viernes, 31 de enero de 2014

Homilía del Domingo Cuarto del Tiempo Ordinario, ciclo a


HOMILÍA DEL DOMINGO CUARTO DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo a

MALAQUÍAS 3,1-4; SALMO 23; CARTA A LOS HEBREOS 2,14-18; SAN LUCAS 2, 22-40
         
            Algunas personas se creen con el derecho de decidir ellos mismos lo que es bueno y lo que es malo, según su conciencia. Incluso los hay que haciendo uso de su sentir religioso tienen una palabra que lejos de comunicar la real voluntad divina solo muestran la suya propia. El bien o el mal tienen un valor objetivo, y no dependen de las opiniones de los hombres. ¡Cuánto daño se puede originar cuando uno emite un juicio contra una persona basándose únicamente en las impresiones y no habiendo ejercido el sereno discernimiento ante la Palabra de Dios! ¡Con qué facilidad se condena a las personas con comentarios hirientes revestidos con una falsa corrección fraterna! ¡Como se nos cuela Satanás para generar división! Y lo peor es que el orgullo impide a esas personas -yo tampoco me salvo- reconocer el pecado originado y luchan por quedar de pié para evitar sufrir por su culpa y su pecado. El bien o el mal no depende de las opiniones de los hombres. Una sopa de cocido puede estar caliente para uno, templada para otros o incluso fría servida a la vez en respectivos platos dependiendo de cada comensal. Sin embargo hay bienes absolutos que son un bien en sí mismos y lo son para todos: la verdad, la justicia, la paz, etc.

            Cuando el Señor habla por medio del profeta Malaquías que nos está diciendo «Mirad, yo envío mi mensajero, para que prepare el camino delante de mí» nos está diciendo que Dios vendrá para juzgar y el Señor nos mostrará personalmente, uno a uno, el grado de calidad en el amor que cada cual haya empleado durante su existencia. Cualquiera puede decir que ama mucho, pero será en ese momento cuando, como si se tratase de una radiografía precisa, nos muestre el grado de la calidad en el amor que cada cual haya empleado. Somos cristianos y lo nuestro es vivir escondidos en Dios para nutrirnos, alimentarnos con su Sabiduría. No podemos movernos bajo los criterios mundanos y menos aún darlos carta de ciudadanía dentro de la Iglesia. Cada cual desde lo alto de la atalaya debe de irlos atisbando para que no se nos cuele dentro de las comunidades cristianas, ya que únicamente debe de prevalecer todo aquello que brota del Evangelio y siempre en comunión con el sucesor de Pedro.
        
            Nos dice la Carta a los Hebreos «Notad que Dios tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles» y que Jesucristo nos ha salvado precisamente a través del sufrimiento y de la cruz. El grado de calidad en el amor empleado por Jesucristo es infinito e inabarcable. Del mismo modo nos invita a adentrarnos en la dinámica de presentar nuestra vida como una ofrenda a Dios. Jesucristo nos ha liberado del Maligno, nos ha liberado de la esclavitud de tal modo que todo puede ser perdonado. La misericordia de Dios puede perdonar todo; puede restaurar todo lo que ha sido pulverizado por el pecado del hombre; puede sanar la heridas abiertas y cicatrizar las internas; Dios puede levantar al caído y sostenerle con su divina fuerza; puede perdonar lo humanamente imperdonable y ayudar a que el otro le pueda perdonar; la misericordia y el perdón de Dios no tiene límites, los límites los ponemos los hombres cuando nos cerramos ante la presencia de Dios.

            Es fundamental la opción de orientar nuestra vida hacia Dios. El tabaco mata poco a poco, pero también nos mata poco a poco el ir adoptando posicionamientos o posturas que desdicen de nuestra vocación de cristianos simplemente porque decidimos las cosas sin haber estado previamente escondidos con Cristo en Dios.
          
            José y María presentan hoy a Jesús en el Templo. Si nuestra vida es una constante ofrenda agradable que nosotros presentamos a Dios dejémonos conducir por la Sabiduría divina; dejarnos instruir por el Señor para saber discernir correctamente los acontecimientos; no nos dejemos llevar por las impresiones; empeñarnos en mejorar nuestra calidad en el amor y confiar en la capacidad infinita que posee Dios para perdonar.

sábado, 25 de enero de 2014

Homilía del Domingo Tercero del Tiempo Ordinario, ciclo a


HOMILÍA DEL TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo a

ISAÍAS 8, 23b-9, 3; SALMO 26;
PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 1, 10-13. 17;
AN MATEO 4, 12-23

           
            El Evangelio es de todos y para todos. Todos lo necesitamos y aquellos que se han cerrado ante su anuncio están haciendo un ejercicio de privarse de la Salvación. Sin embargo nosotros no podemos caer en la tentación del conformismo. Dios quiere que todos se salven y que disfruten de los bienes que nos proporciona su Espíritu Santo. Acercarnos a los hermanos que se han acostumbrado a organizar su vida sin Dios es difícil, sin embargo esto no es escusa para arrinconar la pastoral de misión. En el Evangelio proclamado hoy se nos dice que Jesucristo y los que fueron llamados por Él recorrían toda Galilea «enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo». Una parroquia que no se involucre de lleno en una pastoral de salir a los hermanos fríos en la fe es una parroquia donde se está ahogando la misma acción del Espíritu Santo. Una parroquia o una comunidad cristiana que no salga a anuncia a Jesucristo fuera del templo se asemeja a los pabellones de cuidados paleativos de los hospitales donde a uno le ayudan a afrontar con dignidad y ternura la enfermedad pero sabiendo que una etapa importante de la existencia por esta tierra va a concluir. Y recordemos que en esa comunidad cristiana, en esa parroquia nos encontramos, entre otras realidades, a las familias y con ellas tenemos el deber de ayudar al matrimonio a redescubrir su propia vocación matrimonial y a mostrarles cómo Cristo va haciendo una historia de salvación dentro de su propio hogar. En la medida ayudemos a esa familia a adentrarse en la dinámica de la fe en Cristo se irá generando ese fuego del que nos habla el Señor, para que arda todo en el Espíritu de Dios y todos dándose cuenta de ello lo deseen también disfrutar. Incluso las Monjas de clausura con su plegaria están ya anunciando a los alejados el Reino de Dios porque con su oración van predisponiendo los corazones de los hombres a escuchar el anuncio de Jesucristo.

            No sé donde he leído que en medicina se suele decir que no hay enfermedades sino enfermos. A nivel de ponernos manos a la obra en la tarea del apostolado no nos encontramos con el ateísmo sino con ateos -con nombres y apellidos-, no nos encontramos con la incredulidad sino con personas incrédulas con su historia, con su recorrido, sus desengaños, con sus razones y diversas sensibilidades.  Nos dice la Sagrada Escritura que Jesús curaba las enfermedades, pero para curar primero se presupone que se debe escuchar a la persona. Jesús les acogía, ellos se sentían amados; Jesús les escuchaba, y ellos se sentían escuchados, porque cada persona necesita de un tratamiento diferente, de una medicina específica para que en su vida particular de pecado, donde habita en tierra de sombras una luz les pueda brillar.

            Hay una mentalidad que debemos de superar propia de otros tiempos donde se suponía que todos podían y debían ser buenos cristianos, por lo que nos creíamos con derecho y obligación de reprender a los que no lo eran. Si alguien 'la liaba' con mayor o menor gravedad la respuesta inmediata era la reprensión, el castigo para su corrección. Sin embargo Cristo nos enseña a salir con amor en busca de la oveja perdida y a ofrecer amablemente nuestra ayuda a aquellos que no puedan caminar solos. Jesucristo, con los pecadores arrepentidos, a los que reconocen sus errores y buscan ayuda, no les reprende sino que se compadece de ellos, les perdona, les felicita, se alegra con ellos. Y cuando un pecador experimenta de esa divina compasión es cuando brotan los sentimientos que plasman estas palabras del profeta Isaías: «Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín». Y por cierto, yo también soy muchas veces esa oveja perdida que se extravía del redil.

domingo, 19 de enero de 2014

Homilía del Domingo II del tiempo ordinario, ciclo a



DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A
LECTURA DEL LIBRO DE ISAÍAS 49, 3. 5-6; SALMO 39; PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 1,1-3; SAN JUAN 1 29- 34
            El mismo Dios nos dice a través del profeta Isaías «te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra». Estas palabras que ahora resuenan en nuestro interior están cargadas de gran dificultad. Gran parte de los que forman la sociedad están muy desvinculados de Dios y persiguen como único bien superior la propia satisfacción de sus deseos, de sus impulsos, de sus tendencias. Para ellos lo único que existe es su máximo bien y todo queda supeditado a esto.  No se da ningún tipo de atadura y se rechaza de plano los planteamientos religiosos por considerarlos nocivos a los propósitos de su máxima libertad. Lo único que se persigue es la propia autorrealización y todas las personas están puestas para la autorrealización propia y se usa de ellas –como si fueran un objeto- sin tener el más mínimo reparo. Está a la orden del día el hedonismo de los instintos y el utilitarismo siendo estas dos cosas los puntos de referencia desde los que juzgamos. Nosotros los cristianos creemos –con todas las fuerzas de nuestro ser- que Cristo es la medida de todas las cosas: no somos nosotros, es Cristo.
            Muchos hermanos nuestros están muy desorientados y nosotros –muy a menudo- no nos libramos de mencionada desorientación. A modo de ejemplo: supongan ustedes que estuviésemos en un barco en medio de un océano muy violento y todos mareados. Así es como está la sociedad cuando está alejada de Dios está construyendo sobre arenas movedizas y dañándose cuando creen que están evolucionando. Desde la perspectiva cristiana se están desviando del camino y están llegando a un callejón sin salida. Es preciso un proceso de renovación espiritual para poder llegar a entender y concebir la propia existencia como respuesta a la vocación dada por Dios. Como dice la epístola de San Pablo a los Corintios estamos congregados por Cristo Jesús para que estemos con Él. No demos actuar como si Dios no existiera; no podemos suprimir el sentido de lo divino de nuestra vida: no podemos arrinconar a Dios. El problema serio reside cuando muchos de nuestros hermanos, y muchos de dentro de la misma iglesia, se han acostumbrado a tener a Dios como se tiene un trasto inservible en el trastero de la casa. Pero es que resulta que nosotros, tal y como nos lo recuerda el apóstol San Pablo, estamos consagrados por Cristo Jesús. Y este estar consagrado genera una confrontación intelectual, afectiva, social y política porque no se puede tolerar que el nombre de Cristo no sea amado. Por eso somos «luz de las naciones» para que a través nuestro puedan conocer a aquel que da la consistencia a la existencia y la claridad en medio de las tinieblas. Haciendo la voluntad de Dios nos constituimos, con la fuerza del Espíritu Santo, en luz de las naciones.
            El propósito de vivir más radicalmente el seguimiento de Cristo ha de ser una constante porque Él es el único que nos quita el pecado; el único que hace que nuestra vida sea digna de ser vivida; Aquel que nos conduce a la plenitud ya que estar con Él es estar palpando la plenitud. El cristiano no teme la verdad. El cristiano se resiste a tener el alma bajo los efectos de la anestesia que origina el no dolor ante el pecado. El que es consagrado por Cristo vive en la verdad, despierto, no anestesiado, bien despejado, y siente en sus propias carnes el cruel dolor ocasionado por el pecado. Sólo experimentando en nuestra carne el dolor del mal seremos capaces de decir al Señor ‘perdón y socórreme’.

sábado, 11 de enero de 2014

Homilía del bautismo del Señor 2014, ciclo a


FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR 2014 , ciclo a

            Hermanos, los animales se mueven por instintos. El instinto hace que el pajarillo busque palitos para hacer su nido o que las hormigas vayan recolectando su comida para aprovisionarse y garantizar la supervivencia o que el orangután coja un palo para alcanzar la fruta de un árbol. Nosotros los cristianos no nos movemos por instintos: Nos movemos por animados por la fuerza del VIENTO de Dios. Un murciélago sin ojos vuela sin tropezar en una habitación cruzada de cables en todas las direcciones. Me pueden preguntar ¿cómo es eso posible?¿cómo se guía? El murciélago no lo sabe, pues no tiene inteligencia ; pero lo sabe Dios que es quien ha hecho al murciélago y le ha dotado de una especie de radar que emite unas ondas ultrasonoras.

            Dios nos ha dotado de su Espíritu Santo para que nos oriente entre las diversas adversidades de la vida; para que en la alegría no le abandonemos y para que en las tristezas constantemente le busquemos, y por cierto, Él se deja encontrar con mucha facilidad. Cuando uno se deja guiar por el Espíritu Santo de Dios es entonces cuando Jesucristo puede entrar en nuestro ser, puede porque se lo permitimos y así lo deseamos con gran intensidad. De ese modo Dios se complace con nosotros.

            Siempre que nos acercamos a Dios, siempre que hacemos el ejercicio de ser accesibles al Espíritu Santo nace un acto comunicativo, brota un encuentro con lo divino en donde nos dejamos influir por Él. Ahora bien como en nuestro cuerpo habita el pecado y hacemos lo que no deseamos -por el pecado original- siempre que el Señor nos rocía con su gracia nuestro cuerpo genera una especie de 'anticuerpos' que rechaza ese elemento externo. Recordemos las palabras que San Pablo remitió a los Romanos: «Cuanto más se multiplicó el pecado, más abundó la gracia» (Rm 5,20) y la gracia nos va a alcanzar y rebosaremos de ella.

            Tal y como nos dice el profeta Isaías, el Señor «no romperá la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente», sino que el Señor nos infunde su amor, nos sostiene de la mano, hace con cada uno una alianza para que seamos sus embajadores ante el mundo y así abrir los ojos de los pecadores y ofrecer la claridad de la vida a aquellos que habitan en las tinieblas y en sombra de muerte. En los Hechos de los Apóstoles nos recuerda cómo Jesús de Nazaret «pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder del Demonio, porque Dios estaba con Él».

            A modo de ejemplo. Si nos dejamos animar por la fuerza del Espíritu Santo iremos andando por las sendas de la santidad, y por puesto, viviremos en plenitud. Pero si el pecado reina en nuestra vida, y expulsamos a Dios de ella, nos viene acarrada la muerte óntica, la muerte del ser. Si un monarca concede a una familia un título nobiliario con la condición de que el cabeza de familia no se haga indigno de semejante gracia, ¿quién puede protestar si después de una ingratitud de este cabeza de familia, el monarca retira el título a toda la familia? De ahí la grave importancia de estar siempre abiertos al Espíritu Santo y de ir avanzando, poco a poco y sin cansarnos, por el camino de la conversión. Estamos llamados para vivir la vida de la gracia, por eso hemos sido creados como 'imagen de Dios'.

jueves, 9 de enero de 2014

Objetivo de la «perspectiva de género»: destruir la familia y la religión

Uno de los objetivos principales de la «Ideología de género» (perspectiva de género, feminismo de género, etc.) es atacar familia y la religión. Proponen la necesidad de «deconstruir» (deshacer, destruir) la familia, el matrimonio y la maternidad, para que el mundo pueda ser libre; además la Religión, ya que, según ellos, es la causa principal de la opresión de la mujer. Creo que esto debe realmente preocuparnos a todos.
Esta posición contrasta con la Declaración Universal de los Derechos Humanos promulgada por la ONU en 1948. El artículo 16 defiende a la familia y al matrimonio: «Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia; y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio. Sólo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos podrá contraerse el matrimonio. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado».

La perspectiva del género no tiene como objetivo mostrar a la mujer como esposa y madre, aunque la mayoría lo sean, lo más importante es que estos conceptos desaparezcan. Existe una verdadera hostilidad hacia la familia. La principal razón del rechazo feminista a la familia es que, para ellas, esta institución básica de la sociedad crea y apoya el sistema de clases basado en el sexo y el género. Dice Christine Riddiough:«La familia nos da las primeras lecciones de ideología de clase dominante y también le imparte legitimidad a otras instituciones de la sociedad civil. Nuestras familias son las que nos enseñan primero la religión, a ser buenos ciudadanos, tan completa es la hegemonía de la clase dominante en la familia, que se nos enseña que ésta encarna el orden natural de las cosas. Se basa en particular en una relación entre el hombre y la mujer que reprime la sexualidad, especialmente la sexualidad de la mujer».
En cuanto a la Salud y Derechos Sexuales Reproductivos, incluyen como parte esencial la «libre elección» en asuntos de reproducción y de estilo de vida. Especialmente esta expresión se refiere al aborto a solicitud; mientras que «estilo de vida» apunta a promover la homosexualidad, el lesbianismo y toda otra forma de sexualidad fuera del matrimonio.
Reclaman «nuevos derechos» que exigen el derecho a determinar la propia identidad sexual. «..hacemos un llamado a reconocer el derecho a determinar la propia identidad sexual; el derecho a controlar el propio cuerpo, particularmente al establecer relaciones de intimidad; y el derecho a escoger, dado el caso, cuándo y con quién engendrar y criar hijos, como elementos fundamentales de todos los derechos humanos de toda mujer, sin distingo de orientación sexual».

Para las ellos existen cinco sexos. Rebecca J. Cook, señala que los géneros masculino y femenino, son una «construcción de la realidad social» que deben ser abolidos. Ahora no se debería hablar de hombre y mujer, sino de «mujeres heterosexuales, mujeres homosexuales, hombres heterosexuales, hombres homosexuales y bisexuales». Esto lo afirman contra todas las pruebas científicas existentes, según las cuales, sólo hay dos opciones desde el punto de vista genético: o se es hombre o se es mujer, no hay absolutamente nada, científicamente hablando, que esté en el medio.
Claro que desde sus orígenes, quienes están comprometidos con la defensa de la vida y los valores familiares, alzaron su voz contra estas propuestas. La Iglesia siempre lo ha hecho y recientemente desde el Papa Juan Pablo II, quien ya lo había advertido, jamás se ha aceptado esta ideología por ser nociva para el género humano.

En gran medida, el ataque hacia la religión viene de numerosas ONG (Organizaciones no gubernamentales) acreditadas ante la ONU, éstas se han empeñado en criticar a quienes ellos denominan «fundamentalistas» (Cristianos Católicos, Evangélicos y Ortodoxos, Judíos y Musulmanes, o cualquier persona que rehúse ajustar las doctrinas de su religión a la agenda del feminismo de género): «Nada ha hecho más por constreñir a la mujer que los credos y las enseñanzas religiosas».
Para el «feminismo de género», la religión es un invento humano y las religiones principales fueron inventadas por hombres para oprimir a las mujeres. Por ello, las feministas radicales postulan la re-imagen de Dios como Sophia: Sabiduría femenina. En ese sentido, las «teólogas del feminismo de género» proponen descubrir y adorar no a Dios, sino a la diosa. Carol Christ, autodenominada «teóloga feminista de género», afirma lo siguiente: «Una mujer que se haga eco de la afirmación dramática de Ntosake Shange: Encontré a Dios en mí misma y la amé ferozmente está diciendo: El poder femenino es fuerte y creativo. Está diciendo que el principio divino, el poder salvador y sustentador, está en ella misma y que ya no verá al hombre o a la figura masculina como salvador».

Los dueños de la perspectiva de género promueven el ataque frontal al cristianismo y a toda figura que lo represente, en especial a la Iglesia Católica. Atacan directamente al Vaticano por oponerse al aborto: «…este reclamo de derechos humanos elementales confronta con la oposición de todo tipo de fundamentalistas religiosos, con el Vaticano como líder en la organización de oposición religiosa a la salud y a los derechos reproductivos, incluyendo hasta los servicios de planificación familiar».
Contrastantes con todas estas posturas de ataque y agresión a la religión, a la Iglesia Católica, son las posturas de la mayoría de mujeres del mundo que defienden sus tradiciones religiosas como la mejor de las protecciones de los derechos y la dignidad de la mujer. Mujeres católicas, evangélicas, ortodoxas y judías agradecen en particular, las enseñanzas de sus credos sobre el matrimonio, la familia, la sexualidad, y el respeto por la vida humana.

El feminismo de género es un sistema cerrado contra el cual no hay forma de argumentar. No puede apelarse a la naturaleza, ni a la razón, a la experiencia, o a las opiniones y deseos de mujeres verdaderas, porque para ellos, todo esto es socialmente construido. No importa cuánta evidencia se acumule contra sus ideas; ellas continuarán insistiendo en que es simplemente prueba adicional de la conspiración patriarcal masiva en contra de la mujer.

La realidad es que falta formación e información. Aquí radica el peligro de la ideología de género, la mayoría de las personas en nuestro país, por falta de información, aún no están al tanto de esta propuesta y de los peligrosos alcances de la misma. Vale la pena pues, conocer esta «perspectiva de género» que en la actualidad ha tomado fuerza en los países desarrollados, y que se ha filtrado en nuestro medio. Sería bueno revisar los materiales educativos de las escuelas y las políticas sociales (equidad de género, etc.) de los gobiernos.

Numerosas series televisivas que nos llegan de Norteamérica, difunden abiertamente esta perspectiva, difundiendo el siguiente mensaje: la identidad sexual puede «deconstruirse» y la masculinidad y femineidad no son más que «roles de géneros construidos socialmente».

Durango, Dgo., 13 de Mayo del 2012
+ Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango

Cambio de agujas: Antonio Martins de Passos

lunes, 6 de enero de 2014

Un aplauso

Homilía de la Epifanía del Señor 2014, ciclo a


LA EPIFANÍA DEL SEÑOR 2014, ciclo a


            Cuando fuimos bautizados fuimos ungidos con óleo perfumado, signo de nuestra nueva condición. Fuimos unidos a Cristo, como los sarmientos también son regados por la sabia de la vid pasando a través de nosotros su gracia, misericordia, su amor, su sabiduría, en una palabra, su presencia soberana. Al ser bautizados pasamos a ser reyes ya que somos hijos de Dios y herederos de la promesa. Y es más, como reyes que somos no nos sometemos al pecado que nos esclaviza, sino que únicamente obedecemos y rendimos toda nuestra existencia ante la presencia de Dios. Habrá penas y miserias, dolor y sufrimiento y lucharemos para que nada ni nadie nos someta bajo el yugo de la esclavitud del pecado. Los cristianos no dependemos de las circunstancias afortunadas o desafortunadas, ni existirán para nosotros acontecimientos negativos, sino que todo cuanto sucede en el mundo y en propio transcurso de la vida estará a nuestro servicio y nos beneficiará en el crecimiento en el amor y en nuestra condición de hijo de Dios. Es cierto que los infortunios y desazones pueden acarrearnos cicatrices y heridas graves pero absolutamente todo adquiere plenitud de sentido en Jesucristo. Cuando un enamorado se encuentra con su amada y sienten que ambas almas laten al unísono de tal modo que el dolor se afronta con serenidad y la alegría se disfruta con mayor intensidad llegando a decir ambos que «mi vida sin tí no tendría sentido» o «sin tí no soy nada» es cuando uno empieza a intuir, al menos, en una millonésima parte la plenitud de sentido que Cristo te proporciona descubriendo uno el fundamento del verdadero amor. El profeta Isaías nos está anunciando precisamente esta buena noticia para saborear el amor verdadero, llenarnos en plenitud de Él, vivir de ese amor y permanecer sumergidos en ese amor: «¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!» Cristo hoy se manifiesta ante todo el mundo y desea mantener un encuentro personal contigo.

            Continúa diciendo el profeta Isaías: «Caminarán los pueblos a tu luz; los reyes al resplandor de tu aurora». Y nosotros caminamos teniendo en cuenta el instante del presente y es en el presente cuando nosotros doblamos no solo nuestras rodillas sino también toda nuestro ser ante Aquel que hoy se manifiesta ante todos los pueblos. Aquellos Magos de oriente dejaron todas sus ocupaciones y se pusieron en camino, cada cual con sus intenciones y motivaciones. Nosotros también estamos en camino. Algunos saben algunas «cosas de oídas de Jesucristo», cree pero con una fe que se reduce a aceptar distintos elementos culturales, doctrinales, institucionales y de tradición: Es un cristiano de inercia, que no ha realizado ninguna opción por Cristo. Sin embargo Cristo quiere que tu fe sea una fe personal, en donde se escuche personalmente el testimonio de la Presencia del Espíritu Santo en tu interior y que genere en tu existencia un aceptar que esa Presencia sea la que genere un movimiento de confianza absoluto en Cristo.

            Nosotros le hemos sentido y sentimos su Presencia en medio de nosotros porque esta vivo y Resucitado. Esos Magos de oriente realmente no sabían lo que estaban buscando mas cuando encontraron al Niño recostado al lado de su Madre entendieron que todo el tiempo que ellos habían estado lejos de Él ha sido, irremediablemente, tiempo perdido. Esa experiencia religiosa fue para ellos el principio y fundamento de un nuevo modo de ser, de estar, de pensar y de amar.

viernes, 3 de enero de 2014

Homilía del Segundo Domingo después de Navidad, ciclo a



SEGUNDO DOMINGO DESPUÉS DE NAVIDAD, ciclo a
ECLESIÁSTICO 24, 1-4.12-16; SALMO 147; SAN PABLO A LOS EFESIOS 1, 3-6.15-18; SEGÚN SAN JUAN 1, 1- 18

            Nuestra sociedad y nuestra cultura está muy secularizada, muy vaciada de Dios.  En este contexto se está dando una fuerte tendencia a que muchas personas interpreten su vida independientemente a la referencia de la religión. Se genera una nueva experiencia de Dios basada en la más absoluta indiferencia hacia Él. Desde la salida del sol hasta el ocaso viven desligados de Dios. Unos rechazan a Dios, otros le ignoran y el propio hombre se impone la propia orientación de su vida.
El caso es que el hombre llega un momento en el que debe de reconocer una serie de valores cuya dignidad y nobleza es, en sí misma, innegable. O también cuando el hombre se encuentra ante acciones que, por muchos beneficios que le puedan aportar, sabe que no debe de realizarlas porque hay un deseo de vivir con dignidad. Hay ‘fronteras’ en las que uno no debe de traspasar porque de hacerlo le hiere mortalmente en su ser y hay valores que no se pueden negociar porque de hacerlo te sumerges en el abismo de la desesperación. Estas situaciones, estos principios irrefutables son como la sombra que nos indica la existencia de un Bien supremo que es imposible de poder anular. De alguna manera misteriosa el mismo Dios está dejando también su huella en este hombre secularizado. Tal vez estemos atravesando una época de oscuridad en la que los creyentes tengamos que acostumbrarnos a reconocer la presencia de Dios en medio de esta densa niebla que nos impide verle. Tal vez como el ciego del camino del Evangelio tengamos que suplicar un milagro para ver a Jesucristo. Esta situación no elimina la fe. La fe sale robustecida, consolidada, afianzada en la roca que es Cristo porque brota una experiencia de lo divino. El apreciar la presencia de Dios, la opción por serle fiel, el deseo que nos desvele la verdad de nuestra existencia, el anhelo de tenerle cerca en ese esfuerzo en afinar la vida espiritual, ese saborear disfrutando de la grandeza de vivir en estado de gracia va marcando las pautas de distancia entre los que somos de Cristo y los que son del mundo. Dice el libro del Eclesiástico «en su presencia ofrecí culto». Nosotros formamos parte de esa porción del Señor, somos hijos de Dios, somos herederos de la promesa y entendemos nuestra vida como una constante ofrenda agradable para Dios.
Por eso el Señor, tal y como reza el salmo responsorial, «Él envía sus mensaje a la tierra y su palabra corre veloz» porque es muy urgente que ese mensaje sea escuchado  y que su palabra corra de oído a oído para que todos lo puedan escuchar con voz alta y clara.  Es más, San Pablo cuando escribe a los Efesios les dice y nos dice que Dios nos ha elegido en la persona de Cristo «para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor».
Antes – y ahora menos- después de que la máquina o los obreros habían cosechado el campo iban algunos –que solían ser los más pobres- y se dedicaban a respigar, es decir a recoger de los trigales ya cosechados los restos de paja y grano que quedaban en la tierra; con la paja se encendía la glorieta y con el grano se molía para sacar la harina. Nosotros ante Dios nos presentamos como mendigos de su amor, necesitados de su perdón, queremos vivir dependiendo de Él aunque esto suponga ser tan pobre ante Él como para llegar a ir a respigar ante su presencia.

miércoles, 1 de enero de 2014

FÓRMULA DE BENDICIÓN


FÓRMULA DE BENDICIÓN

«El Señor te bendiga
y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti
y te conceda su favor;
el Señor te muestre
su rostro
y te conceda la paz».

Números 6,24-26