Gracián  en la calle Mazorqueros (la actual Colón nº 22). En la casa alquilada, donde se alojaron nada más llegar a Palencia, Teresa de Jesús y las carmelitas, recibieron una gran acogida y apoyo. Ella misma nos lo describe: «Es la cosa más extraña que he visto; ninguna persona hubo que le pareciera mal. Mucho ayudó saber lo que quería el obispo, por ser allí muy amado. Más toda la gente es de la mejor masa y nobleza que yo he visto, y así cada día me alegro más de haber fundado allí».
            Tal día como hoy hace 436 años se celebró la primera Misa en aquella casa alquilada del Monasterio fundacional en la actual calle Colón nº 22. Dos días después se puso y tañeron la campanilla. Santa Teresa de Jesús y las carmelitas permanecieron en esta casa alquilada hasta el 26 de mayo de 1581 día de la Traslación del Santísimo, saliendo de esta casa en solemne procesión.

            Ustedes, en el Carmelo están siguiendo más de cerca a Cristo bajo la acción del Espíritu Santo, se dedican totalmente a Dios como a su amor supremo, y entregadas por entero a Cristo, edifican la Iglesia y colaboran en la salvación del mundo. 

sábado, 24 de diciembre de 2016

Homilía de la Natividad del Señor 2016

HOMILÍA DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR 2016
            En la lectura del profeta Isaías nos habla de un mensajero que trae los pies cansados que anuncia la paz, que trae la Buena Noticia. De un mensajero que es guía y compañero de los hermanos que viven el sufrimiento y la incredulidad. Sólo aquellas personas que son capaces de reconocer que Dios les puede aportar algo extraordinario a su existencia que de otro modo no podrían alcanzar. Esas personas que viven el trascurso de sus días como una sucesión pero que empiezan a intuir que hay algo que les está faltando, que existe una inquietud dentro de su corazón que no está cuajando y por mucho que beban en otras fuentes -en la bebida, en los afectos desordenados, en las drogas, en el juego, etc.- no consiguen sofocarla, sino que se incrementa quedando aún más reseca la garganta de su alma.
            Esos pies benditos y hermosos que traen la Buena Noticia desean acompañarnos durante la trama de nuestra vida, ya sea en el júbilo de la fiesta, en el silencio de la plegaria, en la preocupación por la enfermedad de un ser querido que está lejos de uno o en lo más cotidiano que nos haga sufrir.
            Como creyentes que somos, como consagrados por el mismo Creador de todo cuanto existe, como pobres pastorcitos que adoramos al Niño Dios recién nacido, estamos llamados a ser sus antorchas llameantes que acompañen a los hombres de nuestra época a redescubrir el sentido de su ser. Ahora está muy visible en ese Niño indefenso  envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Muchos no estarán dispuestos a escuchar una voz distinta de la que ellos están ya acostumbrados. Dirán que ya son viejos para cambiar o simplemente a la mediocridad se han acostumbrado: «Vino a su casa, y los suyos no la recibieron». ¿Y cuál es su casa?¿dónde está la casa del Señor? Todo bautizado es templo del Espíritu donde puede morar el Hijo del Altísimo. De muchas de esas casas el Señor no recibe el alojamiento.
            Nosotros tenemos la vocación de ser mensajeros de la Buena Noticia y acompañar en la fe a los que se dicen bautizados participando del sufrimiento que supone que no respondan, que se muestren indiferentes o molestos por escuchar lo que no quieren ni oír. Es participar en la prueba de la fe por ardor, donde no cabe en el mensajero ni la tibieza en la fe ni la incredulidad. Sabiendo que tiene asegurado la incomprensión de muchos, la indiferencia de la mayoría y la burla de algunos. De este modo ese mensajero «que pregona la victoria, que dice a Sión: "Tu Dios es rey"» será probado en la fe y se convierte en compañero de sufrimiento de quienes no creen. Compañero de sufrimiento porque sabrá que los demás no comprenderán las razones de fondo de por qué actúa o siente de un modo determinado. Compañero de sufrimiento porque en aquellos que ama ese Niño Dios no ocupa el lugar que debería.

            Es la fe ardiente probada la que permite la compasión, porque se nos hace entrar personalmente en la sequedad, en la soledad, en la amargura, en la falta de sentido de la vida de quien no cree. Y entonces cuando ese mensajero redescubre que en ese mensaje que él mismo anuncia, recibe ese impulso que procede de lo sobrenatural que le hace levantarse, alzar la mirada, reconfortar en el gozo su corazón y obtener la certeza moral de la existencia de ese Dios que enjuga las propias lágrimas, que nos reconforta en el duelo y nos infunde esa esperanza que nos permite ver, a través de la densa niebla, el rostro tierno e inconfundible de aquel que nació del seno de la Virgen María. 

martes, 20 de diciembre de 2016

Homilía para la Noche Buena 2016

NOCHE BUENA 2016
            Hace unos días, en nuestra ciudad, organizaron una cabalgata a un personaje bien entrado en kilos, gordinflón, vestido de rojo y además con unas papadas coloradas que daba la impresión de estar dando, de vez en cuando, algún lingotazo a la botella de whisky. En otra carroza, no se si era la anterior o la posterior a de este barrigudo colorado, había una serie de personas caracterizadas, vestidas como los personajes de fantasía de Disney. Y lo más curioso es que esos personajes de fantasía, sin darse cuanta nos estaban dando un mensaje claro, que todo eso es fantasía, que es falso, que es inconsistente, que es un espejismo en medio de nuestro particular desierto y que por mucho que vayamos corriendo hacia ese espejismo creyendo que es verdad y que podemos hallar ese oasis, terminamos muriendo en el intento de la manera más absurda.
Durante el recorrido de esta carroza, a ambos lados, abarrotado de personal, niños, adultos y mayores. Ese personaje, Papa Noël, muchos niños le adoran porque le relacionan con los regalos que esperan tener. El barrigudo este se dedica a dar cosas, a dar regalos, a satisfacer el ansia de los demás para tener cosas.
            Según el Instituto Nacional de Estadística, en el año 2015 el total de procesos de disolución de matrimonios fueron 101.357. De ellos 96.562 fueron divorcios; siendo la duración media de los matrimonios de unos 16 años con dos meses. Aquí, en nuestra Comunidad Autónoma, en Castilla y León, durante el año 2015,  fueron 4.063 rupturas de matrimonios, siendo 3.865 los divorcios. Cataluña se lleva la palma. En el año 2014 se suicidaron en España 3.914 personas. Estos datos hacen pensar. ¿Cómo es posible que esta sociedad nuestra esté bajo los efectos de unos densos nubarrones de oscuridad? ¿Podemos satisfacer nuestra alma teniendo cosas? ¿Acaso tener cosas y amontonar cosas aportan algo de sentido a la vida de uno? Pues parece que el gordo barrigudo dice que sí, mientras que los personajes de ficción de Disney le hacen la contra –quitándole la razón- sin que ellos lo lleguen a saber: Ya que son espejismos y en espejismos se quedan.
            En medio de aquel gentío que se amontonaba para ver pasar la cabalgata de este personaje tan poco frecuentador de gimnasios, con unas temperaturas típicas de un invierno castellano, estaba viendo cómo un muchacho, sorteando a la gente allí plantada, venía caminando con paso ligero sujetando un farol y dentro, protegida para no apagarse, una vela encendida. Resulta que el Obispo había entregado la Luz de la paz de Belén. De allá viene, del lugar del nacimiento del Salvador. En medio de todo aquel jolgorio la luz de Belén estaba pasando y muy pocos se percataron de su paso. Por donde pasaba generaba claridad, pero muchos ojos preferían ver otras cosas. Tenían sus ojos en la cabalgata y sus corazones esperando ser saciados de consumismo y más consumismo. Mientras unos dan cosas, hay otro que es Dios que se da a sí mismo en su Hijo, en ese pobre portal en Belén. Y aquel que experimente la acogida de la misma persona de Cristo empezará a adquirir un sentido nuevo y con consistencia en su existencia.
Lo mismo le pasó a San José. Él desesperado por encontrar un lugar digno para que su esposa diera a luz al que es la Luz, y llamó a muchas puertas, pero sus moradores prefirieron sus comodidades y sus minucias. Su egoísmo y sus pecados personales impidieron que pudieran disfrutar de un acontecimiento que hubiera supuesto para ellos una causa de salvación.
            El profeta Isaías nos dice: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló». ¿Cuántas personas están bajo la sumisión de la oscuridad de su pecado viéndose privado del amor auténtico? Muchas. Cristo nos enseña a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos para esperar una gran dicha, una gran alegría, una gran recompensa: Estar con Él.
            Mucha gente había en Belén en aquellos días cuando Jesús nació. Era mucho el alboroto de las personas que iban y venían a causa del famoso edicto del emperador Augusto mandando que cada cual se empadronase. Y aún así cada cual iba a lo suyo, intentando siempre vivir un poco mejor, con más comodidades, con mayor calidad de vida, etc. Sólo los pobres de corazón pudieron ver a Dios en ese pobre portal y adorarlo con todo el corazón.
            Recordemos, pasemos por el corazón aquellas palabras de Jesucristo en el Sermón del monte: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5, 8). Sólo los pobres de corazón pudieron ver cómo esa luz de Belén, llevada en ese farol, iba paseando entre el gentío, sorteando los obstáculos y ante la indiferencia de la mayoría. Sólo los pobres de corazón pudieron entender que «sólo Dios basta» y que ese Niño era ya el supremo regalo. Dios no nos da cosas, Dios se nos entrega a nosotros. Y de experiencia tenemos todos de esto: en la Santa Eucaristía. ¡Que fácil es dar cosas y qué exigente es darse a sí mismo!, ¡qué fácil es ser un Papa Noël y que duro es ser ese Niño Dios que se da a sí mismo! Y si por lo menos uno se diera a alguien que le cayese bien, sería algo más gratificante. Pero como tengas que darte por entero a tu enemigo –o a aquel que sabes de antemano que ha hablado largo y tendido mal de ti-, eso es insufrible si se piensa hacer sin la gracia de Dios.


domingo, 18 de diciembre de 2016

Homilía del Cuarto Domingo de Adviento, ciclo a

HOMILÍA DEL DOMINGO CUARTO DE ADVIENTO, CICLO A
            Nos enseña San Juan de la Cruz: «Mira que tu ángel custodio no siempre mueve el apetito a obrar, aunque siempre alumbra la razón; por tanto, para obrar virtud no esperes al gusto, que bástate la razón y entendimiento» (Escritos breves, Dichos de luz y amor, 36). El Señor, cuando interviene en nuestra historia, tal vez no nos dice lo que esperamos oír. Es más, cuando su voluntad no coincide con la propia nos hacemos los remolones porque queremos evitar cargar sobre nosotros el peso de la cruz. Y cuando uno no carga con su cruz se convierte en una tortura y un ser insoportable para los demás. Un profesional de cualquier campo –de la medicina, de la educación, de la banca, del campo empresarial, etc.- que desea promocionar en su puesto de trabajo para así ganar más dinero y estar mejor en dicho empleo y mencionada promoción no termina de llegar. Es más, se lo conceden a otro que, a opinión del interesado, no se lo merecía. Como no acepta su realidad y no es capaz ni de dar gracias a Dios por mantener su puesto de trabajo, va reventando en críticas, malos humos, un genio que lo termina pagando con la esposa y los hijos, etc. O ese chico que va viendo cómo el tiempo trascurre y no encuentra a ‘su media naranja’ porque siempre encuentra ‘pegas’ en las chicas que el Señor le va presentando. Y como no cumple con ‘sus expectativas’ las rechaza y se lamenta por su situación de soltería y le brota comportamientos de envidia ante todos aquellos que sí han encontrado a su pareja. Ya nos lo recuerda San Juan de la Cruz: «El que no busca la cruz de Cristo no busca la gloria de Cristo» (Escritos breves, Dichos de luz y amor, 101). Sin embargo el Señor sí nos alumbra la mente y nos regala el ejercicio del discernimiento. Muchas cosas las tenemos que hacer, no porque lo deseemos, sino porque es lo que debemos de hacer. Porque no queremos buscarnos a nosotros mismos, sino cumplir con la voluntad divina.
            Ÿ Recordemos a Abrahán. Él que moraba en Ur de los Caldeos con su esposa y todas sus posesiones. Y Abrahán escucha una voz que antes nadie había escuchado que le dice que salga de su tierra, de su patria y que vaya a un lugar indeterminado que ya se le irá indicando. Abrahán, bien entrado en años, obedeció e hizo lo que Dios le dijo. ¿Acaso Dios defraudó a Abrahán? ¿Acaso Dios no cumplió sus promesas con Abrahán? Su mujer no había experimentado esa teofanía –esa manifestación divina- y no asumía la cruz que le suponía dejar todo para ir a un lugar que ni Abrahán ni sabía ni conocía. Y como consecuencia de no asumir su propia cruz trajo de cabeza al pobre Abrahán.
            Ÿ Recordemos a Lot, sobrino de Abrahán (cf. Gn 12,5): Cómo esos dos ángeles llegaron a Sodoma, que era donde moraba, y le dicen que ese lugar va a ser destruido y salgan de allí con presteza, con gran diligencia. Lot obedeció e hizo lo que Dios le dijo. Sin embargo la mujer de Lot  no asumió la cruz de tener que dejar su casa y posesiones simplemente porque unos mensajeros le habían dado esa noticia, dudó de la Palabra de Dios y desobedeció. Y como consecuencia de no asumir su propia cruz fue convertirse en estatua de sal (cf. Gn 19).
            Ÿ Recordemos a José, el hijo de Israel (cf. Gn 37), que acepto la cruz de un futuro injusto al ser vendido, por envidia, por sus hermanos a aquellos comerciantes ismaelitas para luego ser vendido en Egipto a Putifar, cortesano del faraón y jefe de la guardia. Sin embargo sus hermanos, estaban sumidos y sufriendo los profundos remordimientos de conciencia por ocultar a su padre lo que habían hecho con su hermano. Y José fue altamente recompensado por Dios.  JOSÉ OBEDECIÓ E HIZO LO QUE DIOS LE DIJO.
Ÿ Recordemos a Moisés, que escuchando el mandato dado por Dios fue el instrumento puesto por Dios para que sacara a su pueblo de la esclavitud del faraón. Moisés que aceptó la cruz de hacer frente al faraón, que aceptó la cruz de tener a Aarón para que hablase a la gente por Moisés, asimilando así Moisés su limitación y  aceptando su humillación al ser torpe de boca y de lengua (cf. Ex 4, 10). MOISÉS OBEDECIÓ E HIZO LO QUE DIOS LE DIJO.
Ÿ Recordemos a José de Nazaret, el carpintero. Desposado con María de Nazaret, que resulta que ella regresa de visitar a su prima Isabel y está en cinta sin haber hecho nada con ella el pobre José. Su prometida siendo objeto de rechazo y de insultos por parte de sus conciudadanos al estar embarazada antes de estar casada. La cruz de José de Nazaret era muy pesada. Pero en sueños se le apareció un ángel del Señor que se lo explicó y él, lejos de renegarse, hizo lo que le mandó el ángel del Señor: José de Nazaret obedeció e hizo lo que dios le dijo. Y esa cruz dolorosa se tornó en cruz gloriosa al ser el fiel custodio del Hijo de Dios y de su esposa y Madre de Dios.
            San Pablo en su carta a los Romanos nos habla de ‘suscitar la obediencia de la fe’. El Espíritu Santo nos alumbra la razón y abre el entendimiento. Sin embargo el hombre viejo, el pecado reside en nosotros y nos renegamos porque queremos deshacernos de nuestras cruces, porque no las queremos aceptar. No queremos obedecer a Dios porque no queremos sufrir. Y alguna vez el demonio se frota las manos y ese pecado nos gana la partida y sale de nosotros ese genio insoportable, esos ataques de cólera, ese acto de soberbia y esa crítica ácida.
            Recordemos las palabras de Santa Teresa de Jesús al respecto: «Yo creo que, como el demonio ve que no hay camino que más presto lleve a la suma perfección que el de la obediencia, pone tantos disgustos y dificultades debajo de color de bien. Y esto se note bien, y verán claro que digo verdad. En lo que está la suma perfección, claro está que no es en regalos interiores ni en grandes arrobamientos ni visiones ni en espíritu de profecía, sino en estar nuestra voluntad tan conforme con la de Dios, que ninguna cosa entendamos que quiere, que no la queramos con toda nuestra voluntad, y tan alegremente tomemos lo sabroso como lo amargo, entendiendo que lo quiere su Majestad» (F 5, 10).

            Lo nuestro es buscar el rostro de Dios haciendo su voluntad, tal y como lo hizo San José obedeciendo al ángel del Señor. 

sábado, 10 de diciembre de 2016

La muerte explicada por una niña con cáncer terminal

Fuente: http://www.alfayomega.es/32695/la-muerte-explicada-por-una-nina-con-cancer-terminal

La muerte explicada por una niña con cáncer terminal 
La muerte explicada por una niña con cáncer terminal
«Cuando yo muera, creo que mi madre sentirá nostalgia. Pero yo no tengo miedo a morir. ¡Yo no nací para esta vida!»
Como médico oncólogo, ya endurecido con largos 29 años de actuación profesional, puedo afirmar que he crecido y he cambiado con los dramas vividos por mis pacientes. No conocemos nuestra verdadera dimensión hasta que, golpeados por la adversidad, descubrimos que somos capaces de ir mucho más allá.
Me acuerdo con emoción del Hospital del Cáncer de Pernambuco, donde di mis primeros pasos como profesional… Empecé a frecuentar la enfermería infantil y me apasioné por la oncopediatría.
Viví los dramas de mis pacientes, niños víctimas inocentes del cáncer. Con el nacimiento de mi primera hija, comencé a asustarme al ver el sufrimiento de los niños.
¡Hasta el día en que un ángel pasó a por mí! Mi ángel vino en forma de una niña de 11 años de edad, ya probada por dos largos años de tratamientos diversos, manipulaciones, inyecciones y todas las incomodidades que provocan los programas químicos y las radioterapias.
Pero nunca vi a este pequeño ángel flaquear. La vi llorar muchas veces; también vi miedo en sus pequeños ojos; al fin y al cabo, ¡esto es humano!
Un día llegué al hospital muy temprano y encontré a mi pequeña ángel sola en la habitación. Pregunté por su madre. La respuesta que recibí, aún hoy, no consigo contarla sin experimentar una profunda emoción.
— Tío —me dijo ella— a veces mi madre sale del cuarto para llorar a escondidas en el pasillo… Cuando yo muera, creo que ella va a sentir mucha nostalgia. Pero, yo no tengo miedo a morir, tío. ¡Yo no nací para esta vida!
Le pregunté: — ¿Y qué es la muerte para ti, querida mía?
– Escucha, tío, cuando la gente es pequeña, a veces, nos vamos a dormir a la cama de nuestro padre, y al día siguiente nos despertamos en nuestra propia cama, ¿a que sí? (Recordé a mis hijas, en la época en que eran niñas de 6 y 2 años, con ellas yo hacía exactamente igual). Esto mismo es.
– Un día yo me dormiré y mi Padre vendrá a buscarme. Me despertaré en la casa de Él, ¡en mi verdadera vida!
Me quedé estupefacto, no sabía qué decir. Me impactó la madurez con que el sufrimiento había acelerado la visión y la espiritualidad de aquella niña.
– Y mi madre me recordará con nostalgia – añadió ella.
Emocionado, conteniendo una lágrima y un sollozo, le pregunté:
– ¿Y qué significa la nostalgia para ti, querida mía?
– ¡La nostalgia es el amor que permanece!
Hoy, a los 53 años de edad, desafío a quien quiera a dar una definición mejor, más directa y simple de la palabra nostalgia: ¡es el amor que permanece!
Mi angelito ya se fue hace muchos años. Pero me dejó una gran lección que ayudó a mejorar mi vida, a intentar ser más humano y cariñoso con mis pacientes, a revisar mis valores. Cuando la noche llega, si el cielo está limpio y veo una estrella, para mí es «mi ángel», que brilla y resplandece en el cielo.
Imagino que ella es una estrella fulgurante en su nueva y eterna casa.
Gracias angelito, por la vida bonita que tuve, por las lecciones que me enseñaste, por la ayuda que me diste. ¡Qué bueno que existe la nostalgia! El amor que queda es eterno.
Por el Dr. Rogério Brandão, oncólogo brasileño
Artículo publicado en el blog Pensador, y traducido por Aleteia
Pensador/Aleteia



Fecha de Publicación: 15 de Octubre de 2015

Homilía del Tercer Domingo de Adviento,ciclo a

HOMILÍA DEL DOMINGO III DE ADVIENTO, Ciclo a
            La vida cristiana es profética por esencia. Ser cristiano es seguir a Jesús y definirse por Él; optar por Él. Y esta opción por Cristo se va impregnando progresivamente en todas las áreas de nuestra vida y nos va dando una unidad interior. Desgraciadamente hemos limitado nuestra vida cristiana a actos o momentos puntuales, de tal modo que cuando ahora se plantea que Cristo tiene que dar unidad a nuestra vida nos causa gran extrañeza.
            Bautizados hay muchos andando por las calles, en las plazas y en las casas de nuestros pueblos y ciudades. Aceptar y creen todo, pero superficialmente. Y es que la Palabra siempre se cumple. Recordemos la parábola del sembrador. La semilla que cae en terreno pedregoso, al no tener raíz y ser inconstante, al llegar la tribulación o la persecución a causa de la Palabra, en seguida sucumbe. (cf. Mt 13 ,18). Muchos dicen ser cristianos, pero tan pronto como hay algo que 'les toca el bolsillo' porque hay que colaborar la ayuda económica a la parroquia para reparar el templo o para una colecta no se tarda en hacer llegar las quejas. No digamos nada cuando aparecen en escena en el matrimonio o en la vida familiar los problemas ocasionados por los malos entendidos, por las broncas o por otros asuntos de temas más delicados, enseguida la gente se pone en las últimas. O de personas que presumen de ser católicos, apostólicos y romanos y que desean con todas sus fuerzas ser padres y acuden a medios ilícitos e inmorales tales como la reproducción asistida, la fecundación in vitro, la compra de ovocitos, etc. Me da la impresión que muchas veces hacemos con la Palabra de Dios lo que se suele hacer con los niños cuando incordian: "¡niño, cállate y quédate ahí bien quieto!".
             La identidad profética de San Juan el Bautista nos recuerda a cada uno que somos embajadores de Dios, que somos portavoces de Dios, testigos de su amor en medio de esta generación. El Espíritu Santo hace que la persona de Jesús, el mensaje de nuestra fe y los valores cristianos resuenen por dentro y se nos hagan familiares. San Agustín lo expresa muy bien cuando dice: «Mientras las palabras producen estrépito por fuera, el Maestro interior (el Espíritu Santo)"intus docet", enseña por dentro» (San Agustín, Exposición de la 1ª ep. De S. Juan).
            El obispo Juan María Uriarte presenta al Espíritu Santo como el guía de un gran museo. Un guía competente, no como aquellos que se saben de memoria los párrafos que han de pronunciar. Es como el guía que conoce bien el museo y hace descubrir y gustar a la gente las riquezas escondidas en los lienzos y en las estatuas. Es el Espíritu Santo el iniciador que nos hace gustar los misterios de nuestra fe. Nos hace sentir la oración como algo familiar, el desprendimiento de los bienes como algo connatural, el amor como un ejercicio de 'morir a uno' para que 'los demás puedan vivir', etc.
            San Juan el Bautista era alguien totalmente lleno del Espíritu Santo, ¡y se le notaba! Muchos creyentes tienen esta sensibilidad ante el Espíritu Santo sin desarrollar. Si los cristianos no somos capaces de descubrir una palabra de esperanza ni de cuestionar con nuestra vida a esta sociedad, es sencillamente porque nos hemos empecinado en intentar domesticar al Espíritu del Señor.


Lecturas: Lectura del libro de Isaías 35,1-6a.10; Sal 145,7.8-9a.9bc-10 R/. Ven, Señor, a salvarnos; Lectura de la carta del apóstol Santiago 5,7-10: Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,2-11

jueves, 8 de diciembre de 2016

Homilía de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María 2016

SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
DE LA VIRGEN MARÍA 2016
            Me encuentro con muchas personas que me dicen que Jesús de Nazaret fue alguien tan importante que supuso un cambio de mentalidad y del modo de entender las cosas. Que generaba esperanza y que ponía en 'jaque mate' en aquel tiempo a todos aquellos que oprimían al pueblo hebreo. Y que ahora, como son otros tiempos con otras circunstancias, ese proyecto que nos plantea el Señor, aun siendo bueno y digno de elogio, es imposible de llevarlo a cabo. Ese es el mensaje que nos lanza Satanás. La serpiente dice a la mujer que cómo les ha dicho Dios que no coman de ningún árbol del paraíso. Con otras palabras: el Demonio, en forma de serpiente, ya ha mordido a la mujer inyectando el veneno en su corriente sanguínea. Es cierto que la mujer le dijo que eso no era cierto. Que Dios les ha dicho que sólo no pueden comer de un árbol, del resto sin problema. Sin embargo ya Satanás les ha introducido la idea de que Dios no les deja actuar como ellos quieren, que es un Dios controlador y que quiere que los hombres hagan lo que Él les diga. Satanás que es el maestro de la mentira consigue su fin. Satanás nos dice: "mira, no te plantees retos altos en tu vida cristiana, no sufras a lo tonto, tú disfruta como lo hace el resto". No te compliques ni compliques a los demás estando abierto a la vida con tu esposa o tu esposo. Vive tu noviazgo como lo viven los demás, disfruta y déjate de esas cosas que dice la Iglesia de vivirlo en castidad. El veneno introducido en nuestra corriente sanguínea nos hace vivir en la más absoluta mediocridad, entendiendo lo mediocre como lo normal. De tal modo que cuando una pareja proyecta su noviazgo o matrimonio lo hacen siguiendo los dictámenes del mundo, aunque ellos digan ser cristianos porque cumplen con algunas cosas que dice la Iglesia. Unos padres educan a sus hijos, pero lo hacen con unos criterios -los suyos propios- que no han sido 'amasados' por el Espíritu Santo, que carecen de la influencia y de la valiosa aportación que les hace el Señor. De tal modo que parece que todos estamos condenados a andar por un mismo camino, a pensar, sentir y amar de un modo muy similar, donde lo religioso queda arrinconado para momentos determinados y poder así decir que somos cristianos.
            El Señor, que vela por nosotros y nos cuida con gran solicitud, no nos deja por imposibles. Sino que nos va poniendo, durante el transcurso de nuestra vida a personas que nos indican que SÍ es posible sacar adelante ese proyecto que nos plantea Jesucristo. De tal modo que lo que parecía y se nos vendía como imposible, es muy viable en tu vida. El mensaje que nos lanza el mundo es: "que sí, que está muy bien y es muy bonito, pero se realista y ten los pies en el suelo". Y claro, en este planteamiento mundano ¿dejamos acaso cancha de juego a la gracia de Dios para que pueda actuar?; pues no. Simplemente porque se la ignora. Porque en el fondo se cree que Dios tiene que estar supeditado a lo que nosotros queramos. Algunos me dicen, ¿qué tiene que ver Dios con la educación de mis hijos, con mi matrimonio, con mis relaciones de todo tipo o en mi trabajo o tiempo libre?
            Sin embargo hay personas que sí se creen el mensaje de Cristo. Esto supone para ellos un nueva gestación y un nuevo nacimiento. Aquí nadie 'come el coco a nadie', sino que va surgiendo, como un sexto sentido, el descubrimiento de una realidad que, aun habiendo estado siempre delante de nosotros, no éramos capaces de percibirlo. La Iglesia es el nuevo seno materno que nos va gestando en esta nueva vida. Nos nutre, nos vamos formando como cristianos con la Palabra y los Sacramentos y dentro de una comunidad cristiana vamos descubriendo cómo alguien que está vivo -que es Cristo- sigue actuando en la vida de cada uno. Es muy cierto que el pecado original y nuestro propio pecado daña considerablemente este proyecto tan bello que Dios tiene con cada uno. Sin embargo la gracia es más fuerte que nuestro propio pecado.
            En esa nueva gestación y nuevo nacimiento es necesario que haya creyentes que vayan por delante, abriendo el camino. Unos matrimonios cristianos que con su vida dan muestras más que evidentes de que allí Dios es importante son un punto de referencia clave para esos novios que desean vivir su noviazgo cristiano en medio de una fuerte secularización y en un contexto social de una conciencia laxa.
            O un presbítero que vive su ministerio tal y como le han enseñado o se ha acostumbrado, celebrando las Misas, Confesando y haciendo lo que se le pide, terminando siendo un 'funcionario del culto', porque en el fondo hace lo que la gente le demanda… y se encuentra con otro presbítero y con creyentes que ha redescubierto su estar bautizados supone para él un cambio copernicano que le impulsa, de un modo imperante, a la conversión personal para poder aprender a escucha a Dios de un modo totalmente nuevo y replantear su servicio a la Iglesia desde categorías y principios los cuales antes eran impensables.
            Satanás nos dice que no nos compliquemos la vida, que no valemos para estas cosas, que nos vamos a cansar en balde, etc. Pero en la otra parte nos encontramos a todos los santos, ángeles, arcángeles junto con la Inmaculada Virgen María que nos animan diciéndonos: ¡Ánimo!, ¡te queremos ver aquí con nosotros, que para eso Dios te ha elegido para que seas santo!

Lecturas:
Lectura del libro del Génesis 3, 9-15. 20
Sal 97, 1-4: Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Efesios 1, 3-6. 11-12.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38

            8 de diciembre de 2016 

domingo, 4 de diciembre de 2016

Homilía del Segundo domingo de adviento, ciclo a

DOMINGO II DE ADVIENTO, CICLO A
            La Palabra de Dios, tanto la de hoy como la de estos días, me trae a la memoria aquellos campamentos de verano que –ya fuera como acampado o como monitor- tanto disfrutaba tanto en la preparación como en el desarrollo de las gymkanas. Algunas de esas gymkanas consistían en superar una serie de pruebas de las mas variopintas –una adivinanza, el buscar un objeto, pintar o escenificar algo, etc.- para que así pudieran conseguir esas pistas para poder acceder a la siguiente prueba, y superadas todas poder ser los ganadores obteniendo lo que se podía. Lo mismo nos está sucediendo estos días de adviento tanto con los textos litúrgicos como con la Palabra. Día a día el Señor nos va presentando una serie de pruebas para que, cada cual, ponga en juego su inteligencia, voluntad y libertad, y así poder obtener una pista de cómo se está andando por la vida. Recordemos lo que nos dice San Pablo en su epístola a los de Éfeso: «Os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados» (Ef 4,1).
            Y en esta particular gymkana con las diversas pruebas a superar y así obtener la pista para realizar la siguiente prueba nos encontramos cómo la Palabra, el otro domingo, ya nos dejaba un mensaje muy claro: ¡Velad! Y la Palabra nos avisaba que estamos acostumbrados a un progreso horizontal: mirar y el día a día, el preocuparnos por la economía doméstica, el sacar unos estudios, el conseguir y conservar un puesto de trabajo, el hacer frente al pago de la hipoteca, etc., y olvidándonos que es Dios quien nos sostiene y nos da las cosas que tenemos y somos. De tal forma que cuando apostamos por el progreso no horizontal, sino el vertical, todo cambia, ya que la fe entra en escena. Ya que Dios ilumina lo que se vive y lo da un sentido sobrenatural.
            Una de las pruebas que el Señor nos ha puesto en nuestra particular gymkana está precisamente en la oración colecta del pasado jueves que rezaba así: «Despierta tu poder, Señor, y ven a socorrernos con tu fuerza; que tu amor y tu perdón apresuren la salvación que nuestros pecados retardan». O sea, que el pecado personal es un obstáculo que dificulta la salvación. Cuando una persona, pensando en sí misma no tiene en cuenta las necesidades que surgen en una comunidad cristiana, está viviendo para sí misma y está retardando la llegada de la salvación de Dios. En gran parte porque ese modo de comportarse no ayuda ni estimula a seguir y a enamorarse de Cristo.
            El viernes, la oración colecta, también se las trae, ya que es otra de las pruebas planteadas por el Señor: «Despierta tu poder y ven, Señor; que tu brazo liberador nos salve  de los peligros que nos amenazan a causa de nuestros pecados». A lo que el Señor nos dice que cuidado con lo que hacemos porque nuestro mal comportamiento, nuestra soberbia, y demás pecados que nos afectan a nosotros, a los demás y a Dios impiden que la gracia de Dios pueda fluir como debiera. Ya que mi malas palabras, mi enfado, mi deseo de llevarme siempre la razón… dificultan que el rostro de Cristo sea visualizado, dificultan que el amor de Cristo sea sentido y perjudican, sobre todo, a los que tienen su fe más débil. Esa armonía de la que nos habla el profeta Isaías de que «Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastorea. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará en la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente», esto que nos habla de armonía queda hecha añicos cuando nuestro pecado entra en escena.
            Por eso tan importante hacer caso a lo que nos dice San Pablo hoy: «Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza». La Palabra es como un escaner que nos permite detectar nuestro pecado personal  y así poder poner la sanación oportuna.
            La oración después de comunión tanto del viernes de la primera semana como la del domingo de la segunda semana nos vuelve a poner otra prueba el Señor para esta particular gymkana: «Alimentados con esta Eucaristía , te pedimos, Señor, que, por la comunión de tu sacramento, nos des sabiduría para sopesar los bienes de la tierra amando intensamente los del cielo».  Y claro está, ni yo ni nadie podremos amar intensamente los bienes del cielo si previamente no nos ponemos en un proceso de conversión. De ahí la urgente necesidad de hacer caso a Juan el Bautista: ¡Convertíos!, mejor dicho, Roberto -si soy yo, él que os habla y  a mí me lo digo-  ¡conviértete! porque quiero ser guiado hasta Cristo con sabiduría divina para que podamos participar plenamente de su vida. Todo para ganar esa gymcana y poder disfrutar del premio de estar con Cristo.

Lecturas:
Lectura del libro de Isaías 11,1-10:
Sal 71,1-2.7-8.12-13.17 R/. Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 15,4-9:

Lectura del santo evangelio según san Mateo 3,1-12: