viernes, 29 de junio de 2012

San Pedro y San Pablo 2012

SAN PEDRO Y SAN PABLO 2012

La fiesta de San Pedro y de San Pablo puede pasar desapercibida en nuestro contexto social y cultural tan indiferente ante las cosas de Dios. Realmente nos hemos organizado nuestros mundos personales de tal modo que hemos llegado a no sentir necesidad de Dios. Hasta tal punto que los actos religiosos se han convertido en actos sociales y nos hemos olvidado de que se trata de un encuentro personal con Jesucristo resucitado.

Al dejar en el olvido la voz de Dios van surgiendo nuevas enfermedades, nuevas adicciones que tienden a llenar el hueco que debería de ocupar Dios. Las conversaciones entre la gente del pueblo se van viciando cada vez más, dejan de ser sanas para empezar con la murmuración, la crítica y las palabras con escaso contenido en caridad. Todo el mundo quiere opinar de todo porque se ha perdido la humildad y la prudencia que nos indica que necesitamos de la experiencia y de los conocimientos de los demás. Además el dominio de los medios de comunicación social es algo inaudito, que han creado una cultura de rupturas de tabúes, de estupideces y de embotamiento moral.

Llegamos a creernos que hoy podemos hace por nosotros mismos todo lo que antes sólo se esperaba de Dios. Según este modelo de pensamiento, que se considera científico, las cosas de la fe aparecen como arcaicas, míticas, como pertenecientes a una civilización pasada. Tal vez por eso no se valora el ministerio sacerdotal y hay tan pocas confesiones y pocas conversiones. El hombre no busca más el misterio, lo divino, sino que cree saber. Los jóvenes y ya no tan jóvenes están anclados en el aquí y ahora, en el disfruta del momento y no te plantees nada. E incluso buscando algo de lo divino lo hacen con el único fin de tener una parcela para poder gobernar constituyéndose en señor feudal de esa pequeña porción.

Sin embargo no olvidemos que un elemento imprescindible: sin la fuerza de la autoridad religiosa el mundo no puede funcionar, ni el mundo ni este pueblo. En la Iglesia nos encontramos con Cristo y hacia Él nos dirigimos cuando nos confesamos, rezamos o participamos en la Eucaristía. Y la Iglesia no es una institución o una asociación más o menos numerosa, sino un organismo vivo que proviene y está en el mismo Cristo. Hermanos, todos nos tememos que aferrar a Cristo y dejarnos conducir por su Espíritu de santidad. Uno no es más que los demás por lo que grite ni por el mal que pueda difundir en su alrededor. Uno adquiere sensatez en la medida que se deja influenciar por la fuerza que viene de lo alto.

San Pedro, al principio, antes de conocer a Jesús, era un hombre rudo, hecho al trabajo duro y con sus importantes problemas que le acarreaba su temperamento. Sin embargo el dedo de Dios le tocó. Todo quedó trastocado. Empezó a descubrir el gozo de estar vivo y de ser importante para alguien como era Jesucristo. Jesucristo sacó de Pedro todo lo noble, valiente y bueno que había en él. El Señor le conquistó con su cercanía, su presencia y preocupación por su persona. Cayó en la cuenta de su gran valor gracias al encuentro diario con el Señor. Algunos de los presentes pueden pensar: ya, es que San Pedro lo tuvo muy fácil porque conoció al Señor, habló con Él e incluso que seguro hasta bromearían. Pero atención, no nos equivoquemos…. tan real está en la Eucaristía como cuando estaba en las bodas de Caná de Galilea. Y tan alto y claro habla ahora con la Palabra de Dios y con los acontecimientos como cuando lo hacía en lo alto del monte de las bienaventuranzas. Lo que sucede es que no tenemos fe…. Y la fe es tan importante como la corriente eléctrica para un televisor, sin ella no podemos disfrutar del partido o no podemos enterarnos de las noticias del telediario.

Si no tenemos fe lo único que veremos será a una iglesia convertida en una simple asociación en donde la presencia de Cristo ni siquiera se le echará de menos.

domingo, 17 de junio de 2012

Homilia del domingo XI del tiempo ordinario, ciclo b

D O M I N G O XI (B) (Marcos, 4, 26-34)

- Del Evangelio se ha dicho, y con razón, que es, “la Palabra de Dios siempre vieja y siempre nueva” porque, leyéndola y releyéndola, siempre podemos descubrir en ella nuevas luces y nuevos horizontes.

- A pesar de haber leído muchas veces este pasaje evangélico, nunca había caído en la cuenta de la reflexión que hoy me ha suscitado. Dice Jesús:

“El Reino de los Cielos se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. El duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que el sepa como. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz porque ha llegado la siega.”

- En ese relato que hace Cristo, del proceso de la simiente echada en tierra hasta que grana en el apetecible fruto, nos ofrece una acabada imagen del transcurrir de la vida cristiana y un reconocimiento de esa anónima multitud de cristianos sencillos, cuya vida callada, no despertará titulares en los periódicos pero que, cada día practican el heroísmo de la vida ordinaria:

- Cumpliendo sus deberes de estado.

- Llevando a cabo su trabajo profesional con fidelidad y honradez.

- Y afrontando cada día, a veces de forma heroica, todo un cúmulo de situaciones para acomodar su conducta al querer de Dios.

- A esa mayoría de cristianos que viven ese heroísmo de la vida ordinaria y que, pudieran tener la sensación de que nadie los valora, Jesús viene a decirles hoy, a través de esa imagen de la Parábola:

“Mi Padre si os valora y yo os garantizo que, esa perseverancia en los deberes de cada día, hecha cara a Dios, realiza el Reino de Dios en la tierra y, además, os lleva a vosotros a conseguir el Fruto Imperecedero”

- Bendita perseverancia la del borrico de noria!- dice San Josemaría en un punto de Camino- Siempre al mismo paso. Siempre las mismas vueltas. -Un día y otro: todos iguales.
Sin eso, no habría madurez en los frutos, ni lozanía en el huerto, ni tendría aromas el jardín.
(Camino, 998)

- No olvidemos que, ser santos consiste, más que en hacer cosas extraordinarias, en hacer extraordinariamente bien las cosas ordinarias. De ahí que haya dos clases de heroísmos, igualmente valorados por el Señor:

- El de las personas singulares y extraordinarias, (como nuestros mártires), que en un momento fueron “héroes”, dando la vida por Cristo.

- Y ese otro heroísmo de, “la fidelidad a Dios en la vida ordinaria”.

- Pienso que, no es muy previsible que nosotros estemos llamados al heroísmo de esas personas singulares pero, ¡puedes tener por seguro!, que Dios, a ti y a mí, nos llama al heroísmo de la vida ordinaria.

- Que sea el Evangelio de hoy un estímulo para gastarnos en el empeño.

sábado, 9 de junio de 2012

Homilía del Corpus Christi 2012

Corpus Christi 2012

Hermanos, cuando éramos pequeños y hacíamos alguna trastada o nuestro comportamiento era inapropiado, rebelde o poco educado… enseguida caíamos en la cuenta de la gravedad del asunto dependiendo de la reacción que tuvieran nuestros padres o profesores. Sabíamos que ellos ejercían su autoridad no para fastidiarnos o ‘aguarnos la fiesta’ sino para hacernos descubrir una serie de valores y virtudes que teníamos que hacer nuestras.

En la primera lectura nos encontramos al pueblo de Israel entusiasmado por sentir que Dios está a su lado y que les acompaña. Este pueblo sabe que sus comportamientos no han sido correctos, que han obrado de un modo un tanto extraviado, y se alegran porque ahora tienen una brújula que les indica cómo tiene que ser su modo de obrar. Sin embargo nadie hace caso a una persona porque sí, a lo más obedecerla para evitar problemas o situaciones molestas. A una persona la puedes vencer para que te obedezca, pero no convencer en eso que le estás mandando. Sin embargo en este caso nos encontramos que Dios se ha ganado el corazón de ese pueblo porque les he liberado de la esclavitud de Egipto con mano poderosa y brazo extendido, y no solo eso, sino que también les acompaña en su peregrinar como nación santa y pueblo consagrado de su propiedad. Dios se ha ganado la autoridad en ese pueblo. Por eso el pueblo, todo entusiasmado, ante las palabras y mandatos de Dios responde a una sola voz: «Haremos todo lo que manda el Señor y le obedeceremos».

A partir de esa experiencia de amor que ellos tienen de Dios el pueblo responde con esas palabras de obediencia a Dios. Luego se irá observando cómo este pueblo sufre los mismos efectos que la gaseosa: Al principio muchas pompitas fresquitas con mucho gas y termina por ser agua caliente y sin sustancia.

Sin embargo siempre hay personas agradecidas. Y aquel que es agradecido y reconoce todo el bien que le ha hecho Dios se siente eternamente feliz porque ha descubierto que existe una puerta hacia la eternidad. Ha encontrado un tragaluz por el cual los rayos del Todopoderoso le iluminan en su vida. Por eso el salmista clama con júbilo: «¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?».

Y nosotros los cristianos tenemos que estar sumamente agradecidos a Dios porque lo que ha hecho con nosotros ha superado infinitamente aquello que hizo con los hebreos sacándoles de la esclavitud de Egipto. Con el pueblo judío hizo maravillas sacándoles de aquel sitio de opresión para conducirles a la tierra prometida. Pero es que con nosotros se ha desbordado su generosidad: Nos ha sacado del dominio de la muerte y del pecado y nos ha comprado a precio de sangre, la sangre de su único Hijo, para que nosotros seamos su pueblo y ovejas de su rebaño. Si Dios ha pagado por nosotros un precio infinito es porque cada uno de nosotros tenemos un precio infinito, que nadie lo podrá pagar jamás. Si se dan cuenta ustedes, nosotros también deberíamos de gritar agradecidos: «Haremos todo lo que manda el Señor y le obedeceremos».

Del mismo modo que Cristo estuvo con nosotros durante su vida terrena, formó parte de la Sagrada Familia de Nazaret, hizo milagros, curó a los enfermos, eligió a los apóstoles, le condenaron y le mataron en una cruz. Y que ese que fue crucificado resucitó de entre los muertos y se apareció durante cuarenta días a sus apóstoles y discípulos dándoles muestras de que estaba vivo…. Y que ante el asombro de todos subió a los Cielos…. Pues ese mismo, el hijo de María, el Verbo de Dios que está sentado a la diestra de Dios Padre es el mismo que se hace presente en medio de nosotros en el Pan y en el Vino de la Eucaristía. No solo nos ha comprado a precio de sangre, sino que también se queda en medio nuestro para alentarnos en nuestro camino hacia la Gloria del Padre Eterno.

¡Viva Jesús sacramentado!

sábado, 2 de junio de 2012

Homilía de la Santísima Trinidad 2012

SANTÍSIMA TRINIDAD 2012

Dios siempre ha deseado estar con nosotros. Él ha mostrado siempre una especial predilección por la humanidad. Nos ha creado por amor, nos ha regalado el alma, se ha puesto en comunicación con nosotros de diversos modos e incluso nos ha enviado a su único Hijo, Jesucristo para conducirnos hasta la Gloria. Si se dan cuenta Dios se ha tomado muchas molestias con nosotros y por eso mismo nosotros estamos alegres.

En la primera lectura, tomada del libro del Deuteronomio nos hace una clara invitación: «Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro». Dicho con otras palabras: Toda tu vida se la debes a Él, todo lo que haces debe ser por Él y de Él hemos salido y hacia Él nos conducimos. Reconoce que tienes un parentesco con Dios. Reconoce que el agradecimiento ha de ser la tónica general en tu relación con Dios.

Y como el Señor es el centro de nuestra vida, y todo ha de girar en torno a Él, nosotros debemos de orientar nuestro corazón hacia el Sagrario y ser dóciles a los mandamientos dados por Él. Hermanos, si nosotros cumplimos los Mandamientos de la ley de Dios lo hacemos no movimos por el temor ni el miedo, sino porque le queremos, porque reconocemos que sin Él no podríamos vivir, que le necesitamos y a Él recurrimos. Todos tenemos ojos, unos más bonitos y otros más atractivos… y enseguida captamos las motivaciones que tienen la gente para actuar. Unos actúan para ser vistos y figurar (de esto abunda), otros porque quieren colaborar sinceramente para sacar las cosas adelante y les hay que ‘se ponen manos a la obra’ porque quieren hacer las cosas por amor a Dios, y su recompensa es estar amando a Dios en su quehacer diario, su recompensa es sentir al Amor de los amores cerca.

Hermanos, somos la heredad de Dios, somos su pueblo, y todos nosotros ovejas de su rebaño. Sus ojos están puestos en nosotros, no para juzgarnos ni atacarnos, sino para que nos sintamos acompañados desde su infinita ternura. Por le aguardamos, por eso decimos ¡ven Señor Jesús!, porque el que descubre la gran riqueza de tenerte cerca está constantemente anhelando poderte ver y gozar de tu presencia soberana.

Pero para eso hay que dejarse llevar por el Espíritu Santo. San Pablo nos comenta que el Espíritu de Dios debe de tomar el timón de nuestra vida y dejarnos conducir por Él para que nuestro testimonio de vida sea concuerde con las cosas que sí creemos. Es el Espíritu el que coge la escoba y empieza a barrer toda la suciedad ocasionada por el odio, los rencores, la soberbia…. Ahora bien, el Santo Espíritu está deseando hacer limpieza en nuestras vidas, pero el principal obstáculo somos nosotros que no le dejamos ni la llave para entrar en el cuarto de la limpieza.

Y cuando uno está lleno de esa experiencia de Dios, sin darse cuenta la contagia, la hace saber a los demás, la irradia. «Id y haced discípulos de todos los pueblos».

Dios cuando entra en la vida de las personas las rejuvenece de tal modo que eso que nace de lo sobrenatural se les nota en el rostro. Del mismo modo que se disuelve unas cucharadas de azúcar en un vaso de agua y hace que esa agua sea dulce así es Cristo si le dejamos que entre en nuestras vidas, Él irá dando sabor y consistencia a nuestra propia existencia. Y además, lo más bello de todo, pasemos por el corazón esta promesa del Señor:

«Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final del mundo». Así sea.

viernes, 1 de junio de 2012

Homilía de un funeral en Cevico de la Torre

JULIÁN MEDINA DÍEZ 72 años CEVICO DE LA TORRE

En estos momentos nos sentimos embargados por el dolor de la muerte de nuestro hermano JULIÁN. Hermanos nos cuesta muchísimo aceptar la realidad de la muerte. Algo se ha quebrado en nuestro interior y ha aparecido, como de la nada, ese molesto nudo en la garganta que nos está recordando el profundo dolor de la separación de un ser querido, apreciado y estimado.

Es cierto que sabemos por la fe, y así se nos ha dicho desde pequeños, que todos vamos a resucitar, lo hemos oído muchas veces, aunque en estos momentos nos cueste creerlo porque la congoja hace acto de presencia en nuestras personas. Por eso hacemos nuestras esas palabras de los apóstoles: «Auméntanos la fe». Y el Señor, ante esa súplica nos mira con ternura se acerca más a nosotros y al oído nos susurra: «Desde el primer momento de tu vida he permanecido a tu lado y seguiré a tu lado».

Y aunque el dolor nadie nos lo va a quitar, sí que podemos clavar una mirada al Sagrario y lanzarle una súplica sincera nacida del corazón: ¡Señor, confío en ti! ¡el Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano!, ¡Señor guarda con toda tu ternura a Julián para que cuando nos llames ante tu divina presencia podamos de nuevo abrazarle con todas nuestras fuerzas!. Y ustedes tengan la firme convicción, tengan la seguridad plena que el Señor va ha escuchar, mejor dicho, ya ha atendido a nuestras plegarias.

Hermanos, recordemos, es decir, volvamos a pasar por el corazón una cosa que ocurrió y que es cierta: que Jesucristo murió crucificado y resucitó y ha subido a los cielos para prepararnos una morada, un lugar en la Patria del Cielo. Y ahora mismo Julián está siendo conducido a ese lugar, pero para poder llegar lo antes posible y poder disfrutar de la dulzura contemplando el rostro de Dios necesita de nuestra oración, de nuestras plegarias y sacrificios porque todo el bien que nosotros realicemos por él y por todos nuestros difuntos repercutan en positivo hacia ellos. ¿Se acuerdan ustedes aquello que decimos en el Credo de la comunión de los santos?, pues por ‘aquí van los tiros’.

En una conversación muy agradable con Maite, la esposa de nuestro hermano Julián, me comentaba que su esposo había sido soldador. Y todos aquellos que se dedican a este trabajo saben de la importancia de la precisión, y de la necesidad de los buenos instrumentos de trabajo para que los puntos de soldadura sean muy consistentes. Pues bien, cada vez que somos infieles a Dios, cada vez que pecamos algo de nuestra alma se quiebra, se rompe, se suelta. Y Dios es el supremo soldador de las almas, desea que todas las personas se salven. Sin embargo Dios quiere contar con nosotros como sus instrumentos de trabajo para que nosotros colaboremos en nuestra propia salvación y así poder soldar las cosas sueltas que por nuestra alma hayan podido quedar en malas condiciones. Dios con su peculiar máquina de soldar arregla las almas de aquellos que, con arrepentimiento, dolor de sus pecados y propósito de no volver a pecar, acuden al sacramento del perdón, se alimentan de la Eucaristía y oxigenan sus pulmones con la oración frecuente y lectura de la Palabra de Dios.

Hermanos, ojala que nuestra oración por Julián le sea de gran ayuda para poderlo recuperar de nuevo allá, en la Gloria.

Dale Señor el descanso eterno…..