miércoles, 30 de enero de 2008

Del sexo casual a la castidad

Fuente: http://www.unav.es/capellaniauniversitaria/testimonios/dawneden.htm
Del sexo casual a la castidad

La periodista Dawn Eden ha publicado el libro "The Thrill of the Chaste: Finding Fulfillment While Keeping Your Clothes On" (La Emoción de la Castidad: Encontrando Satisfacción con la Ropa Puesta), en el que sostiene que para la mujer tiene mucho más sentido la castidad que el sexo casual. Una controvertida periodista americana experta en música rock, y que por muchos años fue una abanderada de la "revolución sexual", se ha convertido -tras abrazar la fe católica- en una ferviente promotora de la castidad. Ella misma explica sus razones. El pasado 10 de marzo, Eden publicó el siguiente artículo traducido al español por El Espectador de Bogotá:

Del sexo casual a la castidad

Un mantra de la generación de los sesenta era que todo debía ser gratis. Pero en las reediciones del festival de Woodstock décadas después, los hippies ya vendían como buhoneros el agua a US$5 la botella. El “amor libre”, sin embargo, era todavía alentado al ritmo en que el Nuevo Establecimiento se aferraba a su autoestima revolucionaria, mediante la promoción del sexo por el sexo como puro placer sin consecuencias.

Hoy, ese dogma está siendo confrontado por una nueva contracultura —de mujeres castas— que está derribando las puertas para protestar porque el sexo de los buhoneros, como su agua, tiene en realidad un precio muy alto.

Pueden contarme entre esas hijas insatisfechas de la revolución sexual. Nací en 1968, como millones de otras niñas, en un mundo que alentaba a las mujeres a explorar su sexualidad. Se nos presentaba casi como un acto feminista. Incluso, la llamativa pregunta que sirvió de fundamento filosófico de la novela y programa de televisión Sex and the City —¿Puede una mujer tener sexo como un hombre?— no es más que una versión moderna de la misma pregunta que en 1962 hizo Helen Gurley Brown en Sex and the Single Girl.

Era el amanecer de la revolución sexual, cuando los bolsos de las mujeres comenzaron a cargar píldoras anticonceptivas al lado del Revlon Fire y el Ice Lipstick. Brown, quien sería después editora de Cosmopolitan, se preguntaba entonces si la mujer podía tener sexo libre sin consecuencias emocionales, y se contestaba que sí porque “igual que el hombre, es una criatura sexual”.

Su aporte dio origen a millones de artículos sobre “100 nuevos trucos sexuales” en las revistas femeninas. Y uno de los íconos feministas de la época, Germaine Greer, habló con entusiasmo de que “los rockeros son importantes porque desmitifican el sexo; lo aceptan como algo físico, y no son posesivos con sus conquistas”.

La filosofía olorosa a patchouli de Greer sigue viva en las revistas modernas, las series de televisión y las películas que dicen sin parar a las mujeres que si no son felices teniendo sexo premarital es porque lo están haciendo mal. Más que eso, las excepciones a la norma cultural —la pequeña minoría de mujeres que, por varias y tristes razones, se sienten impulsadas a ser meros objetos sexuales— son mostradas como el ideal platónico. Si rockeros, modelos, galanes de la televisión y del cine y estrellas pop se pueden llevar a la cama a un hombre diferente cada noche —y aparentan tener el mejor tiempo de sus vidas— con seguridad usted, humilde lectora, puede ocasionalmente esconder sus valores pasados de moda y follarse a un tipo al que acaba de conocer.

Sexo casual... y frecuente

El fruto de este aceptado estilo de vida de la mujer soltera es más semejante al de un hábito de drogas que a un paradigma de los encuentros amorosos. En un círculo vicioso, la mujer se siente sola porque no es amada y entonces tiene sexo casual con hombres que no la aman.

Esa fue mi vida. Me gasté mis 20 y mis tempranos 30 buscando sexo premarital de cualquier manera —anhelando el matrimonio pero buscando descansar en el placer físico, la validación del ego y un respiro de la soledad. Como historiadora del rock basada en Nueva York, colaborando para revistas como Mojo y Bilboard y escribiendo las notas de los discos remasterizados, las oportunidades para travesuras no tenían límite.

Me leí entonces I’m With the Band (‘Estoy con la banda’), de la super fanática del rock Pamela Des Barres, y envidié su habilidad para beber todo lo deseable de los rockeros —su buena figura, ingenio, creatividad y fama— sin que al parecer perdiera nada en sus aventuras con ellos. Mi gran secreto era que, bajo ese anhelo por tener una conexión amorosa, me aterrorizaba la intimidad. Mostrarme vulnerable abría la puerta a la posibilidad de un rechazo. Desde ese punto de vista, un músico de gira era mi compañero sexual ideal. Podía disfrutar con él una suerte de vínculo temporal de cuento de hadas, sin tener que derribar los muros que debía levantar para protegerme. El rechazo vendría cuando él siguiera al siguiente pueblo, y a la siguiente mujer, —pero de alguna manera, verlo venir me hacía sentir en control—. Estaba escogiendo, pensaba, el dolor menor.

Pero en esa época de sexo casual, había un momento que aprendí a temer más que cualquier otro. Me atemorizaba, no que el sexo fuera malo, sino que fuera bueno.
Si el sexo era bueno, incluso aunque en mi corazón sabía que la relación no iba a funcionar, sentía de todos modos como si el acto me hubiera unido a mi compañero sexual de una manera más profunda que antes. Está en la naturaleza del sexo despertar emociones profundas dentro de nosotras —que no son bienvenidas cuando uno está tratando de mantenerlas ligeras—.

En esas noches, el peor momento era cuando todo terminaba. De un momento a otro me sentía sacudida de regreso a la tierra. Entonces me tiraba boca arriba y me sentía despojada. Él podría seguir ahí, y si estaba de mucha suerte, se recostaría a mi lado. Aun así, no podía dejar de sentir que el hechizo se había roto. Podíamos frotarnos las narices, reírnos como bobos o quedarnos dormidos en los brazos del otro pero sabía que era teatro, y él también. No estábamos realmente intimando —todo había sido solo un juego—.

Los campeones de la revolución sexual son en esencia cínicos. Saben en sus corazones que el sexo casual no hace felices a las mujeres —y por eso sienten la necesidad de promocionarlo todo el tiempo—. El sexo que tuve, antes que acercarme a la satisfacción personal y el matrimonio que buscaba, solo me había vuelto menos capaz de alcanzar un matrimonio o siquiera una relación comprometida. Sacrifiqué los que deberían haber sido los mejores años de mi vida, por una mentira negra.

Si bien creo que hay que enseñarles a las jóvenes que deben reservar el sexo para el matrimonio, hay un área en la que estoy de acuerdo con los opositores: la abstinencia no significa nada a menos que uno entienda exactamente lo que es. Y agregaría que para entender lo que es uno debe entender también lo que son el sexo y el matrimonio, qué significan, cuál es su propósito.

Eso suena simple, pero mientras crecía yo tuve poca idea del significado y el propósito del sexo y del matrimonio. Pensaba que el sexo era algo que uno hacía para divertirse o si quería tener hijos (bueno, en esto último iba por buen camino). El matrimonio, creía, significaba una autorización social para tener sexo con una persona en particular. La gente casada debía tener sexo solamente con su pareja porque... bueno, porque no era agradable poner cuernos, la infidelidad podía llevar al divorcio y sabía que eso era doloroso.

Todas estas suposiciones se basaban en lo que había visto viviendo con mi madre y, en menor grado, visitando a mi papá. Mis padres habían quedado heridos por el fracaso de su propia unión y su amargura manchó la imagen del matrimonio que me heredaron.

Como una quinceañera sin un fundamento moral que sostuviera mi decisión de guardarle la virginidad a Mr. Right —diferente del temor a ser lastimada por Mr. Wrong— me sentí libre de empujar el sobre. No, más que libre; me sentí con autoridad para forzar las cosas, pues tenía resentimiento de que Dios —si existía— no me hubiera enviado mi alma gemela. Me convertí en una de esas vírgenes míticas que llegan a “todo, menos...” El nombre Lewinsky todavía no se había vuelto un verbo, pero si hubiera existido, me imagino a los hombres diciéndoselo en secreto a mis espaldas.

El placer por el placer

Cuando, a la edad de 23 años, finalmente me cansé de esperar y perdí mi virginidad con un hombre al que no amaba, fue un gran acontecimiento para mí. Aunque, mirándolo en retrospectiva, no fue en realidad tan significativo. Cierto, mis aventuras se volvieron menos complicadas. Cuando hacía “todo, menos...”, me preocupaba de tener que explicar por qué no quería seguir hasta el final; una vez comencé a tener sexo, eso no era necesario. Pero en un sentido más amplio, la pérdida de mi virginidad, lejos de constituirse en la frontera entre el pasado y el presente, fue apenas un instante en mi continua degradación sexual. El descenso había comenzado desde que comencé a buscar el placer por el placer.

La filosofía hedonista que urge a los jóvenes ese tipo de comportamiento hace daño tanto a los hombres como a las mujeres; pero es particularmente dañina para la mujer, pues la presiona a subvertir sus más profundos deseos emocionales. He probado esa filosofía —de que una mujer puede fornicar como un hombre— y no funciona. No estamos hechas para eso. Las mujeres están hechas para un vínculo.

Por eso, por mucho que tratemos de convencernos de que no es así, el sexo siempre nos dejará sientiéndonos vacías a no ser que estemos seguras de que somos amadas, de que el acto es parte de una pintura mayor, de que somos amadas por lo que somos y no solamente por nuestros cuerpos. A mí me tomó mucho tiempo entenderlo.

Encuentro con la castidad

Ahora vivo un tipo de vida muy diferente. Todavía me encuentro de vez en cuando con viejos amigos músicos, pero me veo más con coristas de iglesia. Mi decisión de resistirme al sexo casual, de nuevo, estuvo influenciada por mi madre —aun cuando no de la manera que ella hubiera querido—.

Cuando era una quinceañera, mi madre abandonó sus creencias en la Nueva Era por el Cristianismo. Yo no tenía esos planes. Mi misión en la vida, como la veía, era diferente —creativa, liberal, rebelde—.

Pero un día, en diciembre de 1995, estaba haciéndole una entrevista a Ben Eshbach —líder de una banda de rock de Los Angeles llamada Sugarplastic— y le pregunté qué estaba leyendo. Me contestó The Man Who Was Thursday (‘El hombre que fue jueves’), de G.K. Chesterton. Lo conseguí por curiosidad y me dejó cautivada. Pronto estaba consiguiendo lo que podía de Chesterton, comenzando por Orthodoxy (Ortodoxia).

Me mantuve leyendo a Chesterton, incluso mientras continuaba con mi estilo de vida libertino, hasta que una noche, en octubre de 1999, tuve una experiencia hipnótica —de esas en las que una no sabe si está despierta o dormida—. Escuché una voz de mujer que decía: “Algunas cosas no están para ser conocidas. Algunas lo están para ser entendidas”. Me arrodillé y me puse a rezar —y eventualmente entré a la Iglesia Católica—.

Una noche el año pasado salí a comer con un amigo, un encantador periodista inglés con el que hubiera comenzado a salir si compartiera mi fe (no lo hacía) y si estuviera interesado en casarse (tampoco). Me acribilló con preguntas sobre la castidad, llegando hasta a sugerir que, ya que llevaba tanto tiempo buscándolo, quizás no iba a encontrar al hombre que buscanba.

“No es así”, le respondí. “Mis posibilidades son mejores ahora que nunca antes, porque antes de ser casta estaba buscando el amor en los lugares equivocados. Apenas ahora es que estoy realmente preparada para el tipo de hombre que quiero que sea mi esposo”.

“Puedo tener 38”, concluí, “pero en términos de búsqueda de marido, tengo apenas 22”.
Hasta aquí su artículo. Dawn Eden es actualmente editora del Daily News de Nueva York, periódico que la contrató después de que su rival, el New York Post, la despidiera por defender abiertamente sus convicciones cristianas. Ganó su prestigio como periodista e historiadora del rock hace unos años, tiempo en el que se acostaba con algunos de sus entrevistados. Esa transformación de defensora y practicante del sexo libre a activista del celibato la llevó a la fama en Estados Unidos, país que ahora debate el tema por la aparición de su primer libro: ‘The Thrill of the Chaste: Finding Fulfillment While Keeping Your Clothes On” (“La emoción de la castidad: encontrando satisfacción con su ropa puesta”). Dawn Eden es un símbolo del movimiento que defiende la abstinencia sexual, cuyos miembros usan un anillo de plata para indicar que son castos.

Semillas que crecen

Fuente: http://www.iglesianavarrajoven.org/


La madurez en la Fe es como el desarrollo de una planta: cuando la semilla está plantada, si es cuidada crecerá y se fortalecerá hasta que florezca su hermoso fruto cuando llegue a la madurez. Un largo camino, constante, incesante, que no debe detenerse en su proceso si se quiere llegar a un buen final.

La planta, como un cristiano que está creciendo, no se vale por sí misma: la primera necesita a un jardinero que la cuide, que le ayude en aquello en lo que ella no es autosuficiente; por su parte, el joven necesita también a gente a su alrededor que le instruya y muestre el camino correcto. Ambos serían un apoyo, un ejemplo que, sirviéndose de su experiencia, harían más fácil el trayecto. La planta asentará sus raíces firmemente, aferrándose a la tierra de la que extraerá los nutrientes. El joven llegará a tener la suficiente capacidad como para comprender, asimilar y disfrutar de toda la riqueza que se le ha puesto alrededor: de la Palabra, las tradiciones, valores fundamentales como la amistad, el cariño y amor de su familia, la sociedad... Ambos tendrán una sólida estabilidad, un equilibrio que les permita permanecer ante los más huracanados vientos, las mayores tormentas, los momentos más duros.

Sin embargo, todo esto no es suficiente para el pleno desarrollo. Falta algo, lo más esencial. Algo sin lo que ni la planta ni ningún cristiano podrá llegar a la cumbre. Una planta requiere de la luz para la vida. Su motor más poderoso será el sol, hacia el que ascenderá y del que agradecerá su energía. Del mismo modo, el cristiano necesita al igual el Sol, la Luz, el cristiano necesita a Dios. Dios será quien nos ilumine en todo momento, en los buenos y en los malos; a Él agradecerá el cristiano su vida y todo lo que en ella acontece. Dios será el eje principal en su existencia y sin Él la persona no podrá resistir, como la planta tampoco puede sobrevivir en la penumbra.

martes, 29 de enero de 2008

Censura laicista en la Universidad

Fuente: http://enticonfio.org
Mons. D. José Ignacio Munilla Aguirre
OBISPO DE PALENCIA

Censura laicista en la Universidad

¡Qué verdad es que «Dios escribe derecho con renglones torcidos»! La primera persecución desatada contra los cristianos tras el apedreamiento de San Esteban, tal y como se narra en los Hechos de los Apóstoles, fue la ocasión dispuesta por la Providencia divina para la expansión del cristianismo fuera de Jerusalén (Hch 8, 1). Algo similar está ocurriendo tras el boicot violento protagonizado por un grupo de radicales laicistas en la Universidad de La Sapienza de Roma. El Papa hizo llegar su discurso al Rector de la Universidad, quien lo leyó ante el profesorado y el alumnado. Posteriormente, Internet y algunos medios de comunicación se están haciendo propagadores de la palabra acallada. ¡Pocos discursos papales habrán tenido tanta difusión, resonancia y fruto como éste! Yo también quiero prestar un altavoz más al discurso censurado por esa especie de “inquisición civil” contemporánea.

+ Frente a la leyenda negra: Lo primero que ha sorprendido a muchos legos en la materia, ha sido el dato histórico de que esta universidad laica, La Sapienza, que es la que más alumnos tiene en toda Europa, fuese creada en la Edad Media por el Papa Bonifacio VIII. Pero… ¿no nos habían dicho que la Edad Media había sido una época oscurantista en la que la Iglesia había mantenido en la ignorancia al pueblo?
Muy al contrario, la Iglesia se prodigó durante todos aquellos siglos en auspiciar universidades, dotándolas incluso de una autonomía desconocida hoy en día, que les eximía de la jurisdicción ordinaria, ya que contaban con sus propios tribunales para administrar justicia a los maestros y alumnos universitarios. El Papa recordaba en su discurso que la autonomía «siempre ha formado parte de la naturaleza universitaria, que ha de vincularse exclusivamente a la autoridad de la verdad, en libertad frente a autoridades políticas y eclesiásticas».
Benedicto XVI recuerda en su discurso dirigido a La Sapienza, que gracias a la contribución de Santo Tomás de Aquino, y en contacto con las filosofías árabes y judías, en el ámbito de la Universidad medieval se subrayó «la autonomía de la Filosofía y con ella el derecho y la responsabilidad propios de la razón, que se interroga basándose en sus propias fuerzas».

+ La fe estimula a la razón: Benedicto XVI se presenta siete siglos después en La Sapienza, comenzando por hacer la pregunta: «¿Qué hace o puede decir el Papa en la Universidad? ». Su tarea no consiste en «tratar de imponer a los demás de manera autoritaria la fe, que sólo puede ser transmitida en libertad», sino en «mantener despierta la sensibilidad por la verdad».
En efecto, la tentación del pensamiento contemporáneo no sólo es la de rechazar la fe, sino también la de prescindir de la razón. Nuestra actual Universidad tiene el riesgo de reducirse a la enseñanza de las ciencias experimentales, renunciando a las preguntas transcendentales sobre el sentido de la existencia. El pensamiento imperante en la cultura actual, tiene alergia a las preguntas últimas y definitivas. No acostumbra a preguntarse si algo es verdad o mentira, ni tan siquiera si es bueno o malo. Más bien, los planteamientos se derivan hacia otros matices menos comprometidos: la búsqueda de la eficacia, respuesta a intereses, la utilidad, la eficiencia, la calidad de vida, la felicidad identificada como bienestar...

El Papa quiere suscitar el deseo de la verdad, y por ello invita a la razón a ser ambiciosa en sus preguntas: «El obispo de Roma quiere invitar nuevamente a la razón a ponerse en búsqueda de lo verdadero, del bien, de Dios y, siguiendo este camino, alentarla a percibir las luces útiles surgidas a través de la historia de la fe cristiana y a percibir de este modo a Jesucristo como la Luz que ilumina la historia y que ayuda a encontrar el camino hacia el futuro».
Lejos de presentar la fe como contrincante de la razón, el Papa nos recuerda que el tradicional enemigo de la fe ha sido la superstición. De hecho, los cristianos de los primeros siglos «no acogieron su fe de manera positivista, o como la válvula de escape de deseos reprimidos», sino que «disipando la niebla de la religión mitológica», buscaron «la verdadera naturaleza y el verdadero sentido del ser humano».

+ Las raíces del árbol: El discurso de La Sapienza se refiere también al reconocimiento de las raíces culturales. El Papa lanza un llamamiento a la cultura occidental a no cerrarse a la verdad de la fe cristiana en nombre de la “presunta pureza” de la razón, pues ésta se “resecará”. Si la razón, preocupada por guardar su laicidad, pierde el contacto con las raíces de las que ha nacido, entonces pierde la valentía de la verdad y, al perderla, lejos de crecer, se empequeñece. Dice el Papa: «La filosofía no vuelve a empezar cada vez desde el punto cero del sujeto que piensa de manera aislada, sino que se mantiene en el gran diálogo de la sabiduría histórica, que crítica y dócilmente al mismo tiempo sigue acogiendo y desarrollando; pero tampoco debe cerrarse ante lo que las religiones y en especial la fe cristiana han recibido y dado a la Humanidad como señal del camino».

Al igual que en la memoria de la construcción europea ha quedado como referente el eslogan pronunciado al principio del Pontificado de Juan Pablo II en Santiago de Compostela -«Europa, ¡sé tú misma!, descubre tus raíces, aviva tu historia»-, así también en este discurso universitario que la “censura laicista” ha pretendido ahogar, quedarán para la posteridad el llamamiento del Papa en defensa de la razón, y su llamada a «mantener despierta la sensibilidad a la verdad».

domingo, 27 de enero de 2008

Una película: Un paseo para recordar (A Walk to Remember)

UN PASEO PARA RECORDAR
Os recomiendo esta película...

Dirección: Adam Shankman.País: USA.Año: 2002.Duración: 101 min.Interpretación: Shane West (Landon Carter), Mandy Moore (Jamie Sullivan), Peter Coyote (Reverendo Sullivan), Daryl Hannah (Cynthia carter), Lauren German (Belinda), Clayne Crawford (Dean), Al Thompson (Eric), Paz De La Huerta (Tracie), Jonathan Parks Jordan (Walker), Matt Lutz (Clay Gephardt).Guión: Karen Janszen; basado en la novela de Nicholas Sparks.Producción: Denise Di Novi y Hunt Lowry.Música: Mervyn Warren.Fotografía: Julio Macat.Montaje: Emma E. Hickox.Diseño de producción: Douglas Hall.Dirección artística: Lynwood Taylor.Vestuario: Douglas Hall.Estreno en USA: 25 Enero 2002.Estreno en España: 14 Noviembre 2003.



SINOPSIS

Cada primavera, en la pequeña ciudad portuaria de Beaufort, en Carolina del Norte, Landon Carter (Shane West) rememora su último año en el Instituto de Beaufort y se acuerda de Jamie Sullivan (Mandy Moore), la chica que cambió su vida.
Jamie era la última persona de la que podría pensarse que Landon se enamorase. Seria y conservadora, Jamie era todo menos fría, y no le importaba. Su confianza en sí misma no dependía de la opinión de los demás. Hija del ministro bautista del pueblo, a Jamie no le importaba decir a los demás que su fe era lo más importante en su vida, incluso si eso le suponía perder algunos amigos. Landon era uno de tantos: un tío temperamental, desnortado, que destacaba en el instituto por su aspecto y su carácter. A sus amigos les divertía burlarse de todos cuantos no eran co-mo ellos y solían criticar a Jamie por su vestimenta sobria y su conducta taciturna. Landon carecía de planes, de futuro y de fe en sí mismo. Una noche, una travesura que Landon y sus amigos habían organizado para divertirse se tuerce terriblemente y termina con un chaval ingresado en el hospital. Como castigo, se obliga a Landon a hacer de tutor de un estudiante novato los fines de semana, y a tomar parte en la representación de primavera del Club Dramático. Las actividades contribuyen también a acercarlo a Jamie, que ya venía trabajando como tutora voluntaria y que tenía un papel importante en la obra. Muy pronto, en contra de sus expectativas personales y entre la sorna de sus amigos, Landon se enamora de esta chica aparentemente gris que tiene una pasión por la vida que él no había imaginado nunca. La cercanía pone a prueba todo aque-llo en lo que creen. Sobre todo, pondrá a prueba el poder del amor y la fe para transformar la vida en algo digno de vivirse.

ENLACES

Ficha en IMDbWeb oficial: www.awalktoremember.com

jueves, 17 de enero de 2008

Rechazamos el aborto porque somos de izquierdas (Manifiesto de SAIN)

Fuente: http://partidosain.es/

Del 1 al 15 de enero de 2008 nº 60

Rechazamos el aborto porque somos de izquierdas

El PSOE ha vuelto a sacar al debate público la reforma sobre la ley del aborto para ampliarlo. Zapatero lo que pretende es ocultar su alianza con la extrema derecha económica con medidas “pseudoprogres” como la del aborto. Puede parecer que la postura del PP en este tema es la contraria a la del PSOE. A poco que analicemos eso vemos que no es cierto. En los 8 años de gobierno del PP el aborto aumentó un 37%.

La equiparación de izquierda y permisividad ante el aborto es una mentira de hecho y una contradicción absoluta con los valores que toda la izquierda debe defender. En el mundo han sido regímenes capitalistas, bien capitalistas de Estado, como el comunismo o bien capitalistas de mercado, los que han promovido el aborto.

Nosotros somos socialistas, porque defendemos la socialización de los medios de producción, porque luchamos contra cualquier explotación del hombre por el hombre, del imperialismo sobre
los pueblos. Y porque defendemos la vida humana como valor supremo. Nadie, en nombre de nada, puede suprimirla.

No hay en nuestros días una afirmación más reaccionaria que la del derecho de una persona sobre la vida del hijo no nacido. Es el derecho de propiedad más absoluto concebible, más allá del derecho del amo sobre el esclavo.

Entre las primeras causas que obligan a las mujeres a abortar están la coacción de la pareja y la coacción laboral, especialmente entre las inmigrantes. Pero este gobierno ha combatido ferozmente a la familia, ha silenciado esta forma de violencia doméstica que es el aborto y no ha
hecho nada por la justicia laboral en estos cuatro años.

Tenemos que desarrollar una acción decidida contra el hecho real del aborto combatiendo las causas, ayudando eficazmente a las familias, asistiendo legal y socialmente a las madres con problemas, tanto a la que desee quedarse con su hijo como a la que quiera darlo en adopción.

El aborto es un odioso acto de violencia realizado contra los nonacidos y contra las madres, contra la familia y contra toda la sociedad.
La izquierda debe hacer que el vientre de la madre sea el lugar que la naturaleza ha hecho que sea: el lugar más protegido. Y que la sociedad entera lo sea también, para la madre y para los niños, antes y después de nacer.
Nota personal: He deseado añadir este documento de la formación política SAIN para que a la hora de ejercer el derecho de votar tengamos muy presente que el primer derecho es el de la vida y que el derecho de defensa de los más indefensos, que son los que están en el seno materno, debe de ser respetado sin excepciones.