sábado, 29 de enero de 2011

Domingo IV del tiempo ordinario, ciclo a

DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO, 30 de enero de 2011

Decía San Agustín de Hipona que ‘cantar es orar dos veces’. Hay una canción preciosa que tiene este tenor literal: “Cristo te necesita para amar, para amar”. Y es cierto que Cristo nos necesita para que llevemos a cabo este cometido, que amemos. Sin embargo, los cristianos sufrimos una contaminación que llega a adulterar el propio significado del amor, y esa contaminación no son humos tóxicos, ni residuos nocivos al medio ambiente, esa nuestra contaminación es el pecado. El pecado adultera y malogra el amor.

El profeta Sofonías, hombre que velaba por la salud espiritual del pueblo hebreo, nos exhorta a que busquemos al Señor. ¿Cómo buscar al Señor?, ¿Qué pista nos ofrece el profeta para realizar tal búsqueda de Dios?, los instrumentos que él nos plantea es cumplir los mandamientos y hacerlo por amor a Dios. Los cristianos necesitamos estar en una actitud constante de búsqueda del Señor para ir purificando y madurando en esta tarea que Cristo nos ha encomendado de amarnos.

Sin embargo se puede plantear otra cuestión: ¿Por qué tenemos que buscar al Señor?. ¿Por qué emprender esta búsqueda cuando la vida nos sonríe, la salud no nos falta y el dinero no nos escasea?. Además, ¿por qué buscar al Señor si lo que está en el ambiente es pasar de la Iglesia?. Hermanos, cada cual tenemos que ser responsables de nuestros propios actos. Sin embargo les recuerdo el primer mandamiento de la Ley de Dios: Amarás a Dios sobre todas las cosas.

Si diésemos la misma importancia a la salud espiritual que a la corporal todo podría cambiar, e incluso se podría cicatrizar muchas heridas abiertas en nuestros pueblos. Una persona diabética tiene que estar controlándose, varias veces al día, el nivel de azúcar en sangre. Debe inyectarse unas dosis de insulina y guardarse de comer y de hacer determinados esfuerzos. Esto supone un control y un esfuerzo para la persona en cuestión. Nosotros los cristianos también tenemos que estar controlándonos, varias veces al día, para conocer cual es nuestro nivel de amor. Porque puede suceder que, por descuidar el control de la vida espiritual terminemos como ‘zombis’ espiritualmente hablando. ¿Qué quiero decir con la expresión ‘acabar como zombis espiritualmente’?, quiero decir que se va creando el hábito de tratar mal a la gente, de faltarla el respeto ya sea personalmente cara a cara o empleando alguna red social de Internet, que da igual, porque aparentemente no pasa nada por no asistir a la Eucaristía Dominical, que da igual acercarse a Comulgar sin confesarse durante mucho tiempo, que da igual dar gracias a Dios que no dárselas, que da igual blasfemar que no blasfemar, que da igual llevar una vida ordenada que no llevarla, que da igual crecer en sacrificio interior que no crecer en sacrificio… y empezamos con la dinámica peligrosa del ‘¡qué mas da!’. Recordemos que Cristo es exigente a la hora de amar.

El Papa Benedicto XVI en su libro ‘Jesús de Nazaret’ nos expone lo siguiente: “Quien lee atentamente el texto de las Bienaventuranzas descubre que estas son una velada biografía interior de Jesús, como un retrato de su figura”. ¡Ojala que las Bienaventuranzas sean el retrato de nuestra propia vida espiritual en el arte del amor!.

domingo, 23 de enero de 2011

III Domingo del Tiempo Ordinario,ciclo a (2º homilía)

III Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo a.

Jesucristo al empezar su vida pública nos lanza una exhortación: «¡Convertíos porque está cerca el Reino de Dios! ». La conversión es el cambio de vida fruto de un encuentro con Jesucristo, un encuentro con Jesucristo que nos lleva a ver la vida centrada en Él y ordenada en la moral. No podemos escuchar a Jesucristo si previamente no le tenemos en cuenta. No podemos seguir a Jesucristo si previamente no hemos sentido la necesidad o la curiosidad de hacerlo. Ya puede venir a nuestro pueblo el último expulsado de la casa de Gran Hermano para que yo pase olímpicamente de él. Solamente prestaremos atención a aquellas cosas que estimemos importantes para nuestra vida y para nuestro crecimiento personal. Por eso, cuando el Señor empieza su vida pública, lanza esta exhortación para que caigamos en la cuenta de la importancia que debe de tener Dios en nuestra vida.

En estos días de invierno, cuando sentimos el frío de las bajas temperaturas, o cuando la niebla es una compañera constante durante algún día, es cuando echamos de menos la fuerza del calor del sol. Un cristiano que se adentra en el quehacer diario, con el trabajo, con la casa, con los hijos y esposa o esposo, con las relaciones sociales con los vecinos… un cristiano que se sumerge en la rutina diaria y que termina haciendo las cosas simplemente porque se tienen que hacer terminará perdiendo esa ilusión primera. El problema está cuando nos acomodamos, con gran resignación, pensando y creyéndonos que esto es así y que no tiene “más vuelta de hoja”. Es en este contexto cuando Jesucristo nos dice: ¡Conviértete!. El Señor te dice: estoy contigo, cuenta conmigo, revisa tus motivaciones y pasa la I.T.V. a tu vida espiritual.

Muchas veces, al no tener una vida de oración anclada en el Señor, los problemas externos, los conflictos que nos rodean nos terminan absorbiendo llegando a tomar el timón de nuestras preocupaciones e intereses. Y el primer interesado en que tengamos nuestras vidas ancladas en Jesucristo es el mismo Jesucristo. Por eso se para delante de nosotros y nos hace la invitación: ¡Sígueme!. Podremos tener muchas excusas para ‘dar largas’ al Señor, para ‘hacernos los sordos’ ante esta invitación para seguirle, pero siempre que le digamos un ‘no’ a Cristo también nos estamos dando a nosotros mismos ese ‘no’, y nos asemejaremos a aquel, de la parábola del Maestro, que edificó su casa sobre arena y cuando llegó el viento y las aguas se derrumbaron ya que no habían puesto por obra las palabras del Señor.

Jesucristo nos dice: ‘Sígueme’; ahora bien cómo empecemos a razonar diciendo que esto de seguirle no me proporciona dinero ni ganancias, o que prefiero las comodidades, el calorcito de las sábanas y la fiesta hasta altas horas de la noche porque me lo paso mejor… es entonces cuando dejamos a Jesucristo plantado con un ‘palmo de narices’. ¿Por qué?, porque para ser cristianos hay que ser personas con gran madurez, que sepan vencerse a sí mismos y que sepan renunciar a las cosas por amor a Dios. ¿Qué es un cristiano?, un cristiano es un enamorado de Jesucristo, que por amor se hace todo y se renuncia a todo porque sabe por experiencia, que únicamente puede llenar de gozo nuestra vida el mismo que nos creó.

sábado, 22 de enero de 2011

III Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo a

23 de Enero de 2011 III Domingo del Tiempo Ordinario

Tal vez, la escena nos lleve a una vieja casa romana y a un patio, donde dos hombres hablan. Uno mayor, aunque fornido de cuerpo, el otro mucho más joven es un soldado romano. El joven ha preguntado al judío Pedro: “¿Qué es ser cristiano?”. Y el pescador no sabe expresar lo que su corazón lleva dentro, desde aquella primera mirada de Jesús, cuando le dijo: “sígueme”. ¿Qué ha sido su vida desde el encuentro con Jesús en Galilea? Pues seguir a Cristo. Y eso es una buena definición de su vida cristiana. Seguir a Jesús por amor. Ésta hubiera podido ser una declaración dogmática del primer Papa, hablando del significado de ser cristiano.

Cuando no había aún templos cristianos, ni mandamientos eclesiales, ni libros de bautismos, ni libros de teología moral, cuando prácticamente los sacramentos que mantenían la vida cristiana eran el bautismo y la eucaristía, cuando el mismo Credo se reducía a creer en el amor del Padre que entrega al Hijo por nosotros a la muerte y lo resucita y con Él resucitamos todos, ¿qué señal de pertenencia a la Iglesia se podía dar cuando esa Iglesia apenas tenía corporeidad?

Aquellos cristianos sabían poca teología, y ningún Derecho Canónico, pero guardaban en sus corazones aquella luz nacida en ellos a la mirada que cada uno había recibido en Galilea cuando Jesús les llamó personalmente: “ven y sígueme”.

Jesús sigue mirando a cada uno y diciendo “sígueme”: para los menos puede significar el abandono de la familia y de cuanto tienen para seguir a Jesús en la vida sacerdotal o religiosa, pero para la gran mayoría es llamada al seguimiento en la vida cristiana. Ese seguimiento en la vida cristiana es hacer todo por amor a Dios; es hacer todo para que Dios sea conocido y amado; es hacer presente a Jesucristo en medio de nuestros hogares; es educar a nuestros pequeños teniendo como referencia al Señor Jesús; es irles introduciendo en la vida de oración y dar testimonio de Jesucristo participando de los sacramentos. Es tener la humildad suficiente para levantarse, por medio del sacramento de la reconciliación, cuando uno cae en pecado, es tener la suficiente necesidad en el alma para alimentarse del Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor en la Eucaristía, es esforzarse en la difícil tarea de amar y perdonar teniendo al Señor como la única motivación e interés.

Si alguna vez nos encontrásemos con alguien y le hiciéramos la pregunta de ¿qué es ser cristiano? y no nos supiese responder, únicamente podríamos sacar una cosa en limpio de todo esto: No se ha enterado de nada, no sabe quien es Cristo y menos se ha planteado seguirle.

sábado, 15 de enero de 2011

II Domingo del tiempo Ordinario, ciclo a

II Domingo del tiempo ordinario, 16 de enero de 2011

Cuántas veces hemos escuchado la expresión “cordero de Dios”, pero que poco nos hemos parado a profundizar en su significado. Es la oración que rezamos antes de comulgar, pero no se puede entender si no conocemos el sentido del “cordero pascual” en la vida judía. ¿Qué quiere decir Juan el Bautista con esta expresión? El cordero era el animal que se ofrecía en los sacrificios que hacían los judíos. Era la ofrenda que hacían las personas pobres. Un cordero fue sacrificado en la liberación de los judíos de Egipto, señalando con su sangre las casas de los liberados. Desde ese momento y para celebrar la liberación de la esclavitud de Egipto, todas las familias se reunirán en la noche de la Pascua, y sacrificarán un cordero en conmemoración de aquel día. El cordero se convirtió así en el símbolo de la Pascua, de la liberación.

Los cristianos celebramos otra Pascua, otra liberación. Celebramos la liberación de algo que nos esclaviza y a lo que llamamos pecado. En esta Pascua hay un paso de la esclavitud a la libertad, de la muerte a la Vida. Y también un “cordero” va a ser sacrificado para perdonar el pecado del mundo. Jesús es ese “cordero”. Pero además es el cordero “de Dios”, porque tiene la plenitud del Espíritu. Su sacrificio en la cruz nos ha “marcado” para siempre como personas libres del pecado. Con la entrega de su vida ha quitado el pecado que da la muerte, y todo lo que ello conlleva, para que vivamos como hombres y mujeres libres, como hijos de Dios, miembros de su gran Familia.

Lo que Cristo quiere es que cada uno de sus seguidores, cada uno de nosotros los que nos llamamos cristianos, luchemos contra el pecado del mundo, contra el desamor, individual y socialmente. Que amemos nosotros de verdad, con obras, a nuestros hermanos, y que luchemos, con amor y por amor, contra el pecado social y estructural del mundo en el que vivimos. Que dejemos de un lado las críticas destructivas e hirientes, que seamos capaces de apostar por la normalidad en la vida del pueblo y que nuestros comentarios no sean incendiarios, sino reconciliadores. Lo que Cristo quiere es que valoremos la importancia de la educación cristiana y en la fe de nuestros niños, adolescentes y jóvenes, para que participen en la Eucaristía y se formen correctamente y asistan a las catequesis parroquiales.

Los cristianos no podemos conformarnos con ser nosotros individualmente buenos, debemos luchar activamente contra el gran pecado estructural, contra el pecado del mundo, contra el pecado del desamor. Sí, sabiendo que yo no voy a cambiar definitivamente al mundo, pero sabiendo también que mi lucha es necesaria para que el mundo cambie. En la medida en que seamos más prudentes a la hora de hablar y de hacer comentarios estaremos colaborando en pro de la paz y de la reconciliación.

De muchos buenos granos de arena se hace una buena playa y de muchas acciones buenas individuales se hace una sociedad buena. Debemos hacerlo todo movidos por el Espíritu Santo, por el Espíritu que Juan vio que se posaba, como una paloma, sobre Jesús de Nazaret. Así también nosotros daremos testimonio de Jesús y así también nosotros, por Él y con Él, estaremos contribuyendo a quitar el pecado del mundo.

martes, 11 de enero de 2011

Remigio de Salas Jalón, misa por su eterno descanso

REMIGIO DE SALAS JALÓN

El pasado miércoles, día 5 de enero, dimos sepultura cristiana en Dueñas a nuestro hermano y patrono de esta fundación, el señor don Remigio de Salas Jalón. Despedir a una persona querida es algo que rompe el corazón, pero a la vez es una llamada a ahondar nuestra vida de fe y de confianza en Dios.

El señor Remigio ha sido una persona que, con su trabajo y dedicación, ha aportado prestigio y honor a nuestra tierra. El Señor, Creador de todo, el mismo que moldeó al primer hombre de arcilla, fue el que le dio los talentos y capacidades precisas para trabajar por los demás y en favor de esta nuestra Institución.

Todos nosotros sabemos, y buena experiencia tenemos, que dependiendo de los ideales que nos motiven, haremos una cosa u otra. Si una persona trabaja, se esfuerza y lucha simplemente por destacar sobre los demás, se terminará marchitando como se marchitan las flores ante el sol abrasador de las tardes veraniegas. Si una persona trabaja, lucha, se esfuerza y se sacrifica por amor a Dios, es entonces cuando todo adquiere un sentido sobrenatural, es entonces cuando ese actuar agrada al mismísimo Dios, y Dios lo tendrá en cuenta para beneficiar a dicha persona cuando tenga que compadecer ante su Divina y Suprema Presencia. Por eso, hermanos en la fe, es fundamental que cada cual recapacite y sea consciente de sus motivaciones a la hora de trabajar, ya que únicamente una cosa es importante: vivir en la presencia de Dios para luego poder gozar de la presencia divina eternamente.

El señor Remigio, Patrono de esta nuestra Fundación de don Pedro Monedero, el asilo de Santa Eugenia, ha estado siempre preocupado por los ancianos y por todo el personal. Dicho cometido, en calidad de Patrono, lo ha ejercido con gran responsabilidad y sabiendo estar a la altura de las circunstancias. En el poco tiempo que llevo, en calidad de Párroco de Cevico de la Torre y como Capellán de esta nuestra Residencia, he sido testigo de las numerosas muestras de interés, tanto como por parte de don Remigio, como por parte de su esposa e hija.

Nos solidarizamos con el dolor y nos unimos a la oración para pedir al Dios de la Misericordia que acoja con los brazos abiertos a nuestro hermano Remigio. La mejor ofrenda que podemos hacer a Remigio es nuestra oración, por eso elevamos nuestra plegaria hacia Dios para que la escuche.

Dale Señor el descanso eterno, y brille para él la luz perpetua. Descanse en paz.