miércoles, 31 de octubre de 2007

Son ejemplo en el amor y en el testimonio de una fe por la que se muere, pero perdonando a quien mata.

El domingo pasado, en Roma se han beatificado 498 mártires españoles. Estos 498 hermanos nuestros que han sido beatificados no son mártires de un pensamiento ideológico ni político. Ellos son ejemplo en el amor y en el testimonio de una fe por la que se muere, pero perdonando a quien mata.

Una de las virtudes más importantes de la doctrina cristiana es el perdón. Y el perdón, hoy por hoy, se cotiza muy bajo en la bolsa de nuestra sociedad. Excluirlo de nuestra sociedad, quitar del medio el perdón en nuestra sociedad resulta muy rentable para los propagadores del odio; cuando alguien es incapaz de perdonar, está mucho más desvalido porque ese dolor le va desgastando. De este modo las personas se vuelven más receptivas a mensajes como los que nos llegan ahora que tratan de sacar todo el odio, toda la agresividad, todo lo malo que tenemos en nosotros.

Todos los cristianos estamos llamados a ser santos, hay una llamada universal a la santidad. Cada cual desde su propio estado de vida, unos como matrimonio, otros como solteros, otros como sacerdotes o consagrados, otros desde su estado de viudos, cada cual desde donde se encuentre. Y esta vocación a ser santos sí que es posible, no sólo es posible sino que hoy celebramos a todos aquellos que lo han conseguido con la ayuda divina y la Iglesia nos estimula a imitarlos.

Todos nos damos cuenta que seguir las huellas de Jesucristo es algo muy exigente. A Jesucristo no se le puede seguir de cualquier manera. No se a ustedes, pero uno, cuando intenta ser coherente con lo que cree, que pretende ser fiel a la amistad con el Señor, enseguida se da cuenta de la cantidad de veces que la fidelidad brilla por su ausencia. Y uno tiene que volver a acudir al sacramento de la Reconciliación para retomar los pasos en esa amistad íntima con Jesucristo. Nosotros no vamos detrás de una ideología, nosotros vamos detrás de una persona llamada Jesús de Nazaret, el cual es el Hijo de Dios.

Los santos son los que han seguido, de un modo heroico, los pasos del Señor Jesús. Se han desgastado amando y perdonando, trabajando por los demás y disculpando. Son aquellos que ante los enemigos o contrincantes sólo ven a hermanos dignos de ser amados.

Últimamente me está dando miedo la postura radical y militante que están adoptando personas de iglesia, cristianos practicantes, ante o frente cuestiones que ahora están en el candelero social. Tristemente se nos está colando la concepción de que los que piensan de un modo muy diferente a nosotros, de todos aquellos que quieren construir una sociedad sin Dios, son enemigos a los que hemos de atacar de cualquier modo. Eso no es correcto ni cristiano.

Cristo nos dice que recemos por nuestros enemigos, pero lo que no dice es que luchemos contra nuestros enemigos, porque son hermanos nuestros. ¿Dónde queda el aspecto martirial de la Iglesia?, ¿Dónde queda el ejercicio supremo del amor perdonando a aquellos que nos persiguen?.

El cristiano está llamado a alzar la mirada a Dios, a ser creativo en el seguimiento fiel a Nuestro Señor Jesucristo. Ante las diversas posturas que se nos plantean social o políticamente, nosotros estamos invitados a ejercer nuestra creatividad en el arte del amor. Estamos llamados a buscar vías, caminos nuevos que nos ayuden a crecer de tal modo que en situaciones difíciles podamos extraer buenos frutos. Los santos a lo largo de la historia han sido personas creativas. El amor crea situaciones nuevas que nos ayudan a madurar, sin embargo el odio genera división, recelos y nos quedamos raquíticos cristianamente hablando.

He empezado diciendo que estos 498 mártires españoles son ejemplo en el amor y en el testimonio de una fe por la que se muere, pero perdonando a quien mata.

Cristo nos pide que dejemos de pensar con los criterios de este mundo y que empecemos a dejarnos conquistar por los criterios del Evangelio. Donde haya odio, ponga yo amor, donde haya división, ponga yo unión.
Y sobre todo y ante todo: CRISTO EN EL CENTRO DE NUESTRO CORAZÓN. Así sea.

jueves, 25 de octubre de 2007

Los mejores hijos de la Iglesia.

Fuente: http://enticonfio.org/joseignaciomunilla.html
Mons. D. José Ignacio Munilla Aguirre
OBISPO DE PALENCIA

Los mejores hijos de la Iglesia

¡Hoy es un día histórico, donde los haya, para nuestro pueblo! Difícilmente volveremos a ser testigos de una beatificación colectiva de cincuenta y un fieles de esta Diócesis. Aquel elogio que Santa Teresa dedicaba a los palentinos (“gente de buena masa”), se queda ahora muy pequeño, al compararlo con este reconocimiento de la cumbre de la santidad para los mejores los hijos de nuestro pueblo.

La persecución religiosa durante la Guerra Civil Española y en los años previos, marcó la cima del martirologio de la historia de España. Ni siquiera durante los siglos de dominación musulmana tenemos noticia de tantos españoles martirizados en tan corto espacio de tiempo.

Resulta verdaderamente impresionante y conmovedor, el hecho de que no tengamos conocimiento de ningún caso de apostasía de la fe entre tantos miles como fueron martirizados. ¡Qué más natural que el pánico ante las torturas y la ejecución inminente, hubiese empujado a un buen número de creyentes a dar un paso atrás! ¡Ni tan siquiera uno solo de ellos dejó de anteponer la fe en Dios al apego a la vida!

Sin embargo, tengamos cuidado de no quedarnos en la mera admiración. El motivo último de las beatificaciones y canonizaciones no es otro que el de suscitar en nosotros la auténtica “imitación”. Es posible que algunos piensen que éstos son modelos inalcanzables para nosotros, que su historia es demasiado lejana y ajena a nuestras vidas... Pero, ¿qué es aquello que podemos y debemos imitar de nuestros mártires? Las tres virtudes teologales nos permiten resumirlo de forma concisa:

+ Fortaleza en la Fe: Tengamos en cuenta que la secularización de nuestros días ataca a la fe, pero no ya tanto en sus contenidos concretos, cuanto en la fuerza de nuestra adhesión, que es lo más íntimo de la fe. En la cultura actual es “políticamente correcto” tener una “cierta” fe, envuelta de dudas; pero, sin embargo, una fe firme sería sospechosa de fanatismo. Tal es así que, una determinada mentalidad moderna ha llegado a identificar la tibieza y la mediocridad como sinónimos de prudencia.
Por el contrario, los mártires testimonian que hay ideales demasiado valiosos como para regatear su precio. ¡No todo es negociable! Ellos prefirieron morir antes que sacrificar la Verdad.

+ Seguridad en la Esperanza: El Catecismo de la Iglesia Católica nos ofrece la siguiente definición: “La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los Cielos y a la Vida Eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo…” (CIC n. 1817).

Los mártires son el mejor recordatorio de nuestra vocación a la eternidad: ¡somos ciudadanos del Cielo! ¡Ellos eligieron la Vida “Eterna” antes que la “temporal”! Su testimonio es un eco del Evangelio: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?” (Mt 16, 26), “todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo” (Flp 3, 8), etc.

Démonos cuenta de que, los cristianos no rezamos para no morir, sino para “morir bien”. Tampoco vivimos para cuidar nuestra salud, sino que cuidamos la salud para poder “entregar” nuestra vida. Los mártires nos ayudan a descubrir que la vida no merece la pena ser vivida si no es para entregarla por el supremo ideal.

+ Constancia en el Amor: Uno de los casos más sobresalientes entre los sacerdotes martirizados en la Guerra Civil, es el del párroco de Santa María de Mataró (Barcelona), doctor Samsó, quien conducido al lugar en el que iba a ser ejecutado, intentó abrazar a sus verdugos, como manifestación de perdón, para decirles después: “Cometéis un crimen al matarme. Pero a mí me hacéis un gran favor, porque me ayudáis a ganar el Cielo. Yo estaré con Dios hoy mismo. Os prometo que cuando llegue a su presencia, mi primera oración será por vosotros”.

Los mártires hicieron vida las palabras de San Pablo: “No os dejéis vencer por el mal; antes bien, venced el mal a fuerza de bien” (Rm 12, 21). La ira, el odio y la venganza hubiesen sido las reacciones previsibles ante la injusticia de la que eran objeto. Sin embargo, estos héroes de la caridad rompieron la dinámica del mal, con la lógica del Evangelio: “Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo los paganos?” (Mt 5, 43-46).

Cuando vemos a los mártires morir perdonando a sus verdugos, a imitación de Jesucristo en la Cruz, tenemos una ocasión inmejorable para convencernos de que lo peor no es padecer el mal, sino que el mal nos haga su cómplice. He aquí la gran noticia de estas 498 beatificaciones de mártires españoles: El amor es más fuerte que el odio, que el pecado y hasta que la misma muerte.

¡A las diez de la mañana de este histórico día, 28 de Octubre, redoblan las campanas de todas las parroquias en las que nuestros cincuenta y un mártires fueron bautizados!

miércoles, 24 de octubre de 2007

Aprender a mirar...

Fuente: http://www.pastoralsj.org/

Aprender a mirar...
A menudo pasamos por el mundo viendo, pero no mirando. Como creyentes tenemos un reto: descifrar los indicios de Dios en el mundo, ver en lo profundo. Leer en rostros anónimos la palabra: semejante, hermano, hijo. Ver en el espacio que nos rodea el vestigio de Dios que lo ha creado. Esta semana te proponemos que te esfuerces por mirar con ojos profundos, y entonces hables a Dios.
Mirar la historia rota...

Seguramente estos días, como tantos otros, leerás un periódico, o verás el telediario. Oirás cómo se suceden noticias que hablan de vidas anónimas, pero reales: un terremoto en México, una guerra en ciernes en Irak, amenazas nucleares en Corea, guerras civiles interminables, la aglomeración de gente que duda de un sistema injusto en Portoalegre, mientras los más poderosos se reúnen en Davos; una nueva epidemia, la violencia desatada en tantos rincones, cualquier gesto de discriminación por motivo de raza, edad, ideología, orientación sexual, nacionalidad... Cuando escuches todo esto, piensa: ¿Dónde estás tú, Dios? Y ante las tragedias, piensa, intuye, que Dios no es el Dios indiferente que se queda impasible, sino el Dios tan conmovido como tú, que se estremece. Y que si a ti el dolor te inquieta, a Dios le duele.
Y entonces pídele a Dios, perdón... Perdón por lo que hay en el mundo que lo rompe, lo viola, lo estremece. Perdón por tantas historias quebradas. Ya sé que yo no soy culpable, pero aún así, me brota este grito: lo siento. Lo siento de veras.
Mirar la vida en el mundo...

Tratar de ver. en el otro extremo, las señales de esperanza. Una voz a favor de la paz, una nueva vida que nace, un descubrimiento médico... En mi ciudad, percibir la vida. Tal vez sea un árbol en mi calle, o un parque cercano. Tal vez animales anónimos en medio de bloques de edificios. Y, sin duda, gente, mucha gente, con preocupaciones, con dudas, con miedos, con ilusiones, con historias mínimas que nunca ven la luz. Cuando vayas por la calle, presta atención a los rostros. Imagina los relatos que esconden. Intenta entender que hay una fuerza que nos une a todos, unos con otros.
Y entonces dale a Dios gracias por tantas vidas. Por ser parte de un mar de vida, que a veces es tormentoso y otras pacífico, pero siempre increíblemente bello. Da gracias a Dios por lo que son luchas y esperanzas, logros y batallas que contribuyen a recuperar la creación.

Mirar tu vida como un campo de batalla...

Entre esa historia rota y esa historia llena de vida. Entre tantos gestos que destruyen, mutilan, matan, inquietan y entristecen, por una parte, y tantos gestos que acarician, ilusionan, construyen, sanan y alegran. Tus propios gestos son gestos de una historia rota y una historia viva. Abraza lo que es vivo y humano. Pon barreras ante lo que deshumaniza. Acoge lo que te hace digno a ti y a tu mundo. Lucha contra lo que te aísla y te inmuniza. No te dejes aislar en una burbuja. Vive...
Y entonces pídele a Dios que te dé capacidad para descubrir cuál es tu lugar en el mundo, y fuerza para no rendirte a lo que es malo, y coraje para construir lo que es bueno... Y decídete a seguir caminando.

lunes, 15 de octubre de 2007

El arzobispado de Pamplona destaca la generosidad de los navarros en misiones y solidaridad.

Fuente: www.diariodenavarra.es

IGLESIA CATÓLICA
Lunes, 15 de octubre de 2007
El arzobispo de Pamplona destaca la generosidad de los navarros
en misiones y solidaridad.
El domingo se celebra el Domingo Mundial de las Misiones (Domund), bajo el lema ' Dichosos los que creen' La Diócesis navarra celebra el próximo domingo, día 21 de octubre, el Domingo Mundial de las Misiones (Domund) bajo el lema ' Dichosos los que creen' . El arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela, Francisco Pérez, también director nacional de Obras Nacionales Pontificias, destacó de la generosidad de los navarros tanto en misiones como en solidaridad.

El objetivo del Domund es, entre otros, hacer un llamamiento al relevo generacional de los misioneros. En Navarra hay 1.300 misioneros en 64 países, con una media de edad de 65 años. El año pasado se registraron 50 bajas entre fallecimientos y enfermedades y se produjeron 15 altas.

El Domund pretende además colaborar económicamente con las misiones. El año pasado en la Comunidad foral se recaudaron 952.000 euros. En medicamentos, la Diócesis navarra aportó al tercer mundo 18 toneladas, valoradas en 5 millones de Euros; y en ropa, se enviaron prendas valoradas en 34.000 euros.

Según expuso Ángel Echauri, delegado navarro de Misiones,«los misioneros son la cara más bonita, auténtica y comprometida de la Iglesia; son los mejores mensajeros de paz, concordia y entendimiento entre los pueblos».

El arzobispo de Navarra, que recordó la figura de Francisco de Javier, consideró que los 1.300 misioneros navarros suponen una cifra «bastante alta» y recordó que los 20.000 misioneros españoles colocan a España como el segundo país con más personas dedicadas a esta labor, tras Estados Unidos.

A su juicio, la Iglesia vive un «momento esplendoroso» y «brilla fuertemente en el mundo». Señaló así que cada año se instauran entre 20 y 25 diócesis en el mundo.

Misioneros navarros
A la rueda de prensa asistieron dos misioneros navarros, que expusieron su experiencia. Así María Villar Sesma, misionera comboniana, natural de Corella, relató su trabajo en Egipto en los últimos 14 años. Antes estuvo en Perú durante once años. Desarrolla su labor en un pueblo de 20.000 habitantes del sur de Egipto, donde la población cristiana ronda las 400 personas, la ortodoxa las 800 y el resto es musulmana.

Según contó Sesma, trabajan en la Iglesia local y colaboran en educación y sanidad. Como enfermera, explicó que trabaja en un dispensario, que atiende a unas 150 personas diarias, principalmente mujeres y niños.

Por su parte, Iñigo Ilundáin relató su experiencia en Honduras, a través de Salesianos, y destacó la cantidad de gente joven que está comprometida con la ayuda a personas necesitadas. «Cada vez las cifras son mayores y más jóvenes se comprometen en conocer la misión», dijo, para añadir que su experiencia en Honduras «cambió su vida».

Explicó que colaboró en este país centroamericano en un proyecto en el que se involucra gente joven, voluntaria, «a la que ayudamos a ayudar». El pilar de esta iniciativa es el voluntariado y precisó que han ayudado a más de 8.000 niños a estudiar. Consideró un «orgullo» compartir esta labor con los misioneros.

sábado, 13 de octubre de 2007

Ser agradecidos

Un amigo, jugando al fútbol se torció el pié derecho y se hizo un esguince. Después de estar unas tres horas en urgencias salió de allí con un par de muletas y escayolado. Ahora constantemente necesita de los demás para todo, desde hacer su cama hasta llevarle en coche de un sitio para otro, porque no puede así conducir… el caso es que la vida de este amigo mío se le he complicado notablemente: Depende de los otros. Y la palabra que más está pronunciando, casi a cada momento es: GRACIAS.

Me acuerdo de una señora hospitalizada, ya entrada en años, que tan pronto como veía entrar a uno por la puerta para preguntar sobre su estado de salud, ella se ponía tan contenta ‘como unas castañuelas’ porque se sentía importante, ya que alguien se acordaba de ella.
Todos nosotros tenemos un baúl de recuerdos agradecidos. Ya pueden ser cosas casi sin importancia o incluso el llegar a prestar dinero a un conocido porque se encuentre agobiado económicamente.

Y del mismo modo también me viene a la mente una retahíla de experiencias de servicios prestado a otra persona, de molestias que han ocasionado a uno, de importunidades que se le presentan y no haber obtenido ni un simple ‘gracias’. E incluso llega a aparecer que ese favor que uno hace es tomado por la otra persona como un derecho suyo y como una obligación tuya.

El relato del Evangelio de los 10 leprosos (Lc.17,11-19) es sugerente: De los diez leprosos curados, solamente vuelve un extranjero para darle las gracias a Jesús. Sin embargo el mensaje del Evangelio no se limita solamente a una sencilla lección de saber vivir; es mucho más que tener en cuenta una cualidad del corazón. Ante todo nos muestra una manera de orar y de encontrarnos con Dios.

Vivimos en un mundo en el que lo que cuenta es "el momento presente". De tal modo que cuando uno consigue algo, parece que se olvida de todas aquellas personas que han hecho posible que ese sueño sea realidad. ¡Cuántas veces hemos llegado a casa a la hora de comer y hemos encontrado la mesa puesta y la comida caliente y no hemos sido capaces de dar las gracias a nuestra madre o hermana o hermano por habernos hecho tan grande favor!.
Muchos cristianos nos podemos parecer a los 9 leprosos sanados por el Señor. Cuando una enfermedad se asoma por nuestras familias, un fracaso o una decepción nos acordamos de Dios y acudimos a la oración, se intenta reorientar los pasos dados. Y si, por casualidad el problema se soluciona y la amargura desaparece, parece que cerramos el asunto sin darnos cuenta de dar las gracias a Aquel que nos lo ha concedido el don que pedíamos: Dios.

En esta sociedad pragmática en la que nos ha tocado vivir se valora a la persona sólo por lo que tiene: "tanto tienes, tanto vales". Y además, se supone, que todo lo que tienes lo has conseguido por méritos propios, gracias al esfuerzo que has puesto. Parece que "todo nos es debido". No se valora una cosa hasta que la perdemos, ocurre con la salud y con otros bienes a los que "tenemos derecho". Esto puede observarse en ciertas actitudes de los niños y jóvenes con respecto a sus padres. Es la cultura de la "exigencia". Hemos perdido el sentido de la gratitud, del agradecimiento.

A nivel de nuestra práctica religiosa es más frecuente pedir que dar gracias. Cuando estamos en apuros solemos acudir más a la oración, pero ¡cuanto trabajo nos cuesta agradecer la ayuda que recibimos!. Sin embargo, de "bien nacidos es ser agradecidos". Todo lo hemos recibido gratis: la fe, la salud, la vida, los padres, el amor.

Recuperemos la actitud de agradecimiento. No olvidemos que Eucaristía significa "buena gracia", acción de gracias. Por eso nos reunimos todos los domingos, para agradecer a Dios el don de nuestra fe. A Él le debemos, como dice San Agustín "la existencia, la vida y la inteligencia; a Él le debemos el ser hombres, el haber vivido bien y el haber entendido con gratitud. Nuestro no es nada, a no ser el pecado que poseemos. Pues ¿qué tienes que no hayas recibido? (1 Cor 4,7)".
El Evangelio nos recomienda curarnos de la enfermedad de la altivez y de la ingratitud y elevar nuestro corazón purificado de la vaciedad y dar gracias a Dios.

viernes, 12 de octubre de 2007

Tres actitudes distintas ente las pruebas o la adversidad

Fuente: www.loiola.org





Hacía rato que José se paseaba de un lado al otro de la casa sin dejar de mirar el reloj. Eran las 12h de la noche, su hija aún no había regresado y su angustia aumentaba por momentos. Cuando de repente se abrió la puerta y allí estaba ella con sus ojos anegados en lágrimas. José la miró y adelantándose hacia ella, la apretó fuertemente y amorosamente contra su pecho, sin decirle nada, las preguntas vendrían después, el sabía que cualquier cosa que pudiera decir en aquel momento podría ser contraproducente…


Pero no hizo falta, la joven empezó a hablar con su padre, quejándose entre sollozo y sollozo acerca de su vida y de los obstáculos que incomprensiblemente le surgían al paso y de lo difícil que era para ella alcanzar las metas que se fijaba, por más que se había preparado, finalmente habían desechado su solicitud para aquel puesto de trabajo… José solo la escuchaba atentamente y la dejaba hablar reteniendo en su memoria todo cuanto ella decía, para ayudarla en el momento oportuno, que, el sabía que no era aquel; volcando en ella, eso sí, toda su ternura, porque el sabía de la importancia que supone el poder desahogar el corazón de todo cuanto le oprime para poder empezar a buscar soluciones…


Al fin ya eran cerca de la una de la madrugada cuando se retiraron cada uno a su dormitorio.
Pero pasaban las horas y José seguía sin poder conciliar el sueño, porque en su pensamiento se repetía una y otra vez una de las frases que había dicho su hija: "Ya no sé que hacer papá, en ocasiones me siento que voy a desfallecer, me siento con deseos de renunciar a todo, a veces incluso hasta a la propia vida. Me siento cansada de luchar. Cuando un problema se resuelve, otro nuevo surge.". Hasta que al final vio cómo podía ayudar a su hija, pero de una manera práctica, y la solución se la ofrecía su mismo trabajo.


No se si os he dicho, que José tenía un pequeño Restaurante en el cual hacia de cocinero. Así es que mientras desayunaban le dijo a su hija: "Hoy me acompañarás y me ayudarás en la cocina."


Al llegar al Restaurante ambos se pusieron dos delantales y el padre llenó tres cazuelas pequeñas con agua y las puso a calentar al fuego, mientras le decía a su hija que no se moviese de su lado y estuviese atenta. Cuando el agua comenzó a hervir, el hombre colocó dentro de la primera zanahorias, dentro de la segunda, huevos y, dentro de la tercera, granos de café. Los ingredientes quedaron así cocinándose por varios minutos, mientras que la impaciente hija se preguntaba cual era el significado de todo aquello…


Al cabo de veinte minutos el padre apagó los hornillos. Sacó una zanahoria de la cazuela y la colocó en un bol e hizo lo mismo con un huevo y finalmente, tomó una tacita y la llenó de café.
Y, dirigiéndose a su hija, le preguntó: "¿Hija, que ves?"- "Veo una zanahoria, un huevo y café." - le respondió ella, asombradísima ante aquella pregunta.


Entonces José le pidió a su hija que alargara la mano y tocara la zanahoria. Al hacerlo notó que la zanahoria estaba blanda y suave. A continuación le pidió que tomara el huevo y lo rompiera. Al quitarle la cáscara al huevo encontró que el interior del mismo se había endurecido. Y por último le pidió que probara el café. Y ella así lo hizo, deleitándose de su exquisito sabor y en su rico aroma.


- Entonces la hija volviéndose hacia su padre le preguntó: "¿Qué me quieres decir con todo esto, papá?"
" Verás hija: cada uno de estos ingredientes se ha enfrentado a la misma adversidad, al agua caliente; sin embargo cada uno de ellos ha reaccionado de manera distinta. La zanahoria ha ido al agua dura y fuerte, pero después de unos minutos se ha puesto blanda y débil. El huevo ha ido al agua con fragilidad, su interior líquido estaba protegido por una débil cáscara; pero después de haber experimentado el agua caliente, su interior se ha endurecido. Sin embargo los granos de café han sido distintos, después de estar en el agua caliente, los granos han transformado el agua en café".


Dime: "¿Cuál de ellos eres tú hija mía?"…
¿Eres la zanahoria que por fuera aparenta dureza y fortaleza pero que con el fuego de la prueba se ablanda y pierde su fortaleza de carácter?¿O tal vez eres el huevo que al comienzo es suave en su interior, pero el fuego de una fracaso, de una separación, una enfermedad, una muerte, lo endurece? ¿Por fuera pareces el mismo, pero por dentro te has endurecido y ahora tienes un corazón amargado?¿O eres como los granos de café?. No se si sabes, que para que el grano de café suelte todo su sabor, el agua tiene que calentarse a 100 grados centígrados; o sea que mientras más caliente, más sabor le da al agua, hasta transformarla en café, en un delicioso y aromático café. Si tú eres como el grano de café y en esos momentos dejas que Jesús entre a formar parte de tu prueba, de tu sufrimiento, de tu adversidad, si te confías a Él, y te abandonas en su Amor, el amor de Jesús te transformará en Él y tu sufrimiento se acabará transformando en una ofrenda agradable al Padre, y acabarás haciendo de esa prueba, de esa adversidad, una alabanza, un himno de acción de gracias al Señor, pues todo cuanto Él permite que nos suceda es para nuestro bien y desprenderás allí donde estés ese delicioso "aroma" de Jesús".


¿Cual eres tú cuando la adversidad, cuando la prueba golpea a tu puerta?, ¿cómo respondes? ¿como las zanahorias, como los huevos, o como el café?

sábado, 6 de octubre de 2007

Educación para la Ciudadanía: ¿Divide y vencerás?

Fuente: enticonfio.org

Don José Ignacio Munilla Aguirre
OBISPO DE PALENCIA


De acuerdo con los planes previstos, la asignatura de Educación para la Ciudadanía no se comenzará a impartir en Castilla León hasta el curso 2008-2009. Este ínterin en el que nos encontramos, debería ser aprovechado por todos nosotros para llevar a cabo una reflexión, no ya sólo sobre los principios morales en juego, sino también sobre las estrategias prácticas que se están desarrollando. Con este deseo, en el presente artículo me quiero referir a los manuales de esta asignatura que han sido aprobados por el Ministerio de Educación, para el presente curso.


Ha sido curioso comprobar este primer año, cómo el Ministerio ha dado luz verde a libros de texto que abordan, de forma totalmente contradictoria, los temas morales en litigio. Por ejemplo, dependiendo del manual elegido, el aborto puede ser presentado como un derecho de la mujer o, por el contrario, la vida tiene una dignidad que la hace moralmente inviolable desde el momento de su concepción hasta su muerte natural. En la misma línea de lo anterior, el libro de texto de la editorial Casals afirma que "la religión ayuda a las personas a ser buenos ciudadanos, ya que fomenta valores positivos para la convivencia democrática como la honradez, la paz y la solidaridad". Más aún, afirma que “la marginación de la voz de los creyentes es injusta y poco democrática y favorece una imposición ideológica por parte del Estado". Ahora bien, en el texto editado por Laberinto, Fernando Savater llama la atención sobre la presencia de la asignatura de Religión en Bachillerato y comenta que responde a "un contorsionismo oportunista que antes o después -mejor antes- habrá que revisar definitivamente". En el libro se previene a los jóvenes de la “necesidad de defenderse del clericalismo apoyado por la derecha”.

Los textos de las editoriales Octaedro y Algaida defienden el amor libre, explican el matrimonio homosexual como una opción equiparable al heterosexual, arguyen que la diferencia en las relaciones de sexo es una simple construcción cultural sin fundamento alguno en la naturaleza, etc. Por el contrario, en otros manuales, como los de Santillana, Edebé y SM, se dan orientaciones notablemente distintas…

Ante tantas contradicciones, nos surge una pregunta bastante obvia: ¿qué sentido tiene imponer una asignatura moral obligatoria, argumentando que “todos los españoles tienen que ser educados en los mismos valores democráticos”, si luego se permite la publicación de manuales tan contradictorios? Alejandro Tiana, Secretario General de Educación del Gobierno de España, pasaba muchos apuros para responder a esa pregunta: "Cada uno ha adaptado la asignatura a su manera y es lógico que muestren divergencias en una sociedad plural como la nuestra. No tiene importancia. Lo relevante es que cada centro puede elegir el texto que más le guste".

No creo que sea muy osado concluir que, en este primer año, el objetivo prioritario del Gobierno ha sido el de impedir a toda costa un número elevado de objetores. De lo que se trataba ahora era de introducir la asignatura, sin sufrir un desgaste excesivo, máxime en el contexto de un año electoral. Luego, en años posteriores, ¡tiempo habrá de ir ajustando los contenidos!.
La estrategia del “divide y vencerás” se ha concretado, en este primer año, en dar el visto bueno para que los colegios privados puedan impartir la asignatura con algunos manuales de contenidos no problemáticos, con el objetivo de evitar un frente común de rechazo a una inaceptable intromisión del Estado en la educación moral de los alumnos.

De esta forma, se ha logrado quebrar un principio clave, que es formulado en el famoso artículo 27.3 de la Constitución, cuestión tratada específicamente en el anterior artículo de esta sección “El valor de la palabra”, con fecha de 1 septiembre. Por lo pronto, lo que se ha conseguido es que los profesores, por su cuenta, o los centros escolares, sean quienes decidan la orientación moral de los alumnos, en lugar de los padres.

Y al margen de las consideraciones anteriores, la aprobación de esos manuales académicos tan dispares, deja patente la imposibilidad de una ética global de la vida, basada meramente en los principios democráticos de nuestra legislación (que era uno de los argumentos de los defensores de la asignatura). El caso que comentamos refleja claramente que el Estado no puede imponer obligatoriamente unos conceptos morales tan amplios, sin entrar en colisión con muchos de los principios morales de las familias españolas. En resumidas cuentas, ¡muy ingenuos seríamos si pensásemos que el problema de fondo ha quedado resuelto con esa pluralidad editorial de libros de texto!.

Me fio de Jesucristo porque me ha dado pruebas de su amor...

Hoy la Palabra de Dios nos saca a la palestra el tema de ‘la fe’. Para mucha gente la fe es creer lo que no vemos con nuestros ojos. Sin embargo esta no es una respuesta adecuada para un cristiano. Fe es poner nuestra confianza en alguien del que nos fiamos porque nos ha dado pruebas de su amor. El garante de nuestra fe es Jesús de Nazaret, el Cristo.

No hace mucho un compañero que es profesor de religión en secundaria me contaba que haciendo una encuesta con sus alumnos para conocer en que cosas creían los muchachos y se encontró con una sorpresa. Partiendo de los diversos puntos del Credo, o sea, creo en Dios, que es Padre… etc., les fue poniendo en tres columnas las tres opciones, si creían, si tenían sus dudas o si simplemente no creían. Todo esto de un modo anónimo, para que tuvieran la máxima libertad de expresarse sin temor. Mi compañero se encontró que la mayoría sí creía en Dios Padre, del mismo modo creían en el Hijo, alguno sólo lo concebía como un hombre extraordinario del estilo de los grandes personajes históricos. Ya surgían las dudas con respecto al Espíritu Santo, pero aún así un tanto por ciento elevado creía. Pero donde se dio el desplome casi total fue cuando llegó el apartado de la fe que toca eso de la resurrección de los muertos. Algunos sí que creían que Jesucristo había resucitado pero no tenían tan claro que nosotros también resucitemos. Y otros dudaban sobre la resurrección de Cristo pero creían que sí que habría un más allá después de nuestra muerte. Y me comentaba este compañero profesor de religión que era bastante difícil que entendieran estos muchachos la celebración de la Eucaristía cuando lo que precisamente celebramos es la presencia viva y real de Cristo entre nosotros. ¿Cómo van a celebrar algo de lo que no creen o tienen unas grandes dudas?. Tal vez demos por supuestas cosas que, en realidad no lo están. Es cierto que la fe es un regalo de Dios, pero también es cierto que tenemos la obligación de alimentarla y testimoniarla.

La fe no es un título que adquirimos ni tampoco un producto que podemos comprar en un mercadillo. La fe es algo vivo y a la vez quebradizo, que se muere sino se la alimenta y se quiebra sino se la cuida. Sabemos por experiencia propia que hay altos y bajos en esto de la fe. Y esto es sencillo, porque cualquier circunstancia dolorosa nos hace dudar… pero sobre todo tiene que prevalecer nuestra fidelidad a Jesucristo.

Cuentan que un alpinista, desesperado por conquistar una altísima montaña, inició su travesía después de años de preparación, pero quería la gloria solo para él, por lo tanto subió sin compañeros.

Empezó a subir y se le fue haciendo tarde, y más tarde, y no se preparó para acampar, sino que decidió seguir subiendo, y oscureció.
La noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña, ya no se podía ver absolutamente nada. Todo era negro, cero visibilidad, la luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes.

Subiendo por un acantilado, a solo unos pocos metros de la cima, se resbaló y se desplomó por el aire, cayendo a velocidad vertiginosa. El alpinista solo podía ver veloces manchas oscuras y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad. Seguía cayendo... y en esos angustiantes momentos, le pasaron por su mente todos los episodios gratos y no tan gratos de su vida.
Pensaba en la cercanía de la muerte, sin embargo, de repente, sintió el fortísimo tirón de la larga soga que lo amarraba de la cintura a las estacas clavadas en la roca de la montaña.
En ese momento de quietud, suspendido en el aire, no le quedó más que gritar: AYÚDAME DIOS MIO!!!.
De repente, una voz grave y profunda de los cielos le contestó:

-¿QUE QUIERES QUE HAGA? –a lo que el alpinista atemorizado le contestó:
- Sálvame Dios mío.
Dios le volvió a preguntar -¿REALMENTE CREES QUE YO TE PUEDA SALVAR?.
-Por supuesto Señor. –Dijo el alpinista lleno de miedo.
-ENTONCES CORTA LA CUERDA QUE TE SOSTIENE...

Hubo un momento de silencio; el hombre se aferró más aún a la cuerda....

Cuenta el equipo de rescate, que encontraron a un alpinista colgando muerto, congelado, agarradas sus manos fuertemente a la cuerda... A TAN SOLO DOS METROS DEL SUELO...

¿Y tú?, que tan aferrado estás a tu cuerda queriéndolo tener todo “atado y bien atado”... ¿Te soltarías?.

No dudes nunca de Dios. Nunca debes decir que Él te ha olvidado o abandonado. No pienses jamás que Él no se ocupa de ti. Recuerda siempre que Él te sostiene de su mano.

Romper nuestra sordera

Fuente: http://enticonfio.org/

Don José Ignacio Munilla Aguirre
OBISPO DE PALENCIA

Romper nuestra sordera

¿Es Dios el que se ha quedado mudo, o somos nosotros los que nos hemos quedado sordos? Basta que nos asomemos a la Sagrada Escritura, para convencernos de lo segundo. Precisamente, en ella se presenta a Jesucristo como la Palabra pronunciada por Dios Padre para romper nuestra “sordera” y para acallar los ruidos que, dentro y fuera de nosotros, nos impiden escuchar la voz divina, la de nuestra conciencia y la de nuestros hermanos.

Al igual que hizo con el sordomudo del Evangelio (cfr. Mc 7, 34), también hoy, Jesucristo “toca nuestros oídos y nuestra lengua” y pronuncia su poderoso “effetá!” (¡ábrete!). Es una llamada a abrirnos a la escucha de la voz de Dios que resuena en nuestro interior, como un eco de la predicación de la Iglesia y del clamor de tantas personas y situaciones, a través de las cuales Dios sigue saliendo a nuestro encuentro. Ciertamente, distraídos por mil reclamos y replegados en nuestros problemas, tenemos el riesgo de permanecer sordos a la VOZ de quien es la PALABRA: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos” (Ap 3, 20).

La tarea de la Nueva Evangelización que se nos presenta en el Tercer Milenio, consiste en ofrecernos como altavoces del Verbo Divino: poner voz a esa Palabra de Dios, buscando conductos eficaces para que su mensaje eterno llegue al hombre moderno. Para romper la sordera de nuestro Occidente secularizado, como decía Juan Pablo II, es necesario emprender la Evangelización con nuevos métodos, nuevas expresiones y un nuevo coraje, en fidelidad al mensaje inmutable de Cristo y de su Iglesia. No podemos permanecer impasibles mientras que Dios es un auténtico desconocido para un gran número de nuestros hermanos. El celo apostólico nos lleva a revivir aquel sentimiento apremiante de San Pablo: “¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1Cor 9, 16).

Pero, nos equivocaríamos si pensásemos que el problema principal de la Evangelización es un problema de métodos. Los métodos son de gran ayuda e indispensables, pero nuestra necesidad fundamental es la de un celo apostólico ardiente, que sólo puede brotar de un corazón enamorado de Dios. Ésta es la clave de la Nueva Evangelización: ¡Sólo los enamorados enamoran! Y a ello hemos de añadir la búsqueda de recursos creativos, actuales y eficaces para llegar a quienes permanecen sordos a esa Voz que viene de lo alto. Ciertamente, en nuestros días es más urgente que nunca anunciar a Jesucristo en los grandes areópagos modernos de la cultura, de la ciencia, de la economía, del arte, de la música y de los medios de comunicación.
Concluyo transcribiendo algunos de los eslóganes que la Iglesia de Singapur divulgó en la prensa local. Fueron publicados uno a uno, en días sucesivos, a modo de reclamo publicitario, con el deseo de “romper nuestra sordera”.

“¿Qué debo hacer para llamar tu atención? ¿Poner un aviso en el periódico?”
(Dios)

“Necesitamos hablar.”
(Dios)

“Si te perdiste el amanecer que hice hoy para ti, no importa. Te haré otro mañana.”
(Dios)

“¿Te imaginas el precio del “aire” si te lo trajera otro proveedor?”
(Dios)

“No te olvides el paraguas. Hoy tengo que regar las plantas.”
(Dios)

“Si piensas que la Gioconda es asombrosa, deberías ver mi obra maestra… en el espejo.”
(Dios)

“Venid a mi casa el domingo antes del partido.”
(Dios)

“Amo las fiestas de casamiento, invítame a tu boda.”
(Dios)

“Diles a los niños que les amo.”
(Dios)

“¿Leíste mi primer best-seller? Es todo un desafío.”
(Dios)

“¿Tienes alguna idea de adónde vas?”
(Dios)

“Eso de “amar al prójimo”… lo dije en serio.”
(Dios)

“¡No me hagas bajar!”
(Dios)

viernes, 5 de octubre de 2007

La Iglesia contra la pena de muerte en EEUU

Fuente: www.iglesianavarrajoven.org

La pena de muerte en EE UU es un ejemplo de cómo una nación considerada «pionera» en derechos humanos continúa intentando resolver sus problemas sociales mediante el uso de la violencia. Pero, como recordó el año pasado el cardenal arzobispo de Washington, Theodore McCarrick, «no podemos enseñar que matar es malo matando. No podemos defender la vida acabando con ella». Por eso, decenas de asociaciones religiosas dedican sus esfuerzos a luchar contra uno de los mayores ataques a la vida. Consideran esta lucha como una «obligación moral», y urgen a todas las comunidades religiosas a situar la pena de muerte en su agenda de prioridades.

Mientras las diócesis de cada estado federal se han pronunciado repetidamente y han animado a los fieles a constituir grupos de presión contra la pena capital, también existen asociaciones a nivel nacional que continúan denunciándola como «innecesaria, inapropiada e inaceptable en el mundo de hoy». La más conocida es «Católicos contra la pena capital», que fue fundada en 1992 con intención de aunar esfuerzos contra la pena de muerte en la comunidad católica, difundir la enseñanza de la Iglesia entre legisladores y jueces, y animar a la jerarquía eclesiástica y a grupos religiosos a pronunciarse con más fuerza en contra de esta ley.

Los obispos contra la ley. En medio del auge de la lucha provida, en 2005 la Conferencia Episcopal de Obispos de EE UU promovió una campaña para acabar con el uso de la pena de muerte. Aunque, como matizó el cardenal McCarrick en la presentación, la causa no era nueva, la campaña sí. Los prelados realizaron un estudio a través de mil setecientas entrevistas -cuyos resultados pueden examinarse en www.usccb.org- sobre la actitud de los católicos ante la ley. Aunque el número de católicos que declararon apoyar activamente la pena de muerte había disminuido hasta situarse en un 20%, lo cierto es que sólo un 37% reconoció oponerse de forma activa. Pero no es la jerarquía la protagonista de la lucha católica contra la pena de muerte. Los laicos tomaron el testigo hace tiempo y las iniciativas se cuentan por decenas. Quizá la más significativa y a la que más gente puede llegar es la promovida por CURE (Ciudadanos Unidos para la Rehabilitación de Prisioneros), que piden a iglesias, monasterios, abadías y otros templos que hagan doblar sus campanas cada vez que un preso vaya a ser ejecutado. La iniciativa ya se realiza en 50 estados. Otra de las que ha sido adoptada por muchas de las asociaciones que luchan contra la pena de muerte en EE UU es la Declaración de Vida. Todo el que quiera asumirla pide que, si es asesinado, el culpable no sea condenado a pena de muerte.
El espíritu de la lucha «creyente» contra la pena de muerte lo resume la hermana Prejean, muy activa en esta batalla: «El movimiento para abolir la pena de muerte necesita de la comunidad religiosa porque el corazón de la religión habla de compasión, de derechos humanos y de la intrínseca dignidad de cada persona hecha a imagen de Dios». Y es que, como recordó Juan Pablo II en 1997, «la nueva evangelización exige seguidores de Cristo que sean incondicionalmente “provida”».

La dictadura del relativismo

Fuente: http://www.unav.es


Jaime Nubiola
Profesor de Filosofía Universidad de Navarra
Fecha: 4 de junio de 2005
Publicado en: La Gaceta de los Negocios (Madrid)

Hace unas pocas semanas, en la misa previa al cónclave en el que había de ser elegido el nuevo papa, el entonces cardenal Ratzinger denunciaba con fuerza los vientos de relativismo que azotan nuestra sociedad occidental en las últimas décadas. El relativismo se ha convertido en una actitud de moda, mientras que "tener una fe clara según el credo de la Iglesia católica" es despachado a menudo como fundamentalismo. "Se va constituyendo -concluía- una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja sólo como medida última al propio yo y sus apetencias". La expresión que acabo de subrayar, "dictadura del relativismo", llamó de inmediato la atención tanto de la audiencia como de la prensa, pues mostraba de manera bien gráfica la formidable capacidad poética del futuro papa que con sólo tres palabras diagnosticaba la enfermedad de la sociedad europea.

Algún periodista nacional consideró que esa expresión era un concepto absurdo, una contradicción in terminis, sin caer en la cuenta de que la combinación de esas dos palabras compone una figura literaria de enorme fuerza expresiva. Como es sabido, se trata de la figura denominada oxímoron, (del griego oxys, agudo, y moros, romo, estúpido), en la que mediante la yuxtaposición de dos palabras de significado opuesto se logra expresar un nuevo sentido, un contraste difícilmente alcanzable de otra manera: todos hemos empleado expresiones como "silencio atronador", "luminosa oscuridad", "graciosa torpeza" y tantas otras expresiones parecidas que llenan de sentido y viveza nuestra comunicación. Cuando el futuro Benedicto XVI hablaba de la dictadura del relativismo lo que estaba expresando con brillantez poética es que en nuestra avanzada cultura democrática se está imponiendo por vía de fuerza el principio de que todas las opiniones valen lo mismo, y por tanto, que nada valen en sí mismas, sino sólo en función de los votos que las respaldan.

Aquel mismo periodista argumentaba que "el relativismo es el alma viva del conocimiento científico". Y, exhibiendo un notable desconocimiento de la efectiva práctica científica, añadía: "Sólo quien duda de la exactitud de sus ideas puede sentirse impelido a ponerlas a prueba y, llegado el caso a descartarlas, o a restringir su campo de validez, abriendo paso a ideas nuevas, ellas mismas cuestionables". Nada más alejado de la realidad de la ciencia que esta caricatura. El científico no es nunca un relativista, no piensa que su opinión valga lo mismo que cualquier otra, y, si es un científico honrado, está deseoso de someter su parecer al escrutinio de sus iguales y de contrastarlo con los datos experimentales disponibles. El buen científico está persuadido de que su opinión es verdadera, que es la mejor verdad que ha logrado alcanzar, a veces con mucho esfuerzo. El científico sabe también que su opinión no agota la realidad, sino que casi siempre puede ser rectificada y mejorada con más trabajo suyo y con la ayuda de los demás.

En contraste con el periodista español, una conocida columnista del New York Times descalificaba al nuevo Papa como un absolutista, como "un archiconservador del Jurásico que desdeña la cultura del 'si te parece bien, hazlo' y las tendencias revolucionarias nacidas en los años 60 en favor de la diversidad y la apertura cultural". Maureen Dowd en su artículo aliaba al nuevo Benedicto XVI con el vicepresidente Dick Cheney en la batalla contra el progresismo liberal norteamericano, del que el New York Times es quizá su portaestandarte. Esta visión muestra bien el localismo miope de la prensa norteamericana, pero sugiere también que el relativismo que denunciaba el cardenal Ratzinger no ha afectado a los Estados Unidos tan profundamente como a Europa. Como reconocía la propia Dowd, citando al profesor de Utah, Bruce Landesman, "quienes sostienen posiciones progresistas no son relativistas. Simplemente están en desacuerdo con los conservadores acerca de qué es lo bueno y lo malo".

Efectivamente, en el corazón de la sociedad americana se encuentra la convicción de que la democracia es una concepción ética, presidida por un uso comunitario de la razón. En una democracia los asuntos se discuten hasta la saciedad y si no se llega a un acuerdo razonable son finalmente los jueces quienes deciden acerca de la moralidad de un determinado modo de proceder. En una organización democrática la noción de verdad ha de estar en el centro de la vida pública. Si no hay verdad, no es posible el debate porque la discusión deja de ser un proceso de búsqueda y se transforma meramente en una tramoya del poder. Si no hay verdad, si todas las opiniones valen lo mismo, pierde todo su sentido el pluralismo democrático.

No es verdad que todas las opiniones merezcan el mismo respeto. Quienes merecen todo el respeto del mundo son las personas, pero no sus opiniones. Al contrario, tenemos la obligación de ayudar a los demás a mejorar sus opiniones, a cambiar sus convicciones, exhibiendo las razones que asisten a nuestras posiciones morales y sociales para permitirles que se pasen, si lo desean, a nuestro lado. En este sentido, es importantísimo distinguir con claridad entre pluralismo y relativismo. Mientras que el relativista no tiene interés en escuchar las opiniones de los demás, quien ama el pluralismo no sólo afirma que caben diversas maneras de pensar acerca de las cosas, sino que sostiene además que entre ellas hay -en expresión de Stanley Cavell- maneras mejores y peores, y que mediante el contraste con la experiencia y el diálogo los seres humanos somos capaces casi siempre de reconocer la superioridad de una opinión sobre otra y de adherirnos a ella.

En última instancia, un relativismo como el que crece actualmente en Europa corroe la democracia, porque clausura el diálogo y acaba con el pluralismo. Precisamente un día antes del fallecimiento de Juan Pablo II, el entonces cardenal Ratzinger afirmaba en Subiaco que "Europa ha desarrollado una cultura que, de modo desconocido antes de ahora para la humanidad, excluye a Dios de la consciencia pública". Y añadía: "En Europa se ha desarrollado una cultura que constituye en absoluto la contradicción más radical no sólo del cristianismo, sino de las tradiciones religiosas y morales de la humanidad". En sus palabras se advertía de manera luminosa que el relativismo de nuestro tiempo, hijo bastardo de la Ilustración, era el punto de partida de la cancelación de Dios en la vida pública.

El contraste -aquí meramente apuntado- entre el pluralismo norteamericano (In God we trust) y el relativismo europeo es sólo una caricatura, pero ayuda a entender bien aquel sugerente oxímoron de la "dictadura del relativismo" del que hablaba con preocupación el cardenal Ratzinger en la víspera del cónclave. El relativismo es probablemente la enfermedad más grave de la sociedad europea en el momento presente y considerar la enfermedad como algo saludable es en verdad la peor de las dictaduras.